Télam/ 7 de febrero de 2014
http://www.telam.com.ar/notas/201402/50797-los-desafios-artiguistas.html
En 1814 se inició un conflicto armado entre el gobierno
central de Buenos Aires y un proyecto político alternativo que abarcó a todo el
Litoral. El artiguismo planteó la primera propuesta de organización federal
rioplatense y significó un desafío abierto al orden social de la época.
El 26 de enero de 1814, fuerzas entrerrianas y orientales
vencieron en Concepción del Uruguay a tropas enviadas desde Buenos Aires, que
querían controlar el área. Este combate de pocas proporciones marcó el inicio
del enfrentamiento armado entre dos proyectos políticos rivales: el del
gobierno central de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el de los
territorios que se ubicaban bajo el protectorado de José Artigas, que serían
conocidos como la Liga
de los Pueblos Libres.
Aunque uno y otros coincidían en la oposición a los realistas, desde 1812 muchos revolucionarios de la Banda Oriental (hoy Uruguay), Entre Ríos, Corrientes y las Misiones empezaron a cuestionar el centralismo de Buenos Aires, que quería mantener en el Litoral el mismo poder de decisión del que gozaban los funcionarios coloniales. En toda la región surgió la oposición a aceptar como autoridades locales a los representantes del gobierno central y cada pueblo, por pequeño que fuera, argumentó que tenía el derecho de nombrarse las suyas propias. Para defender el autogobierno, los artiguistas propusieron organizar a las provincias del Río de la Plata como una confederación, en la cual ninguna provincia debía tener preeminencia sobre las otras y Buenos Aires dejaría de ser la capital. Así, el artiguismo diseñó el primer proyecto federal para la organización rioplatense. Los porteños, aliados con las provincias del Interior, lo rechazaron y hostigaron a Artigas hasta llegar en 1814 al enfrentamiento militar.
El otro rasgo fundamental del artiguismo fue la adhesión popular que consiguió, especialmente en las zonas rurales. Fue fuerte en la Banda Oriental, donde habían existido grandes tensiones sociales por la tierra antes de la revolución. Pequeños productores rurales que ocupaban terrenos sin título de propiedad, peones y otros “infelices” que se movilizaron detrás de Artigas buscaron con la lucha mejorar sus condiciones de vida, asegurar el derecho consuetudinario de acceso a los recursos y conseguir una sociedad más justa. Manifestaron además un marcado igualitarismo social, expresado en el lema “naides es más que naides”.
Aunque uno y otros coincidían en la oposición a los realistas, desde 1812 muchos revolucionarios de la Banda Oriental (hoy Uruguay), Entre Ríos, Corrientes y las Misiones empezaron a cuestionar el centralismo de Buenos Aires, que quería mantener en el Litoral el mismo poder de decisión del que gozaban los funcionarios coloniales. En toda la región surgió la oposición a aceptar como autoridades locales a los representantes del gobierno central y cada pueblo, por pequeño que fuera, argumentó que tenía el derecho de nombrarse las suyas propias. Para defender el autogobierno, los artiguistas propusieron organizar a las provincias del Río de la Plata como una confederación, en la cual ninguna provincia debía tener preeminencia sobre las otras y Buenos Aires dejaría de ser la capital. Así, el artiguismo diseñó el primer proyecto federal para la organización rioplatense. Los porteños, aliados con las provincias del Interior, lo rechazaron y hostigaron a Artigas hasta llegar en 1814 al enfrentamiento militar.
El otro rasgo fundamental del artiguismo fue la adhesión popular que consiguió, especialmente en las zonas rurales. Fue fuerte en la Banda Oriental, donde habían existido grandes tensiones sociales por la tierra antes de la revolución. Pequeños productores rurales que ocupaban terrenos sin título de propiedad, peones y otros “infelices” que se movilizaron detrás de Artigas buscaron con la lucha mejorar sus condiciones de vida, asegurar el derecho consuetudinario de acceso a los recursos y conseguir una sociedad más justa. Manifestaron además un marcado igualitarismo social, expresado en el lema “naides es más que naides”.
A la vez, en las que habían sido las misiones jesuitas, los
guaraníes liderados por el cacique Andresito Guacurarí, ahijado de Artigas,
impulsaron su propio proyecto de autonomía indígena, reconstruyendo la antigua
provincia jesuítica pero sin jesuitas, sin españoles, sin portugueses, sin
paraguayos y sin porteños, “para que los naturales se gobiernen por sí”. El
artiguismo, por lo tanto, implicó un cuestionamiento abierto al orden
preexistente y fue uno de los movimientos más radicales de América en la era de
las independencias.
En 1815 la Liga de los Pueblos Libres llegó a su apogeo cuando se sumaron Santa Fe y –por poco tiempo– Córdoba. Artigas logró expulsar a los porteños de la Banda Oriental y promulgó allí un Reglamento Provisorio para organizar la campaña, que entre otras cosas dividía las propiedades de los “malos europeos y peores americanos” para repartirlas entre los “infelices” que lo seguían. No fue solo un gesto benévolo, sus tropas lo presionaron para hacerlo.
Los portugueses del Brasil denunciaron la “anarquía” artiguista y la usaron de excusa para invadir la Banda Oriental (y las Misiones). Buena parte de la elite de Montevideo los recibió aliviada, ya que temía al desafío social del artiguismo. El gobierno de Buenos Aires, por su parte, pactó con los portugueses y no hizo nada para defender la Banda Oriental, buscando sacarse de encima a Artigas y así recuperar su poder sobre el resto del Litoral (aunque sus intentos de lograrlo fracasarían). Finalmente, tras años de lucha, la invasión portuguesa derrotó y puso fin a la experiencia artiguista.
A veces se dice que ese choque militar de 1814 fue el comienzo de una disputa entre unitarios y federales que se arrastraría hasta hoy. Pero no es así: tanto el federalismo como el centralismo/unitarismo tuvieron cambios a lo largo del tiempo, no es un solo conflicto desplegado a lo largo de los años (sin ir más lejos, los federales de la década de 1820 abjuraban del artiguismo, al que identificaban con la anarquía). No hubo un federalismo a lo largo de la historia, sino distintos federalismos. Y desde mediados del siglo XIX ya no hubo más propuestas para convertir al país al sistema unitario.
De todos modos, es cierto que en la historia argentina retornaron varias veces cuestiones que estaban presentes en aquel enfrentamiento, como la tensión entre soberanía provincial y gobierno nacional o entre autonomía y centralización a escalas más pequeñas. Pero el artiguismo dejó otro precedente a tener en cuenta: que cualquier proyecto político que se preocupe por los intereses de “los infelices” y no siga solamente los designios de los poderosos vivirá permanentemente bajo amenaza.
En 1815 la Liga de los Pueblos Libres llegó a su apogeo cuando se sumaron Santa Fe y –por poco tiempo– Córdoba. Artigas logró expulsar a los porteños de la Banda Oriental y promulgó allí un Reglamento Provisorio para organizar la campaña, que entre otras cosas dividía las propiedades de los “malos europeos y peores americanos” para repartirlas entre los “infelices” que lo seguían. No fue solo un gesto benévolo, sus tropas lo presionaron para hacerlo.
Los portugueses del Brasil denunciaron la “anarquía” artiguista y la usaron de excusa para invadir la Banda Oriental (y las Misiones). Buena parte de la elite de Montevideo los recibió aliviada, ya que temía al desafío social del artiguismo. El gobierno de Buenos Aires, por su parte, pactó con los portugueses y no hizo nada para defender la Banda Oriental, buscando sacarse de encima a Artigas y así recuperar su poder sobre el resto del Litoral (aunque sus intentos de lograrlo fracasarían). Finalmente, tras años de lucha, la invasión portuguesa derrotó y puso fin a la experiencia artiguista.
A veces se dice que ese choque militar de 1814 fue el comienzo de una disputa entre unitarios y federales que se arrastraría hasta hoy. Pero no es así: tanto el federalismo como el centralismo/unitarismo tuvieron cambios a lo largo del tiempo, no es un solo conflicto desplegado a lo largo de los años (sin ir más lejos, los federales de la década de 1820 abjuraban del artiguismo, al que identificaban con la anarquía). No hubo un federalismo a lo largo de la historia, sino distintos federalismos. Y desde mediados del siglo XIX ya no hubo más propuestas para convertir al país al sistema unitario.
De todos modos, es cierto que en la historia argentina retornaron varias veces cuestiones que estaban presentes en aquel enfrentamiento, como la tensión entre soberanía provincial y gobierno nacional o entre autonomía y centralización a escalas más pequeñas. Pero el artiguismo dejó otro precedente a tener en cuenta: que cualquier proyecto político que se preocupe por los intereses de “los infelices” y no siga solamente los designios de los poderosos vivirá permanentemente bajo amenaza.
*Gabriel Di Meglio es un historiador de la generación joven
argentina, doctorado por la
Universidad de Buenos Aires en la que también obtuvo sus títulos
de profesor y licenciado, y es docente en la misma casa de estudios e
investigador en su Instituto de Estudios Históricos “Dr. Emilio Ravignani”. Di
Meglio es autor de los libros ¡Viva el
bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la
política entre la
Revolución de Mayo y el rosismo (Prometeo Libros, 2007) –obra en la que me enorgullece
haber colaborado como cuidador de estilo editorial–, ¡Mueran los
salvajes unitarios!
La mazorca y la política en tiempos de Rosas, e Historia de las clases populares, (ambos de editorial Sudamericana, 2012), y muchísimos artículos además de sus intervenciones en TV Canal Encuentro, del Ministerio de Educación de la República Argentina.
La mazorca y la política en tiempos de Rosas, e Historia de las clases populares, (ambos de editorial Sudamericana, 2012), y muchísimos artículos además de sus intervenciones en TV Canal Encuentro, del Ministerio de Educación de la República Argentina.
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