Con el título “Las falsas fotos sobre Venezuela” el diario Página/12 publica en la contratapa de su
edición de hoy, sábado 22 de febrero, el artículo de la periodista Sandra Russo.
Sobre el final la autora cita a su colega español Pascual Serrano, quien afirmó
en una entrevista: “Creíamos que las nuevas tecnologías democratizarían la
información, pero lo que han democratizado ha sido la desinformación”. Hemos
creído relevante, en el marco de la actual escalada imperial contra los pueblos
descripta por el sociólogo venezolano Emiliano Teran Mantovani, reproducir
ahora el artículo de Sandra Russo (http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-240368-2014-02-22.html).
(Se ha respetado el uso de expresiones ajenas a nuestro idioma sin destacarlas
con escritura en bastardilla. G. E.)
“Esto fue hecho por los ‘Humanistas’ pacíficos del Criminal
fascista Régimen Asesino del PSUV. Merecen perdón?”, tuiteó esta semana, junto
con una foto, Pedro Alvarez, cuyo perfil tiene la bandera venezolana. Las fotos
son dos, en realidad, un antes y un después. El “antes” es de una foto carnet
de un joven delgado y pálido. El “después” es el mismo joven pero completamente
edematizado, hinchado hasta reventar, con los ojos cerrados por los moretones
que lo vuelven morado. La foto, en realidad, no pertenece a un estudiante
venezolano, sino a un joven español, Unai Romano, a quien en 2005 la policía de
su país detuvo y torturó.
Daniela Frías, por su parte, tuiteó “Tú y yo somos venezolanos
mi pana”, y sirve como epígrafe a la foto de una jovencita tomando por los
hombros a un policía, y rompiendo a llorar mientras lo mira frente a frente.
Esa foto, en realidad, procede de Bulgaria y fue tomada durante una de las
protestas de estudiantes de 2013.
Otra foto difundida por Ya Cuba Twitea, prendida a numerosos
hashtags como SOS o 12FVenezuelaPaLaCalle. El texto se limita a infundir
retuiteos: “Que esta foto dé la vuelta al mundo”, expresa. La imagen es la de
un joven estudiante arrastrado de atrás por dos policías totalmente
pertrechados, uno agarrándolo del cuello y el otro doblándole el brazo. La
imagen corresponde, en realidad, a una de las represiones policiales del año
pasado en Santiago de Chile.
Por su parte, Raps Libertad! tuiteó: “Vean todos: la Mega
inmensa rolo que hicieron en Tachira. Me quito el sombrero. Qué bárbaro”. La
imagen es la de una infinita cadena humana toda vestida con remeras amarillas,
que serpentea una ruta hasta perderse en el horizonte. El tuitero la presenta como
una cadena humana de resistencia al gobierno de Maduro, pero la foto está, en
realidad, tomada de una manifestación multitudinaria a favor de la
independencia catalana, que tuvo lugar en septiembre de 2013.
Se podría seguir describiendo a lo largo de varias páginas
las decenas de fotos falsas que en una inédita operación de acción psicológica
tuvo lugar esta semana en las redes sociales de toda la región, pero quizá la
que mejor resuma la impunidad con que se mueven los nuevos desinformadores sea
una que retuiteó Amanda Gutiérrez. “Me llegó esto. Disculpen, pero debo
compartirlo!”, dice, e ilustra con una foto de un estudiante arrodillado y
obligado a practicarle sexo oral a dos policías. La foto es probablemente la
más bizarra, porque aunque a lo que remite es a las escenas protagonizadas por
el ejército norteamericano en Irak, ésta, protagonizada por latinos, está
directamente sacada de una película porno.
Probablemente, como puede llegar a parecer en este último
caso, muchísimos usuarios de Twitter opositores al gobierno venezolano tomaron
las fotos como verdaderas, mientras hubo otros, al menos quienes armaron el
enorme dispositivo de comunicación para fogonear la violencia en Venezuela y
forzar el derrocamiento de Maduro, que planificaron torpemente la opereta, que
no resistió ni un día la prueba de su veracidad. Desde varias latitudes, desde
Venezuela pero también desde Estados Unidos y España, un día después de la
difusión de las imágenes falsas ya se las había identificado y desenmascarado,
pero, ops: la viralización de la mentira corre más rápido que su
desenmascaramiento.
La operación desinformativa en las redes sociales tuvo su
asidero en la realidad, por supuesto. Esta fue una semana de mucha violencia,
que arrojó detenidos, heridos y muertos, uno de ellos una bella reina de
Turismo de Carabobo, quien fue baleada en la cara desde una moto. ¿Quiénes
estaban subidos a esas motos? No se sabe, pero la operación mediática y la base
de sustento montada sobre las redes sociales lleva implícita la respuesta: un
chavista al servicio del “régimen asesino” que se da por descontado en la
mayoría de los comentarios periodísticos de los grandes medios.
Uno de los que desenmascaró una decena de esas fotos falsas
que los tuiteros venezolanos hicieron pasar por documentos sobre “la represión
del régimen” que circulaban por las redes sociales porque ellas se adjudican,
precisamente, la “libertad” de la que el “régimen” priva a los medios
tradicionales, fue el español Pascual Serrano, en un pormenorizado análisis publicado
en eldiario.es y titulada “Venezuela y la orgía desinformativa”. El año pasado,
Serrano escribió su último libro, La información jibarizada. Cómo la tecnología
ha cambiado nuestras mentes. En él, Serrano, que además de participar
activamente de las redes sociales fue uno de los fundadores del periódico
digital Rebelión, aclara que en tanto usuario su intención al hacer ese
análisis no es la de impugnar a las redes como vehículo de comunicación, sino
más bien advertir que esos soportes no están funcionando como se preveía cuando
se los celebraba como el tejido tecnológico de una nueva etapa de la
comunicación, en la que el libre acceso y la posibilidad igualitaria de la
palabra y de la imagen soplarían a favor de ésa y otras democratizaciones.
Esta catarata de falsedades sobre lo que sucede en
Venezuela, difundidas por personas anónimas de las que ni siquiera se sabe su
lugar de emisión, parece reforzar esa idea de Serrano, que señala como “un mito
de la izquierda” aquella pretendida democratización, un “mito” que se debe
revisar, a la luz de quiénes y cómo hacen uso político de las nuevas
tecnologías, ya no por creatividad personal sino al amparo del anonimato y la
viralización acrítica que promueven las redes, que vehiculizan, como en este
caso y nunca con tanto descaro, el objetivo de cazar bobos y generar un clima
de violencia más allá de las redes, en la realidad.
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