No estamos anonadados. Ni sorprendidos. No sentimos
vergüenza ajena. No nos dan lástima, ni suponemos que sean absolutamente
idiotas. Sí, deducimos que son mercenarios, bailan y vociferan según el pago,
hacen daño. Conscientemente hacen mucho, muchísimo daño. Para ello se manejan
con argucias de clase y otras trampas, como por caso no involucrar al
presidente de la nación en la que ejercen la diatriba. Están descontrolados (porque
en sus profundas intimidades tienen miedo, miedo de sí mismos, de las
consecuencias de sus propios actos).
Vamos a reproducir, íntegra, la nota editorial publicada
hoy, 16 de abril de 2015, por un diario que se distribuye profusamente en un
país suramericano. No hemos hecho revisión gramatical ni tampoco siquiera
ortográfica del texto en el que, por ejemplo: se ha escrito “pretensiosos” en
lugar de pretenciosos, se emplean comillas inglesas para las citas en lugar de
las pertinentes latinas, se escriben no con letras sino con números las
cantidades imprecisas de tiempo o edades “por más de 60 años”, se cita una obra
literaria publicada como libro sin el título en bastardillas sino con comillas
como si se tratara de sólo un artículo, los vocablos en otros idiomas se
incorporan como si fueran del propio de la publicación, hay errores de
concordancia y, además, no se indican las fuentes de las citas…
Dicha nota editorial, que carece de firma pero debe asumirse
que de ella se hacen responsables los editores y directores del diario, hasta
la hora 11:30 tuvo 45 menciones en Facebook y dos en Twitter. Al pie el link
para quienes quieran comparar la fidelidad de los dichos.
G. E.
Editorial
Obama, la Cumbre y Galeano
Las agencias internacionales de noticias tienen una capacidad de síntesis
envidiable. Tras la reciente Cumbre de las Américas de Panamá, una de ellas
envió un despacho titulado “las frases de la Cumbre”, donde recogía algunas
expresiones de los presidentes que concurrieron.
Leerlas no solo daba una idea clara
de lo que allí pasó, sin necesidad de pasar por sesudos y pretensiosos
análisis. Generaba además una sensación de desconsuelo por el nivel de buena
parte de la dirigencia regional.
“Lo más importante es liberarnos
políticamente y a nivel económico, de la dominación imperial”, fue la frase
seleccionada del presidente boliviano, Evo Morales. “Pocos capturan la riqueza
de nuestros países, pero la historia no podrá ser detenida ni tapada”, fue lo
más destacado del venezolano Nicolás Maduro. “A Obama no le gusta la historia.
A mí me encanta, porque ayuda a entender qué pasó. Cuba está aquí porque luchó
por más de 60 años con una dignidad sin precedentes. Estamos muy contentos de
venir a presenciar este histórico triunfo de la Revolución Cubana”, sentenció
con su habitual tono imperial la presidenta argentina Cristina Fernández.
El ecuatoriano Rafael Correa, en
tanto, dijo que “nuestros pueblos nunca más aceptarán la tutela, la injerencia
y la intervención”. Para agregar luego que “una mala prensa es mortal para la
democracia y la prensa latinoamericana es mala, muy mala”.
Irónicamente, el más pragmático fue
Raúl Castro, cuya expresión más destacada fue que “continuaremos en el proceso
de modernización de modelo económico de Cuba”.
Frente a esta retahíla de
victimización y autocomplacencia, las palabras del presidente de los Estados
Unidos, Barack Obama, sonaron chocantemente elegantes, inteligentes,
desafiantes. “Me encantan las clases de historia que recibo aquí. Soy el
primero en reconocer que la aplicación de los EEUU en los derechos humanos no
siempre ha sido consistente. Sin embargo podemos decir que tenemos una apertura
hacia el cambio”. “Nosotros podemos pasar mucho tiempo hablando de agravios y
de injusticias pasadas y supongo también que es posible utilizar a los EEUU
como una gran excusa muy cómoda debido a los problemas políticos que pudieran
suceder a nivel nacional. Sin embargo, eso no es lo que va a aportar progresos,
eso no es lo que va a resolver problemas de los niños analfabetos y eso no hará
que nuestros países sean más productivos y competitivos en una economía global”,
subrayó.
Obama se tomó el tiempo para
recordar el reciente aniversario de las protestas raciales en Alabama, donde
hace apenas 50 años (¡50 años!) se libró una batalla pacífica que logró cambiar
el rostro del país más poderoso del mundo. Y que, entre otras cosas, habilitó a
que alguien como Obama pudiera estar ahora sentado en la Casa Blanca.
Como si hiciera falta mucho más, y
con un swing y una elegancia que no dan los votos, Obama retrucó lapidariamente
a su par ecuatoriano. “Quizá el presidente Correa tenga más confianza que yo en
la distinción entre la prensa buena y la mala. Creo que hay mala prensa. Sin
embargo, esa prensa sigue hablando libremente en mi país, porque yo no confío
en un sistema en el que una sola persona tiene el poder de hacer esa
determinación”.
Pocos días después, y miles de
kilómetros al sur, moría a los 74 años Eduardo Galeano. Un hecho sintomático,
ya que su obra “Las venas abiertas de América Latina”, es el texto constitutivo
y definitorio de la ideología que domina a casi todos estos mandatarios
latinoamericanos, integrantes de la “ola progresista” que campea hoy en la
región. Una ideología hemipléjica, sectaria, demagógica. Que culpa siempre a
alguien de afuera por los problemas históricos de una región repleta de
riquezas y que sin embargo es de las más pobres y desiguales del mundo. Pero
peor que esto, una ideología vieja, concebida como vidriera para vender un
sistema político que el mundo en el último medio siglo ha visto fracasar de
manera patética en cada lugar donde se intentó llevar adelante.
Y que sin embargo, como parte de
ese realismo mágico que tan bien nos define culturalmente, en nuestro
continente sigue floreciendo. Financiada ahora por un ciclo económico
favorable, que parece estar llegando a su fin, desnudando las carencias e
inmoralidades de quienes no supieron sacarle el provecho adecuado. Mientras que
países y regiones mucho más pobres, mucho más castigadas, apelando al
pragmatismo y a la ausencia de resentimiento, han despegado y dado a su gente
una calidad de vida mejor.
Para ser gente que dice querer
tanto la historia, es asombroso lo poco que nuestro dirigentes regionales están
dispuestos a aprender de ella.1
Nota:
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