Marta
Cantero es una buena amiga correntina nacida en Caá Catí, al noroeste de los
Esteros del Iberá, y que ahora reside en el barrio de San Telmo, en la Ciudad
de Buenos Aires, a la que hace muchos años, siendo muy joven, se trasladó en
busca de trabajo.
Caá
Catí, en guaraní, lengua que ella habla muy bien, significa hierba de aroma
intenso. La ciudad es ahora cabecera política y administrativa del Departamento
General Paz, distante 126
kilómetros de la Ciudad de Corrientes, capital
provincial.
Marta
ha tenido la delicadeza no solamente de posibilitarnos saborear tan rica sopa,
la más sabrosa que hemos comido, más aún que las degustadas en la Provincia de
Misiones, sino que además nos regala su receta para que los amigos de tantos
lugares del mundo puedan cocerla y conocer… Es bueno, además de enterarse que
nos pasa a los rioplatenses y sureros de América, saborear nuestras comidas.
Pueden
escribirle a Marta a esta dirección: asayepite@yahoo.com.ar
Ingredientes para
entre cuatro y cinco porciones generosas:
— Harina
de maíz molido fino: medio kilogramo
— Queso
fresco, cuartirolo o cremoso:
trescientos gramos
— Queso
duro o semiduro rallado: cien gramos
— Huevos
de gallina: cinco
— Cebolla:
tres cuartos de kilogramo
— Aceite
de maíz: poco menos de una taza
— Leche
común: media taza
Preparación y
cocción:
Trozar las cebollas en rebanadas finitas y picar. Rehogarlas
en el aceite de maíz bien caliente hasta que queden transparentes. Separar la
clara de tres huevos. Batir bien en un recipiente de volumen generoso las tres
yemas que quedan y los restantes dos huevos enteros. Batir a punto nieve las
tres claras de huevo que se habían separado y mezclar con los demás huevos
batidos.
Preparar una masa chirle (como para bizcochuelo) agregando
al recipiente de los huevos batidos la harina de maíz, la cebolla rehogada más
el aceite, agregar el queso rallado y el queso fresco cortado en cubitos
pequeños. Si hiciera falta agregar leche. Agregar sal y pimienta con moderación.
Poner la mezcla en una asadera de aproximadamente veinte por
treinta centímetros y no menos de seis centímetros de altura, previamente
untada con manteca.
Cocinar en horno a temperatura moderada durante media hora,
hasta que la masa se vea dorada. Se sirve cortada en trozos rectangulares de
unos cinco centímetros por diez, tibia o fría. Una exquisitez de la cocina de
los pueblos del Paraguay y la Mesopotamia argentina…
¡Buen provecho!
Nota:
La “sopa”, ya se ha visto, no es solamente aquel menjunje
caliente, líquido, colado y con pequeños fideos minúsculos llamados “letras”,
“dedales” o “municiones”, derivado de los caldos extraídos de otras comidas más
nutritivas como el “puchero” o “cocido”, que las madres de otrora se empeñaban
en suministrarnos a los que entonces (y tan felizmente) éramos niños. Todavía
se ingiere, y con agrado, en los días más fríos del invierno (como ahora el
austral nuestro). La palabra sopa deviene de la antigua expresión germánica sŭppa, que llegó tanto a la península ibérica
como a las islas al norte del canal de la Mancha, desde donde ya se sabe como y
por qué recaló en nuestra América (la de nosotros los pueblos, claro está).
Para más detalles sobre las innumerables composiciones de las sopas “sólidas”
véase un buen diccionario de cualquier lengua.
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