Título original: “Ocultar a la Cumbre de CELAC con una
cortina de silencio”
Alberto Rabilotta es periodista argentino-canadiense
radicado en Montreal, Canadá, corresponsal de varias publicaciones
latinoamericanas y colaborador de la Agencia Latinoamericana
de Información (ALAI), con sede en Quito, Ecuador.
Hay silencios que dicen mucho, que muestran la falta de
respuestas y alternativas. Eso me digo después de haber seguido (desde lejos)
la segunda Cumbre de los 33 países que componen la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que tuvo lugar en la Habana, Cuba, y de lo que
publicaban o no publicaban los poderosos grupos de prensa en gran parte del mundo
norteamericano o europeo, esos que “forman la opinión pública” mundial para
confirmar cotidianamente que “no hay alternativa” al orden neoliberal, como
decía Margaret Thatcher.
Que 33 países de América Latina y el Caribe hayan decidido
comprometerse para que en la región "se consolide una zona de paz, en la
cual las diferencias entre las naciones se resuelvan de forma pacífica, por la
vía del diálogo y la negociación u otras formas de solución, y en plena
consonancia con el derecho internacional", y que hayan integrado en el
proyecto las reivindicaciones y agendas de los pueblos indígenas y
afroamericanos, y comenzar a realmente proteger el medio ambiente, no fue
noticia importante ni objeto de un serio análisis en la casi totalidad de los
concentrados medios de prensa en América del Norte o de Europa.
El mismo silencio cómplice se manifestó de manera general en
los poderosos monopolios mediáticos de países latinoamericanos, como oportunamente
señaló la presidenta Cristina Fernández a través de su cuenta Twitter: “[Contradicciones
permanentes: que si habla, que si no habla, que cuando habla no la publican,
etc., etc., etc. ¡Ahh! ¿No te acordás? Acá van algunos títulos y portadas,
acerca del silencio y la ausencia presidencial.]a Cuando habla en la
segunda cumbre de la CELAC,
en La
Habana, junto a más de treinta Jefes y Jefas de Estado, tres
reuniones bilaterales con Jefes de Estado: México, Venezuela, Uruguay, Clarín y
La Nación
mutis por el foro”.1
En realidad, si lo vemos a partir de cierto realismo, no les
quedaba otra que tratar de impedir la merecida difusión de lo que se dijo y se
acordó en la Cumbre
de la Habana,
especialmente cuando esos monopolios mediáticos defienden las políticas de
Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados que para imponer la tiranía de los
mercados autorregulados intervienen en sangrientos conflictos creados a partir
de planificadas disputas religiosas y étnicas en países del Oriente Medio y
África, todos ellos con un potencial de terminar convirtiéndose en guerras
regionales.
Quizás no se recuerde lo suficiente, pero una de las
principales razones no invocadas de EE.UU., Francia e Inglaterra para derrocar
y asesinar al presidente libio Muammar Gaddafi fue la política que siguió,
apoyada con financiamiento a partir de la Declaración de Sirtre,
para fortalecer y asegurar mediante la Unión Africana y un
sistema monetario propio, la unidad e independencia del Continente africano.
Todo esto también explica que en su “Discurso del estado de la Unión” el presidente Barack
Obama 2 no mencionara a la reunión de la CELAC y ni siquiera a un
solo país latinoamericano o caribeño, aunque pensándolo bien eso ha sido algo
bueno, porque en los únicos países mencionados por Obama –de Asia Central, el
Oriente Medio y África, y Ucrania en Europa–, en todos ellos, hay conflictos
militares o golpes de Estado en
curso, en los cuales EE.UU. y sus aliados participan
activamente.
Comparemos el discurso de Obama con algunas de las
conclusiones que al cierre de la
Cumbre de la
CELAC leyó el presidente cubano Raúl Castro, por ejemplo: “El
compromiso permanente con la solución pacífica de controversias a fin de
desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de la región,
así como con el estricto cumplimiento de su obligación de no intervenir,
directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado […]
observar los principios de soberanía nacional, la igualdad de derechos y la
libre determinación de los pueblos […] la necesidad de fomentar las relaciones
de amistad y de cooperación entre sí y con otras naciones, independientemente
de las diferencias existentes entre sus sistemas políticos, económicos y
sociales o sus niveles de desarrollo”.3
Analizando esto desde la perspectiva y la experiencia de
haber cubierto en Norteamérica la última etapa de la Guerra Fría, la
política contra la
Revolución Cubana y toda la guerra sucia en Centroamérica, no
me cabe la menor duda que si en Washington adoptaron la política de silencio
debe ser, también, porque se han dado cuenta que la CELAC no es un cascaron
vacío, algo que pueden destruir fácil y rápidamente con la propaganda y las
falsedades de siempre, sino que se está frente a la manifestación concreta del
común acuerdo de 33 Gobiernos.
Gobiernos que, como fue señalado por los mismos jefes y
jefas de Estado o de Gobierno, en muchos casos tienen posiciones políticas muy
diferentes, con algunos de esos países formando parte de tratados comerciales o
de las estrategias de liberalización comercial y de inversiones promovidas por
Washington, pero que en su conjunto están interesados –o no pueden dejar de
estarlo– en que prosperen las iniciativas de integración y de unidad regional
que fueron creadas y desarrolladas a lo largo de los últimos años para
desplegar el potencial común en materia económica, social, política y cultural.
Este silencio mediático también se explica en la falta de
interés en Washington en que se expongan y analicen a la luz pública el porqué
del común acuerdo de los 33 países para excluir a EE.UU. y a Canadá de esta
organización.
Este análisis podría revelar que la exclusión es un bien
reflexionado y maduro rechazo a la tradicional prepotencia e injerencia
estadounidense en los asuntos internos de nuestros países, a la política que
Washington viene aplicando contra Cuba desde hace más de medio siglo,
directamente y a través de la
Organización de Estados Americanos (OEA), a la complicidad de
EE.UU. para que el Reino Unido siga ocupando las Islas
Malvinas, a las políticas de apoyar a rajatabla a las
transnacionales petroleras, mineras o del agro-negocio que están destruyendo el
medio ambiente y las comunidades sociales en varios países, al sistema
financiero que controlan y nos está estrangulando, y también –entre muchas
cosas más– porque ya se abrió paso la conciencia de que los dos países
excluidos no son ni pueden ser nuestros modelos y árbitros en materia de
democracia, de funcionamiento político o institucional, y menos aún de las
políticas sociales y económicas.
Es por todo esto y mucho más que, con todas las limitaciones
que la CELAC
pueda tener desde el momento en que responde a la realidad concreta, hay que
leer y recomendar una atenta lectura de la Declaración de La Habana de la CELAC4, y de las
declaraciones e intervenciones de los Jefes de Estado y de Gobierno que
participaron.
1 Télam,
2 Barack Obama, discurso del estado de la Unión, 2014:
3 Raúl Castro:
4 Declaración de La Habana de CELAC.
a (N d G.E.) Se agregó texto perteneciente a la
cita referida para poner en contexto la frase de Cristina Fernández.
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Documento relacionado: “Los medios y la II Cumbre de la CELAC”, Juan Manuel Karg
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