Hace añares, quizá unas cinco décadas atrás, vimos una
película polaca que, como otras, nos impresionó profundamente, El verdadero fin de la gran guerra, de
Jerzy Kawalerowicz (Prawdziwy koniec
wielkiej wojny, 1957).
Ahora quizá pueda encontrase en alguna cinemateca digital. En
Mar del Plata, en 2008, en el transcurso de su Festival de Cine, fue anunciada
en un ciclo de revisionismo cinéfilo. Probablemente, en nuestro caso, la vimos
en el legendario cine Cosmos o en el no menos legendario Cine Club Núcleo que
dirigía el siempre recordable Salvador Sammaritano, ambos en Buenos Aires, o la
proyectamos los militantes del Círculo Alfaro Siqueiros de la FJC argentina en
el Cine Club Cámara de San Fernando, en los deslindes provinciales del entonces
Norte del Gran Buenos Aires, en la primera mitad de la década de 1960.
Éste, como otros filmes de Kawalerowicz y los realizadores
del realismo polaco, checoeslovaco, ruso y francés –como el recientemente
fallecido Alain Resnais–, incursionaron profundamente en la problemática
intimidad de las personas tras la segunda gran guerra desatada en el siglo XX
por el capitalismo.
Aquella impronta cinematográfica y política nos marcó, nos
modeló, y nos permitió elegir paradigmas todavía vigentes aunque encapsulados
por las máquinas culturales de la desmemoria social. Al parafrasear el título
de aquella película en el de esta columna presente, “El verdadero fin del
capitalismo”, planteamos la continuidad de los efectos de la violencia clasista
en las psiquis y las relaciones familiares y sociales de sus nuevas víctimas
más débiles y laceradas.
Las hipócritas clases medias expresan a viva voz sus
presuntas vulnerabilidades ante la por ellos denunciada “inseguridad”
motorizada en los sectores marginales (marginados por el capitalismo, aunque no
lo digan).
Las dos fotografías que ilustran esta nota son actuales, y
exhiben realidades concretas. Una, la de la Villa 31, un gigante barrio de
habitantes pobres oriundos principalmente del interior argentino y de países hermanos en tragedias y luchas,
radicado en terrenos en desuso de las centrales estaciones ferroviarias de
Retiro y atravesado ahora por una autopista de acceso a la Ciudad de Buenos
Aires desde el norte del conurbano (Olivos, San Isidro, y Vicente López).
La otra fotografía muestra uno de dos polifacéticos centros
recreativos y comerciales privados construidos a la vera occidental del gran
estuario Del Plata, a no más de dos kilómetros del enclave de pobreza, el
llamado Costa Salguero (el otro es Punta Carrasco).
Dos diputados de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Gustavo Vera y Pablo Bergel, del bloque Verde Alameda, han
denunciado1 que mientras el Gobierno de la ciudad cuyo titular es
Mauricio Macri combate inclusive con el empleo de la violencia policial el uso
de espacios públicos por parte de pobladores pobres para implantar sus
viviendas familiares, simultáneamente, auxilia a empresarios adinerados a
construir en otros espacios públicos todavía mejor ubicados, libres de
gravámenes y del pago de derechos o cánones, sus emprendimientos lucrativos.
Dijo el legislador Vera al diario Página/12:
Hemos investigado a 40 de las 622
concesiones y comprobamos que restaurantes como Módena, o complejos recreativos
y deportivos como Punta Carrasco y Costa Salguero, locales bailables como
Tequila o Pachá, no abonan ningún tipo de canon desde hace varios años, o el
mismo es ínfimo respecto del usufructo que obtienen los empresarios […]Tildan
de delincuentes a aquellas personas que toman un terreno porque el gobierno
porteño les promete una casa desde hace varios años y no se las da, mientras
permite que empresarios usurpen terrenos públicos al no pagar ningún canon a la
Ciudad.
Nota:
1 Página/12,
4.3.2014, “Contra las usurpaciones VIP”: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-241028-2014-03-04.html
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