María Eugenia Vidal era vicejefa de Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires hasta diciembre del año pasado, mientras con su jefe y
ahora virrey endeudaban en dólares al Estado porteño. Desde aquel momento se
convirtió en Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, y su marido Ramiro
Tagliaferro en Intendente del Municipio de Morón, en el oeste del conurbano
bonaerense. Ambos viven en ese partido de la provincia que la señora, en la
foto con su marido cuando se inauguraba como intendente y en el medio un
virrey. Hace dos meses se registró la imagen cuando todavía los tres sonreían
lejos de las píldoras y gotitas ansiolíticas. Ellos, ya, saben que quien último ríe,
ríe mejor.
Ahora, en la tarde de este 28 de enero, en la plaza
principal de Morón, frente a la Intendencia, protestan los vecinos y
trabajadores municipales despedidos para aumentar las asignaciones del propio
Tagliaferro y los de su equipo de “gestión”, el intendente quiere
discrecionalidad virreinal.
Son adelantados coloniales, culitos blancos los llaman en el altiplano suramericano, que han llegado para poner
en orden a la indiada autóctona.
Los ex gobernantes del municipio (concluyeron sus mandatos
en el pasado diciembre y pertenecen al Partido Nuevo Encuentro, el mismo que
fue fundado por Martín Sabbatella titular de la Autoridad Federal de Servicios
de Comunicación Audiovisual –AFSCA– desalojado de manera ilegal y brutalmente), han dicho que el
personal político de la administración comunal que ellos presidían renunció en
su totalidad el 10 de diciembre: los despedidos ahora son trabajadores de la
planta permanente, no “ñoquis”.
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