Artículo de opinión del
Centro Estratégico
Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) 6.7.2015
La deriva de la Unión Europea no se inició con la crisis
financiera, económica y social que comenzó a manifestarse en el año 2008. La
deriva se produjo con la firma del Tratado de Maastricht. La aprobación del
Tratado en 1992 coincidió con la publicación del libro de Francis Fukuyama “El
fin de la historia y el último hombre” donde el autor defendía que tras la
caída del mundo bipolar, las pugnas ideológicas habrían concluido, y la labor
de los gobernantes quedaba circunscrita únicamente a la gestión. En definitiva,
la disputa política había desaparecido y el neoliberalismo se había impuesto de
manera irreversible.
El Tratado de Maastricht recogió esta idea, y los
mandatarios de los diferentes países, divididos en una suerte de “populares”
(demócrata-cristianos y conservadores) y “socialistas” (social-demócratas
abrazados al neoliberalismo), se dedicaron a la gestión tecnocrática de la
política europea.
El gobierno de Syriza ha sido el primero en más de dos
décadas en cuestionar estos mandatos “tecnocráticos” que conducen sin remedio
al austericidio. Tal y como escribía
hace unos días Alfredo Serrano, Grecia, con Alexis Tsipras en el Gobierno, ha
recuperado “la política en la economía”. La decisión valiente del ejecutivo
heleno de que sea el pueblo quien decida su futuro causó estupor en el resto de
“socios” de la unión, aún postrados en la vieja (anti)política. El resultado ya
conocido, el pueblo griego votó masivamente por el NO a las medidas de
austeridad, NO a las medidas de ajuste, NO a la pérdida irreparable de
soberanía, en definitiva, NO al al acuerdo ofrecido por los “socios” europeos.
Así, 61,31 % de los votantes expresaron su rechazo a seguir
aceptando los recortes impuestos por la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), frente a 38,69 % que
aún confía en las fórmulas fallidas. Con la victoria del NO (OXI), Grecia
empieza a poner los cimientos para la construcción de una nueva Europa, donde
los países centrales del proceso no puedan vapulear a los países de la
periferia como si fueran auténticos vasallos.
La disputa por la Unión Europea está servida. Tras el apoyo
mayoritario del pueblo griego a la propuesta del gobierno de Syriza, ahora es
la Unión Europea la que se encuentra en la encrucijada de seguir ahogando a un
pueblo que clama por su soberanía, o escucharlo y sentarse a negociar, sabiendo
que sobre la mesa no puede seguir apareciendo la austeridad contra un pueblo
que ya ha sufrido demasiado.
Las griegas y griegos han comprendido que las mismas recetas
que le han llevado al actual agujero no le sacarán del mismo. La deuda griega a
finales de 2014 representaba 177,1 % del PIB, lo que suponía un aumento de más
de 70 puntos porcentuales desde el inicio de la crisis; el PIB ha caído en
estos últimos años más de 26 % y la tasa de paro es de 25,9 %. Esas son algunas
de las cifras que han dejado los años de la no pugna política en Grecia y que
se han traducido en el alarmante incremento sin precedentes de la desigualdad y
la pobreza.
El mandato del pueblo griego ha sido claro, y ahora es
Europa la que debe mover ficha si quiere que la Unión Europea siga siendo el
proceso de integración que incluya a la mayoría de los países de la región. El
retorno de la política y, sobre todo, la superación de la visión únicamente
económica y comercial bajo ese falso sentido tecnocrático que impregna al
discurso neoliberal, son las claves para la construcción de una nueva Europa.
Una Europa más social, solidaria y justa. Pero si por el contrario, los
dirigentes europeos caen en el inmovilismo y siguen sin aceptar este nuevo
momento en la construcción regional, la Unión Europea corre el serio riesgo de
comenzar a perder parte de sus integrantes. Empezará Grecia, pero el resto de
la periferia se irá levantando progresivamente para reivindicar su soberanía y
una salida justa a la injusticia impuesta por la Troika. Decía Trinidad Jiménez
(política española del PSOE) el domingo tras conocerse los resultados del
referéndum “Tsipras no se ha enterado de cómo funciona Europa”, el problema,
sin embargo, es que Europa se ha olvidado de cómo funciona la democracia.
Notas:
* Sergio Martín-Carrillo cursa el doctorado en Estudios de
Desarrollo y Medio Ambiente (Universidad Pablo Olavide de Sevilla) y la maestría
en Desarrollo Económico y Sostenibilidad (Universidad Internacional de
Andalucía y Universidad Pablo de Olavide). Es docente de la Escuela de
Relaciones Internacionales José Peralta del Instituto de Altos Estudios
Nacionales de Quito (Ecuador), y miembro de la Secretaría Ejecutiva del Centro
Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
http://www.celag.org/europa-en-la-encrucijada-por-sergio-martin-carrillo/
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