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martes, 24 de febrero de 2015

Clase media: con esperanza y desesperanza (tras el vino derramado)



Una parte del vastísimo sector de la población argentina que se identifica como clase media, que según científicos sociales es más un sentimiento de pertenencia que se auto-realiza que una categoría socio-económica (suelen decir en sus propias jergas “de conveniencia” –¿de clase media académica?– que se trata de una “performatividad ideológica”), principalmente desfila en nombre de Nisman y reclama justicia, o escribe insultos y barbaridades en los foros de diarios y otros sitios de Internet. Los miembros de otra parte, cuantitativamente similar, prefieren, sin hacer olas, sin menear la cuestión, concentrarse en subgrupos familiares y hasta como meros individuos en una variante ecléctica de tal auto-realización: aprovechar los créditos sin interés en las promociones comerciales y los planes estatales de precios controlados y financiaciones para refaccionar o comprar viviendas, automóviles con luces de xenón, o disponer de súper aparatitos tecnológicos de comunicación y con GPS que los guíen en la tan desconocida maraña real.

La parte señalada en el inicio del primer párrafo es reacia a las intervenciones del Estado y critica vehementemente las asignaciones dinerarias, aunque pequeñas, que protegen a los niños aun desde antes de nacer (la “asignación universal por hijo”), porque, dicen, induce a las adolescentes “de las clases bajas” a embarazarse sólo para gozar de ese “privilegio”. Esta parte arguye que ese subsidio, por caso, hay otros, se hace con los impuestos a los que se los obliga (pero que no son pocos los que eluden pagarlos). No pagarlos es la expresión de afirmación de sus individualidades.

Ambas partes, esa y la otra, como toda construcción sin basamentos concretos, están siempre en situación de desbarrancarse como ilustra un viejo dibujo de Joaquín Lavado (Quino). Hay, claro, subpartes de esas partes que con artilugios y más frecuentemente de manera afanosa, cuando los desbarranques logran quedar prendidas de los faldones de sus dueños y fundan una nueva agregación auto convencida de no ser rica ni ser pobre, ni propietaria ni proletaria, porque, está creída, los extremos son malos y se tocan, y lo mejor es el justo medio.

Así todo, siendo que la clase media en su conjunto no deja de ser fiel a algunos rudimentos ancestrales del acervo mágico, como aquel de que el vino derramado trae suerte, en Rufino, zona de producción de soja, en unas dos docenas de relucientes vehículos nuevos, y arrojando piedras cuando una reducida comisión policial procuró detenerlos, una pequeña multitud saqueó la carga de los vagones volcados de un convoy cuya locomotora había impactado contra el acoplado de un camión que se le cruzó en un paso de carretera. Fue cerca de la referida ciudad del suroeste de la Provincia de Santa Fe, en Argentina, en los límites con las provincias de Córdoba y Buenos Aires.

Rufino fue otrora gran productora de ganado vacuno y desde la proliferación del negocio de la soja al compás de las penetración de los agroquímicos asociados se volcó a esa especialización agraria que ha tenido exponencial desarrollo en la última década y media de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, siendo importantes las rentas que para el Estado genera la actividad exportadora de ese commodity. En 2008 –como en 2015 el oportuno asunto Nisman–, fueron los representantes de los productores de soja –la llamada Mesa de Enlace liderada por la oligárquica Sociedad Rural Argentina–, los embanderados y “embanderadores” de aquella parte primeramente citada de la clase media.

Ocurrió el sábado 21 de febrero, anteayer, de madrugada*

El camión que con su acoplado provocó el oneroso vuelco de la locomotora y los vagones del convoy ha infligido un cuantioso daño al erario público dueño del sistema ferroviario, y solamente 23 de los más de un centenar de atracadores de la carga, consistente en cajas de vino de primera calidad, fueron detenidos cuando huían con los vinitos derramados cargados en un camión y otros 11 vehículos, entre ellos camionetas Toyota, Isuzu y Ford, que resultaron secuestrados. ¡Qué sinvergüenzas y caranchos!

Nota:

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