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domingo, 13 de julio de 2014

Río de Janeiro y Buenos Aires: hora 14. PM hora 2. Alegría y tristeza



Faltan dos horas todavía mientras publicamos este texto para que en el estadio Maracaná empiece el último partido del Mundial 2014. Allí se medirán dos seleccionados. Uno, el de un país, en las dos acepciones de la expresión, señero de Europa. El otro el de un país suramericano en el que pueblo y gobierno, concientes o inconcientes de que no reniegan del modelo dominante de reproducción del capital procuran sostener su presencia internacional.

Es oportuno decirlo ahora y no después, viviremos con alegría un triunfo futbolístico, junto a las comunidades que así lo quieran y lo hagan de Suramérica, Latinoamérica y el Caribe y de la propia Argentina. Se ha dicho hay en Brasil multitudes futboleras que rencorosas por la derrota sufrida apuestan al triunfo del propio dominador. Un diario uruguayo, auscultando a sus lectores, ha medido una soliviantada réplica oriental de esa vibración en el vecino norteño, animados adrede por el recuerdo de viejos amores y odios rioplatenses.

Es fútbol, banderas efímeras. Hasta el próximo gran campeonato seguiremos apegados los paisanos a los clubes locales y a dirimir la pertenencia de copas más modestas entre vecinos.

Pero es inevitable que una profunda tristeza nos venga desde la historia más o menos reciente. En 1978 el seleccionado argentino ganó el campeonato mundial jugado en Argentina. Los festejos embanderados, como ahora, estallaron en los barrios humildes, recorrieron avenidas y plazas de pueblo hasta concentrarse alrededor del emblema del cruce de Corrientes y la Nueve de Julio. La Argentina “estuvo al palo” mientras decenas de miles de cadáveres insepultos por sus queridas y queridos marcaban el asesinato y la desaparición forzosa de una generación de luchadores políticos y sociales.

Ahora mismo, en este mundo tan global y a la vez tan chato, se está bombardeando a gente que aunada, hasta quizá frente a una pantalla de televisión mira un tan lejano como en el sentimiento cercano campeonato de fútbol: pasa en Gaza, en Ucrania…

En América Latina, ahora mismo también, el imperio del capital nos cerca y amenaza. Es por todo esto la tristeza que nos viene y nuevamente nos enoja. Una vez que el espectáculo termine quisiéramos ya ver a los pueblos y comunidades seguir embanderados, todas y todos, más que hoy todavía, con fraternales banderas propias.

Hasta mañana, 14 de julio.

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