Mientras que en nuestros países
latinoamericanos el precio de los combustibles refinados de petróleo no ha
dejado de ser aumentados por las empresas multinacionales, bajó el del petróleo
crudo. Esa baja ha afectado especialmente a la economía venezolana. Estados
Unidos es un artífice importante en la contracción del precio del petróleo.
G.E.
Nota distribuida por alai-amlatina,
1.6.2016, y originalmente publicada en
revista Question, Caracas (http://questiondigital.com/?p=33849)
Altos funcionarios de inteligencia estadounidenses informaron a un grupo
de importantes medios de su país que Venezuela está al borde de un colapso
posiblemente violento, una posible implosión política generada por el deterioro
de las condiciones económicas, admitiendo que Washington tiene poca influencia
o poder para incidir en el asunto.
Según el Washington Post y Los Ángeles Times, el enfoque
de Washington ya no es el fin de los gobiernos chavistas, pues ahora lo que más
inquieta es una detonación de violencia política. Lo más importante: los
funcionarios de inteligencia expresaron que Washington está decepcionado por la
falta de cohesión y capacidad de la oposición para crear una estrategia
conjunta.
Más acá de las presiones y confabulaciones, la realidad económica de Venezuela
es grave mientras se habla de un default de la deuda externa o una declaración
unilateral, como una vía para enderezar entuertos, el pueblo sigue padeciendo
la crisis: la oposición no logra ganar la calle y el chavismo aún no sale a
exigir soluciones a un gobierno debilitado por la plagas de la ineficiencia,
ineficacia y la corrupción.
Lo cierto es que este Estados Unidos en etapa preelectoral teme la
posibilidad de un estallido en Venezuela, sobre todo porque la paz en la región
no la puede garantizar nadie: ni el enclenque gobierno interino brasileño ni el
del “gerente” Mauricio Macri, de Argentina, preocupados por eventuales
estallidos en sus propios países. EE. UU. no está en condiciones, tampoco, de
afrontar otra zona de conflicto como la de Medio Oriente o la de África.
Para el politólogo Leopoldo Puchi las presiones desde EE. UU. y la UE
son «una intervención que distorsiona la situación nacional, que polariza,
cierra puertas y exige la capitulación de uno de los factores internos. No se
mueve por principios y valores que son manejados a conveniencia: si en una
protesta en las calles de París, Madrid o Baltimore es incendiado un vehículo,
los autores son castigados, pero si algo similar ocurre en Caracas ya se sabe
lo que dirá la Unión Europea sobre “la libertad de conciencia”».
Una doble moral, que al utilizar los derechos humanos como instrumento
de presión geopolítica obstruye las posibilidades de reconciliación. Las
demandas que se realizan para que Venezuela se reintegre al dispositivo
económico y militar estadounidense representan una grave lesión a la soberanía
nacional, por lo que no pueden ser aceptadas como parte de una negociación. Es
difícil, pero posible alcanzar un acuerdo sobre espacios de poder entre
factores internos. Pero no cabe “una cuota” para intereses extranjeros. En
realidad, lo mejor es “no nos ayuden, compadres”, agrega.
Venezuela es noticia y objeto de atención en primera plana de un
periodismo abocado al profetismo catastrófico, en parte como cortina de humo
para esconder el golpe blando en Brasil. Así se van creando los imaginarios colectivos:
en Brasil no pasa nada (aunque es el verdadero epicentro de los conflictos) y
Venezuela arde…
Desde el papa Francisco y su diplomacia vaticana, pasando por
presidentes, ex mandatarios, candidatos, parlamentos y parlamentarios,
ministros, funcionarios internacionales y, sobre todo, las corporaciones
mediáticas, interpretan de acuerdo a sus propios intereses lo que acontece en
el norte del sur, en una guerra virtual con amenaza de no serlo por mucho
tiempo.
No hay forma de descartar la conspiración de la derecha internacional
contra el país, con ejes –como desde hace quince años– en Madrid y Bogotá,
siempre bajo la batuta de Washington. Según el Gobierno se está montando un
escenario de violencia para justificar una intervención extranjera de carácter
militar. La campaña desestabilizadora se magnifica en los medios
internacionales cartelizados en busca
de justificar un golpe.
Hace seis meses que la derecha ganara las elecciones legislativas con la
promesa de que la cola para ir a votar sería la última que tendrían que hacer
los venezolanos, en referencia a las colas para adquirir productos básicos.
Hasta ahora, ni una idea, ni un proyecto (más allá del mamarracho jurídico que
es la ley de amnistía). Su única meta es la aniquilación del chavismo como
opción política, la desaparición de un sistema que ha demostrado ser una
alternativa válida al neoliberalismo.
El objetivo de la oposición venezolana, en sus tres vertientes, es por
el momento fabricar un clima de desestabilización y caldear el ambiente hasta
el extremo ante el temor a las urnas: de perder nuevamente en un eventual
referendo revocatorio o en unas elecciones presidenciales. Parece ser la
oposición la que necesita una salida alternativa a la electoral, a la democrática.
Hay un sector que trabaja por el revocatorio, liderado por el gobernador
del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, otro que controla la actividad
de calle, dirigido por Leopoldo López desde la cárcel a través de su partido
Voluntad Popular, y un tercero, conformado por Acción Democrática y Un Nuevo
Tiempo, que controlan la Asamblea Nacional, manejan recursos y cuentan con una
amplia proyección mediática.
Los saqueos y las manifestaciones tienen el objeto de generar una
situación de caos, y a partir de ésta coronar el golpe de Estado o una
intervención extranjera. Pero son conscientes de que, luego de lograr
dicho objetivo, deben detener la avalancha del pueblo en la calle y que la
Fuerza Armada Bolivariana no los reprimirá.
La crisis
Es imposible negar la crisis actual del país, el desabastecimiento de
alimentos y medicinas, la inflación, la inseguridad, como tampoco la crisis
dentro del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela. Pero es la
cartelización político-mediática internacional configurada la que reproduce
contenidos mediáticos homogéneos sobre Venezuela, y nos ofrece un mapa selectivo
de la realidad venezolana que está lejos de la realidad misma.
Existe una escasez artificial por parte de grandes intermediarios que,
en vez de colocar los productos en los establecimientos formales, hacen negocio
con una red que se ha denominado “bachaqueros”. Al mismo tiempo, se produce un
ajuste de precios de forma altamente especulativa en la medida que los precios
de los bienes se pueden duplicar de una semana a otra, obteniendo de esta forma
un altísimo margen de comercialización.
La escasez programada forma parte de una estrategia que han perfeccionado
los grupos económicos con la esperanza de socavar el apoyo político al
gobierno. «Las imágenes de la gente haciendo cola desde tempranas horas, de los
rostros de frustración, de rabia y de profunda tristeza porque el dinero no
alcanza, se repiten en trasmisiones continuas por las redes sociales y por las
televisoras privadas. Los capitalistas, y su liderazgo político de la MUD,
están aplicando una terapia de shock para que la gente traumada acepte lo que
sea, incluso un gobierno de derecha», señala el colectivo La Calle es Nuestra.
A medida que avanza y se agrava la confrontación entre el gobierno bolivariano
y la oposición, el sistema de amenazas entre uno u otro grupo dio paso a formas
cada vez más violentas y a una estrategia de deslegitimación política y moral
del adversario, un discurso de paz negativa, guerrero, que pretende legitimar
las acciones de cada grupo en procura de su visión de paz que expresa sus
verdaderos intereses políticos o de otro orden, señala la socióloga Maryclén
Stelling.
La necesidad de aplicar la Carta Democrática (de la OEA o del Mercosur)
en contra de Venezuela, planificada por el Comando Sur de Estados Unidos –según
la Operación Freedom 2– reaparece nuevamente, como cortina de humo del golpe
jurídico-policial-mediático-parlamentario en Brasil, y forma de disciplinar a
los países sudamericanos en la “estrategia de cerco y asfixia” internacional
contra Venezuela que, en definitiva es el camino a deshacer los procesos de
integración.
La mano invisible de Unasur
Desterrando estridencias, desde la Secretaría General de Unasur, Ernesto
Samper alentó una mediación entre el gobierno de Maduro y la MUD que fuera
protagonizada por los socialdemócratas ex presidentes José Luis Rodríguez
Zapatero –de España–, Leonel Fernández –de República Dominicana–, y Martin
Torrijos –de Panamá–, y con reuniones en Santo Domingo, que la oposición negó
primero y la prensa cartelizada insistió siempre en ignorarlas.
«Los
buenos oficios de personalidades o instancias extrajeras son positivos y
saludables cuando las partes en conflicto de un país se ponen de acuerdo para
convocarlos», señaló el diario mexicano La Jornada, que a continuación indicó
que «los desfiguros del gobierno de Rajoy y los viajes provocadores a
territorio venezolano de individuos como Felipe González y Albert Rivera
constituyen actos de intervencionismo contrarios a la legalidad internacional,
el sentido democrático y el respeto a la soberanía nacional de los países».
El marco identificado para estos acercamientos fue la búsqueda del
bienestar de todos los ciudadanos, la paz, la justicia, la verdad, la
convivencia institucional, el fortalecimiento de la economía, la preservación
del Estado de Derecho, la democracia y el respeto de la soberanía nacional.
El «mejor camino para ayudar a Venezuela es el de la convivencia
democrática y el diálogo entre todos los venezolanos. Son ellos y sólo ellos
los que tienen el deber y la posibilidad de sacar adelante a Venezuela», señaló
la Unasur.
Colofón
Las imágenes de galpones, comercios y restaurantes donde la inspección
del Gobierno bolivariano, con el apoyo de grupos organizados de la comunidad,
encuentran grandes cantidades de productos acaparados (pastas, harina, café,
aceite, azúcar, detergentes y etcéteras varios) son transmitidas por las redes
sociales y por el canal oficial, VTV. Pero estos productos siguen sin llegar a
los anaqueles.
Las diarias alocuciones del Gobierno no logran calmar la angustia de la
gente, pero tampoco el discurso falso de la derecha, agrupada en la MUD, logra
convencerlos.
Se habla de salidas, de que hay “conversaciones”: hay quienes especulan
con un paso al costado de Nicolás Maduro y un Gobierno de “Transición” (pero
constitucional) dirigido por el vicepresidente Aristóbulo Istúriz, hasta
desembocar en las elecciones generales, pasando a fin de este año por los
comicios para nombrar gobernadores y alcaldes.
Otros especulan –sobre todo desde el exterior– con un golpe, palaciego o
no… o la intervención de una fuerza multilateral aupada por la OEA o –incluso–
la OTAN.
Todos discuten sobre los padres de la crisis, muy pocos sobre cómo
solucionarla.
* Aram Aharonian,
autor de la presente nota, es periodista y docente
uruguayo-venezolano, director de la revista Question
(http://www.questiondigital.com), fundador del portal informativo Telesur, y director del Observatorio
Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).
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