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viernes, 11 de marzo de 2016

Libros venenosos, artículos, notas periodísticas y hasta textos académicos nocivos para la inteligencia pueden causar serio daño moral. Cómo detectarlos para evitar su uso



Esta nota, que rescatamos del archivo, fue publicada en marzo de 2012, cuando este servidor recién había cumplido setenta años. Modestamente la recomiendo. G. E.

No es broma. A través de las conductas imitativas de supervivencia de los individuos menos dotados y con poder real han proliferado estrategias de dominación social que dan por tierra con el presunto peligro del nihilismo revolucionario de las décadas de 1960 y 1970. Lea con detenimiento el siguiente párrafo:

“Que un maestro y un grupo de alumnos estén compartiendo un aula al mismo tiempo  no garantiza que estos se relacionen entre ellos, muy por el contrario, la mensajeria (sic) instantánea y las redes sociales permiten evadir a «estos otros más próximos» y mantenerse conectado con «otros» que están fuera. Compartir el espacio e interactuar con otros, puede convertirse en una experiencia altamente negativa y violenta.”

Una llamada a nota al pie al final del fragmento transcripto sugiere al respecto consultar un artículo periodístico publicado en el diario Clarín del  21 de noviembre de 2006 <http://www.clarin.com/diario/2006/11/21/sociedad/s-03210.htm>. En éste se dice de riesgos implícitos en el uso equivocado de las nuevas tecnologías generando situaciones contrapuestas a lo que de manera confusa afirma la autora del párrafo, magíster en ciencias sociales, docente universitaria y ex jerarca de alto nivel en la educación pública. 

La suma de opiniones en un volumen sobre la relación de la escuela con las conocidas como TIC (sin “ese” final) se inicia con una consulta a varios “techies”, mujeres y varones adultos jóvenes así llamados en su jerga porque tienen una estrecha vinculación con tales tecnologías, especialmente con la cibernética, y que con asiduidad la practican, se asegura, a través de las denominadas “redes sociales”, “juegos online”, “chats”, etc. Los compiladores de la obra afirman que los consultados son no solamente consumidores de conocimiento sino también productores de éste, y también “formadores de opinión”.

Dicen que por su actividad diaria relacionados con y por las tecnologías de la información y la comunicación están especialmente capacitados para opinar sobre el futuro de la escuela, dados sus pensamientos “de frontera” que les permiten “transgredir la finitud del discurso” que la modernidad instaló. Es decir, los “techies” son indubitablemente posmodernos.

Antes de concluir con la introducción afirman: “Es verdad que este relato pedagogizado de transformación radicalizada de la educación escolar no es nuevo en la historia de la educación escolar.”

 “Es tal el vértigo frente a los constantes cambios en pantallas, computadoras y redes que ya todo el mundo espera mutaciones significativas en la realidad de las escuelas: desde magnates del mundo informático como Bill Gates o Steve Jobs, gobernantes de países tan diversos como el uruguayo Tabaré Vázquez o el norteamericano Barak Obama, todos apuestan a una fenomenal transformación de la escuela.”

Leer con atención…

Uno de los “techie” entrevistados, con una visión ciertamente entusiasta de la escuela del futuro, plantea ese contexto y los condicionantes que parecen determinarlo fuertemente:

“La escuela tiene un modelo del siglo XIX. O sea, nuestros hijos no se educan de una manera significativamente distinta a la que se educaron nuestros abuelos, y eso va a explotar. Y no va a ser lindo cuando suceda. Yo creo que vamos  camino a que, si no cambiamos profundamente a la escuela, los chicos no van a aprender. No por mala onda, eh. Les vamos a estar hablando de una manera que no vamos a poder capturar su atención (…) Para mí hay dos grandes factores, tres grandes factores: la multisensorialidad, la inmersión y la competencia. Estos tres son grandes capturadores de atención. En la escuela no está presente ninguno”.

Tal cual el párrafo, dice que “los chicos no van a aprender” porque “no vamos a poder capturar su atención”. Dice, también, que la “multisensorialidad”, la “inmersión” y la “competencia” son grandes “capturadores de atención”, y que en la escuela no está presente ninguno.

La taxativa acepción que el diccionario da para el verbo capturar expresa: “Aprehender a alguien que es o se reputa delincuente, y no se entrega voluntariamente”.

Según los diccionarios Collins en inglés “capture” significa apresar, conquistar y acaparar, y en francés, “capturer”, apresar, convertir en presa, en “cosa apresada o robada”, en “animal que es o puede ser cazado o pescado”.

Veamos ahora las acepciones de las palabras “multisensorialidad”, “inmersión” y “competencia” (empleamos la versión electrónica del Diccionario de la Real Academia Española, consultado para ello este lunes 19 de marzo de 2012).

Multisensorialidad. Esta palabra compuesta no existe, y tampoco existe “sensorialidad”. Al parecer se estaría procurando aludir a una múltiple o variada “facultad de sentir”, o de la “propensión natural […] a dejarse llevar de los afectos de compasión, humanidad y ternura”.

Inmersión. “Acción de introducir o introducirse plenamente alguien en un ambiente determinado.”

Competencia. “Disputa o contienda entre dos o más personas sobre algo. […] Oposición o rivalidad entre dos o más que aspiran a obtener la misma cosa.”

En torno de las vocinglerías conceptuales referidas es recomendable releer un texto de Pablo Capanna de 2001: “La lucha por la vida”, <http://www.pagina12.com.ar/2001/suple/Futuro/01-07/01-07-07/nota_a.htm>.

Cómo detectar textos venenosos
¡Basta de “clivar”, “frizar” e “historizar” el “estado”!

Libros, artículos, folletos y textos venenosos varios hubo siempre, sin ninguna duda. Hoy proliferan porque forman parte de una acelerada cadena viciosa de negocios personales y corporativos que, además, para disimular sus crudos objetivos exhibe índices estadísticos de presunto crecimiento cultural social.

Una manera fácil, práctica y rápida para identificar textos venenosos es la detección de algunas palabras que les son propias.

En lugar de historiar decir o escribir “historizar”, o “marxiano” por marxista y marxismo. Emplear presuntos plurales en siglas, como “TICs” u “ONGs”, y también  sustantivos escritos con iniciales mayúsculas como si fueran nombres propios: magíster, doctora o doctor, profesora o profesor, ministra o ministro sean estos de Gobiernos o de congregaciones religiosas, monseñor, obispo, sargenta o sargento, coronela o coronel, generala o general, don y doña.

Escribir estado con inicial minúscula y refiriendo al aparato organizativo, jurídico y de representación de una nación, provincia o estado, departamento o municipio, ciudad, etc. cuando debe escribírselo Estado para diferenciarlo de “estado” en tanto jurisdicción política equivalente a provincia, o también la situación “en que se encuentra alguien o algo, y en especial cada uno de sus sucesivos modos de ser o estar”, y la “clase o condición a la cual está sujeta la vida de cada uno”.

Los nombres de los meses escritos con inicial mayúscula cuando no inician una oración o están a continuación de un punto, ni indican un nombre de fecha histórica, como 18 de Julio, 25 de Mayo o 7 de Noviembre, etc. También son formas léxicas que denuncian textos venenosos las referencias a décadas o años empleando decenas con apóstrofos o eses finales: los “´60” o los “80s”.

La Real Academia Española es conservadora*

Eso se dice y sin duda lo es: tiende a conservar lo constituido. Pero no puede controlar qué y para qué se dice con las palabras de su diccionario y según sus reglas de gramática y sintaxis. Con ellas se pueden componer y hacer explícitos conceptos, relatos y análisis de sucesos y exposición de propuestas sumamente transformadoras. Lo bueno de que la RAE sea conservadora es que facilita que esos textos puedan ser entendidos en la propia lengua por millones de personas, y por más millones todavía fielmente traducidos a otros idiomas.

Palabras sin consistencia y auténticamente “venenosas”. Muy breve lista que se puede engrosar con poco esfuerzo

“Clivaje”. Se trata de una palabra inexistente en el diccionario castellano y que, sostienen algunos, es una “castellanización” del sustantivo francés “clivage” que se emplea en mineralogía (fractura según ciertos planos, de orientación precisa, que se presenta en minerales, cristales y rocas), y que –inadecuadamente– se usa en lugar de hendidura, fractura o escisión social, histórica o en el pensamiento.

Un politólogo me dijo que “demasiado grande es el estado para escribirlo con inicial mayúscula”. No explicó si se refería al estado del elefante en reposo o, en el otro extremo volumétrico, al de la hormiga en actividad. Creo que el buen humor hace bien a los estudios sobre la política.

“Frizar”. Falso verbo que usan cocineros mediáticos y sus acólitos, de manera oral y escrita, muy difundido para designar el efecto de un freezer, nombre inglés de un aparato que se traduce como “congelador”. Es decir: el verbo es congelar. El diccionario da para “frisar”, con “ese”, dos verbos transitivos que se pronuncian casi igual, los significados, en uno, de “refregar”, y en el otro de “levantar y rizar los pelillos de algún tejido” (como las abrigadas camisetas de frisa de mi infancia), pudiendo también ser utilizado como “disminuir”, “congeniar” o “acercarse”. (¡Más claro, dime que congele ese churrasco!)

“Historizar” (obviamente una suerte de contaminación dada en la cocina). Algunos dicen que “historizar” no es lo mismo que historiar, porque pone lo “historizado” en relación estrecha con un contexto dado. Si la historia es el “conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o de una nación”, queda bien claro que historiar es componer una historia en un contexto dado. Si se quiere dígase y escríbase: poner en contexto histórico.

Hemos advertido sobre los riesgos implícitos en ciertos textos. Cuando se encuentren palabras como las destacadas y tantas otras que es necesario aprender a detectar, descártese esa lectura como se descarta un correo electrónico apestado, mal intencionado o meramente inútil o desagradable. Y para finalizar y resolver tantos desmanes unámonos de una buena vez los que no somos marcianos ni “marxianos” (buena noticia para Europa y el mundo ha sido la multitudinaria concentración de la izquierda en París; a ver Zisis si apuras las cosas en Grecia).

Gervasio Espinosa (19 de marzo de 2012)

Nota de 2016:
* La Academia de la Lengua ha pasado en los últimos años de ser conservadora a ser “casi ultra posmoderna” de la mano del oportunismo contemporáneo, véase si no el caso de las recomendaciones “financiarizadas” de las fundaciones sostenidas por bancos, como aquella de que tras la muerte de Hugo Chávez había que hablar de “poschavismo” en lugar de chavismo…

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