Ayer (Fifty-fifty
no es lo mejor) expresamos la necesidad de construir mayorías suficientes que
sostengan la continuidad de los proyectos políticos democráticos y,
esencialmente, populares, no de elite.
Hoy nomás, lunes 6 de octubre, un día luego de las
elecciones en Brasil, el diario El País
de Montevideo publica un editorial con el título “La alternancia política”. En
breve resumen de la exposición, dice: «La alternancia en el gobierno beneficia
a todo el sistema de partidos. En una democracia consolidada no se acaba el
mundo si gana la
oposición. Sin embargo, en la lógica populista, cambiar de
mayorías significa una tragedia».
No vamos a debatir en detalle las afirmaciones de la empresa
editora del diario que encendidamente persigue la no reelección de los gobiernos
del Partido de los Trabajadores en
Brasil, del Frente Amplio en Uruguay ni, entre otras, de las corrientes
que lideran Cristina Fernández en Argentina o Evo Morales en Bolivia. Sugerimos
a nuestros lectores recurran a la fuente misma: http://www.elpais.com.uy/opinion/editorial/alternancia-politica.html
En el final de ese texto dice: «Aceptar la alternancia
política sin dramas es parte de una democracia de primera».
Se trata de las democracias de “matices” alrededor de
plataformas conservadoras del status quo
que ejercen las clases minoritarias que viven a expensas y dominando a las
clases mayoritarias. El mejor modelo de “democracia de primera” será un país donde dos partidos de perfiles similares
e intereses imperiales por igual sobre las mayorías del resto del mundo, se
“alternan” en el civil trono.
Nosotros creemos en las democracias clase única, en las que
no se impida a nadie expresar sus ideas y propuestas políticas pero sí se
impida vivir a costillas de los demás: una vez más repito aquella consigna que desde
mi adolescencia iluminó el derrotero de los siguientes sesenta años: “Los ricos
harían cualquier cosa por los pobres, menos bajarse de sus espaldas”*.
Nota:
* Desde aquella época, cuando
me la regaló escrita en una hoja de cuaderno escolar una muchachita amiga cuyos
padres eran, creo, profesores universitarios, yo creí que la frase pertenecía
al escritor ruso Máximo Gorki. Nunca pude encontrar la fuente y el contexto de la sentencia. Hoy,
volviendo a buscar, hallo en el buscador Laiesken.net
que el escritor argentino Gregorio Selser (1922-1991) la cita como propia del
también ruso León Tolstói (“Centroamérica: entre la atrocidad y la esperanza”,
en revista Foro Internacional, México,
nº 80, abril-junio de 1980, pp. 527-548), cosa que repite el sociólogo
salvadoreño Francisco Arturo Alarcón ahora, en una artículo que es recomendable
leer “Imaginario social: desafíos de la izquierda partidaria salvadoreña de
cara a las elecciones de 2014”,
disponible en http://actacientifica.servicioit.cl/biblioteca/gt/GT30/GT30_AlarconF.pdf.
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