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Algunos vecinos, temerosos hasta de sí mismos váyase a saber
por qué, han instalado en el frente de sus casas cámaras de vídeo registrando
escenas de la vía pública. Es decir, captan y guardan imágenes de las personas
que marchan a pie o en vehículos. El paso de los miembros de mi familia ha sido
registrado cientos o miles de veces por lo menos dos cámaras: una a media
cuadra y la otra en una de las esquinas. Quienes en las grandes ciudades
iniciaron esa “pesquisa” fueron “los gestores” (gerentes, CEO, mandamases, etc.)
de empresas más o menos importantes arguyendo cuestiones de “seguridad”. Luego
le siguieron bolicheros de mayor a menor cuantía que colocaron el consabido
cartelito de “Sonría, por su seguridad lo estamos grabando”.
Lo gestores y mandamases de ciudades, pueblos y barriadas se
sintieron motivados también a preservar la seguridad de sonrientes y no
sonrientes vecinos con la misma argucia de registrar sus movimiento, rostros,
caminatas, etc.
De las cámaras de vídeo se saltó a las “policías” privadas
dependientes del capital privado que privan a las mujeres y varones de su
seguridad ciudadana, paisana, vital, personal, familiar y social. Y nuevamente
los mandamases menores de marras se sintieron motivados a implantar en
esquinas, calles, callejuelas y plazoletas menores o mayores a sus “policías
comunales” provistos de armas letales y desprovistos de un grado imprescindible
de necesaria racionalidad para portarlas.
Recientemente se descubrió que uno de esos policías, para el
caso de “la metropolitana” de la Ciudad de Buenos Aires, fue cómplice de un
robo en el domicilio de la segunda en jerarquía del virreinato rioplatense. El
fulano se habrá disculpado con que no tiroteó a nadie, como no hace mucho y “confundido”
hizo un colega (de él).
El botón de pánico se ha instalado en la mesa de luz, el
bolsillo de la dama, la mochila de los escolares y el llavero de los caballeros
tanto como los smartphone en mano que,
principalísimamente, permite tanto fotografiar todo lo que ya está mejor fotografiado
por fotógrafos como, ante la profunda duda matemática, multiplicar tres por
cuatro.
Todo esto nos ha llevado a una situación de tremenda
inseguridad porque los responsables de esta seguridad fraccionada son tan
torpes como seguros de su no torpeza. Así, desde el propio virrey y pasando por
su vice robada de váyase a saber que dineros robados hasta el último de los
mandamasitos más pequeños, como los infelices “policías” comunales de San
Isidro (ver “Convocatoria a un gran pique-tetazo”: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-304506-2016-07-18.html)
que prohibieron a una mamá dar la teta a su bebé en una plaza porque eso en sus
horas de trabajo, quizá, las y los retrotrajeron a la visión de imágenes on line de tetas, culos y penes que pueden sin vergüenza ser
toqueteadas en las pantallitas táctiles …
Disculpen, pero el virrey, sus adelantados, gobernadores y
encomenderos me tienen harto. Tan harto como también me tienen los vecinos que
se dicen expuestos a la inseguridad y nos la transfieren con camaritas y otros artilugios
que solamente dejan seguros y felices a sus vendedores…
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