Nombrar jueces por decreto, arrasar con instituciones
creadas por ley, disminuir contribuciones sociales a los especuladores
financieros y rebajar devaluación mediante salarios a los trabajadores son modus operandi del inaugurado en
Argentina Plan Cóndor siglo XXI, el cual se despliega a partir de una cabecera
de playa encargada a “formadores de opinión” (medios de comunicación y autores
“periodísticos”, de “crónicas” y “biografías” groseramente escandalizadoras,
como entre tantos otros Nelson Castro, Jorge Lanata, Luis Majul1 o
Agustín Laje, autor del grosero mamarracho que al final transcribimos y lleva
el título de “La explotación del hombre por el Estado”2. La razón de
esta replicación es, si se quiere, casi fortuita. Encontramos el artículo a
partir de una fotografía que elegimos, dando indicación de su origen, para
ilustrar la nota que precede: “Solidaridad rioplatense: Coalición por una
Comunicación Democrática”
Laje, de quien pueden verse imágenes en Internet y también
en Twitter –donde tiene casi diez mil “seguidores”–, es un joven “brillante”
desde antes de los veinte años de edad y ahora suma seis más (26), colabora con
varios medios que comparten su ideología y se desempeña regularmente en el
portal de noticias Infobae, de Daniel
Hadad. En su perfil de Twitter se presenta a sí mismo como director del Centro
de Estudios Libertad y Responsabilidad (LibRe), autor del libro Los mitos setentistas (escribe los
títulos de obras publicadas con comillas de apertura y cierre, no conoce las
reglas de estilo editorial, y quizá tampoco las de ética) y coautor con Nicolás
Márquez (38) de Cuando el relato es una farsa
(2013), libro prologado por Carlos Alberto Montaner3.
En la oportunidad de presentar Cuando el relato es una farsa en Bahía Blanca,4 Agustín
Laje manifestó:
Nosotros partimos de una posición
que ni el llamado “periodismo opositor” se ha animado a tomar: la política de
Derechos Humanos del kirchnerismo, tal como le mostramos al lector, ha sido una
farsa en toda su dimensión, y de ninguna manera es un “punto rescatable” de
este gobierno, como frecuentemente se alega. Y no sólo porque el kirchnerismo
ha hecho del banderín de los DDHH un negocio millonario (con Hebe de Bonafini y
Sergio Schoklender a la cabeza), sino porque han hecho de los DDHH un fetiche
político e ideológico monopolizado por extremistas de izquierda como
instrumento de venganza, persecución política y oportunismo económico.
Por su parte Nicolás Márquez, afirmó:
Este es un libro biográfico por un
lado y un ensayo político por el otro, pero el elemento distintivo es nuestro
enfoque ideológico, que está en las antípodas del gobierno. Mientras el grueso
de los libros críticos del kirchnerismo parten desde una perspectiva
progresista, nosotros partimos desde una perspectiva ideológica ubicada a la “derecha”
si cabe la etiqueta.
Es decir, es un libro de neto corte
reaccionario (y lo decimos con orgullo), porque defendemos posturas y valores
que nos colocan en la vereda opuesta del gobierno en todas sus dimensiones. El
grueso de los libros contra el kirchnerismo que hay publicados (con todo el
respeto que nos merecen) no dejan de compartir con el oficialismo la misma
ideología, aunque luego estos escritores se peleen con el gobierno por asuntos
colaterales o secundarios.
En cambio, nosotros vamos hacia una
crítica de raíz, sin concesiones ideológicas ni eufemismos narrativos.
Notas:
1 Luis Majul recibió de “la gestión” Macri-Vidal 14
millones de pesos de los recursos públicos de la para el caso bien llamada “CABA”
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires), véanse varias fuentes que citan el caso que
fue inicialmente denunciado por la periodista Cinthia García, hasta el 31 de
diciembre conductora de “A cara lavada” en las mañanas de Radio Nacional AM
870, entre otras http://www.diarioregistrado.com/politica/137059-macri-beneficio-a-majul-con-contratos-por-14-millones-de-pesos.html
3 Carlos Alberto Montaner, nació en La Habana en el año
1943. Tiene por elección las nacionalidades española y estadounidense, vive en
Madrid, y es columnista de diarios y revistas y autor, se dice, de una veintena
de libros. Montaner fue vinculado a varios actos de carácter terrorista contra
el Gobierno de Cuba por lo que se infiere su vinculación con servicios de
inteligencia de EE. UU. de Norteamérica. Pueden verse más referencias, entre
otras, en https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Alberto_Montaner
y http://www.cubadebate.cu/etiqueta/carlos-alberto-montaner/
“La explotación del hombre por el Estado”,
por Agustín Laje
En Diario
Veloz, 25.02.2012*
La plusvalía, una de las teorías
más conocidas de Karl Marx, refiere al trabajo no remunerado del asalariado.
La plusvalía, una de las teorías
más conocidas de Karl Marx –sobre la que se asientan en gran medida los
presupuestos de explotación adjudicados al sistema capitalista–, en términos
simples refiere al trabajo no remunerado del asalariado.
El filósofo alemán se preguntaba de
dónde provenían los beneficios del empresario y concluía que había una porción
de lo trabajado por sus hombres (“plusvalor”) del que aquel [sic] se apropiaba de manera injusta, lo
cual generaba una situación de explotación.
La teoría es disparatada por lo simplista, de principio a fin. En efecto, toda producción se origina conjugando los llamados “factores de la producción” (recursos de la naturaleza, capital y trabajo). Sobre el empresario recae la responsabilidad de reunirlos, combinarlos, administrarlos, innovar y arriesgar.
La teoría es disparatada por lo simplista, de principio a fin. En efecto, toda producción se origina conjugando los llamados “factores de la producción” (recursos de la naturaleza, capital y trabajo). Sobre el empresario recae la responsabilidad de reunirlos, combinarlos, administrarlos, innovar y arriesgar.
La idea de plusvalía pretende, al
contrario, que la cantidad de trabajo es la única causa del valor de cambio de
las cosas. Si esto fuese así, una empanada de barro debería costar en el
mercado lo mismo que una de carne, por ejemplo. Pero todos sabemos que eso no
es cierto y se debe a que no sólo las horas de trabajo determinan el precio de
un producto.
No obstante, cabe reconocer que el
concepto de plusvalía –en tanto apropiación de porciones del trabajo ajeno– es
interesante para el análisis de la Argentina actual.
Si algo ha caracterizado a la
gestión kirchnerista desde mayo de 2003 a la fecha, ha sido el paulatino y
desmesurado crecimiento del Estado en desmedro de los derechos individuales de
sus ciudadanos.
La multiplicación de parasitarios
planes sociales, las viandas y servicios de divertimento y ocio “para todos”
(financiados con el dinero de quienes no los consumen) y los improductivos
emprendimientos que el Estado encara cuando quiere jugar a ser empresario (cuyo
déficit, como el de Aerolíneas Argentinas, que pierde dos millones de dólares
diarios, lo pagamos entre todos) constituyen algunos ejemplos ilustrativos.
Así como Marx se preguntó de dónde
provenían los ingresos del capitalista, resulta ahora interesante preguntarse
de dónde provienen los ingresos del “Estado de Bienestar”.
En efecto, dado que en esta vida
nada es gratis, la obesidad estatal debe financiar de alguna manera tanto su
ineficiencia connatural como sus políticas de corte clientelista.
O bien lo hace a través de un
sistema tributario que conciba al ciudadano casi como un esclavo y lo despoje
en altas proporciones del fruto de su trabajo, o bien emitiendo dinero espurio
sin sustento en bienes y servicios, lo que provoca inflación y disminuye el
valor real del dinero de las personas, expropiándolas así en forma indirecta.
Lo cierto es que, de una u otra
forma, el Estado obeso se financia metiendo la mano en el bolsillo de la gente.
Así de simple.
En la Argentina kirchnerista, ambos
mecanismos están puestos en marcha: según diferentes investigaciones privadas,
la carga impositiva entre impuestos directos e indirectos (sin contar la
inflación) va desde el 40 por ciento hasta el 60 por ciento de los ingresos
anuales de los ciudadanos.
¿Qué quiere decir esto? Que de 365
días que tiene un año, los argentinos trabajamos entre 146 y 219 días –según el
caso– no para nuestro propio provecho, sino por servidumbre.
A ello deberíamos sumar los efectos
nocivos de una inflación que va, dependiendo la fuente, desde el 9,5 por ciento
en hipótesis de mínima hasta más del 20 por ciento en hipótesis de máxima.
Téngase en cuenta, por si hiciera
falta aclararlo, que a quienes afecta en mayor medida la inflación no es a las
clases pudientes sino a los sectores de menores ingresos.
A la luz de estos datos de la realidad, es difícil no recordar la plusvalía de Marx y preguntarse en esos mismos términos, aunque invirtiendo su idea: ¿estaremos asistiendo no a la cacareada “explotación del hombre por el hombre” sino a la explotación del hombre por el Estado?
A la luz de estos datos de la realidad, es difícil no recordar la plusvalía de Marx y preguntarse en esos mismos términos, aunque invirtiendo su idea: ¿estaremos asistiendo no a la cacareada “explotación del hombre por el hombre” sino a la explotación del hombre por el Estado?
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