Gracias, Petros Márkaris
A una ciudad y país atribulados por los sucesos
protagonizados y suscitados por un fiscal, aún antes de morir y luego muerto en
circunstancias por lo menos muy confusas, han arribado dos griegos. Uno es un
comisario que a ciencia cierta no sabe él mismo si está jubilado o nada más
cayó en un limbo administrativo tras los sucesivos ajustes y licenciamientos de
personal del gobierno que antecedió al recién inaugurado de Syriza. El
comisario también ha caído, pareciera, aunque no es cierto, en el olvido de su mentor1,
quien se ha cansado de los dimes y diretes políticos de la socialdemocracia de
su país que, viniendo desde la “fundación” del occidente cultural cayó en
oscuras profundidades tras la aplicación de la ingeniería financiera de una
Europa solamente unida ahora por una moneda: el Euro.
El mentor, probablemente, se debata también entre certezas
de signos contradictorios. Quizá por el cansancio que le ha generado la
repetición que la realidad ha impuesto en sus relatos y, probablemente, esté
esperando hasta que la noche aclare.
Su comisario que no ha llegado solo y más bien lo ha hecho
de acompañante, inició su carrera no prestando atención, dada su extracción
social y su edad, a las vicisitudes políticas que enmarcaron en su país a la llamada Dictadura
de los Coroneles, allá por fines de la década de 1960 y durante la primera
mitad de la siguiente.
El más viejo, con el que ahora ha desembarcado en orillas del
gran estuario Del Plata, en Suramérica, y con quien más me identifico, fue
valerosa víctima del aparato de violencia de aquellos coroneles que, si no
mismamente reclutados fueron conducidos por la inteligencia
estadounidense agitando, y haciendo agitar, por aquellos años, la inminencia de
una invasión soviética. Una historia repetida.
Zisís, ahora bien setentón, era por entonces algo mayor, no
mucho, que el joven policía que hacía sus guardias en las mazmorras donde bajo
tortura tenían aislados a los militantes comunistas griegos. Él se mantuvo
incólume, no fue vencido. Y desde entonces son amigos con aquel aspirante a
oficial de policía, ahora en el limbo burocrático, que siempre tuvo admiración
por su entereza. El comisario, Kostas Jaritos, estuvo siempre moralmente más
sostenido por Zisís, su propia esposa Adrianí y Katerina, la hija de ambos,
única, ya jurista y casada con un médico, que por un aparato estatal
burocrático que aprendió a detestar.
¿Qué hacen aquí?
De iraníes tienen poco aspecto, afeitados los dos, de vestir
europeo más o menos convencional, aunque el abandono de las corbatas podría
asimilarlos. Pero es sabido que cierta paranoia generada y de la que son
vectores algunos oportunistas de la política y la mayoría de los medios de
prensa hacen ver lo que no existe y no ver lo que es palmariamente real. Un
líder comunicacional reconocido más por su mirada intencionalmente impávida que
por sus graves problemas de salud puso el grito entre los viandantes sencillos
y generalmente poco entendidos: “Hay aquí espías iraníes mientras
parte del Gobierno pasea por Pekín”.
Para nosotros está bien claro quiénes son y por qué
vinieron. En primer lugar porque hace ya mucho que los conocemos, y con Zisís,
un compañero, o si se quiere, en terminología ya casi en desuso, un camarada,
tuvimos algunas charlas en los inicios de 2013, dos años atrás.
Fue entonces cuando Zisís, conversando en Atenas con Jaritos
manifestó un gran enojo, y dijo, así, de sólo un tirón:
Un
camarada suramericano, me han avisado, de uno de aquellos países más australes
no puedo afirmar ahora con frente desde cual banda a un gran estuario, ha leído
un libro con dichos que nos involucran, Jaritos. Me han dicho que el libro que
el camarada ha leído no te tiene a ti de protagonista sino que nos tiene a
todos los griegos pero como agonistas, dicho esto en el sentido de estar
nosotros como con una espada sobre nuestras cabezas y pendiendo, tal acero, de
una mera cerda de crin de caballo. Me han contado que el camarada suramericano
se ha puesto mal con la interpretación, y me he enojado, Kostas… Me he enojado,
claro que no con el suramericano.
Cuando
Adrianí no quiso subir más a tu Mirafiori aquel hombre, no el camarada, claro
que no, te hizo comprar un Seat con el argumento, en boca de tu yerno Fanis, de
que así se daba una mano a los españoles, que ya estaban de paro, no aludiendo
que a quienes con la transacción se engrosaba la billetera era a los germánicos
dueños de la fábrica de los coches. Y ahora escribe, más o menos así, que tu y
tus colegas y otros trabajadores sois,
entre muchos otros más, como también nosotros los comunistas, culpables del
hundimiento de este país. A nosotros, y no duda con la filiación, nos acusa,
mediante una de esas hipérboles del habla, de que planteando, como planteamos,
se salga del euro para volver a los dracmas queramos, como tristemente pasó
hace dos décadas en la patria de Lenin, que los pillos se hagan dueños a precio
de bicoca, ahora y aquí, del mismísimo Partenón, ya que no de las almacenes
Gum. ¡Por favor…! 1
Zisís, ahora, ha
estado conmigo
Los mentados de espías han venido de viaje extra oficial, es
cierto, pero por encargo, me ha
confesado Zisís, de un destacado miembro del nuevo Gobierno griego al que él
conoce desde su más temprana militancia. Su amigo policía “en el limbo” lo ha
acompañado para no andar solo por lugares tan lejanos y hasta desconocidos,
dado que aun no siendo muy profundos sus análisis políticos es un hombre de
destacadísima honestidad y valor.
Aquí lo hemos conectado, a Zisís, en ambas bandas con frente al gran
estuario, parafraseando su propio discurso que antes reprodujimos, con
compañeros de partidos hermanos del suyo, con otras agrupaciones de izquierda y
principalmente las juveniles que se han evidenciado como semilleros de inteligencia
orgánica popular.
Los griegos de Syriza están muy interesados en conocer la
experiencia argentina reciente. Zisís y su acompañante han venido por eso.
Notas:
1 Nos referimos, con todo respeto, a Petros Márkaris, autor
griego entre otras obras, incluidos guiones para cine y televisión y
traducciones de celebrados poetas alemanes, de la serie de novelas social
policiales que tienen como protagonista al comisario Kostas Jaritos. De él es
la fotografía que ilustra la presente nota de ficción pero que está basada en concretos
datos políticos. El “destacado miembro del nuevo Gobierno griego” del que se
hace referencia en el antepenúltimo párrafo, por ejemplo, viene a ser quien en
la vida real es el actual Viceprimer ministro.
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