En entradas anteriores de esta libreta de
apuntes hicimos referencia al grado de paranoia y agresividad que está
exhibiendo de manera creciente el Gobierno de Estados Unidos de América del
Norte, especialmente su titular, Barack Obama. Hemos reflexionado que esas
expresiones paranoicas son consecuencia del cuadro de senilidad que se difunde
desde el establishment central capitalista hacia su periferia y clientela.
Respecto de ello es explícito el trabajo que
Jorge Beinstein publicó en 2009, hace algo más de cinco años, y que ahora
parcialmente reproducimos.* El autor, marxista argentino de sesenta y ocho
años, es doctor de Estado en Economía por la Universidad “Comte Beçanson”, de Francia,
experto en prospectiva económica con muchísimas publicaciones y docente en
universidades de Argentina y Cuba. Desde hace dos décadas viene estudiando
especialmente la declinación de la economía global y la crisis capitalista.
Gervasio Espinosa.
Senilidad
El fin de las rutinas y el ingreso en un tiempo
de desorden general nos están señalando que el mundo burgués no se encuentra
ante una enfermedad pasajera, una crisis cíclica más al interior del
gran ciclo, único y supuestamente vigoroso del capitalismo sino ante una crisis
de enorme amplitud en la que el deterioro se profundiza no por un capricho del
destino sino porque el organismo, el sistema social universal, está muy viejo.
El capitalismo mundial ingresó en la etapa senil1 en los años 1970 cuando el
parasitismo devino hegemónico, a lo largo de dicha década y del primer lustro
de la siguiente (1980) ocurrieron hechos decisivos en los Estados Unidos, entre
ellos el debut de la declinación de su producción petrolera, la decisión del
gobierno de Nixon de terminar con el patrón oro para el dólar, la derrota en
Vietnam a lo que luego se agregaron los déficits comerciales y fiscales
crónicos y la suba incesante de las deudas pública y privada, la concentración
de ingresos, el consumismo, la elitización y degradación del sistema
político, etc.
Todo eso derivó a comienzos del siglo XXI,
cuando se desinfló la burbuja bursátil, en una situación extremadamente grave a
la que el Imperio respondió con una desesperada fuga hacia adelante: radicalizó
su estrategia de conquista de Eurasia desplegando grandes operativos militares
(Irak, Afganistán) y reanimó la especulación financiera inflando la burbuja
inmobiliaria y gracias a ella volviendo a inflar la burbuja bursátil. Ante la
crisis del parasitismo financiero decidió impulsar una ola parasitaria mucho
más grande que la anterior, no se trató de un “error estratégico” sino una consecuencia estratégica lógica
inscripta en la dinámica dominante del sistema de poder.
La decadencia de Estados Unidos de América del Norte
Un primer indicador de senilidad es la
decadencia de los Estados Unidos resultado de un largo proceso de
degradación. La "globalización" desarrollada desde los años
1970 implicó un triple proceso; el aburguesamiento casi completo del planeta
(la cultura del capitalismo devino verdaderamente universal al derrotar a la URSS e integrar a China), la financiarización integral del
capitalismo (hegemonía parasitaria) y la unipolaridad:
instalación del Imperio norteamericano como poder supremo mundial. Principal
consumidor global y área central de los negocios financieros internacionales a
lo que se agrega el hecho decisivo de la norteamericanización de la cultura de las clases dominantes del
mundo. Es por ello que la declinación (senilidad) de los Estados Unidos, más
allá de sus consecuencias económicas (o incluyendo sus consecuencias
económicas) constituye el motor de la decadencia universal del capitalismo.
El Imperio ha sido a la vez verdugo y víctima
del resto del mundo, su consumismo parasitario ha tenido como contrapartida los
buenos negocios comerciales y financieros de las burguesías de la Unión Europea,
China, Japón, India, etc. La hinchazón parasitaria estadounidense fue el
amortiguador fundamental de la crisis de sobreproducción crónica de las grandes
potencias, pero la burbuja imperial ahora se está desinflando y el capitalismo
global ingresa en la depresión.
La hipertrofia financiera global
Un segundo indicador de senilidad es la
interacción entre dos fenómenos: la hipertrofia financiera global y la
desaceleración en el largo plazo de la economía mundial (Gráfico 2, ver al
final, en Notas, la referencia al artículo en revista Herramienta). En las últimas décadas del siglo XX se llegó a la financiarización integral del
capitalismo, las tramas especulativas impusieron su “cultura” cortoplacista y depredadora que ha pasado a ser el
núcleo central de la modernidad. Presenciamos un circulo vicioso; la
crisis crónica de sobreproducción iniciada hace cuatro décadas comprimió el
crecimiento económico desviando excedentes financieros hacia la especulación
cuyo ascenso operó como un mega aspirador de fondos restados a la inversión
productiva.
Crisis energética, alimentaria y ambiental
Un tercer indicador de senilidad es el bloqueo
tecnológico que se manifiesta de diversas maneras, entre otras como crisis
energética asociada a la crisis alimentaria y como crisis ambiental. Es útil el
concepto de “limite estructural del
sistema tecnológico” definido por Bertrand Gille como el punto en
el que dicho sistema es incapaz de aumentar la producción a un ritmo que
permita satisfacer necesidades humanas crecientes2, no se trata de necesidades
humanas en general sino de demandas sociales históricamente determinadas. Es
así posible formular la hipótesis de que el sistema tecnológico del capitalismo
estaría llegando a su límite superior más allá del cual va dejando de ser el
pilar decisivo del desarrollo de las fuerzas productivas para convertirse en la
punta de lanza de su destrucción.
El capitalismo esta ahora generando un enorme
desastre ecológico, resultado de una decisiva rigidez en la civilidad
que impide superar una dinámica tecnológica que conduce hacia la depredación
catastrófica del medio ambiente. Cada vez que eso ocurrió en el pasado
precapitalista fue porque la civilización que engendró dicho sistema técnico
había llegado a su etapa senil (la destrucción del medio ambiente es en
realidad autodestrucción del sistema social existente).
La degradación estatal militar
Un cuarto indicador de senilidad es la degradación
estatal militar puesta en evidencia por el fracaso de la aventura de los
“halcones” norteamericanos pero que expresa una realidad global. El estado
intervencionista permitió controlar las crisis capitalistas ocurridas desde
comienzos del siglo XX, su ascenso estuvo siempre asociado al del militarismo,
a veces de manera visible y otras, luego de la Segunda Guerra Mundial,
bajo disfraz democrático (si observamos la evolución de los Estados Unidos
desde la década de 1930 podemos comprobar que el “keynesianismo militar” ha constituido hasta hoy la espina
dorsal de su sistema).
Pero finalmente el desarrollo de las fuerzas
productivas universales, hasta llegar a su degeneración parasitaria-financiera
actual, terminó por desbordar a sus reguladores estatales sumergiéndolos en la
mayor de sus crisis. El neoliberalismo aparentó ser la expresión de una
globalización superadora de los estrechos capitalismos nacionales: en realidad
se trataba del vigoroso monstruo financiero devorando a su padre estatal-productivo-keynesiano.
Esta decadencia estatal incluye la del
militarismo moderno evidenciado por el empantanado militar del Imperio en Irak
y del conjunto de Occidente en Afganistán. Se trata de un doble fenómeno, por
una parte la ineficacia técnica de esos superaparatos militares para ganar las
guerras coloniales y por otra su gigantismo parasitario operando como
acelerador de la crisis, el caso norteamericano es ejemplar (y determinante):
la hipertrofia bélica aparece como un factor decisivo de los déficits fiscales
y la corrupción generalizada del Estado.
La crisis urbana
Un quinto indicador de senilidad es la crisis
urbana desatada en la era neoliberal y que se agravará exponencialmente al
ritmo de la crisis actual. Desde comienzos de los años 1980, cuando la
desocupación y el empleo precario en los países centrales se hicieron crónicos
y cuando la exclusión y la pobreza urbanas se expandieron en la periferia, el
crecimiento de las grandes ciudades fue cada vez más el equivalente de involución
de las condiciones de vida de las mayorías. La descomposición de las ciudades
es claramente visible en la periferia pero no es su exclusividad, se trata de
un fenómeno global aunque es en el mundo subdesarrollado donde se suceden los primeros
colapsos, expresiones más agudas de una ola multiforme, irresistible.
Crisis
Desde sus orígenes el capitalismo industrial
experimentó una larga sucesión de crisis de sobreproducción. En el siglo XIX se
trató de crisis cíclicas de crecimiento de una civilización joven, luego de
cada gran turbulencia el sistema se expandía pero dejando secuelas negativas
que se fueron acumulando hasta finalmente engendrar una fuerza
parasitaria-financiera que hacia comienzos del siglo XX devino dominante. En
ese momento el capitalismo ingresó en su etapa de “madurez”, la intervención estatal junto a los parasitismos
militar y financiero consiguieron controlar las crisis de las que emergieron
fenómenos de decadencia que dieron un salto cualitativo al estallar la crisis
de sobreproducción de fines de la década de 1960. Esta última fue amortiguada,
el sistema global siguió creciendo pero sobre la base de la expansión
exponencial de la depredación ambiental y del parasitismo, principalmente
financiero, que pasó a controlar por completo al conjunto del mundo burgués
inaugurando la era senil del capitalismo
Es en este nuevo contexto que se fue preparando
el gran estallido que hoy presenciamos cuyo disparador ha sido el colapso
financiero de 2008, a
partir del mismo el capitalismo global va pasando (rápidamente) de ser un
sistema viejo creciendo cada vez menos y con mayores costos sociales para
devenir abiertamente en destructor de las fuerzas productivas y su contexto
ambiental (de lo que Schumpeter llamara “destrucción
creadora” del siglo XIX a la destrucción
depredadora del siglo XXI).
Las civilizaciones anteriores al capitalismo no
liquidadas por factores exógenos (invasiones, catástrofes naturales, etc.) lo
fueron por devastadoras y prolongadas crisis de subproducción donde sus rigideces
técnicas (producto del envejecimiento cultural) boqueaban el desarrollo
productivo y desataban catástrofes ecológicas. El motor de esas tragedias fue
siempre el predominio paralizante del parasitismo acumulado durante el largo
ciclo de civilización.
La burguesía proclamó haber terminado con las
crisis de subproducción de las antiguas civilizaciones gracias al excepcional
dinamismo tecnológico del sistema que sólo podía sufrir crisis cíclicas de
sobreproducción siempre controladas gracias a la creciente sofisticación
de sus instrumentos de intervención (que el neoliberalismo no eliminó sino que
los potenció poniéndolos al servicio de la depredación financiera). Se burlaba
de los catastrofistas, en especial de los marxistas, que aguardaban la crisis
general y final de sobreproducción que nunca llegó. Sin embargo dichas crisis
fueron acumulando un potencial parasitario que está ahora comenzando a generar
una crisis de subproducción planetaria, la mayor de la historia humana. Si en
este caso quisiéramos seguir utilizando el concepto de crisis cíclica lo
deberíamos hacer refiriéndonos al ciclo aproximadamente bicentenario del
capitalismo que acaba de ingresar en el período de aceleración de la senilidad,
de multiplicación enfermedades y de colapsos.
Cuatro esperas inútiles
Teniendo presente este contexto de crisis
sistémica, de civilización, quiero hacer referencia a cuatro esperas inútiles
que florecen en los círculos de poder y sus periferias cortesanas.
La primera de ellas, que predetermina a las otras
tres, es la espera de la llegada de
un quinto ciclo de Kondratieff –de una nueva prosperidad productiva del
capitalismo–, aguardado durante la década pasada y la actual. No puede llegar
porque la estructura económica que engendraba ese tipo de ciclos en el pasado
ha desaparecido víctima del parasitismo financiero.
La segunda espera
se refiere a la llegada milagrosa de un nuevo keynesianismo que portando la
espada del intervencionismo estatal les cortaría la cabeza a los malvados
especuladores financieros instalando en el centro de la escena a los buenos
capitalistas productivos. El nuevo héroe keynesiano no llegará porque su instrumento
decisivo, el Estado, es impotente frente a la marea financiera y lo es mucho
más ante el océano de la crisis sistémica y, además, la larga fiesta neoliberal
lo ha degradado profundamente. Por otra parte los buenos capitalistas
productivos no aparecen por ninguna
parte, los que si aparecen por todos lados son los genios de la especulación
financiera.
La tercera espera,
imposible, es la del renacimiento del Imperio luego de casi cuatro décadas de
decadencia, sobrecargado de deudas, desquiciado por el consumismo, con una
cultura productiva seriamente deteriorada. No existe ningún indicio serio de
ese supuesto renacimiento.
Finalmente, la cuarta espera inútil es la de un
nuevo Imperio capitalista o una nueva alianza imperial, un nuevo centro del
mundo burgués, el acople total entre las grandes potencias descarta por
completo esa expectativa (dicho acople es el resultado de un largo proceso de
integración que terminó por conformar un sistema global fuertemente
interrelacionado).
De
la depresión a la desintegración
Septiembre
de 2008 marcó un punto de inflexión en el proceso recesivo que se venía
desarrollando en los Estados Unidos a lo largo de ese año: estalló el sistema
financiero y la recesión comenzó a extenderse rápidamente a nivel planetario,
al tiempo que se evidenciaban síntomas muy claros de tránsito global hacia la
depresión cuya llegada comenzó a ser admitida desde comienzos de 2009.
Ahora
asistimos a un encadenamiento internacional de derrumbes productivos y
financieros acompañado por una mezcla de pesimismo e impotencia en el más alto
nivel de las elites dirigentes ante la probable transformación de la ola depresiva
en colapso general.
La
declaraciones de George Soros y Paul Volcker en la Universidad de
Columbia el 21 de febrero de 2009 marcaron una ruptura radical,3 muy superior de la que
estableció hace dos años Alan Greenspan cuando anunció la posibilidad de que
Estados Unidos de América del Norte entrara en recesión. Volcker admitió que
esta crisis es muy superior a la de 1929, eso significa que la misma carece de
referencias en la historia del capitalismo: la desaparición de paralelismos
respecto de crisis anteriores es también
(principalmente) la de los remedios conocidos. Porque la de 1929, y la
depresión que le siguió, están asociados a la utilización exitosa de los
instrumentos keynesianos, a la intervención masiva del Estado como salvador
supremo del capitalismo, y lo que ahora estamos presenciando es la más completa
ineficacia de los Estados de los países centrales para superar la crisis. En realidad la
avalancha de dinero que arrojan sobre los mercados auxiliando a los bancos y a algunas empresas
transnacionales no sólo no frena el desastre en curso sino que además está
creando las condiciones para futuras catástrofes inflacionarias, próximas
burbujas especulativas.
¿Implosión
capitalista?
Por
su parte, Soros confirmó lo que era evidente: el sistema financiero mundial se
ha desintegrado, a lo que agregó el descubrimiento de similitudes entre la situación actual y la
vivida durante el derrumbe de la Unión Soviética. ¿Cuales son esos paralelismos?
Como sabemos, el sistema soviético comenzó a desmoronarse hacia fines de la
década de 1980 para finalmente hacer implosión en 1991, y el fenómeno ha sido
por lo general atribuido a la degradación de su estructura burocrática
haciéndolo en principio intransferible al capitalismo que alberga una vasta
burocracia aunque no hegemónica como lo fue en el caso soviético. Existe un
proceso, una enfermedad que no es el patrimonio exclusivo de los regímenes
burocráticos, se ha desarrollado en el capitalismo al igual que en
civilizaciones anteriores a la modernidad: se trata de la hipertrofia
parasitaria, del predominio aplastante de formas sociales parasitarias que
depredan a las fuerzas productivas hasta un punto tal que el conjunto del
sistema queda paralizado, no puede reproducirse más y finalmente muere ahogado por
su propia podredumbre. A lo largo del siglo XX el capitalismo impulsó
estructuras parasitarias como el
militarismo y, sobre todo, las deformaciones financieras que marcaron su
cultura, su desarrollo tecnológico, sus sistemas de poder. Las tres últimas
décadas presenciaron la aceleración del proceso adornado con el discurso de la
reconversión neoliberal, del reinado absoluto del mercado, tal vez su punto más
alto fue alcanzado durante el último lustro del siglo XX, en plena expansión de
las burbujas bursátiles y cuando el poder militar de los Estados Unidos
aparentaba ser imbatible.
Pero
en la primera década del siglo XXI comenzó el desmoronamiento del sistema, el
Imperio se empantanó en dos guerras coloniales, su economía se degradó
velozmente y burbujas financieras de todo tipo (inmobiliarias, comerciales, de
endeudamiento, etc.) poblaron el planeta. El capitalismo financiarizado había entrado en una fase de expansión vertiginosa
aplastando con su peso a todas las formas económicas y políticas. En 2008 los Estados
centrales (el G7) disponían de recursos fiscales por unos diez billones
(millones de millones) de dólares contra seiscientos billones de la misma
moneda en productos financieros derivados registrados por el Banco de Basilea,
a lo que es necesario agregar otros negocios financieros. Según algunos
expertos la masa especulativa global supera actualmente los mil billones de
dólares (cerca de veinte veces el producto Bruto Mundial).
Esa
montaña financiera no es una realidad separada, independiente, de la llamada
economía real o productiva. Fue engendrada por la dinámica del conjunto del
sistema capitalista: por las necesidades de rentabilidad de las empresas
transnacionales, por las necesidades de financiamiento de los Estados. No es
una red de especuladores autistas lanzados a una suerte de autodesarrollo
suicida sino la expresión radicalmente irracional de una civilización en
decadencia (tanto a nivel productivo como político, cultural, ambiental,
energético, etc.). Desde hace más de cuatro décadas el capitalismo global con
eje en los países centrales soporta una crisis crónica de sobreproducción,
acumulando sobrecapacidad productiva ante una demanda global que crecía pero
cada vez menos, la droga financiera fue su tabla de salvación mejorando beneficios
e impulsando el consumo en los países ricos, aunque a largo plazo envenenó por
completo al sistema.
Se
ha puesto de moda achacarle la crisis a los llamados especuladores financieros,
y según explican altos dirigentes políticos y expertos mediáticos las
turbulencias llegarán a su fin cuando la “economía
real” imponga su cultura productiva sometiendo a las reglas del “buen
capitalismo” a las redes financieras hoy fuera de control. Sin embargo,
a mediados de la década actual en Estados Unidos de América del Norte más de 40 % de los beneficios de las grandes
corporaciones provenía de los negocios financieros4, en Europa la situación era
similar, en China –en el momento de mayor auge especulativo (fines de 2007)– sólo
la burbuja bursátil movía fondos casi equivalentes al Producto Bruto Interno de
ese país5 alimentada por empresarios privados y públicos, burócratas
encumbrados, profesionales, etc. No se trata por consiguiente de dos
actividades, una real y otra financiera, claramente diferenciadas
sino de un sólo conjunto heterogéneo y real de negocios. Es ese conjunto el que
ahora se está desinflando velozmente, implota luego de haber llegado a su
máximo nivel de expansión posible en las condiciones históricas concretas del
mundo actual. Bajo la apariencia
impuesta por los medios globales de comunicación de una implosión financiera
afectando negativamente al conjunto de las actividades económicas (algo así
como una lluvia toxica atacando las verdes praderas) aparece la realidad del
sistema económico global como totalidad contrayéndose de manera caótica.
Señales
Las
declaraciones de Soros y Volcker fueron realizadas unos pocos días antes de que
el gobierno norteamericano diera a conocer la cifras oficiales definitivas de
la caída del Producto Bruto Interno en el último trimestre de 2008 con respecto
a igual período de 2007: la primera estimación oficial que había fijado dicha
caída en 3,8 % resultó ser una burda mentira, ahora resulta que la contracción
había llegado a 6,2%,6 eso ya no es recesión sino depresión. Japón por su parte
tuvo para el mismo período un descenso en su PBI del orden de 12 %, en enero de
2009 sus exportaciones cayeron 45 % en comparación con igual mes del año
anterior,7 en Europa la situación es similar o tal vez peor, luego del
derrumbe financiero de Islandia la amenaza de bancarrota económica en varios
países de Europa del Este como Polonia, Hungría, Ucrania, Letonia, Lituania,
etc., amenaza a su vez de manera directa a las bancas acreedoras suiza y
austríaca que podrían hundirse como la de Islandia. Mientras
tanto, los grandes países industriales de la región como Alemania, Inglaterra o
Francia van pasando de la recesión a la depresión. Los
pronósticos sobre China anuncian para 2009 una reducción de su tasa de
crecimiento a la mitad respecto de 2008, sus exportaciones de enero han sido
17,5 % inferiores de las de enero del año anterior,8 este brusco deterioro del
centro vital de su sistema económico no tiene perspectivas de recuperación
mientras dure la depresión global por lo que su ritmo de crecimiento general
seguirá descendiendo.
Que
Soros y Volcker abran la expectativa de un colapso del sistema económico
mundial no significa que el mismo se produzca de manera inevitable, después de
todo una de las principales características de una decadencia en la
civilización como la que estamos presenciando es la existencia de una profunda
crisis de percepción en las elites dominantes, sin embargo la acumulación de
datos económicos negativos y su proyección realista para los próximos meses nos
están señalando que la gran catástrofe anunciada por ellos tiene muy altas
probabilidades de realización. A ese desenlace contribuyen la impotencia
comprobada de los supuestos “factores
de control” del sistema
(Gobiernos, Bancos Centrales, FMI, etc.) y la rigidez política del Imperio, por
ejemplo ampliando la guerra en Afganistán preservando así el poder del Complejo
Industrial Militar, gigante parasitario cuyos gastos reales actuales
(aproximadamente algo más de un billón de dólares) equivale a 80 % del déficit
fiscal de los Estados Unidos.
A
estos síntomas económicos y políticos debemos agregar la crisis energética y la
alimentaria derivada de ella que seguramente volverán a manifestarse apenas se
detenga el proceso deflacionario (y tal vez antes), todo eso bajo un contexto
de crisis ambiental que ha pasado a ser un factor actual de crisis (ya
no es más una amenaza casi intangible localizada en un futuro lejano). Y detrás
de esas crisis parciales encontramos la presencia de la crisis del sistema
tecnológico moderno incapaz de superar, en tanto componente motriz de la
civilización burguesa, los bloqueos energéticos y ambientales creados por su
desarrollo depredador.
Desintegración,
implosión y desacople
La
desintegración-implosión del sistema global no significa su transformación en
un conjunto de subsistemas capitalistas o bloques regionales con relaciones más
o menos fuertes entre ellos, algunos prósperos, otros declinantes (la unipolaridad estadounidense
convirtiéndose en multipolaridad, “desacople” ordenado en torno de
nuevos o viejos polos capitalistas). La economía mundial está altamente
transnacionalizada, conforma una densa maraña de negocios productivos,
comerciales y financieros que penetra profundamente en las llamadas “estructuras nacionales”, inversiones
y dependencias comerciales las atan de manera directa o indirecta a los núcleos
decisivos del sistema global. En términos generales para un país o una región
la ruptura de sus lazos globales o su debilitamiento significativo implica una
enorme ruptura interna, la desaparición de sectores económicos decisivos con
las consecuencias sociales y políticas que de ello se derivan.
Además,
el sistema global estaba hasta ahora organizado de manera jerárquica tanto en
su aspecto económico como político-militar (unipolaridad)
resultado del fin de la
Guerra Fría y de la transformación de los Estados Unidos en
el amo del planeta. No sólo en el espacio de concentración de las decisiones
comerciales y financieras (eso ya ocurría desde hace más de seis décadas) sino
también de las grandes decisiones políticas.
El
hundimiento del centro del mundo9 en medio (como detonador)
de la depresión económica internacional significa el despliegue de una cadena
global de crisis (económicas, políticas, sociales, etc.) de intensidad
creciente. Recientemente Zbigniew Brzezinski dejó a un costado sus
tradicionales reflexiones sobre política internacional para alertar sobre la
posibilidad de agravación de los conflictos sociales en los Estados Unidos, los
que según él podrían derivar en una generalización de disturbios violentos.10 Por su parte, y desde una
perspectiva ideológica opuesta, Michael Klare ha descripto el mapa de las
protestas populares atravesando todos los continentes, países ricos y pobres,
del Norte y del Sur, iniciadas en 2008 como consecuencia de la crisis
alimentaria en un amplio abanico de países periféricos pero que comienzan a
desarrollarse globalmente en respuesta a la agravación de la depresión
económica: la multiplicación de crisis de gobernabilidad nos espera en el corto
plazo.11
La
hipótesis de implosión capitalista abre el espacio para la reflexión y la
acción en torno del horizonte postcapitalista donde se mezclan viejas y nuevas
ideas, ilusiones fracasadas y densos
aprendizajes democráticos del siglo XX, frenos conservadores legitimando
ensayos neocapitalistas y visiones renovadas del mundo empujando grandes
innovaciones sociales.
Agonía
de la modernidad burguesa con sus peligros de barbarie senil, pero ruptura de
bloqueos ideológicos, de estructuras opresivas, esperanza en la regeneración
humanista de las relaciones sociales.
Buenos
Aires, 6 de abril de 2009
Notas:
*
El presente texto, que editamos especialmente para la presente publicación,
forma parte del artículo de Jorge Beinstein “En la ruta de la decadencia. Hacia
una crisis prolongada de la civilización burguesa”, en revista Herramienta. Debate y crítica marxista,
Buenos Aires, 2009, y disponible en http://www.herramienta.com.ar/economia/en-la-ruta-de-la-decadencia-hacia-una-crisis-prolongada-de-la-civilizacion-burguesa
(G.. E.).
1 El concepto de capitalismo senil fue elaborado en la década de 1970 por
Roger Dangeville (véase Marx-Engels, La crise, Recopilación y comentarios de Roger Dangeville, 10/18- Union Générale d'Editions, París, 1978), y
retomado por varios autores en la década actual
(Jorge Beinstein, Capitalismo senil,
Ediciones Record, Río de Janeiro, 2001; Samir Amin , Au delà du capitalisme senile, Actuel Marx - PUF, París, 2002).
2 Bertrand Gille (Editor), “Histoire des techniques”, Enciclopedia de Las
Pléyades, Gallimard, París, 1978.
3 Agencia
Reuters, “Soros sees no bottom for world financial ‘collapse’”, 21.2.2009; David Randall y Jane Merrick, “Brown
flies to meet President Obama for economy crisis talks”, en The Independent, 22.2. 2009.
4 U. S. Economic Report for the President,
Washington, 2008.
5 En agosto de
2007 la capitalización de las bolsas chinas superaba el valor de PBI de esa
nación en el año 2006. Véase Dong Zhixin, “China stock market capitalization
tops GDP”, Chinadaily, disponible en http://www.chinadaily.com.cn/china/2007-08/09/content_6019614.htm
6 Cotizalia.com, 27.2.2009, “El PIB de
EEUU se hunde un 6,2 % en el cuarto trimestre”.
7 BBC News, 25.2.2009, “Japan exports drop
45 % to new low”.
8 Xinhua, 11.2.2009, “China's export down
17.5% in January”.
9 Jorge
Beinstein, “El hundimiento del centro del mundo. Estados Unidos entre la
recesión y el colapso”, en Rebelión,
8.5.2008, disponible en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=67099
10 FinkelBlog, 20.2.2009, “Brzezinski: ‘Hell, There Could Be Even
Riots’”, disponible en http://finkelblog.com/index.php/2009/02/17/brzezinski
11 Michael Klare, “A planet at the brink?”, en Asia Times, 28.2.2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario