alai
amlatina (22.12.2015)
Ha sido
señalado hasta el hartazgo que por primera vez en un siglo,
el 10 de diciembre de 2015, la derecha llegó al gobierno sin ocultar su rostro, sin fraude, sin golpe militar, a través de elecciones supuestamente limpias: se trataría de un hecho novedoso. J. B.
el 10 de diciembre de 2015, la derecha llegó al gobierno sin ocultar su rostro, sin fraude, sin golpe militar, a través de elecciones supuestamente limpias: se trataría de un hecho novedoso. J. B.
Es necesario aclarar tres cosas
En primer lugar resulta evidente que no se trató de “elecciones limpias” sino de un proceso asimétrico, completamente distorsionado por una manipulación mediática sin precedentes en Argentina activada desde hace varios años pero que finalmente derivó en un operativo muy sofisticado y abrumador. Consumada la operación electoral la presidenta saliente fue destituida unas pocas horas antes de la transmisión del mando presidencial mediante un golpe de Estado “judicial”, demostración de fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente importante, en realidad el primer paso del nuevo régimen.
Esto nos lleva a una segunda aclaración: el kirchnerismo no
produjo transformaciones estructurales decisivas del sistema, introdujo
reformas que incluyeron a vastos sectores de las clases bajas, reclamos
populares insatisfechos (como el juzgamiento de protagonistas de la última
dictadura militar), implementó una política internacional que distanció al país
del sometimiento integral a los Estados Unidos y otras medidas que se
superpusieron a estructuras y grupos de poder preexistentes. Pero no generó una
avalancha plebeya capaz de neutralizar a las bases sociales de la derecha
quebrando los pilares del sistema (sus aparatos judiciales, mediáticos,
financieros, transnacionales, etc.) desarticulando la arremetida reaccionaria.
La alternativa transformadora radicalizada estaba completamente fuera del
libreto progresista, la astucia, el juego hábil y sus buenos resultados en el
corto y hasta en el mediano plazo maravillaron al kirchnerismo, lo llevaron por
un camino sinuoso, acumulando contradicciones y marchando así hacia la derrota
final. Nunca se propuso transgredir los límites del sistema, saltar por encima
de la institucionalidad elitista-mafiosa de las camarillas judiciales
apuntaladas por el partido mediático componentes de una lumpen-burguesía que
aprovechó el restablecimiento de la gobernabilidad posterior a la crisis de los
años 2001-2002 para curar sus heridas, recuperar fuerzas y renovar su apetito.
Como era previsible las clases medias, grandes beneficiarias
de la prosperidad económica de los años del auge progresista, no se volcaron de
manera agradecida hacia el kirchnerismo sino todo lo contrario, azuzadas por el
poder mediático retomaron viejos prejuicios reaccionarios, su ascenso social
reprodujo formas culturales latentes provenientes del viejo gorilismo1,
del desprecio a “la negrada” enlazando con la ola regional y occidental en
curso de aproximaciones de las referidas clases medias al neofascismo. No se
trató entonces de una simple manipulación mediática manejada por un aparato comunicacional
bien aceitado sino del aprovechamiento derechista de irracionalidades ancladas
en los más profundo del alma del país burgués.
La tercera observación es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el proceso de manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del progresismo latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la llegada del peronismo en 1945 la sociedad argentina había sido moldeada por cerca de un siglo de república oligárquica (que no fue abolida durante el período de gobiernos radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e institucionales muy profundas atravesando las sucesivas transformaciones de las elites dominantes como una suerte de referencia mítica de una época en la que supuestamente los de arriba mandaban mediante estructuras autoritarias estables. Constituye una curiosa casualidad cargada de simbolismo, pero lo cierto es que fue el presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo impuesto por la mafia judicial el encargado de entregar el bastón presidencial a Macri. Federico Pinedo: nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más representativas de la restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de Federico Pinedo Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y luego diputado nacional durante un prolongado período como representante del viejo partido conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite observar el ascenso y consolidación del país aristocrático colonial construido desde mediados de aquél siglo. El lejano descendiente de esa oligarquía fue el encargado de entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri, por su parte heredero de un clan familiar mafioso de raíz italo-fascista2, instaurador de un “gobierno de gerentes”. Los avatares de un golpe de Estado instantáneo establecieron un simbólico lazo histórico entre la lumpen-burguesía actual y la vieja casta oligárquica.
La crisis
El contexto económico internacional viene dado por una crisis deflacionaria motorizada por el desinfle de las grandes potencias económicas. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón navegando entre el crecimiento anémico, el estancamiento y la recesión, China desacelerando su crecimiento y Brasil en recesión sobredeterminan una coyuntura marcada por el enfriamiento de la demanda global que deprime los precios de las materias primas y estanca o achica los mercados de productos industriales. En suma, un panorama mundial negativo para un país como Argentina principalmente exportador de materias primas y en menor escala de productos industriales de mediano y bajo nivel tecnológico.
Ante ese ciclo internacional adverso, desde el punto de
vista teórico la economía argentina para no caer en la recesión debería
apoyarse cada vez más en la expansión y protección de su mercado interno, su
tejido industrial y su autonomía financiera. Sin embargo el gobierno de Macri
inicia su mandato haciendo todo lo contrario: achicando el mercado interno
mediante la reducción drástica en términos reales de salarios y jubilaciones,
aumentando el endeudamiento externo y desprotegiendo al grueso de la estructura
industrial. A ello apuntan sus decisiones económicas iniciales como la
megadevaluación, la eliminación o disminución de impuestos a las exportaciones, la suba de las
tasas de interés, la liberalización de importaciones y, pronto, la eliminación
de subsidios a los servicios públicos con el consiguiente aumento de sus
tarifas. Se trata de una gigantesca transferencia de ingresos hacia los grupos
económicos más concentrados (grandes exportadores agrarios, empresas y
especuladores financieros poseedores de fondos en dólares, etc.), de un saqueo
descomunal que se irá prolongando en el tiempo al ritmo de las subas de
precios, las depresiones salariales, las devaluaciones y los tarifazos. Crecerán
la desocupación, la pobreza y la indigencia, y también la concentración de
ingresos que avanzará (ya está avanzando) rápidamente, el crecimiento económico
nulo o negativo serán inevitables.
Según ciertos expertos estaríamos embarcados en una vorágine
completamente irracional marcada por la declinación del grueso de la industria
y la desintegración de la sociedad resultado de la aplicación ortodoxa de
recetas neoliberales “equivocadas”. Pero el Gobierno no se equivoca, actúa
según la dinámica de una lumpen-burguesía portadora de una racionalidad
instrumental cuyo fin no es otro que el de la acumulación rápida de riquezas
saqueando todo lo que se le cruza en el camino. La racionalidad de los bandidos
dueños del poder no es la del desarrollo económico armonioso y general que
anida en la cabeza de ciertos economistas.
Así es como hemos pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general (financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.
Así es como hemos pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general (financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.
El progresismo entre 2003 y 2015 restableció la
gobernabilidad del sistema, todo anduvo bien mientras la bestia lamía sus
heridas en un contexto de relativa prosperidad recomponiéndose del terremoto de
los años 2001 y 2002, pero desde 2008 las cosas fueron cambiando: el
achatamiento del crecimiento económico exacerbó su voluntad por acaparar una
porción mayor de la torta, en ese sentido el 10 de diciembre de 2015 puede ser
visto como el punto de inflexión, como un salto cualitativo del poder vampírico
de las elites dominantes inaugurando una etapa de decadencia de la sociedad
argentina. Las fuerzas entrópicas, devastadoras, lograron imponer su dinámica.
Dos escenarios
Nos encontramos ante los primeros pasos de una aventura autoritaria de trayectoria incierta. No se trata de un hecho producto del azar sino del resultado de un prolongado proceso de maduración (degeneración) de las elites dominantes de Argentina –convertidas en jauría depredadora– y coincidente con el fenómeno global de financierización y decadencia. Basta con echarle una mirada al Gobierno y sus respaldos donde sobreabundan personajes acusados de ser delincuentes financieros como Prat Gay, Melconian o Aranguren, o “padrinos” como Cristiano Rattazzi, Paolo Roca, Franco Macri (y su hijo-presidente) o de otros señalados como agentes de la CIA, como Susana Malcorra o Patricia Bullrich3, para percibir que la tragedia local no es más que un apéndice periférico de un capitalismo global embarcado en una loca carrera liderada por lobos de Wall Streeet, militares delirantes y políticos corruptos destruyendo países enteros, triturando instituciones, saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de destrucción a escala planetaria.
La lumpen-burguesía argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder (empresario, judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y abiertamente ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras, jaqueando, condicionando, bloqueando o imponiendo políticas, para asumir abiertamente el Gobierno. Esto puede ser atribuido a varios motivos, entre otros a la inexistencia de un elenco de “políticos” amigos con capacidad de decisión como para implementar el mega-saqueo en curso, y así son los gerentes los que deben hacerse cargo de manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos” completamente ajenos al embrollo electoral.
Dos escenarios
Nos encontramos ante los primeros pasos de una aventura autoritaria de trayectoria incierta. No se trata de un hecho producto del azar sino del resultado de un prolongado proceso de maduración (degeneración) de las elites dominantes de Argentina –convertidas en jauría depredadora– y coincidente con el fenómeno global de financierización y decadencia. Basta con echarle una mirada al Gobierno y sus respaldos donde sobreabundan personajes acusados de ser delincuentes financieros como Prat Gay, Melconian o Aranguren, o “padrinos” como Cristiano Rattazzi, Paolo Roca, Franco Macri (y su hijo-presidente) o de otros señalados como agentes de la CIA, como Susana Malcorra o Patricia Bullrich3, para percibir que la tragedia local no es más que un apéndice periférico de un capitalismo global embarcado en una loca carrera liderada por lobos de Wall Streeet, militares delirantes y políticos corruptos destruyendo países enteros, triturando instituciones, saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de destrucción a escala planetaria.
La lumpen-burguesía argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder (empresario, judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y abiertamente ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras, jaqueando, condicionando, bloqueando o imponiendo políticas, para asumir abiertamente el Gobierno. Esto puede ser atribuido a varios motivos, entre otros a la inexistencia de un elenco de “políticos” amigos con capacidad de decisión como para implementar el mega-saqueo en curso, y así son los gerentes los que deben hacerse cargo de manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos” completamente ajenos al embrollo electoral.
El nuevo esquema resulta sumamente eficaz a la hora de
adoptar medidas contundentes contra la mayoría de la población pero aparece muy
poco útil para amortiguar el inevitable descontento popular (incluido el de una
porción significativa de incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales
podrán durante un corto período generar inacción, algunos políticos provinciales
empujarán en el mismo sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer,
confundir y justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de embaucamiento
social, pero todo eso será insuficiente frente a la magnitud del desastre en
curso.
Por otra parte, el carácter lumpen, inestable, del régimen macrista afectado por previsibles disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de todo tipo propias de un sistema global a la deriva y además –principalmente– presionado por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una avalancha gigantesca, va dejando al descubierto la única alternativa posible de gobernabilidad mafiosa.
Se trata de la formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de configuración variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes, viene guiado por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en la llamada doctrina de la Guerra de Cuarta Generación cuyo objetivo central es la transformación de la sociedad objeto del ataque en una masa amorfa, degradada, acosada por erupciones “desprolijas” de violencia caótica y en consecuencia impotente ante el saqueo. Irak, Libia, Siria aparecen como experiencias de manual extremas y lejanas, por el contrario México o Guatemala son paradigmas latinoamericanos a tener en cuenta aunque la especificidad argentina aportará seguramente rasgos originales. Tenemos que pensar en una combinación pragmática de distintas dosis de represión directa “clásica”, judicialización de opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo mediático (diversionista o demonizador), represión clandestina, incentivos a la rivalidades entre sectores populares (cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de bandas que aterroricen a la población (como las “maras” en América Central o los batallones de narcos de México), fraudes electorales, etc. De ese modo Argentina entraría de lleno en el siglo XXI signado por el ascenso del capitalismo tanático4.
Sin embargo, esa estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere tiempo y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además encontraría serias dificultades ante una sociedad compleja como la argentina, con un amplio abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas, capacidad de organización, de historias que desde la mirada superficial de los gerentes financieros y de los expertos en control social no aparecen como amenazas visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero que constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden estallar en cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor de los de arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes imprecisos que generalizan la incertidumbre en las elites y deterioran su psicología.
La no viabilidad de ese escenario siniestro y su posible empantanamiento dejaría abierto el espacio para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis de gobernabilidad mucho más devastadora que la de 2001. En este caso la fantasía elitista de la recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría sido otra cosa que una ilusión burguesa acompañando al fin de la gobernabilidad, al comienzo de un período de alta turbulencia, de desintegración social de duración impredecible. El progresismo tan despreciado por las elites y su preservación de las clases medias habría sido un paraíso capitalista destruido por sus principales beneficiarios.
Por otra parte, el carácter lumpen, inestable, del régimen macrista afectado por previsibles disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de todo tipo propias de un sistema global a la deriva y además –principalmente– presionado por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una avalancha gigantesca, va dejando al descubierto la única alternativa posible de gobernabilidad mafiosa.
Se trata de la formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de configuración variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes, viene guiado por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en la llamada doctrina de la Guerra de Cuarta Generación cuyo objetivo central es la transformación de la sociedad objeto del ataque en una masa amorfa, degradada, acosada por erupciones “desprolijas” de violencia caótica y en consecuencia impotente ante el saqueo. Irak, Libia, Siria aparecen como experiencias de manual extremas y lejanas, por el contrario México o Guatemala son paradigmas latinoamericanos a tener en cuenta aunque la especificidad argentina aportará seguramente rasgos originales. Tenemos que pensar en una combinación pragmática de distintas dosis de represión directa “clásica”, judicialización de opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo mediático (diversionista o demonizador), represión clandestina, incentivos a la rivalidades entre sectores populares (cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de bandas que aterroricen a la población (como las “maras” en América Central o los batallones de narcos de México), fraudes electorales, etc. De ese modo Argentina entraría de lleno en el siglo XXI signado por el ascenso del capitalismo tanático4.
Sin embargo, esa estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere tiempo y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además encontraría serias dificultades ante una sociedad compleja como la argentina, con un amplio abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas, capacidad de organización, de historias que desde la mirada superficial de los gerentes financieros y de los expertos en control social no aparecen como amenazas visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero que constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden estallar en cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor de los de arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes imprecisos que generalizan la incertidumbre en las elites y deterioran su psicología.
La no viabilidad de ese escenario siniestro y su posible empantanamiento dejaría abierto el espacio para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis de gobernabilidad mucho más devastadora que la de 2001. En este caso la fantasía elitista de la recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría sido otra cosa que una ilusión burguesa acompañando al fin de la gobernabilidad, al comienzo de un período de alta turbulencia, de desintegración social de duración impredecible. El progresismo tan despreciado por las elites y su preservación de las clases medias habría sido un paraíso capitalista destruido por sus principales beneficiarios.
Como vemos, el infierno mafioso no es inevitable aunque no
deberíamos subestimar la capacidad operativa de sus ejecutores locales y su
gran padrino imperial: Estados Unidos está lanzado a la reconquista de su patio
trasero latinoamericano.
¿Hacia dónde va esta historia?: la resistencia popular tiene
la respuesta.
Notas:
* Jorge Beinstein es
economista argentino, docente de la Universidad de Buenos Aires. jorgebeinstein@gmail.com
1 (del editor) Mempo Giardinelli, “Apuntes para un
hipotético Manual de Gorilismo”, Página/12, 27.6.2012, en http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-197299-2012-06-27.html
2 (del autor) Horacio Verbitsky, “A las Malvinas en
subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT y TECHINT en la guerra de 1982”, en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-190366-2012-03-25.html
3 (del autor) “La nueva ministra de Exteriores [de Argentina] pertenece a la CIA, según Diosdado Cabello”, «El presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró que la canciller argentina, Susana Malcorra, pertenece a la Agencia Central de Inteligencia de EE. UU. […] Estuvo aquí, la recibí yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller al señor [Mauricio] Macri, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en su programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV)». El 11.12.2015 en http://pajarorojo.com.ar/?p=20433 . También Patricia Bullrich reporta a “la agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura Alonso. El rumor que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y que le fue impuesta telefónicamente por el Departamento de Estado.
4 (del editor) Tanático: «En la mitología griega, Tánato o Tánatos (en griego antiguo Θάνατος Thánatos, ‘muerte’) era la personificación de la muerte sin violencia. Su toque era suave, como el de su [hermano] gemelo Hipnos, el sueño», en https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%A1natos
3 (del autor) “La nueva ministra de Exteriores [de Argentina] pertenece a la CIA, según Diosdado Cabello”, «El presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró que la canciller argentina, Susana Malcorra, pertenece a la Agencia Central de Inteligencia de EE. UU. […] Estuvo aquí, la recibí yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller al señor [Mauricio] Macri, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en su programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV)». El 11.12.2015 en http://pajarorojo.com.ar/?p=20433 . También Patricia Bullrich reporta a “la agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura Alonso. El rumor que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y que le fue impuesta telefónicamente por el Departamento de Estado.
4 (del editor) Tanático: «En la mitología griega, Tánato o Tánatos (en griego antiguo Θάνατος Thánatos, ‘muerte’) era la personificación de la muerte sin violencia. Su toque era suave, como el de su [hermano] gemelo Hipnos, el sueño», en https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%A1natos
El presente artículo fue distribuido por la Agencia Latinoamericana de Información con sede en Quito, Ecuador, http://alainet.org Correo electrónico info@alainet.org , y editado por nosotros para su publicación en Ansina es…
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