El protagonista de la serie House of Cards, que inicia su tercera
temporada,
logra hacer de cada espectador un cómplice [dice Pomerianek]
Frank Underwood tiene apellido de máquina de escribir,
marcado acento sureño y una voluntad de poder arrolladora. Recibió formación
militar, estudió leyes, fue legislador por su distrito, jefe de bancada,
vicepresidente y ahora es el presidente número 46 de los Estados Unidos.
Siempre quiere más, por eso no es bueno ponerse adelante cuando el hombre anda
en busca de algo: Frank es uno de los seres más despiadados que ha dado la
política, la lealtad no es para él un valor y suele olvidar pronto cualquier
forma del cariño si tiene que desprenderse de alguien para llegar a la cima.
Hay una sola persona que lo acompaña en este tránsito al
poder infinito, su hermosa esposa, Claire, tan fría y distante como él y con
las mismas ansias de llevarse todo por delante. Advertencia: pese a que algunos
de los rasgos del matrimonio puedan sugerir ecos de personas conocidas en
diversos lugares del planeta, los Underwood viven en el mundo de la ficción,
afortunadamente.
Acabo de presentarles (o recordarles, según el caso) a los
personajes principales de House of Cards, la serie estadounidense basada en una
producción inglesa que estrenará en estos días su tercera temporada en Netflix
y que teniendo a Washington DC como escenario, abreva en las aguas de las
aventuras de antihéroes en el estilo Breaking Bad y Los Soprano: historias en
donde los protagonistas son los villanos y en donde son los personajes del
resto del elenco quienes deben defenderse de ellos.
Protagonistas que perfeccionan su talento y calidad para
hacer daño y manipular al otro, y en los que se conjugan todas las contradicciones
humanas que, por transición natural, pasan también a formar parte de los
sentimientos del público porque ¿cómo explicar el goce del espectador cada vez
que Frank consigue deshacerse de alguien o quedarse con un cargo haciendo a un
lado a su poseedor o destinatario natural? ¿Cómo explicarse que uno está
celebrando a un personaje que es la mismísima encarnación del mal? ¿O que
estamos esperando aún más daño, más perversión y más destrucción?
El retrato perfecto
Frank nació en 1959 en Gaffney, un pequeño pueblo de
Carolina del Sur, cuando aún la comunidad negra no había logrado la ley de
derechos civiles. Uno de sus ancestros luchó en la Guerra de Secesión, ama los
videojuegos, pero también jugar a los soldaditos y diseñar sus propios campos
de batalla. Su padre, hombre de campo, era alcohólico y murió relativamente
joven, a los 43 años. Frank lo detesta aún hoy, cuando él tiene 55 años. Lo
detesta tanto que será capaz de orinar en su tumba en medio de palabras
provocadoras y humillantes. Shakespeare sobrevuela a los Underwood, a través de
personajes como Macbeth y Lady Macbeth, Ricardo III e incluso Hamlet, aunque en
este caso no sea más que para invertir el amor por el padre muerto.
En materia de estudios, Frank asistió a The Sentinel, una
prestigiosa escuela militar y ahí tuvo alguna clase de relación homosexual con
un compañero. Luego estudió leyes en Harvard y llegó a la política para dedicar
sus horas, su fabuloso empeño y todos sus sentidos para acumular poder desde su
espacio como dirigente del Partido Demócrata. La política es para él el medio
para acumular poder: no es el dinero lo que Frank busca, no es el lujo, lo suyo
es la desesperación divina por estar cada vez más arriba, una vocación casi
monárquica, una desesperada necesidad de tener el mundo a sus pies.
Underwood trabaja su cuerpo y sus músculos a conciencia, así
como ejercita su mente para estar preparado para lo peor ("Hay dos tipos
de dolor: el que te hace fuerte y el inútil, que sólo te hace sufrir. No tengo
paciencia para cosas inútiles"). A su lado, hace años, está Claire
-brillante Robin Wright-, una mujer a la que ama "como el tiburón a la
sangre". Ella hace política a su manera desde el mundo de las
organizaciones no gubernamentales. Son una pareja perfecta, ninguno da puntada
sin hilo cuando tiene un objetivo. Sus cerebros son de hielo y puro cálculo.
Decidieron -decidió él en realidad y ella aceptó- no tener hijos para poner la
energía ahí donde necesitan para acercarse al objetivo. Son, también, una
pareja amplia a la hora del sexo; cada uno visita otras camas y a veces,
incluso, las visitan juntos. "Todo tiene que ver con sexo, menos el sexo,
que tiene que ver con el poder", recuerda él a Oscar Wilde. Todo es
especulación, interés, toma y daca (¿acaso es eso la política?). Ambos han
decidido recortar convenientemente sus biografías para armar el texto ideal
para presentar a la prensa y a los votantes. "No somos nada más ni nada
menos que lo que elegimos revelar de nosotros", dice Frank en determinado
momento. Antes de ir a dormir, el momento de concentrarse en pareja para ver
cómo avanzar en los planes del momento es fumando un cigarrillo, junto a una
ventana y casi a oscuras.
Meticuloso, Frank o Francis, como lo llama su mujer, es
obsesivo hasta el menor detalle con su aspecto y su figura tanto si está
vestido como en camiseta o desnudo. Un detalle: usa tiradores. Una de sus
debilidades: el cigarrillo. Uno de sus grandes placeres: comer vestido de punta
en blanco y a cualquier hora costillas de cerdo con la mano en un tugurio de Washington
manejado por Freddy, un hombre con un pasado lumpen y a quien Frank conoce
desde hace tiempo.
La lealtad según
Frank
Underwood -una memorable interpretación del actor Kevin
Spacey, también productor de la serie- es el rey del lobby, en una capital
donde el lobby es casi el principio constructivo del lugar. Se rodea de leales,
a quienes persigue minuciosamente y que son capaces de hacer de todo por él, si
bien es cierto que Frank es de aquellos que no tiene problemas en ponerse los
guantes para terminar cualquier tarea. Es paciente a la hora de respetar el
recorrido que se traza ("así se devora a una ballena: mordisco a
mordisco"), aunque se descontrola de manera descomunal si algo no sale
como estuvo planeado o si respira traición en su entorno. De hecho, la trama de
la serie arranca cuando el nuevo presidente incumple la promesa hecha a Frank
durante la campaña de nombrarlo secretario de Estado. Su ebullición casi no es
percibida por el otro: una de sus características es mantener una suerte de rostro
de piedra aun cuando por dentro hierve de odio. (¿Será ésa una de las facetas
de la política?)
En House of Cards, la ética es sólo para perdedores. Los
personajes más firmes en sus convicciones, aquellos que no se dejan seducir por
la corrupción, pierden, siempre pierden. Sólo ganan los duros, los implacables,
los que no tienen problemas a la hora de mentir con la mirada y con las
palabras, incluso a los seres más cercanos y a los más necesitados.
Para muestra de su filosofía de vida, un par de frases de lo
que a esta altura ya es posible llamar la biblia Underwood. Muchas de estas
sentencias, Frank se las dice directamente al público, ya que una de las
características de la serie es precisamente la mirada a cámara en ese falso
diálogo, lo que habitualmente en el mundo del espectáculo se llama la ruptura
de la cuarta pared.
. "Hay muchas cosas sagradas a las que les tengo
respeto: las reglas no están entre ellas."
. "Sólo hay una regla: cazar o ser cazado."
. "El éxito es una mezcla de preparación y
suerte."
. "No existe la justicia, sólo partes
satisfechas."
Hubo dosis de adelantos para esta tercera temporada,
aparentemente accidentales, como la filtración que permitió ver los capítulos
durante unas horas días atrás y en donde se pudo comenzar a respirar cómo será
la vida del matrimonio Underwood en la Casa Blanca y algunas frases muestran
que ella está cansada de verlo brillar y de esperar su turno para estar en el
centro de todo.
"Tengo casi cincuenta años. Estuve en el asiento del
acompañante por décadas", le dice la bella y distante Claire a su esposo,
el presidente. Y no, no es en este mundo, en estos países. Es ficción.
Quién es
Nombre y apellido. Frank Underwood
Edad. 55 años
Ficción. Nació en Carolina del Sur, tuvo entrenamiento
militar, estudió derecho y llegó a la política en el Partido Demócrata. Fue
legislador, jefe de bancada, vicepresidente y llegó a la presidencia en la
segunda temporada de la serie.
Realidad. House of Cards empieza esta semana su tercera
temporada por Netflix. Fue la primera serie online en ganar un Emmy (se llevó
tres de ocho nominaciones en 2013) y ganó dos Globo de Oro: en 2013, para Robin
Wright y, en 2015, para Kevin Spacey.
Nota del editor:
* Hinde Pomeraniek, la autora del texto, escribió el mismo especialmente
para la sección “Enfoques” del diario La Nación, de Buenos Aires, que lo
publicó el día domingo 22 de febrero de 2015. Se replica aquí, respetando el
contenido y la sintaxis del texto, con el único objetivo de que, habiendo sido
citado, pueda ser leído sin tener que ser buscado en su sitio original: http://www.lanacion.com.ar/1769829-frank-underwood-un-villano-fascinante-y-obsesionado-por-el-juego-del-poder
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