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jueves, 13 de marzo de 2014

¿Tres casos fatales? Habrá que vigilar…



A Glenn Ford, 64 años, en Louisiana (EE. UU.), le robaron la mitad de su vida. Estuvo treinta años preso y condenado a muerte por ser de piel oscura presumiéndose que había asesinado a un joyero blanco. Ahora, demostrado que no estaba en el lugar del joyero en el momento de su asesinato, fue liberado para que viva con su trauma a cuestas menos años que los que estuvo preso (buscar información en Internet).

En Buenos Aires se iniciará el juicio oral al conductor de un tren que chocó contra otro que lo precedía. Peritos técnicos corroboraron que el sistema de frenos funcionaba (buscar información en Internet).

Los pilotos del avión malayo que desapareció el sábado pasado con más de doscientos pasajeros a bordo luego de partir de Kuala Lumpur hacia Pequín, dijo una sudafricana ex pasajera de la aerolínea, solían durante el vuelo invitar a muchachas a visitar la cabina de comando de la aeronave para fumar y tomarse fotos (buscar información en Internet, pero, por favor, no se llame “escombros” a las partes o desechos que sean vistos flotando en el mar o caídos en tierra que puedan presumirse como partes de esta aeronave).

Son éstas nada más que tres noticias que se han difundido entre anteayer, 11 de marzo, y este jueves. Dentro de poco más de una semana en Argentina algunos rememoraremos con dolor y rabia una tragedia enorme y fundacional en nuestras tierras, que fue precedida pocos años antes en Chile y Uruguay. El Plan Cóndor de establecimiento a sangre y fuego del neoliberalismo imperial excedió los límites de estos países, abarcó a Bolivia, Brasil y Paraguay, y fue dirigido desde el norte nixoniano-tatcheriano y capitalista bang-bang (que “obamizado” sigue dirigiendo desestabilizaciones como en Ucrania o Venezuela). 

En Argentina el Ministerio de Interior y Transportes y con beneplácito de la sociedad hizo instalar cámaras de vídeo en las cabinas de manejo de los trenes, ello poco antes del suceso que llevó al conductor del tren a ser enjuiciado oralmente y probablemente condenado teniendo en cuenta las imágenes que registraron sus acciones mientras operaba el convoy.

Nosotros hemos manifestado que son conductas y hábitos culturales los que están facilitando las catástrofes sociales de menor o mayor magnitud. Es decir, conductas y hábitos promovidos por una sociedad capitalista y mercantil en la que el consumo irracional de artefactos tecnológicos trastorna las relaciones humanas.

En el interregno histórico hasta que democracias y modos de producción económica y cultural de nuevo tipo se instalen por decisión popular tenemos que poner nuestras miradas permanentes, además de sobre nuestros propios hermanos obnubilados por una presunta “posmodernidad” –incluyendo a los tripulantes de aeronaves, convoyes ferroviarios y otros vehículos– y sin prejuicios ni privilegios llamados “de género”, es decir de sexo u orientación sexual, sobre presidentes, ministros, jueces, legisladores, jerarcas de organismos internacionales y de entidades financieras de cualquier escala, gerentes, propietarios, jefes, asesores y socios de grandes negocios, sus maridos y esposas legales o de hecho, amantes circunstanciales o no, personal trainers, hijas, hijos, sobrinos y obsecuentes a sus servicios.

Por el momento y ante la urgencia para evitar la proliferación de más estupideces que desgarran nuestros ánimos habrá que severamente vigilar y castigar a quienes desde hace mucho nos vigilan y castigan. Hay que dejar de tener nosotros miedo para pasar a una nueva instancia de transición: que sean ellos los que lo tengan. Que se entienda: no estamos promoviendo la violencia sino la penalización popular de la violencia.

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