La montevideana porteña Mercedes Vigil, novelista y miembro
de la Academia Nacional de Letras de Uruguay, quizá, con gesto de sutil
desagrado, arrimó un perfumado pañuelito a las fosas de su empolvada nariz para
decir lo que dijo. No se animó, pareciera, como señoras de su clase lo hacen
con la Presidenta argentina, a denostar a Lucía Topolansky –senadora, candidata
a intendente de la capital uruguaya y compañera de vida del también senador y
ex presidente José Mujica– nominándola hembra equina, tal se hace en barrios
“bien” de Buenos Aires y sus aledaños, como por caso algunos countries y Punta del Este. No, simplemente dijo que es «una
de las mujeres menos aseada que he conocido».1
La señora Vigil, la de la foto, en un reportaje de Revista V12 Club Privado (?) manifestó
que la suya es una familia de literatos:
Creo que hay mucho genético, desde
que hubo un Vigil en estas tierras siempre tuvo algo que decir con la palabra
escrita. Constancio Vigil, Carlos y Daniel Martínez Vigil fundaron entre otras
la revista Literaria, la Alborada [sic].
Mi abuelo y mi bisabuelo eran abogados y políticos, pero también escribían de
todo porque sentían la necesidad de contar cosas. Yo lo hago desde chica con
poesía, cuentos cortos y novela histórica desde hace 15 años [sic].2
Constancio Cecilio Vigil, quizá su bisabuelo, nació
políticamente blanco, en Rocha, Uruguay, durante 1878, hijo de un periodista,
editor y político del Partido Nacional. Sus primos de San José de Mayo
militaban en el Partido Colorado. En Montevideo, muy joven, es cofundador de la
revista Alborada, y con veinte años
de edad es un acérrimo crítico de la intervención estadounidense en el proceso
de la independencia cubana de España. Como tantos jóvenes intelectuales de la
época, en una banda como en otra del gran estuario Del Plata, la “madurez” los devolvería
a naturales posiciones reaccionarias, como sucedió con el argentino Leopoldo
Lugones3.
Cuando en 1903 Constancio Cecilio se traslada a Buenos Aires
para desenvolver lejos del liberalismo cultural de José Batlle y Ordóñez una
prolífica actividad de escritor y empresario, autor de anecdótica literatura
moral para niñas y niños y simultáneamente fundador de la Editorial Atlántida.
A la variedad de publicaciones periódicas que editaba y que cubrían el espectro
social de las capas medias (entre otras Mundo
Argentino, La Chacra, Para Ti y El Gráfico), sumó en 1919
a Billiken. El
momento no era anodino: desde hacía un año un fenómeno histórico mundial
conmocionaba a los trabajadores: la revolución bolchevique. Ésta y otras
acciones de Vigil concomitantes con su proyecto político-confesional fueron las
que hicieron que el recordado Papa Pío XII le confiriera la llamada Cruz
Lateranense.
En un reportaje que
en 2002 le hiciera Manuel Barrero al guionista de historietas y estudioso de
ese género Carlos Trillo, éste manifestó sobre Billiken su experiencia ocurrida treinta años después de su
creación, promediando el siglo XX:
En los [años] cincuenta era la revista de
mayor circulación de la Argentina y su tirada superaba los quinientos mil
ejemplares. Vigil era un señor reaccionario que escribía máximas de vida para
los niños, bastante horribles, vistas desde el ahora. Pero su publicación
tenía, para nosotros, el encanto de la aventura: largos relatos, historietas,
un humor ingenuo y entrañable, nos atrapaba semana a semana. Se podrían decir
cosas espantosas acerca de la ideología de este antiguo y aún existente
semanario. Pero nos acercaba a la lectura de algunos viejos clásicos de –por
ejemplo– Gastón Leroux, a las historietas norteamericanas (Billiken fue el primer editor de Superman en la Argentina), a los
relatos de Fola y Vidal Dávila, sucesores seguramente de los personajes de
Rudolph Dirks y otros viejos maestros.4
Un
nieto del fundador, con su mismo nombre y apellido pero nacido en Buenos Aires
en 1936 –probablemente tío, cercano o lejano, de la montevideana Mercedes
nacida en 1957– en 1954 asume la conducción de los emprendimientos del abuelo
recién fallecido, entre ellos también de Billiken.
El papel de la revista durante la dictadura cívico militar que en 1976
iniciaran José “Joe” Martínez de Hoz, otro heredero famoso,5 Rafael
Videla y Emilio Massera, fue abordada por Paula Guitelman, licenciada en
Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, en su libro La infancia en
dictadura, Buenos Aires, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2006.
Entrevistada
por el suplemento “Radar”, del diario Página/12, Guitelman explica que
«Las revistas para adultos de la
editorial mostraban una posición totalmente funcional a la dictadura; a mí me
interesaba saber qué pasaba con la revista infantil, si aparecía o no en Billiken alguna alusión al golpe
militar. Lo primero que me sorprendió fue la omisión total de la dictadura. No
sólo porque no aparece mencionada en ningún lado sino también porque resulta
raro que en un revista que recurría permanentemente a cronologías tales como
“Qué fue lo más importante que pasó en el año 1976” o “en 1977”, el 24 de marzo no
apareciera y en cambio sí se celebrara el centenario del nacimiento de
Constancio C. Vigil (fundador de la revista) o los premios de Nadia Comaneci».
La autora califica a la revista, explica Página/12:
«autorreferencial, moralizante, dueña de una euforia cientificista casi
profética, obsesivamente higienista y hasta racista; en fin, un perfecto
compendio del peor sentido común argentino. ¿Operación macabra o la mayor
sutileza en el arte de la coerción infantil? Guitelman prefiere evitar el
juicio: “Cualquiera puede ver estas notas, todo estaba ahí. Y cualquier padre
puede haber comprado las figuritas del 25 de Mayo para su hijo sin advertir que
en los detalles más pequeños se estaba legitimando la idea de autoridad,
obediencia y disciplina. Por eso me interesó la revista: era la entrada a una
vida cotidiana que se continuaba más allá del miedo”».6
“Otro” Mercedes
Refiere
Eduardo Anguita en su libro Grandes hermanos. Alianzas y negocios ocultos
de los dueños de la información:
Los Vigil se alinearon con la
dictadura de Videla y sacaron [la revista] Somos
a su medida. El destape de la represión y la censura nuevamente encontraron a
Atlántida del lado del cambio, aunque desgastada y con importantes pérdidas en
los balances desde 1987. La llegada del menemismo encontró a los primos Aníbal
y Constancio Vigil al frente de la editorial.
La licencia de Canal 11 y de una
red de diez canales del interior [de Argentina] fue otorgada a Atlántida
Comunicación, un consorcio en el cual Editorial Atlántida tenía una
participación accionaria no mayoritaria. El consorcio era un conglomerado donde
había empresarios del interior con tradición en televisión –como el santafecino
Pedro Simoncini– y otros que le sumaban alcurnia y brillo al menemismo. Es el
caso de Avelino Porto, rector de la [privada] Universidad de Belgrano y
[entonces] futuro ministro de Bienestar Social, o el de Santiago Soldatti, de
Comercial del Plata, ligado a los nuevos negocios del Citicorp y de Telefónica.
El consorcio bautizó al 11 como Telefé y enseguida se encontraron con
problemas.
Tanto Aníbal como Constancio Vigil
participaban en el directorio. Al poco tiempo se supo que el Mercedes Benz de
Constancio, que jugaba al golf con Menem, formaba parte del lote de coches de
ricos y famosos comprados sin pagar impuestos. Gozaban del régimen de excepción
para conductores minusválidos, poniendo el coche a nombre de algún
discapacitado que les firmaba un permiso de conducción a cambio de algún
dinero. En el caso de Constancio se trataba de un ascensorista del edificio de
Atlántida. El escándalo lo apartó del directorio de Telefé, aunque no de la
editorial.7
Lo mío ahora, deseo ponerlo suficientemente en claro, no es
animadversión por la tan “clasista” como grosera Mercedes Vigil y sus parientes.
Para nada, solos se cuecen.
Notas:
1 Véase, y luego no se vea nunca más… http://mercedesvigil.blogspot.com.ar/2015/03/respuesta-por-mis-silencios.html
En este artículo, Mercedes Vigil, quien en 2010 fue declarada Ciudadana Ilustre
por la Junta Departamental de Montevideo, dice que no desea escribir de
actualidad «porque todo es muy bizarro»: «Reitero, estamos patas para arriba y
si no baste con observar como la favorita para ocuparse – entre otras cosas– de
la limpieza de nuestra sucia capital a una de las mujeres menos aseada que he
conocido. »
3 Leopoldo Lugones nace en la Provincia de Córdoba en
1874, apenas cuatro años antes que Vigil. Ya veinteañero se casa y tiene un
hijo, “Polo”, y con mujer y aquél se trasladan a Buenos Aires. Allí tanto traba
relación con un grupo de literatos socialistas en el que están Alberto
Gerchunoff, Manuel Baldomero Ugarte y Roberto Payró como con Mariano de Vedia,
quien le presenta a Julio Argentino Roca, por entonces Presidente de la nación,
concluida la campaña de genocidio de pueblos originarios y exitosamente
promovido el capitalismo agropecuario. Lugones transita el socialismo, vira
hacia el liberalismo y llega al fascismo. Su “pecado de juventud” fue,
probablemente, editar junto con José Ingenieros, la revista La Montaña (1897, véase http://labrokenface.com/la-montana-el-periodico-revolucionario-de-lugones-e-ingenieros/),
en la que se urgía a la revolución obrera y se parodiaba a “poetas burgueses”.
El único hijo del autor de La guerra
gaucha (1905), con su mismo nombre y apellido, en 1930 es nombrado
Comisario Inspector de la Policía de la Capital por el dictador José Félix
Uriburu. Ocho años después, a los sesenta y cuatro de edad, Lugones padre se
suicida ingiriendo una mezcla de cianuro y whisky.
5 “Joe” Martínez de Hoz, quien falleció en 2013, fue
nieto de José Toribio Martínez de Hoz, fundador de la Sociedad Rural Argentina
y especial beneficiario del antes referido genocidio aborigen conocido como
“Campaña del Desierto”, al que apoyó política y económicamente: por lo que
recibió en compensación 2.500.000 hectáreas de campo. Véase Felipe
Pigna, Los mitos de la historia argentina, Editorial Norma, Buenos Aires, 2004.
7 Eduardo Anguita, Grandes
hermanos. Alianzas y negocios ocultos de los dueños de la información,
Editorial Colihue, Buenos Aires, 2002. Pp. 66/67
No hay comentarios:
Publicar un comentario