El
servicio informativo Alai-amlatina
ha distribuido el artículo “La deuda bilateral germano griega” (http://www.alainet.org/es/articulo/168906),
del economista peruano Oscar Ugarteche, docente e investigador en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinador del Observatorio Económico de
América Latina del Instituto de Investigaciones Económicas de esa Universidad
(OBELA - IIEc), en colaboración con Tesalia Valencia, miembro del mismo OBELA.
El artículo fue originalmente publicado en http://www.obela.org/taxonomy/term/2955.
La presente versión tiene revisión de estilo editorial. G. E.
El
caso de la deuda griega tiene semejanzas con el del monumental crecimiento de
la deuda pública argentina producto de la “estatización” de las deudas privadas
de las oligarquías beneficiarias del marco capitalista financiero
internacional. En Argentina el diseño y la ejecución del cuantioso y oneroso
incremento de la deuda externa del Estado argentino se originó durante la
dictadura cívico militar de 1976
a 1983, con la dirección de José Alfredo Martínez de Hoz
desde el Ministerio de Economía, y la de un joven cordobés al frente del Banco
Central: Domingo Cavallo.
La
familia Martínez de Hoz, se sabe, resultó en el siglo XIX una de las más
beneficiadas con la expansión del capitalismo agropecuario a partir del
genocidio de los pueblos originarios de la llamada pampa húmeda, que llevó
adelante el general de ejército luego ungido presidente Julio Argentino Roca.
Un joven brillante
Domingo
Cavallo (21 de julio de 1946), un tecnócrata formado en las universidades de
Córdoba (Argentina) y Harvard (EE. UU.), y sostenido por fundaciones
empresarias, contaba solamente veinticuatro años de edad cuando fue nombrado
profesor en la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad Católica,
también de Córdoba y, además, Director del Banco de esa provincia argentina.
Con treinta y seis años fue presidente del Banco Central, en la última etapa de
la dictadura cívico militar, cuando se instrumentaba la institucionalización de
sus desmanes económicos y delitos de lesa humanidad. Entre 1991 y 1996, desde
sus cuarenta y cinco años y hasta sus cincuenta, fue ministro de Carlos Saúl
Menem (primero de Relaciones Exteriores y luego de Economía), y para el remate
popular en 2001 fue nombrado nuevamente ministro de Economía por Fernando de La
Rúa, poco antes del derrumbe de aquel Gobierno.
Véanse
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_deuda_externa_argentina
y http://es.wikipedia.org/wiki/Domingo_Cavallo
Por Oscar Ugarteche y Tesalia Valencia,
“La deuda bilateral
germano griega”:
La estructura de la deuda griega es mayormente oficial, con otras entidades públicas europeas, y con vencimientos de largo plazo a intereses bajos. Esta es una transformación de la deuda original que era con acreedores privados pero estos fueron rescatados y su deuda trasladada a los gobiernos. De esta manera, el verdadero problema para Grecia reside en la postura de sus acreedores, ya que estos consideran que, si bien, la ruptura de las negociaciones profundizaría la crisis griega, los riesgos sistémicos para la llamada zona euro y la Unión Europea serían muy inferiores a lo que habrían sido hace unos años, es decir, que la fase “grave” de la crisis del euro ya ni siquiera es comparable a cuando los bancos importantes desde el punto de vista sistémico –acreedores privados– estuvieron expuestos y con un riesgo latente de un efecto dominó que amenazaba a toda esa zona euro. El enfrentamiento es entre los gobiernos griego y alemán, éste detentor de gran parte de la deuda privada rescatada.
Alemania es el acreedor bilateral más grande. Si Alemania y Grecia no están dispuestos a moverse para llegar a un acuerdo, entonces el nuevo juego griego, de colocar las deudas de la Segunda Guerra Mundial en la mesa de negociaciones, cambia su postura y obligará a que Alemania y Estados Unidos se pronuncien sobre qué pasa con el acuerdo de 1953, y por qué en 1990 no se reconsideraron los pagos de reparación (Ver “Grecia: la reparación de guerra pendiente”, en http://www.alainet.org/es/articulo/168904).
Alemania Federal reparó a los hijos de los muertos en campos de concentración pero no a Grecia ni a España como Estados ocupados o atacados. En todo caso, a diferencia de los pagos a los hijos de los muertos, la reacción del ministro alemán de Economía a la exigencia griega ha sido decir que “es una estupidez”.1 El ministro debería explicar qué pasó con el artículo 5º sección 2ª del Tratado de Londres después de la reunificación, y por qué no se respetó.
Hay una campaña de recolección de firmas entre académicos que comenzó en 2011 para que Alemania repare la deuda a Grecia, que tiene ya más de doscientas mil firmas (http://www.greece.org/blogs/wwii/), y sin duda habrá otra nueva recolección de firmas de ciudadanos del mundo. Lo que está sobre la mesa ahora es el prestigio alemán de un lado y su intransigencia del otro, mientras Grecia no parece tener mucho que perder después de la caída de 25 % en su PIB y de 30 % en los salarios. Pese a la disminución del riesgo de un contagio financiero importante, una profundización de la actual crisis griega afirmaría, por un lado, la condena de la economía de dicho país hacia una escasez extrema de liquidez y, por el otro, pondría en evidencia la inestabilidad de la cooperación europea dadas las repercusiones políticas derivadas de los desacuerdos entre el nuevo gobierno heleno y las instituciones de la Unión Europea. Para minimizar efectos laterales Grecia cumplirá con pagar con el FMI, el menor de sus problemas y puerta de entrada del Tesoro estadounidense.
Este trasfondo resulta decisivo para las negociaciones actuales, ya que revela que el objeto del rescate de Grecia no ha sido el de restaurar la prosperidad del pueblo heleno sino salvar a la banca privada. En este contexto se justifica plenamente que el nuevo Gobierno cuestione las condiciones que se le han impuesto al país, y reaccione con decisiones unilaterales de emergencia, como fue el caso de la ley para paliar la crisis humanitaria, que incrementó la tensión y puso en jaque la posibilidad de un acuerdo para prorrogar el nuevo crédito del país. Grecia no necesita más créditos sino una reducción de saldos, evidentemente.
Mientras tanto, lo único seguro hasta la fecha ha sido un breve respiro por parte de la Comisión Europea al decidir aportar 2.000 millones de los fondos europeos no gastados, con el fin de identificar proyectos inmediatos que permitan impulsar el crecimiento, el empleo –particularmente el juvenil– y luchar contra la crisis humanitaria de Grecia, cuyas bolsas de pobreza no han dejado de crecer en el último lustro de reformas, recortes y demás. En tanto, la presión en el calendario también ha ido en aumento, llevando al Gobierno del primer ministro Alexis Tsipras a un compromiso obligado para acelerar los detalles de las reformas que aseguren unas finanzas públicas saneadas, a cambio de la posibilidad de nuevos fondos.2
Finalmente, la posibilidad de una salida de Grecia de la “zona euro”, junto con la agitación política y financiera dentro del país no es una opción viable, ya que se interpretaría como una importante derrota para la integración europea, en particular después de las arduas medidas adoptadas para mantener ilesa la unión monetaria. La reinstalación de la moneda griega dracma generaría una salida masiva de capitales ante sólo su anuncio, situación análoga a la de Ecuador y El Salvador, hoy dolarizados pero que se pensó saldrían del dólar con gobiernos de izquierda. En cuanto a deuda, Grecia ha colocado un nuevo juego y Alemania deberá de explicar por qué el acuerdo de 1952 no ha sido respetado. Esto seguramente llevará el caso a un arbitraje internacional como el de 1970. Mientras tanto, en cuanto a la integración Europea, es necesario que ambas partes aprovechen la oportunidad para formular una estrategia cooperativa que permita mirar hacia el interior de la estructura para identificar y redimir los sesgos en el proceso de integración en aras de lograr avances reales hacia un futuro más estable para Europa en su conjunto. Hoy el problema de deuda es griego, cuando suban las tasas de interés será un problema de otros países también.
La estructura de la deuda griega es mayormente oficial, con otras entidades públicas europeas, y con vencimientos de largo plazo a intereses bajos. Esta es una transformación de la deuda original que era con acreedores privados pero estos fueron rescatados y su deuda trasladada a los gobiernos. De esta manera, el verdadero problema para Grecia reside en la postura de sus acreedores, ya que estos consideran que, si bien, la ruptura de las negociaciones profundizaría la crisis griega, los riesgos sistémicos para la llamada zona euro y la Unión Europea serían muy inferiores a lo que habrían sido hace unos años, es decir, que la fase “grave” de la crisis del euro ya ni siquiera es comparable a cuando los bancos importantes desde el punto de vista sistémico –acreedores privados– estuvieron expuestos y con un riesgo latente de un efecto dominó que amenazaba a toda esa zona euro. El enfrentamiento es entre los gobiernos griego y alemán, éste detentor de gran parte de la deuda privada rescatada.
Alemania es el acreedor bilateral más grande. Si Alemania y Grecia no están dispuestos a moverse para llegar a un acuerdo, entonces el nuevo juego griego, de colocar las deudas de la Segunda Guerra Mundial en la mesa de negociaciones, cambia su postura y obligará a que Alemania y Estados Unidos se pronuncien sobre qué pasa con el acuerdo de 1953, y por qué en 1990 no se reconsideraron los pagos de reparación (Ver “Grecia: la reparación de guerra pendiente”, en http://www.alainet.org/es/articulo/168904).
Alemania Federal reparó a los hijos de los muertos en campos de concentración pero no a Grecia ni a España como Estados ocupados o atacados. En todo caso, a diferencia de los pagos a los hijos de los muertos, la reacción del ministro alemán de Economía a la exigencia griega ha sido decir que “es una estupidez”.1 El ministro debería explicar qué pasó con el artículo 5º sección 2ª del Tratado de Londres después de la reunificación, y por qué no se respetó.
Hay una campaña de recolección de firmas entre académicos que comenzó en 2011 para que Alemania repare la deuda a Grecia, que tiene ya más de doscientas mil firmas (http://www.greece.org/blogs/wwii/), y sin duda habrá otra nueva recolección de firmas de ciudadanos del mundo. Lo que está sobre la mesa ahora es el prestigio alemán de un lado y su intransigencia del otro, mientras Grecia no parece tener mucho que perder después de la caída de 25 % en su PIB y de 30 % en los salarios. Pese a la disminución del riesgo de un contagio financiero importante, una profundización de la actual crisis griega afirmaría, por un lado, la condena de la economía de dicho país hacia una escasez extrema de liquidez y, por el otro, pondría en evidencia la inestabilidad de la cooperación europea dadas las repercusiones políticas derivadas de los desacuerdos entre el nuevo gobierno heleno y las instituciones de la Unión Europea. Para minimizar efectos laterales Grecia cumplirá con pagar con el FMI, el menor de sus problemas y puerta de entrada del Tesoro estadounidense.
Este trasfondo resulta decisivo para las negociaciones actuales, ya que revela que el objeto del rescate de Grecia no ha sido el de restaurar la prosperidad del pueblo heleno sino salvar a la banca privada. En este contexto se justifica plenamente que el nuevo Gobierno cuestione las condiciones que se le han impuesto al país, y reaccione con decisiones unilaterales de emergencia, como fue el caso de la ley para paliar la crisis humanitaria, que incrementó la tensión y puso en jaque la posibilidad de un acuerdo para prorrogar el nuevo crédito del país. Grecia no necesita más créditos sino una reducción de saldos, evidentemente.
Mientras tanto, lo único seguro hasta la fecha ha sido un breve respiro por parte de la Comisión Europea al decidir aportar 2.000 millones de los fondos europeos no gastados, con el fin de identificar proyectos inmediatos que permitan impulsar el crecimiento, el empleo –particularmente el juvenil– y luchar contra la crisis humanitaria de Grecia, cuyas bolsas de pobreza no han dejado de crecer en el último lustro de reformas, recortes y demás. En tanto, la presión en el calendario también ha ido en aumento, llevando al Gobierno del primer ministro Alexis Tsipras a un compromiso obligado para acelerar los detalles de las reformas que aseguren unas finanzas públicas saneadas, a cambio de la posibilidad de nuevos fondos.2
Finalmente, la posibilidad de una salida de Grecia de la “zona euro”, junto con la agitación política y financiera dentro del país no es una opción viable, ya que se interpretaría como una importante derrota para la integración europea, en particular después de las arduas medidas adoptadas para mantener ilesa la unión monetaria. La reinstalación de la moneda griega dracma generaría una salida masiva de capitales ante sólo su anuncio, situación análoga a la de Ecuador y El Salvador, hoy dolarizados pero que se pensó saldrían del dólar con gobiernos de izquierda. En cuanto a deuda, Grecia ha colocado un nuevo juego y Alemania deberá de explicar por qué el acuerdo de 1952 no ha sido respetado. Esto seguramente llevará el caso a un arbitraje internacional como el de 1970. Mientras tanto, en cuanto a la integración Europea, es necesario que ambas partes aprovechen la oportunidad para formular una estrategia cooperativa que permita mirar hacia el interior de la estructura para identificar y redimir los sesgos en el proceso de integración en aras de lograr avances reales hacia un futuro más estable para Europa en su conjunto. Hoy el problema de deuda es griego, cuando suban las tasas de interés será un problema de otros países también.
Notas originales:
1 http://www.theguardian.com/world/2015/apr/07/german-economy-minister-sigmar-gabriel-greek-war-reparations-stupid
2 “La Unión Europea le da un respiro a Grecia con un partida de 2,000 millones de euros”
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/03/20/actualidad/1426860929_912987.html
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