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viernes, 10 de julio de 2015

“El Papa y el nuevo consenso económico en América Latina”, por Alfredo Serrano Mancilla*






No es un tema menor, como así lo señalan la mayoría de los medios, que el Papa haya pedido perdón por los crímenes de la Iglesia en la Conquista y colonización de América. Tampoco lo es el crucifijo formado con el martillo y la hoz, regalado por Evo Morales a Francisco. Todo ello forma parte de la nueva época que vive América Latina. El valor simbólico de lo segundo tiene su contrapartida en el valor discursivo de lo primero. Lo uno y lo otro se ensamblan gracias al nuevo tiempo político que se vive en la región a favor de las mayorías.

El Papa ha centrado una vez más su discurso en la economía sintonizando con el nuevo sentido común económico cada día más hegemónico en buena parte de la región. Las constantes citas en alusión a esa otra economía humanista son el fiel reflejo de lo que han logrado los procesos de cambio en Latinoamérica, y muy especialmente aquel que ha ocurrido en Bolivia desde la llegada del Presidente Evo. El nuevo paradigma económico defendido por Bergoglio se resume en frases como éstas: 1) «Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos y la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo», 2)«¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?», 3) «Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra». 4) «Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos y los movimientos sociales», y 5) «Hay que poner la economía al servicio de los pueblos y oponerse a una economía de exclusión e inequidad; esta economía al servicio de los pueblos no es una utopía, los bienes disponibles son suficientes. El problema es el sistema».

Todas éstas no son reflexiones de ninguno de los mandatarios de lo que algunos medios de comunicación llamaron el Eje del Mal. No son afirmaciones de Chávez, ni de Maduro, Fidel, Correa, Evo, los Kirchner o Lula. Son todas citas literales del Papa que vienen a demostrar que la discusión económica en América Latina hoy no está en la prima de riesgo, ni en las consecuencias sociales de las políticas de austeridad, ni tampoco en lo que marcan los índices bursátiles. El Vivir Bien de la ciudadanía se ha impuesto como centralidad en el debate económico latinoamericano: lo humano y lo social constituyen el centro de gravedad de la economía al servicio de los pueblos. Los dogmas del Consenso de Washington fueron enterrados y sustituidos por nuevos principios económicos y otras políticas públicas que tienen una base fundamental en la recuperación de la soberanía. El Papa también se ha sumado a ello con una condena expresa al «viejo y nuevo colonialismo». Incluso ha ido un paso más allá criticando las nuevas fórmulas del colonialismo: 1) «hoy en día adoptan distintas fachadas como algunos tratados de libre comercio y la imposición de medidas de austeridad que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y los pobres», 2) «ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía», y 3) «El colonialismo, nuevo y viejo, reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato».

Toda una clase de economía política impartida por el Papa que hasta el mismo Galeano hubiera podido firmar. Hoy más que venas abiertas de América Latina, podríamos hablar de caminos abiertos que han dejado atrás las décadas perdidas neoliberales. Todo es fruto de un cambio de época que ha transformado lo que hace unos años nadie hubiera imaginado: que la iglesia coincida con aquello que las revoluciones del siglo XXI han traído para la región. Al final, Chávez va a tener razón en eso que repetía hasta la saciedad: «Jesucristo fue el primer revolucionario».


Nota:
* Alfredo Serrano Mancilla es español, doctor en Economía y presidente del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG): http://www.celag.org/presentacion/

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