El 24 de marzo es una fecha cara y sufrida para la verdadera
historia suramericana. En 1976 significó la concreción final del Plan Cóndor.
Desde entonces el capital concentrado y sus aparatos de poder fáctico e
ideológico, una suerte de santísima trinidad, reconstituyó su dominio en la geografía
global. En Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina se consolidó
la etapa neoliberal primero impuesta a sangre y fuego para luego desvergonzada
y exitosamente ser coronada en virtuales plebiscitos. Se trata quizá de la
etapa más cruel de los últimos años y que llega a finales del siglo XX.
En la década de 1990 muchos argentinos y uruguayos, caída
del escenario mundial la
Unión Soviética, izquierdistas románticos y faltos de ideología
y voluntad se precipitaron en el conformismo que emanaba de los dictados
posmodernos. Hoy merodean subsistiendo en tanto “nuevos profesionales” de la política. Son
oportunistas y profundamente dañinos porque desvirtúan las voluntades
populares.
El periodista Alfredo Rabilotta en su artículo “Cuando el
imperio quiere, pero ya no puede”, distribuido por la Agencia Latinoamericana
de Información (ALAI) y que en nuestro blog publicamos antecediendo al presente,
define con claridad nuevas instancias en las que asoma el agotamiento y
desmoronamiento del auge del capitalismo que “reemplumado” cual Ave Fénix venía
aleteando desde fines de 1970 cuando lo remontaron primero la dupla Tatcher-Reagan
y luego el Consenso de Washington.
En 1988 y en Moscú, la economista comunista Elena Karpugina
nos explicaba a dos decenas de latinoamericanos que la URSS había perdido la
hegemonía en el proceso de la historia del siglo por sus moras en la
productividad masiva de saberes de ciencia y técnica y de bienes de alta
complejidad. Ponía como ejemplo que el Estado soviético se veía obligado a
vender en el mercado capitalista invenciones tecnológicas aún no aplicadas. La
llamada entonces “perestroika” finalmente abriría la puerta a la unificación
automática de las dos Alemanias producto de la segunda posguerra mundial y a la
desaparición del “socialismo real” en Eurasia.
En la misma época y en la misma ciudad también Kiva Maidanik1,
un intelectual marxista lucidísimo de entonces sesenta años de edad (fallecido
en 2006), en dos encuentros de un par de horas cada uno nos ilustró sobre la
complejidad de un proceso histórico que en aquella sociedad fue producto de
necesidades impostergables de las masas, contradicciones de la época y la oportuna
acción de las vanguardias políticas en el plano nacional e internacional, y que
promediando el siglo decayó entre otros factores dado los errores del aparato
intelectual burocrático. Pero Maidanik, tan buen ruso como Karpugina, y para
más guevarista, rescató la potencial voluntad para recomponerse del pueblo ruso
y su profunda identidad nacional. Lo traemos a colación ahora porque en la
contingencia actual en Ucrania y Crimea los degradados jerarcas del mundo norte-europeo-americano
subestimaron esa capacidad. Kiva, en 1988, se despidió de nosotros con abrazos,
besos y esta consigna: “Nos reencontraremos”.
En Venezuela, ahora –se repetirá en otros países–, se debate
con urgencia “qué hacer” con un montaje ideológico y de “acción” con el que se
quiere volver a los años mozos del neoliberalismo capitalista que fundara, como
puntualizamos en el primer párrafo, la etapa más cruel de las últimas décadas
del siglo XX, y que en Argentina está signada por los años 1975, 1976,
1982-1983 y 1990: un supremo oportunismo político, la dictadura genocida, el
optimismo ingenuo y la entronización de la política lumpen y farandulera.
Pueblos hermanos y muy cercanos, incluso más circunspectos, no escaparon del
modelo.
En unos días más los cancilleres de la UNASUR (Bolivia,
Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay, la propia Venezuela
y Argentina) se reunirán en Caracas para procurar un modo de resolución de los
conflictos que en Venezuela se han presentado crudamente, de manera que no se
menoscaben la democracia ni la autodeterminación política de las mayorías
populares que eligieron a Chávez y a su sucesor Maduro para conducir a la nación. Según ha
trascendido al papa Francisco le preocupan mucho América Latina y el Caribe. El
periodista de política internacional y sociólogo Pedro Brieger ha dicho hoy
mismo que podría haber, aunque es por ahora imposible confirmarlo, una
mediación del titular del Vaticano. La presidenta Cristina
Fernández, quien recientemente se entrevistara con Bergoglio,
dijo que él le había expresado su profundo interés en que los gobiernos de
América del Sur se mantuvieran unidos.
Pero no todas son rosas en el difícil camino que los pueblos
necesariamente tienen que transitar para salir de los atascaderos de la época,
con sus dirigentes a la cabeza o metafóricamente con la cabeza de sus
dirigentes.
En Uruguay y Argentina hay una disputa de ideas en torno a
si corresponde la construcción y sostenimiento de un capitalismo “racional”
(atención, se ha dicho racional y no nacional, aunque ambas ideas van de la
mano) que resuelva la satisfacción de las necesidades populares. En otros
pueblos hermanos esa cuestión no parecería estar en tan fuerte debate. En
Argentina el concepto de capitalismo racional está acunado en los nuevos
centros académicos. La propuesta se articula con repetidas manifestaciones
conceptuales ahora y también antes de Cristina Fernández y Néstor Kirchner.
Malogrados
oportunismos y coros aplaudidores
En Argentina no se ha logrado todavía destrabar un conflicto
gremial por reclamo de salarios justos de los educadores de enseñanza
preescolar, primaria, secundaria y terciaria. La Provincia de Buenos Aires está
a la cabeza de la intransigencia de su conducción política que no actuó de
igual manera cuando los reclamos fueron hechos por miembros de la policía. Hace apenas
cuatro meses, en diciembre de 2013, el gobernador Scioli acordó pagar a los
agentes de esa fuerza un salario inicial de 8.570 pesos. Los educadores
pretenden ahora un mínimo inicial de 4.860 de la misma moneda, que para
equipararse al inicial policial implica trabajar en dos cargos, es decir, en el
aula, por ejemplo, de 7:30 a 17:30, y en casa por lo menos tres horas diarias
más para corregir y preparar clases, sin contar el tiempo de los traslados y
los gastos en movilidad y alimentación fuera del hogar para desempeñar una
tarea difícil y desgastante durante por lo menos diez horas cada día.
La
presidenta Cristina Fernández se ha quejado
con justa razón en su reciente gira por Italia y Francia del “doble estándar”
de los países dominantes en Europa y América del Norte que niegan la legalidad
del referendo en Crimea de retorno de esa península y su población a su antigua
y geográfica pertenencia a Rusia, pero la afirman cuando protagonizan una parodia
de autodeterminación los habitantes ingleses implantados en las islas Malvinas
a muchos miles de kilómetros del asiento de la graciosa majestad que los
gobierna. En Argentina también hay dobles estándares: tiene mejor salario un
policía encargado de reprimir delitos en la mayoría de los casos consecuencia
de las injusticias sociales que un educador que debe empeñarse en desarrollar
conocimientos y actitudes de buena sociabilidad en sus discípulos.
Que muchas maestras, maestros y otros docentes no están a la
altura de las circunstancias también es cierto, pero no podrán estarlo mientras
sufran las penurias a las que están sujetos aunque en cuotas hayan comprado su
primer “cero kilómetro” o un telefonito “más o menos” inteligente (el negocio
ha sido de quienes se los venden y financian, no de los compradores). Un
educador que no pida licencia porque se enferma y que no proteste con huelgas
sino que se perfeccione en su tarea y rinda socialmente –es necesario que esto
lo comprendan cabalmente los progenitores y familiares de sus estudiantes– debe
percibir un salario suficiente no menor al de un policía, por caso, a cambio de
solamente seis horas reloj de desempeño: cuatro con alumnos y dos para estudio
propio y otras tareas escolares en el mismo edificio de desempeño.
En sorna, hace pocos días, escribimos que ante el cuadro
pintado una alternativa para estos trabajadores sería reclamar, con el pretexto
de la tan publicitada inseguridad, el suministro de armas de fuego para portar
y posteriormente amotinarse en las escuelas exigiendo mejores salarios.
Los oportunismos del lado occidental del río De los Pájaros
y del gran estuario tienen sus equivalentes del lado oriental. Ahora resulta
que es un acierto político decir que sí a Obama cuando a través de su embajadora
pide que Uruguay de “hospitalidad” (y de paso les eche miraditas) a cinco
todavía secuestrados en Guantánamo que pronto irían a liberar. Pero los
históricos “alquistas” y “océanopacifiquistas” Miltons, Wilsons y Washingtons
blancos y colorados han puesto ahora el grito en el cielo. Cuanto más
“amigable” con ellos aparece el Gobierno más le meten trancas y chicanas
(¿siguen el mismo plan de acción con el que se acomete contra otras “corruptas
dictaduras populistas” movilizando a franjas sociales confundidas?).
¿Debería haberle sugerido Mujica al Presidente de EE.UU. por
intermedio de su propio canciller, o si se quiere con menos rango a través de
la embajadora de aquél, que lo que debía hacer era liberar inmediatamente a esas
personas secuestradas en la base de Guantánamo, transportarlas a sus países de
origen y devolverlas a sus comunidades y familias suficientemente indemnizados
todos según las leyes internacionales más beneficiosas, y pedir perdón ante el
mundo entero por cada uno de los miles de secuestrados, perseguidos, torturados
y asesinados por su aparato policíaco-militar. Y sugerirle también que si no lo
dejaban hacerlo renunciara sin más?
Habría sido así, sin duda, si otros resultados hubiera dado
una consulta de opinión con el título “¿Qué le pediría usted a Barack Obama?”
hecha a sus lectores por la edición digital del diario El País en la semana recientemente concluida, y en relación con los
anuncios que motivan estos párrafos. El diario ofreció alternativas para
elegir, 85,03 % de quienes respondieron se repartieron de esta manera:
29,45 %: Que se quite el requisito de
visa para viajar a EE.UU.
24,47 %: Que adquiera productos que
Argentina traba.
18,76 %: Ampliar cuotas de ingreso [por
importación] de carnes y cítricos [uruguayos].
12,35 %: Que financie obras.
Nota:
1 Kiva Lvóvich Maidanik (Moscú 1929-2006) fue un
historiador y politólogo soviético, e investigador del Instituto de Economía
Mundial y Relaciones Exteriores de la Academia de Ciencias. En contacto
permanente con líderes latinoamericanos tras los numerosos viajes realizados a
nuestros países y estudioso de las ideas de Ernesto Che Guevara, entre 1980 y
1987 estuvo expulsado del Partido Comunista de la Unión Soviética
por haber mantenido “contactos no autorizados con extranjeros”. En 1988,
retirado esos cargos y restituido su rol académico, no se quiso reincorporar al
partido que lo había expulsado.
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