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miércoles, 4 de febrero de 2015

Griegos, de Grecia. Los recién llegados no son iraníes, son griegos

Gracias, Petros Márkaris


A una ciudad y país atribulados por los sucesos protagonizados y suscitados por un fiscal, aún antes de morir y luego muerto en circunstancias por lo menos muy confusas, han arribado dos griegos. Uno es un comisario que a ciencia cierta no sabe él mismo si está jubilado o nada más cayó en un limbo administrativo tras los sucesivos ajustes y licenciamientos de personal del gobierno que antecedió al recién inaugurado de Syriza. El comisario también ha caído, pareciera, aunque no es cierto, en el olvido de su mentor1, quien se ha cansado de los dimes y diretes políticos de la socialdemocracia de su país que, viniendo desde la “fundación” del occidente cultural cayó en oscuras profundidades tras la aplicación de la ingeniería financiera de una Europa solamente unida ahora por una moneda: el Euro.



El mentor, probablemente, se debata también entre certezas de signos contradictorios. Quizá por el cansancio que le ha generado la repetición que la realidad ha impuesto en sus relatos y, probablemente, esté esperando hasta que la noche aclare.



Su comisario que no ha llegado solo y más bien lo ha hecho de acompañante, inició su carrera no prestando atención, dada su extracción social y su edad, a las vicisitudes políticas que enmarcaron en su país a la llamada Dictadura de los Coroneles, allá por fines de la década de 1960 y durante la primera mitad de la siguiente. El más viejo, con el que ahora ha desembarcado en orillas del gran estuario Del Plata, en Suramérica, y con quien más me identifico, fue valerosa víctima del aparato de violencia de aquellos coroneles que, si no mismamente reclutados fueron conducidos por la inteligencia estadounidense agitando, y haciendo agitar, por aquellos años, la inminencia de una invasión soviética. Una historia repetida.



Zisís, ahora bien setentón, era por entonces algo mayor, no mucho, que el joven policía que hacía sus guardias en las mazmorras donde bajo tortura tenían aislados a los militantes comunistas griegos. Él se mantuvo incólume, no fue vencido. Y desde entonces son amigos con aquel aspirante a oficial de policía, ahora en el limbo burocrático, que siempre tuvo admiración por su entereza. El comisario, Kostas Jaritos, estuvo siempre moralmente más sostenido por Zisís, su propia esposa Adrianí y Katerina, la hija de ambos, única, ya jurista y casada con un médico, que por un aparato estatal burocrático que aprendió a detestar.



¿Qué hacen aquí?



De iraníes tienen poco aspecto, afeitados los dos, de vestir europeo más o menos convencional, aunque el abandono de las corbatas podría asimilarlos. Pero es sabido que cierta paranoia generada y de la que son vectores algunos oportunistas de la política y la mayoría de los medios de prensa hacen ver lo que no existe y no ver lo que es palmariamente real. Un líder comunicacional reconocido más por su mirada intencionalmente impávida que por sus graves problemas de salud puso el grito entre los viandantes sencillos y generalmente poco entendidos: “Hay aquí espías iraníes mientras parte del Gobierno pasea por Pekín”.



Para nosotros está bien claro quiénes son y por qué vinieron. En primer lugar porque hace ya mucho que los conocemos, y con Zisís, un compañero, o si se quiere, en terminología ya casi en desuso, un camarada, tuvimos algunas charlas en los inicios de 2013, dos años atrás.



Fue entonces cuando Zisís, conversando en Atenas con Jaritos manifestó un gran enojo, y dijo, así, de sólo un tirón:



Un camarada suramericano, me han avisado, de uno de aquellos países más australes no puedo afirmar ahora con frente desde cual banda a un gran estuario, ha leído un libro con dichos que nos involucran, Jaritos. Me han dicho que el libro que el camarada ha leído no te tiene a ti de protagonista sino que nos tiene a todos los griegos pero como agonistas, dicho esto en el sentido de estar nosotros como con una espada sobre nuestras cabezas y pendiendo, tal acero, de una mera cerda de crin de caballo. Me han contado que el camarada suramericano se ha puesto mal con la interpretación, y me he enojado, Kostas… Me he enojado, claro que no con el suramericano.



Cuando Adrianí no quiso subir más a tu Mirafiori aquel hombre, no el camarada, claro que no, te hizo comprar un Seat con el argumento, en boca de tu yerno Fanis, de que así se daba una mano a los españoles, que ya estaban de paro, no aludiendo que a quienes con la transacción se engrosaba la billetera era a los germánicos dueños de la fábrica de los coches. Y ahora escribe, más o menos así, que tu y tus colegas y otros trabajadores  sois, entre muchos otros más, como también nosotros los comunistas, culpables del hundimiento de este país. A nosotros, y no duda con la filiación, nos acusa, mediante una de esas hipérboles del habla, de que planteando, como planteamos, se salga del euro para volver a los dracmas queramos, como tristemente pasó hace dos décadas en la patria de Lenin, que los pillos se hagan dueños a precio de bicoca, ahora y aquí, del mismísimo Partenón, ya que no de las almacenes Gum. ¡Por favor…! 1



Zisís, ahora, ha estado conmigo



Los mentados de espías han venido de viaje extra oficial, es cierto,  pero por encargo, me ha confesado Zisís, de un destacado miembro del nuevo Gobierno griego al que él conoce desde su más temprana militancia. Su amigo policía “en el limbo” lo ha acompañado para no andar solo por lugares tan lejanos y hasta desconocidos, dado que aun no siendo muy profundos sus análisis políticos es un hombre de destacadísima honestidad y valor.



Aquí lo hemos conectado, a Zisís, en ambas bandas con frente al gran estuario, parafraseando su propio discurso que antes reprodujimos, con compañeros de partidos hermanos del suyo, con otras agrupaciones de izquierda y principalmente las juveniles que se han evidenciado como semilleros de inteligencia orgánica popular.



Los griegos de Syriza están muy interesados en conocer la experiencia argentina reciente. Zisís y su acompañante han venido por eso.





Notas:

1 Nos referimos, con todo respeto, a Petros Márkaris, autor griego entre otras obras, incluidos guiones para cine y televisión y traducciones de celebrados poetas alemanes, de la serie de novelas social policiales que tienen como protagonista al comisario Kostas Jaritos. De él es la fotografía que ilustra la presente nota de ficción pero que está basada en concretos datos políticos. El “destacado miembro del nuevo Gobierno griego” del que se hace referencia en el antepenúltimo párrafo, por ejemplo, viene a ser quien en la vida real es el actual Viceprimer ministro.

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