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viernes, 11 de agosto de 2017

“Primarias en Argentina: más que elecciones, un plebiscito”, por Javier Tolcachier*




Casi siendo las nueve de la noche de este viernes 11 de agosto, vigente la “veda electoral” que impide en Argentina la propaganda proselitista en las cuarenta y ocho horas previas a una compulsa electoral como las PASO del domingo 13, y hasta pasado el cierre de comicios, en nuestro domicilio del extenso y popular conurbano de Buenos Aires sonó el teléfono: un flash sonoro hacía campaña de la alianza oficial PRO-UCR et al… Esa pedante ruptura de la veda nos movió con urgencia a publicar también nosotros este artículo, reflexivo, conceptuoso y preciso del cordobés Javier Tolcachier. G.E.
          
ALAI América Latina 10.8.2017

Este domingo se disputan en Argentina elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias. Bajo el pomposo nombre de “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral”, la norma que las regula fue sancionada en 2009. Si bien en la teoría uno de los propósitos de esta pre-elección es la de ser una suerte de pre-selección democrática de candidatos dentro de las distintas agrupaciones, en la práctica esta premisa no se ha cumplido y la mayoría de las listas son únicas, sin competencia interna.

Otro motivo esgrimido en su momento para justificar la ley fue la de “ordenar” el espectro político y fortalecer el sistema partidario, previendo números de afiliaciones más altos para obtener o conservar personería jurídica, recolección de firmas para avalar candidaturas y por último, lograr un piso mínimo de votos (1,5 % del padrón) para poder competir en la elección de fondo. Lejos de contribuir a una profundización democrática –como era de preverse– la nueva reglamentación conspiró contra las posibilidades de nuevas formaciones o partidos minoritarios, reduciendo la diversidad de opciones y dando continuidad al chantaje del electorado y a la concentración del voto.

Por último, el modelo partidario de representatividad no se fortaleció en absoluto. Por el contrario, los partidos fueron vaciándose paulatinamente quedando apenas como esqueletos anticuados o sellos de goma, incapaces de contener o atraer el impulso transformador de las militancias jóvenes. Esta decadencia de antiguas formas partidarias llegó al punto del vergonzante  ocultamiento de sus gloriosas siglas a fin de no espantar votantes potenciales.

En rigor de verdad, ese proceso no tiene su origen en esa ni en ninguna otra ley, sino que obedece a la sublevación social contra modalidades y poderes burocráticos incapaces de ceder al empuje de nuevos tiempos que exigen una democratización estructural.

De este modo, desde un punto de vista institucional, las PASO han quedado vaciadas de su contenido original y se convierten en una pulseada preelectoral, una encuesta sobre el humor ciudadano, una suerte de antesala de la elección real a llevarse a cabo en Octubre de este año. ¿Apenas eso? De ningún modo.

Dadas las circunstancias políticas en Argentina, en vista del retroceso social inesperado para algunos, absolutamente previsible para otros, la cita adquiere un alto voltaje simbólico. ¿Qué se juega en ellas? Y en términos más amplios, a escala regional o mundial, ¿cuáles son las implicancias de su resultado?

La facción gobernante encabezada por el empresario Macri, asumió el gobierno en 2015 con una clara inferioridad legislativa, debilidad a la que se sobrepuso de manera relativa, mediante acuerdos y presiones espurias que concluyeron en la traición de un grupo de diputados y senadores al mandato político opositor conferido por un número muy significativo de la población en la elección precedente.

Sin embargo, no contar con mayorías propias o permanentes en las Cámaras atemperó – aunque parezca inverosímil dadas las características antipopulares de las medidas tomadas en los últimos dieciocho meses – la vocación de capitalismo salvaje que anima al gobierno actual. De este modo, el objetivo del gobierno es perfectamente escrutable: lograr en la elección de Octubre acuñar una mayoría legislativa –propia o alquilada– con legitimidad suficiente para profundizar el (des)ajuste social. Si consigue eso, los argentinos se verán con un panorama similar al que actualmente transita el Brasil. En pocas líneas: aumento de la edad jubilatoria y descenso relativo de sus montos, reducción salarial y de derechos laborales, congelamiento o eliminación de subsidios sociales, desinversión pública en salud, educación, vivienda, cultura, ciencia, fuerte desgravación impositiva para las grandes empresas. Todo ello con el fin de abrir a la banca y al empresariado corporativo local e internacional la mercantilización total de la vida colectiva y generar la maximización de beneficios de esa porción minoritaria.

En la vereda de enfrente, los movimientos populares y sus expresiones más progresistas, conscientes de este panorama, apuntarán todas sus fuerzas a frenar este proceso involutivo de exclusión y desintegración social. Al tiempo de recomponer líneas y alianzas luego de la derrota electoral última –que en estas latitudes se traduce en fuga de organizaciones e individuos dependientes en su militancia del grifo gubernamental– la oposición real, encarnada en el kirchnerismo y algunas pocas opciones menores, aspira a impedir en primer término “mayorías automáticas” en el parlamento que habiliten, una vez más, el desguace estatal y la hecatombe social.

De este modo, la clave política de esta elección primaria no está puesta en las candidaturas a escoger, ya que los nombres y los perfiles están ya definidos por ambas estrategias. El resultado, aunque muy posiblemente favorable a la intención opositora de mostrar una fuerte crítica popular a la política en curso, no bastará para hacer fracasar por completo el modelo.

El gobierno, apoyado, aconsejado, protegido y hasta digitado por el hegemón mediático principal, tratará incluso de vender la derrota relativa como un avance, escondiendo a la opinión pública la faceta que menos le convenga y dando mayor relevancia a lo que pueda resultarle favorable a sus designios. Por otro lado, proseguirá impertérrito en su intención de forzar a la sociedad a seguir por el mismo camino, triunfe o no en la elección, con legitimidad o sin ella.

Pero ésta no es tan sólo una lucha local. El propósito de apropiación final del todo social no es un invento del gobierno sino de las corporaciones globales, que lo incluyen pero exceden largamente. Para éstas, el Estado no sólo es un enemigo porque redistribuye parte de los dividendos sociales a los sectores más postergados, como sucedió en la década progresista en Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina, o Brasil. O bastante antes en Cuba o Nicaragua. En esos lugares y tiempos, millones de personas salieron de la pobreza extrema, del hambre, lograron ampliar derechos, cultivaron su dignidad y construyeron colectivamente cierto grado de autonomía y soberanía en medio de un mundo en decadencia. Malos ejemplos a erradicar so pena cunda la pandemia inclusivista, según los cánones del poder.

Para desgracia de la elite, éste no era el único problema para el desarrollo de “buenos negocios”. El Estado, por entonces, no solamente dejó de ser una herramienta en manos de los poderosos, sino que pasó a ser su principal competidor. Un fuerte competidor que comenzó a gestionar los principales recursos aumentando la disponibilidad de ingresos para invertirlos en el bienestar de las mayorías. Un competidor que amplió el acceso a los servicios y productos para todos a bajo o nulo costo. ¡Imperdonable! ¡Competencia desleal! ¿Pero desleal a quién?

Así es que, en el plano económico, las grandes corporaciones multinacionales decidieron apoderarse del Estado, para que vuelva a servirles como siempre. Para que sea apenas un departamento corporativo más, un anexo. Por la razón o la fuerza, con elecciones o golpes, duros o blandos, como sea. Colocando a sus propios gerentes al frente o a lacayos entrenados en las arduas lides de la banca mundial, toda gente de su confianza, con sus códigos y su cruel frialdad ejecutiva. Insensibles que sólo piensan en que la curva de beneficio de su “company” y las bonificaciones personales que obtienen por ello vayan para arriba, sin importar la tragedia humana y medioambiental generada en su estela. Para los custodios del capital, todo derecho es dádiva injusta y toda tendencia equitativa, populismo o peores e impronunciables “ismos”.

Pero como se supone que los buenos “ismos” ya son historia antigua, que la aspiración de igualdad de oportunidades pertenece a la era pre-muro de Berlín y no a la post-muro de Trump (o de Ceuta, Hungría, Gaza y tantos otros), entonces la vulgaridad se personaliza como “castrismo”, “chavismo” o tantas otras.

Y esta personalización cumple también con una parte esencial del plan, ya que la única defensa posible de los pueblos frente a estos “monstruos grandes que pisan fuerte” es su capacidad de organización, de movilización y la enorme fe que depositan en sus liderazgos. Y esa línea estratégica es la que en definitiva los grupos de poder económicos quieren quebrar. La única trama posible que augura la “sustentabilidad” de su esquema. De ese modo, proscribir, encarcelar, difamar a los líderes sociales se corresponde con diluir la fuerza de la resistencia organizada de los pueblos. Matar la rebeldía es descabezarla y desanimarla.

Los pueblos conquistados deben ser inermes, no tener capacidad alguna de respuesta, regresar a la impotencia absoluta, ser esclavos conscientes de su incapacidad de respuesta.

Para ello el arma imprescindible son los medios masivos de difusión, de convencimiento, de manipulación en conjunto con las deformadas “redes sociales”. No hay mejor esclavo que el que cree elegir su esclavitud, el que se conforma con ella, el que no ve ninguna otra alternativa a su prisión in- y subhumana.

Sin embargo, en esta película de terror cuyo papel protagónico es de los tiranos de traje, hay un último y gran escollo: la raíz cultural de los pueblos latinoamericanos. Pese a todo el esfuerzo publicitario por promover el individualismo y la competencia, las culturas lugareñas conservan fuertes rasgos gregarios, de pertenencia colectiva. La esencial cuota identitaria que hace que el latinoamericano medio adhiera al fenómeno comunitario dificulta la permeabilidad de los conjuntos al engañoso ideal de felicidad que promueve el mundo capitalista. Las cúspides solitarias pueden atraer fugazmente, pero no llegan a la profundidad arraigada en esta región cultural, más proclive en su base social a la solidaridad y la cooperación, aunque no siempre lo parezca.

Por tanto, para imponer la crueldad como máxima virtud y eje de un modelo social depredador y esclavizador, se somete a los pueblos a una colonización cultural, a la imposición de modelos de vida no elegidos, ni coincidentes con la acumulación de memoria histórica. Dividir, diferenciar, y a la vez odiar al diferente. Esquizofrenia social y personal. ¿Cómo asombrarse luego de que crezcan los actos de violencia y la locura?

Ése es el sentido simbólico de esta elección primaria, donde nada pero todo se elige. Es una elección entre la posibilidad de liberación colectiva en lo social, cultural, económico y de estilo de vida frente al sometimiento a las falsas promesas de la libertad egocéntrica.

Es un plebiscito existencial. En contra del gobierno de las corporaciones y la dictadura del capital.



*  Javier Tolcachier (57), el autor de la presente nota, es argentino, cordobés, y activo miembro del Movimiento Humanista, tiene participación en el Centro Mundial de Estudios Humanistas y es columnista de la agencia de noticias Pressenza  (http://www.pressenza.com/es/author/javier-tolcachier). Reside con su esposa y dos hijos en su provincia natal.

http://www.alainet.org/es/articulo/187367

martes, 8 de agosto de 2017

"Mal", por Julio Rudman*













Malhechores, malparidos, malqueridos,

los malditos, los maleducados,

lo maltrataron, lo malhirieron o

lo malmataron, lo malchuparon.

Los malpensados, los malamados,

los maldormidos, la malbebida, el malhablado,

los malsoñados, los malparados,

los malsentados, los malsentidos,

los malpegadores, los malreprimidos represores,

los malcensuradores, los malvivientes de malaespina,

los malpagadores de la malasangre.

A ellos les maldonamos el poder por un maltrago y

los malandrines lo malusan, tan mal.

Devuelvan a Maldonado bien,

porque si no les va a ir muy mal.

Julio Rudman


*  
FE DE ERRATA. La nota a pie existente hasta su corrección contenía serios 
errores de información, los que han sido subsanados. Se piden disculpas. G.E.

Julio Rudman, el autor, es escritor, poeta y periodista. Reside en la ciudad de Godoy Cruz, 
en la provincia argentina de Mendoza, al pie de la cordillera de los Andes.

Santiago Maldonado (28 años, foto arriba), artesano y militante social radicado en la Provincia de Río Negro, desapareció recientemente en oportunidad de la represión a una comunidad mapuche patagónica que reclama tierras ocupadas por la empresa Benetton, y a la que Maldonado estaba visitando solidariamente. La represión violenta fue llevada a cabo por un destacamento de la Gendarmería Nacional, cuerpo cuasi militar que está bajo la dependencia del Ministerio Nacional de Seguridad cuya titular es Patricia Bullrich. Desde hace más de una semana Santiago permanece desaparecido y la presunción más seria según la fiscalía judicial actuante, en base a datos, elementos y circunstancias que evalúa, es que tendría Gendarmería responsabilidad en la referida desaparición. El Gobierno de Mauricio Macri no ha dado respuestas aun siendo muchos los reclamos de organismos de derechos humanos tanto argentinos como del mundo.

¿Quiénes son los villanos? La tergiversación cultural que hacen las clases dominantes | Amparo Ballester López, de Santa Clara, Cuba




Amparo Ballester López es una cubana de Santa Clara, filóloga y especialista en edición de textos –en esta actividad colega–, que desde su patria publica el blog Verbiclara, «sobre poesía, historia, lengua española, y otros temas de Santa Clara, Villa Clara y Cuba» (https://verbiclara.wordpress.com). De éste –que a su vez reproduce la publicación original hecha por el periodista uruguayo y cultor del buen hablar Ricardo Soca (http://www.elcastellano.org/)– hemos tomado dos párrafos que, sin duda alguna, son de clarísima verba…  

Un caso similar de demonización hizo la colonial cultura europea con la conquista de los pueblos originarios de Nuestramérica: del nombre propio de los pueblos caribes se desprendió el vituperio de llamar “caníbales” a los antropófagos, como bien lo señala otro cubano de renombre y actual presidente de la habanera Casa de las Américas: Roberto Fernández Retamar (http://www.literatura.us/roberto/caliban2.html).

En la Argentina del virrey Macri y su engreída corte de adelantados se repite como farsa aunque igualmente dolorosa aquella fundacional gesta colonial: ahora con nueva represión a los pueblos originarios y luchadores populares, vaciamiento económico y financiero del país y despidos en masa en los campos de la ciencia y la tecnología. G.E.


El Pingüino es uno de los "villaanos" contra los que lucha Batman. Ilustración original de Verbiclara. I

En la literatura contemporánea y en el cine, el villano es lo opuesto al héroe. Representa una figura detestable que encarna todos los males y maldades, y da sentido a la existencia del héroe, lo que ha hecho creer a mucha gente que la palabra proviene de vil. 



Sin embargo, en la Edad Media los villanos eran los buenos y honestos habitantes de las villas, aquellos pequeños caseríos poblados por labriegos que laboraban las tierras de los miembros de la nobleza. Pero para los propietarios, el villano era un sujeto embrutecido, ignorante y vulgar, un concepto (o más bien un prejuicio) elitista que, con el tiempo, se extendió a la concepción moral del villano. Por esa razón, la voz villano fue usada cada vez con más frecuencia para designar a los sujetos que se caracterizaban por su maldad y vileza.

lunes, 7 de agosto de 2017

Vuelve Julio Rudman a la radio...
















¡Fuerte abrazo compañero Julio Rudman, cuyano, mendocino! 
¡A encender El CANDIL! ¡A levantar la voz! 
¡A iluminar los caminos y senderos!



              Tuve un amigo aquí cerca,
              corazón de palomar.
              Le vieron viento en los ojos,
              no lo dejaron pasar.

              Ellos no saben que al viento
              nadie lo puede atajar.



               
           Armando Tejada Gómez, 
                  en el canto de Óscar Matus: Coplera del viento*