The house is NOT in order
Ahora tampoco fue magia, fue revancha brutal y barata de una banda de
energúmenos con suficiente falta de escrúpulos como para descaradamente
encaramarse sobre las espaldas de los pobres, tal cual una vieja definición que
iluminó mi adolescencia y me enseñó una compañera estudiantil de madre y padre
eruditos: me dijo, aquella muchachita de los años 1958 en el barrio de Barracas
del sur porteño, que la frase pertenecía al literato ruso y bolchevique Máximo
Gorky: “Los ricos harían cualquier cosa por los pobres, menos bajarse de sus
espaldas”.
La banda de energúmenos (especímenes que aun de factura
humana carecen de ética e inteligencia social y se movilizan sólo por egoístas
intereses y obediencias “de cliente”, mercenarios, ya que no “poseídos del
demonio” como fantasiosamente también registran los diccionarios cosa que, en tal
caso, se resolvería con igual de fantasioso y simple exorcismo)…
Digo, la banda de energúmenos liderados por su principal y
virrey, y cuyo adelantado en la apocopada CABA reemplazó la leyenda “No fue
magia” en la estructura del paso sobre nivel de la avenida Juan B. Justo en su intersección con otra, Córdoba, en la
salida noroeste del centro capitalino hacia el conurbano y las provincias, que,
en inglés, afirma: “The house
is in order”…
Nos vienen a la memoria Tato Bores y aquellos domingos suyos
de TV todavía blanco y negro en la mayoría de los hogares cuando, en gran tono
de sorna, en la segunda mitad de la década de 1970, el actor llamaba “Pink House” a la sede de un poder político en manos de los dictadores
y asesinos Alfredo Martínez de Hoz y Rafael Videla, y acordaremos en que el muy
prolijo letrero de ahora –que no fue obra de un apurado equipo de bromistas manipulando
aerosoles de pintura– hubiera sido “casi” acertado si se precisaba muy poco más:
The Pink House is in order.
Pero no, la alusión es a una “gran casa”
significando que se trata del país. Se pretende que el país “está en orden”, y
se lo pretende en una suerte de mensaje de comprensión “global” como cuando en
los aeropuertos de entrada a una nación se exhibe la leyenda “Welcome”. Fue,
sin duda iniciativa de los mayordomos de Rodríguez Larreta, un homenaje al
exitoso paseo obsecuente y “bonito” de la troupe
que visitó Davos.
En el centro Sergio Massa, Mauricio Macri y Susana Malcorra |
La troupe en Suiza
está arropada de ocasión sólo evitar resfriarse. No ahondaremos en las
sonrisas, saludos, conversaciones off the record y
explícitos alineamientos que suficientemente han sido y serán informados por
crónicas serias y honestas.
Quienes dispusieron el Welcome FMI de “The house
is in order” son sádicos o carecen de memoria, están desnudos de memoria y son,
en jerga popular, “unos salames”, aunque atrevidos. Sea de de una manera o de
otra ponen de manifiesto que son una pandilla que se mueve “a comisión” con
picardía y para la rapiña.
“La casa está en
orden”
En castilla y no en inglés, la frase fue consigna del
discurso del entonces presidente Raúl Alfonsín, el 19 de abril de 1987, frente
a una Plaza de Mayo colmada de personas de distintas edades, trabajos, formación
y filiaciones políticas que durante varios días estuvieron concentradas repudiando
los amotinamientos político-militares que se oponían a los juicios contra los
autores y actores de crímenes de lesa humanidad durante la dictadura de 1976 a 1983. El principal de
esos amotinamiento en Campo de Mayo liderado por el teniente coronel Aldo Rico,
de la derecha peronista.
Alfonsín, textualmente, dijo: «¡Felices Pascuas, la casa está en orden y no hay sangre en la
Argentina!», tras regresar en helicóptero de la unidad militar del Ejército en
Campo de Mayo donde había dialogado con los sublevados y aceptado que mediante
la aplicación de la llamada Ley de Obediencia Debida –sancionada hacía pocos
meses–, no se juzgaría al personal militar subalterno y a oficiales medios que
hubieran participado en delitos perpetrados por la dictadura cívico militar.
La historia probó luego
que la casa no había resultado ordenada. Durante los meses de 1987 que
siguieron hasta fin de año los amotinados de Campo de Mayo continuaron
reclutando adeptos y provocando a la ciudadanía, especialmente a quienes en
abril y frente al destacamento militar habían manifestado su rechazo a la sublevación.
Circularon, incluso entre la población lugareña, boletines militares
clandestinos con datos intimidatorios sobre personas y sus vehículos de los que
se decía que estaban al servicio de actividades “subversivas”, denominación que
particularmente había tenido uso durante la dictadura de 1976 a 1983.
En enero de 1988 se
produce un nuevo amotinamiento militar con epicentro en una unidad castrense de
Monte Caseros, departamento y ciudad de la Provincia de Corrientes, y reflejos
en otras unidades incluyendo a la ya referida de Campo de Mayo. Nuevamente Aldo
Rico es el protagonista principal con su cara embetunada, y tras fugarse de su
arresto domiciliario se asigna a sí mismo categoría de comandante de un
Ejercito Nacional en Operaciones.
Tras la asonada
Rico y otros cabecillas fueron nuevamente arrestados, manifestando él en la
ocasión a periodistas que no se arrepentía de la actitud asumida dejando para
la posteridad una frase de antología: «la duda es la jactancia de los
intelectuales», y encarcelado funda el Movimiento por la Dignidad Nacional.
En los días
iniciales de diciembre del mismo año se desata un nuevo amotinamiento durante
la presidencia del autor de la fallida frase de la Pascua de hacía ya casi dos
años. Ahora son los miembros de una policía naval militarizada y todavía bajo
mando de la Armada, a los que se agregan por cuerda separada algunos tanques y
un destacamento mecanizado del Ejército, el último asentado en Villa Martelli, inmediatamente
tras el límite noroeste de la entonces todavía Capital Federal, y donde durante
el gobierno de la presidenta Fernández de Kirchner se instaló Tecnópolis, una
muestra permanente de arte, ciencia y tecnología que en la actualidad permanece
clausurada.
A los cuartelazos
de fines de 1988 les sucede un episodio sumamente confuso cuando, en enero de
1989 y en otro Regimiento del Ejército, también motorizado, radicado en la
localidad de La Tablada, se reprime sangrientamente desde adentro y afuera del
mismo un asalto civil protagonizado por una decena de militantes del Movimiento
Todos por la Patria, en general jóvenes que habían tenido alguna militancia en
los partidos Intransigente, Radical o Justicialista liderados por Enrique Gorriarán
Merlo, ex miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo que estuviera activo
en la década de 1970.
Según trascendió
después a través de declaraciones en el exterior del propio Gorriarán Merlo y fuentes
que el periodismo mantuvo en reserva la intención de sus protagonistas fue
frustrar un golpe de Estado que quizá en realidad no se gestaba, y que la
acción fallida habría sido una trampa armada mediando acciones de inteligencia
operadas por políticos audaces que finalmente desencadenaron la caída de Raúl
Alfonsín y el advenimiento de Carlos Saúl Menem, el realizador de la crudísima
primera instalación del neoliberalismo en Argentina, y del cual no pocas veces
Mauricio Macri se ha manifestado admirador.
En 1989 es Rico
indultado por Menem, y el hasta entonces reincidente líder a la luz o en las
sombras de tantos cuartelazos inicia una accidentada carrera política que incluye
senderos del Partido Justicialista llegando a ocupar bancas legislativas y
cargos ejecutivos secundarios, accediendo en 1997 por la vía de un acto eleccionario
formal a la intendencia de San Miguel, en
la Provincia de Buenos Aires, municipio donde precisamente se asienta
Campo de Mayo.
Así, la repetición
ahora de la famosa frase puede encerrar una tan sutil como morbosa restauración
en la memoria del actual activismo político popular de una seguidilla de sus propias
derrotas –intención que podría parecer excede la capacidad intelectual de
quienes ahora dispusieron se pintara la frase–, o tratarse llanamente de una
parrafada de exitismo que ignora la intimidad de la vinculación histórica de
esos dichos.
Esta gran pandilla –en la foto sólo cinco–, está desnudada. Es decir, está más que desnuda, está
desnudada por sus propios actos, a la vista, visible, sin prendas realmente propias,
las que se han puesto remendadas y siendo saldos de incendio. Quizá por eso,
por temor a que se extienda algún foco ígneo y por esa tendencia obsesiva hacia
lo práctico de las administraciones burocráticas, cada vez que el mandamás se
recoge en su vasta quinta “Los Abrojos”, en el deslinde del barrio Los Nogales
del Municipio de Malvinas Argentinas –casi en el extremo noroeste del cinturón
suburbano–, su custodia incluye una autobomba del cuerpo de combate al fuego de
la Policía Federal.
Precisamente como encendido reguero de nafta recorren el
mundo local y el global repiqueteando en ojos y oídos populares imágenes de los
desnudos: son ellos, aquellos, estos… Veámoslos, mostrémoslos, para comprender.
Por caso está la bonita señora Graciela Medina que posa de rosa, abogada,
camarista en la llamada justicia Civil y Comercial Federal (nos parece más
adecuada la imagen para una nota de color sobre la Ius Cool), y que junto con sus pares Francisco de las Carreras y
Guillermo Antelo el pasado 15 de enero hizo lugar a la “queja” del poder
virreinal frente al dictamen del juez de primera instancia Iván Garbarino,
quien había ordenado la reposición de Martín Sabbatella y otras autoridades
legales al frente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación
Audiovisual (AFSCA). “Queja” que mantuvo el desalojo… Sobre la camarista véase
por qué fue recusada en marzo de 2011: está casada con un abogado del Grupo
Clarín (http://tiempoargentino.com/nota/57965/denuncian-a-dos-camaristas)
También, que quien funge ahora como ministro de Salud Pública
de la Nación, el médico Jorge Lemus, en la semana que recién concluyó dispuso,
refirió el diario Página/12, que:
el Hospital Nacional en Red
Especializado en Salud Mental y Adicciones “Licenciada Laura Bonaparte” dejará
de llamarse así, con ese nombre adoptado hace seis meses en homenaje a la psicoanalista
e histórica Madre de Plaza de Mayo, para volver a su antiguo nombre, Cenareso
(Centro Nacional de Reeducación Social). La adopción de la identidad en
homenaje a Laura Bonaparte –fallecida en 2013– había sido propuesta por la ex
interventora del hospital, Edith Benedetto, y obtenido media sanción en la
Cámara de Diputados en junio del año pasado. Aunque aún quedaba pendiente su
aprobación en el Senado, las autoridades del Ministerio de Salud del anterior
gobierno autorizaron aquel cambio. Ahora, Lemus ordenó borrar a Laura Bonaparte
de toda la comunicación institucional del hospital y restituir el nombre que
tuvo durante más de treinta años, ideado por José López Rega.1
El mismo diario, reprodujo los comentarios que generó la
grosera medida: «Laura se merecía muchísimo ese homenaje, era una mujer
comprometida con los derechos humanos. Este cambio es una mezquindad que no
conduce a nada, un intento por borrar la memoria de los organismos de derechos
humanos. Pero el tiempo los va a borrar a ellos», manifestó Laura Conte,
compañera de Bonaparte en Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y miembro del
CELS.
Notas:
1 http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-290966-2016-01-23.html
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