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sábado, 4 de junio de 2016

Álvaro García Linera, disertación en Buenos Aires, mayo de 2016



Disertación de Álvaro García Linera, vicepresidente del Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia, en oportunidad del encuentro con Emir Sader (brasileño) y Eduardo Rinesi (argentino) sobre “Restauración conservadora y nuevas resistencias en Latinoamérica”, el viernes 27 de mayo pasado en el Auditorio Roberto Carri de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en el barrio porteño de Constitución. El encuentro fue organizado por la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y la Universidad Nacional de General Sarmiento, en conjunto con la Fundación Germán Abdala.
El texto, distribuido por el portal digital Resumen latinoamericano, dirigido por Carlos Aznárez, fue tomado de la publicación cubana La pupila insomne, de Iroel Sánchez.* G.E.








Muy buenas tardes a todos, muy buenas tardes a todas. Como buen populista, voy a hablar de pie.

Quiero agradecer a cada uno de ustedes que se han tomado el tiempo para hacerse presentes en este hermoso escenario, para venir a dialogar y compartir las lecturas que tenemos sobre lo que está pasando en nuestro continente. Agradecer infinitamente a los compañeros de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. También a Carlos [Aznárez], que cuando fue a Bolivia me dijo «tienes que ir, Álvaro», y acá estamos, cumpliendo con nuestro compromiso. Gracias por la invitación. Saludar también al compañero Eduardo [Rinesi] por sus reflexiones sobre el papel del Estado y su propuesta de este republicanismo popular, plebeyo. Y al profesor Emir Sader, de quien hemos aprendido mucho y de quien seguramente seguiremos aprendiendo más en el porvenir.

Yo quisiera hacer una reflexión de lo que está pasando en el continente, de lo que veo que ocurre en el continente. No estamos en un buen momento. Tampoco es un momento terrible. Pero es un momento de inflexión histórica. Algunos hablan de un retroceso, de un avance de los restauradores. Lo cierto es que en el último año, después de diez años de intenso avance, de irradiación territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios en el Continente, ese avance se ha detenido y en algunos casos ha retrocedido, en otros casos está en duda su continuidad. De manera fría, como lo tiene que hacer un revolucionario, hay que hacer lo que en terminología militar se denomina un “análisis de plaza”: analizar las fuerzas y escenarios reales que hay, sin ocultar nada, porque dependiendo de la claridad del análisis que se hace es que se podrán encontrar las potencias, las fuerzas reales y las prácticas del avance futuro.

No cabe duda que hay una limitación o una contracción territorial de este avance de los gobiernos progresistas. Allá donde han triunfado las fuerzas conservadoras hay un acelerado proceso de reconstitución de las viejas elites de los años 1980 y 1990 que nuevamente quieren asumir el control de la función y gestión estatal. En términos culturales, hay un esfuerzo denodado desde los medios de comunicación, desde las ONG, desde la intelectualidad orgánica de la derecha, por devaluar, por poner en duda, por cuestionar la idea y el proyecto de cambio y de revolución.

Todo esto dirige su ataque hacia lo que podemos considerar como la década dorada, la década virtuosa de América Latina. Son desde el 2000 más de diez años en los que en el continente, de maneras plurales y diversas, unas más radicales que otras, unas más urbanos, otras más rurales, con distintos y diversos lenguajes pero de una manera muy convergente, América Latina ha vivido la época de mayor autonomía y de mayor construcción de soberanía que uno pueda recordar desde la fundación de los Estados en el siglo XIX.

Cuatro cosas caracterizaron esta década virtuosa latinoamericana

Lo primero, lo político: un ascenso en lo social y fuerzas populares que asumen el control del poder del Estado, superando el viejo debate de principios de siglo que si es posible cambiar el mundo sin tomar el poder, los sectores populares, trabajadores, campesinos, indígenas, mujeres, clases subalternas, superan ese debate teoricista y contemplativo de una manera práctica: asumen las tareas de control del Estado. Se convierten en diputados, asambleístas, senadores, asumen la función pública, se movilizan, hacen retroceder políticas neoliberales, toman la gestión estatal, modifican políticas públicas, modifican presupuestos y, en diez años, asistimos a lo que podría denominarse una presencia de lo popular, de lo plebeyo, en sus diversas clases sociales, en la gestión del Estado.

Igualmente, en esa década asistimos a un fortalecimiento de la sociedad civil: sindicatos, gremios, pobladores, vecinos, estudiantes y asociaciones varias, comienzan a diversificarse y a proliferar en distintos ámbitos. Se rompe la noche neoliberal de apatía, de simulación democrática, para recrear una potente sociedad civil que asume un conjunto de tareas en conjunción con los nuevos Estados latinoamericanos.

En lo social, en Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Nicaragua y El Salvador vamos a asistir a una potente redistribución de la riqueza social. Frente a las políticas de ultra-concentración de la riqueza, que había convertido al continente latinoamericano en uno de los más injustos del mundo, desde los años 2000, a la cabeza gobiernos progresistas y revolucionarios, asistimos a un poderoso proceso de redistribución de la riqueza. Esta redistribución de la riqueza va a llevar a lo que se ha denominado una ampliación de las clases medias, no en un sentido sociológico sino en el sentido de su capacidad de consumo. Se amplía la capacidad de consumo de los trabajadores, de los campesinos, de los indígenas, de distintos sectores sociales subalternos.

Igualmente, América Latina va a llevar adelante la limitación de las desigualdades sociales que no había podido lograrse en los últimos 100 años. Las diferencias en la distribución del producto sociales entre el 10 % más rico y el 10 % de más pobre, que arrojaba relaciones de 100, 150 y 200 veces en la década de 1990, al finalizar la primera década del siglo XXI se había reducido a 40, 60 y 80 haciendo más equitativa la participación e igualdad de los sectores sociales.

En lo económico, con mayor o menor intensidad cada uno de los Gobiernos de estos Estados va a ensayar propuestas posneoliberales en la gestión económica. No estamos hablando todavía de propuestas socialistas. Estamos hablando de propuestas posneoliberales que permiten que el Estado retome un fuerte protagonismo. Algunos países llevarán adelante procesos de nacionalización de empresas privadas o llevarán adelante la creación de empresas públicas, la ampliación del aparato estatal, la ampliación de la participación del Estado en la economía para generar formas posneoliberales de la gestión de la economía recuperando la importancia del mercado interno, recuperando la importancia del Estado como distribuidor de la riqueza social, recuperando la participación del Estado en áreas estratégicas de la economía.

En política externa se va a constituir lo que podríamos denominar de una manera informal una Internacional Progresista y Revolucionaria a nivel continental. No va a existir un COMITERN como en la vieja Unión Soviética, pero de alguna manera los presidentes Lula, Kirchner, Correa, Evo y Chávez van a asumir lo que podríamos llamar una especie de Comité Central, de una Internacional Latinoamericana que va a permitir pasos gigantescos en la constitución de nuestra independencia. En esta década, frente a la OEA que anteriormente decidía los destinos de nuestro continente bajo la batuta de Estados Unidos que ponía el dinero y con este todas las disposiciones, surgirán la CELAC, la UNASUR. Surgirá una integración propia de latinoamericanos, sin Estados Unidos, sin la necesidad de tutelajes, sin la necesidad de patrones.

Igualmente se llevará adelante la solidaridad entre los Gobiernos y entre los países para consolidar una política y externa se llevará adelante. Recordaba el compañero Carlos Giroti que cuando él estuvo en Santa Cruz y había un golpe de Estado en Bolivia, en ese entonces, cinco de los nueve departamentos que tiene Bolivia estaban bajo control de la derecha. El presidente Evo no podía, ni este vicepresidente, aterrizar en esos departamentos, no podíamos controlar a las autoridades en esos departamentos, no podíamos hacer gestión ahí, el país estaba dividido, la derecha había asumido el control político, había “dualizado” el poder, amenazaba y llevaba adelante un golpe de Estado, amenazaba con guerra civil. Y entonces fue la UNASUR, fueron los presidentes Kirchner, Chávez, Correa y Lula quienes nos ayudaron para restablecer el orden.

En conjunto, entonces, el continente, en esta década virtuosa, llevó adelante cambios políticos: la participación del pueblo en la construcción de Estados de nuevo tipo. Cambios sociales: redistribución de la riqueza y reducción de las desigualdades. En la Economía participación activa del Estado, ampliación del mercado interno, generalización del consumo. En lo internacional la integración política del Continente. No es poca cosa en diez años que son, desde fines del siglo XIX, los más importantes que hemos tenido en cuanto a integración, soberanía e independencia.

Sin embargo, y hay que asumir de frente el debate, en los últimos meses este proceso de irradiación y de expansión territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios se ha estancado. Hay un regreso de sectores de la derecha en algunos países importantísimos y decisivos del continente, hay amenaza de que la derecha retome el control en otros países, y es importante que nos preguntemos por qué: ¿qué ha sucedido para que hayamos llegado a esta situación? Es evidente que la derecha siempre va a intentar y buscar sabotear los procesos progresistas. Es un tema de sobrevivencia política de ellos, es un tema de control y disputa por el excedente económico. La derecha en el mundo entero y en el continente es “derecha”, y se vuelve empresarial, se vuelve millonaria usufructuando los recursos públicos. Está claro que la derecha siempre va a buscar conspirar y ese es un dato de la realidad. Pero es importante que evaluemos qué cosas nosotros no hemos hecho bien, dónde hemos tenido límites y tropiezos que han permitido o permiten que la derecha retome la iniciativa. Porque si nos damos cuenta dónde está y cuál es nuestra debilidad está claro que podremos superarla, superar esa debilidad e impedir ese regreso de la derecha y retomar nosotros la iniciativa para nuevamente desplazarla con la movilización democrática del pueblo.

Yo voy a marcar cinco límites y cinco contradicciones que se han hecho presentes, que han aflorado en esta virtuosa década continental. No voy a marcar por orden de importancia sino simplemente por orden lógico.

Una primera debilidad, una primera falencia que hemos tenido o podemos todavía tener son las contradicciones al interior de la economía. Es como si le hubiésemos dado poca importancia a las cuestiones económicas de los procesos revolucionarios. Y ese es un peligro porque, no se olviden, Lenin decía que la política es expresión concentrada de la economía.1 Claro, en oposición [a un Gobierno], cuando uno es opositor no “gestiona” nada. Lanza un proyecto de país, irradia una propuesta económica, pero no gestiona. Esa convocatoria hacia el pueblo es en función de propuestas, de iniciativas y sugerencias, pero todavía no en función de gestión2. Entonces, cuando uno es opositor importa más la política, la organización, las ideas, la movilización, acompañada de propuestas de economía más o menos atractivas, creíbles, articuladoras. Pero cuando uno es gestión de gobierno, cuando uno se vuelve Estado, la economía es decisiva. Y no siempre los gobiernos progresistas y los líderes revolucionarios han asumido la importancia decisiva de la economía cuando se está en gestión de gobierno. La base económica de cualquier proceso revolucionario es la economía. Cuidar la economía, ampliar los procesos de redistribución, ampliar el crecimiento, eran también las preocupaciones de Lenin en los años 1919, 1920, 1921 y 1922 cuando pasado el comunismo de guerra tiene que afrontar la realidad de su país destrozado. Ha resistido la invasión de siete países y ha derrotado a la derecha, pero hay siete millones de personas que han muerto de hambre. ¿Qué hace un revolucionario?, ¿qué hace Lenin?: se ocupa de la economía. Todos los textos de Lenin después del comunismo de guerra es la búsqueda por un lado y por otro de cómo restablecer la confianza de los sectores populares, obreros y campesinos a partir de la gestión económica, del desarrollo de la producción, de la distribución e la riqueza, del despliegue de iniciativas autónomas de campesinos, de obreros, de pequeños empresarios, incluso de empresarios grandes, para garantizar una base económica que de estabilidad, que de bienestar a la población soviética habida cuenta que no se puede construir socialismo ni comunismo desde un solo país, habida cuenta que hay un mercado mundial que regula las relaciones, que el mercado y la moneda no desaparecen por decreto, que no desaparecen sólo estatizando los medios de producción, habida cuenta que dadas las características del mercado y de la moneda una economía social y comunitaria solamente podrá surgir en un contexto de avance mundial y continental. Mientras tanto, le toca a cada país resistir, crear condiciones básicas de sobrevivencia, crear condiciones básicas de bienestar para su población, pero eso sí, manteniendo el poder político en manos de los trabajadores. Se puede hacer cualquier concesión, se puede dialogar con quien sea que permita ayudar al crecimiento económico, pero siempre garantizando el poder político en manos de los trabajadores y los revolucionarios.

La economía es decisiva. En la economía nos jugamos nuestro destino como gobiernos progresistas y revolucionarios. Si no hay satisfacciones populares básicas no cuenta el discurso. El discurso habrá de ser eficaz, puede crear expectativas positivas colectivas, solamente sobre una base material de satisfacción mínima de condiciones básicas y necesarias. Si no están esas condiciones necesarias satisfechas cualquier discurso, por muy seductor, por muy esperanzador que sea, se diluye ante la realidad económica.

Una segunda debilidad en el tema económico es que algunos de los gobiernos progresistas y revolucionarios han adoptado medidas que han afectado al bloque revolucionario y potenciado al bloque conservador. Ciertamente que un gobierno debe gobernar para todos, es la clave del Estado. El Estado es el monopolio de lo universal, ahí radica su fuerza y su poderío, representar lo universal, sabiendo que lo universal es lo particular irradiado y articulado en el resto de los sectores. Pero gobernar para todos no significa entregar los recursos o tomar decisiones que por satisfacer a todos debiliten la base social que le dio vida al proyecto, que le da sustento y que al fin y al cabo es la que saldrá a las calles cuando las cosas se ponen difíciles. ¿Cómo moverse en esa dualidad: gobernar para todos, teniendo en cuenta a todos, pero en primer lugar, por siempre, como dice la Iglesia Católica de base, “tomando una opción preferencial”, prioritaria, por los trabajadores, por los pobladores, por los campesinos? No puede haber ningún tipo de política económica que deje de lado a lo popular. Cuando se hace eso, creyendo que se va a ganar el apoyo de la derecha, o que así se la va a neutralizar, se comete un error: la derecha nunca es leal. A los sectores empresariales los podemos neutralizar, pero nunca van a estar de nuestro lado. Y vamos a neutralizarlos siempre y cuando vean que lo popular es fuerte y movilizado. En cuanto vean que lo popular es débil, o cuando vean que hay debilidades, los sectores empresariales no van a dudar un solo instante para levantar la mano y clavar un puñal a los gobiernos progresistas y revolucionarios.

Hay quienes dicen desde el lado de una supuesta izquierda “más de izquierda” que el problema fue que los gobiernos progresistas no tomaron medidas más duras de socialización y de levantar el comunismo, y de acabar con el mercado y disolverlo, como si el problema fuera un tema de voluntad o de decretos. Se puede sacar un decreto que diga que no hay mercado, sin embargo, el mercado va a seguir. Podemos sacar un decreto que diga acabar con las compañías extranjeras, sin embargo, los repuestos y herramientas para los celulares y para las máquinas van a requerir del conocimiento universal que nos envuelve a todos. Un país no puede volverse autárquico. Ninguna revolución ha aguantado ni va a sobrevivir en la autarquía ni en el aislamiento. O la revolución es mundial y continental, o es caricatura de revolución.

Y en lo económico, evidentemente, los gobiernos progresistas y revolucionarios significaron un empoderamiento de trabajadores, campesinos, obreros, mujeres y jóvenes, con mayor o menor radicalidad según el país que se tome en cuenta. Pero un poder político no va a ser duradero si no viene acompañado de un poder económico de sectores populares. ¿Qué es eso que en cada país habrá que resolver? Que el poder político tiene que ir acompañado de poder económico, porque si no seguirá presentándose la dualidad de poder político en manos de los trabajadores y el poder económico en manos de los empresarios o del Estado. Pero el Estado no puede sustituir a los trabajadores. Podrá colaborar, podrá mejorar, pero tarde o temprano tiene que ir devolviendo poder económico en los sectores subalternos, creando capacidad económica, capacidad asociativa productiva de los sectores subalternos. Esta es la clave que va a decidir a futuro la posibilidad de pasar de un post-neoliberalismo a un post-capitalismo.

El segundo problema que estamos enfrentando los gobiernos progresistas es la redistribución de riqueza sin politización social. ¿Qué significa esto? Significa que la mayor parte de nuestras medidas han favorecido a las clases subalternas. Que en el caso de Bolivia 20 % del pueblo boliviano ha pasado a componer las clases medias3 en menos de diez años. Hay una ampliación del sector medio, de la capacidad de consumo de los trabajadores, hay una ampliación de derechos, necesaria esa ampliación, si no, no seríamos un gobierno progresista y revolucionario. Pero, si esta ampliación de capacidad de consumo, si esta ampliación de la capacidad de justicia social no viene acompañada con politización social, no estamos ganando el sentido común. Habremos creado una nueva clase media con capacidad de consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido común conservador.

¿Cómo acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación de la capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material de los trabajadores con un nuevo sentido común? 

¿Qué es el sentido común?: es la suma de los preceptos íntimos, morales y lógicos con que la gente organiza su vida. ¿Cómo organizamos lo bueno y lo malo en lo más íntimo, lo deseable de lo indeseable, lo positivo de lo negativo? No se trata de un tema de discurso, se trata de un tema de nuestros fundamentos íntimos, en cómo nos ubicamos en el mundo. En este sentido, lo cultural, lo ideológico, lo espiritual, se vuelven decisivos. No hay revolución verdadera ni hay consolidación de un proceso revolucionario si no hay una profunda revolución cultural.

Porque es muy cierto que podemos levantarnos y unirnos, como decía el compañero, cuando explicaba lo de la democracia espasmódica –me encantó esa frase–, está bien, en un momento de espasmo y arrebato nos unimos, deliberamos y tomamos decisiones, pero luego uno regresa a la casa, regresa al trabajo, a la actividad cotidiana, a la escuela, a la universidad y vuelve a reproducir los viejos esquemas morales y los viejos esquemas lógicos de cómo organizar el mundo. Y qué hemos hecho. Claro, mi participación en la asamblea fue un espasmo, pero no fue profundidad que democratizó mi ser interno. ¿Cómo llevar la democratización de la asamblea, como espacio, como experiencia colectiva, a una democratización del alma, del espíritu de cada persona, en su universidad, en su barrio, en su sindicato, gremio o barrio? Ése es el gran reto: es decir, no hay revolución posible si no viene acompañada de una profunda revolución cultural. Y ahí estamos atrasados. Ahí la derecha ha tomado la iniciativa a través de los medios de comunicación, del control de las Universidades, de las fundaciones, de las editoriales, de redes sociales, de publicaciones. A través del conjunto de formas de constitución de sentido común contemporáneas. ¿Cómo retomar la iniciativa? Esta angustia la comentábamos con el presidente Evo cuando leíamos que muchos de nuestros hermanos que son dirigentes sindicales, o que son líderes estudiantiles, como una especie de ascenso social ven ellos llegar al Parlamento, o ser dirigentes, es la culminación de una carrera social. Tienen derecho, después de haber sido siglos marginados del poder político, imaginarse que pueden ser dirigentes es un hecho de justicia. Pero muchas veces es más importante ser un dirigente de barrio, ser un dirigente en la Universidad, ser comentarista de radio, ser un dirigente de base, que ser autoridad. Porque es en el trabajo cotidiano con la base donde uno gesta la construcción de sentido común. Y cuando vemos camadas enteras, cuando vemos a nuestros hermanos saliendo del barrio, de la comunidad, del sindicato para buscar con derecho legítimo ser autoridad, luego queda un vacío y ese vacío lo llena la derecha. Y luego tendremos entonces un buen ministro o un buen parlamentario, pero tendremos un mal sindicalista, un mal dirigente universitario, en general predispuestos a someterse a la derecha. Vuelvo a decir: cuando uno está en función de gobierno es tan importante un buen ministro o parlamentario como un buen dirigente revolucionario sindical, barrial, estudiantil, porque ahí también se hace la batalla por el sentido común.

Una tercera debilidad que estamos presentando los gobiernos progresistas y revolucionarios es una débil reforma moral. Es clarísimo que la corrupción es un cáncer que corroe a la sociedad, no sólo ahora sino desde hace quince, veinte, cien años. Los neoliberales son ejemplo de una corrupción institucionalizada cuando amarran la cosa pública y la convirtieron en privada. Cuando amasan fortunas privadas robando fortunas colectivas a los pueblos de América Latina. Las privatizaciones han sido el ejemplo más escandaloso, más inmoral, más indecente, más obsceno de corrupción generalizada. Y eso lo hemos combatido, pero no bastó. No ha sido suficiente. Es importante que así como damos ejemplo de restituir la res publica, los recursos y bienes públicos como bienes de todos, en lo personal, en lo individual cada compañero, sea  el Presidente, el Vice-presidente, un ministro, director, parlamentario o gerente, en nuestro comportamiento diario, en nuestra forma de ser, nunca abandonemos la humildad, la sencillez, la austeridad y la transparencia.

Hay una campaña de moralismo insuflado últimamente en los medios. En el caso de Bolivia decimos: ¿qué ministro, qué viceministro, qué diputado del pueblo tiene una compañía en los Panamá Papers? Ninguno. Pero en cambio podemos enumerar diputados, senadores, candidatos, ministros de la derecha que en fila inscribieron sus empresas en Panamá para evadir impuestos. Ellos son los corruptos, ellos son los sinvergüenzas que no tienen ninguna moral, y nos acusan a nosotros de corruptos, de sinvergüenzas. Pero, hay que seguir insistiendo en la capacidad de mostrar con el cuerpo, con el comportamiento y con la vida cotidiana lo que uno procura. No podemos separar lo que pensamos de lo que hacemos, lo que somos de lo que decimos.

Un cuarto elemento, que yo no diría de debilidad, es el que se presenta en la experiencia latinoamericana y que no la vivieron ni Rusia, ni Cuba, ni China: es el tema de la continuidad del liderazgo en regímenes democráticos. Cuando triunfa una revolución armada la cosa es fácil, porque la revolución armada logra finiquitar casi físicamente a los sectores conservadores. Pero en las revoluciones democráticas tienes que convivir con el adversario. Lo has derrotado, lo has vencido discursivamente, electoralmente, política y moralmente, pero ahí sigue tu adversario. Es parte de la democracia. Y las Constituciones tienen límites de cinco, diez, o quince años para la elección de los gobernantes, de una autoridad. ¿Cómo se da continuidad al proceso revolucionario cuando se tienen esos límites? Es un tema del que no se han ocupado otros revolucionarios porque el problema fue resuelto al principio. Nosotros no. Forma parte de nuestra experiencia revolucionaria. ¿Cómo se resuelve el tema de la continuidad del liderazgo? Van a decir: “lo que pasa es que los populistas, los socialistas, son caudillistas”. Pero qué revolución verdadera no personifica el espíritu de la época. Si todo dependiera de instituciones, eso no sería revolución. Ninguna revolución late en las instituciones. No hay revolución verdadera sin líderes ni caudillos. Es la subjetividad de las personas la que se pone en juego. Cuando ya son las instituciones las que regulan la vida de un país estamos ante democracias fósiles. Cuando es la subjetividad de las personas las que define los destinos de un país estamos ante procesos verdaderos de revolución. Pero el tema es cómo damos continuidad al proceso teniendo en cuenta que hay límites constitucionales para un líder. Hay límites constitucionales para una persona. Este es un gran debate no fácil de resolver. No tengo yo la respuesta. Hay varios países en los que se está atravesando ese proceso: Bolivia, Ecuador. Tal vez la importancia de los liderazgos colectivos, de trabajar liderazgos colectivos que permitan  la continuidad de los procesos tenga mayores posibilidades en el ámbito democrático. Pero incluso a veces ni eso es suficiente. Esta es una de las preocupaciones que corresponde ser resueltas en el debate político. ¿Cómo damos continuidad subjetiva de los liderazgos revolucionarios para que los procesos no se trunquen, no se limiten, y puedan tener una continuidad en perspectiva histórica?

Por último una quinta debilidad que quiero mencionar, de manera autocrítica pero propositiva, es la débil integración económica y continental. Hemos avanzado muy bien en integración política. Y los bolivianos somos los primeros en agradecer la solidaridad de esta Argentina, de Brasil, de Ecuador, de Venezuela, de Cuba cuando hemos tenido que enfrentar problemas políticos. Y gracias a ellos estamos donde estamos. El presidente Evo está donde está gracias a la solidaridad política de los presidentes y los pueblos latinoamericanos. Pero la integración económica es mucho más difícil, porque cada gobierno está viendo especialmente su espacio geográfico, su economía, su mercado, y cuando tenemos que ver los otros escenarios surgen limitaciones. No es una cosa fácil la integración económica. Uno habla… pero cuando tienes que ver la balanza de pagos, las inversiones, las tecnologías, las cosas se ralentizan. Éste es el gran tema. Soy un convencido que América Latina solo va a poder convertirse en dueña de su destino en el siglo XIX si logra constituirse en una especie de Estado continental, plurinacional, que respete las estructuras nacionales de los Estados pero que la vez, con ese respeto de las estructurales locales y nacionales, tenga un segundo piso de instituciones continentales en lo financiero, en lo económico, en lo cultural, en lo político y en lo comercial. ¿Se imaginan si somos cuatrocientos cincuenta millones de personas unidas sobre las mayores reservas de minerales, de litio, de agua, de gas, de petróleo, de agricultura? Nosotros podemos direccionar los procesos de mundialización de la economía continental. Solos, somos presas de la angurria y el abuso de empresas y países del Norte. Unida América Latina vamos a poder pisar fuerte en el siglo XXI y marcar nuestro destino.

La derecha quiere retomar la iniciativa. Y en algunos lugares lo han logrado aprovechando alguna de estas debilidades. ¿Qué va a pasar, en qué momento estamos, qué viene a futuro? No debemos asustarnos ni debemos ser pesimistas ante el futuro, ante estas batallas que se vienen. Marx, en 1848, cuando analizaba los procesos revolucionarios, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas. Nunca imaginó un proceso ascendente, continuo, de revolución. Decía, “la revolución se mueve por oleadas”. Una oleada, otra oleada, y la segunda oleada avanza más allá de la primera, y la tercera más allá de la segunda. Me atrevo a pensar, profesor Emir [Sader], que estamos ante el fin de la primera oleada. Y está viniendo un repliegue. Serán semanas, serán meses, años, pero está claro que como se trata de un proceso habrá una segunda oleada, y lo que tenemos que hacer es prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos mal en la primera oleada, en qué fallamos, dónde cometimos errores, qué nos faltó hacer, para que cuando se dé la segunda oleada, más pronto que tarde, los procesos revolucionarios continentales puedan llegar mucho más allá, mucho más arriba, que lo que lo hicieron en la primera oleada.

Y esta segunda oleada podrá ir más arriba porque tendrá unos soportes, puntos de partida que no vamos a ceder. Tendrá a una Bolivia, a una Cuba, a Venezuela, tendrá a  Ecuador, firmes.

Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles son su aire. De ellos vivimos, de los tiempos difíciles, de ellos nos alimentamos, de los tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos de abajo, acaso no somos los perseguidos, los torturados, los marginados de los tiempos neoliberales? La década de oro del continente no ha sido gratis. Ha sido la lucha de ustedes desde abajo, desde los sindicatos, las Universidades,  los barrios, la que ha dado lugar al ciclo revolucionario. No ha caído del cielo esta primera oleada. Traemos en el cuerpo las huellas y las heridas de lucha de los décadas de 1980 y 1990. Y si hoy provisionalmente, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas y a las de los años 2000, bienvenido sea. Para eso se es revolucionario.

Luchar, vencer, caerse, levantarse, y volver a luchar, vencer, caerse y levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.

Algo que cuenta en nuestro favor: el tiempo histórico está de nuestro lado. Ellos, lo decía el profesor Sader, no tienen alternativa, no son portadores de un proyecto de superación de lo nuestro. Ellos simplemente se anidan en los errores, en las envidias de lo pasado. Ellos son restauradores. Ya conocemos lo que hicieron con el continente. En Argentina, Bolivia, Brasil y Ecuador, sabemos lo que hicieron ellos, porque gobernaron en los años ochenta y noventa. Y nos convirtieron en países miserables, dependientes, nos llevaron a situaciones de extrema pobreza, de vergüenza colectiva. Ya conocemos lo que ellos quieren hacer. No representan al futuro. Ellos son zombis, muertos vivientes electoralmente. Nosotros somos el futuro. Somos la esperanza. Hemos hecho en diez años lo que ni en cien años se atrevieron a hacer ni dictadores ni gobiernos, porque nosotros hemos recuperado la Patria, la dignidad, la esperanza, la movilización y la sociedad civil. Entonces ellos tienen eso en contra. Son el pasado. Ellos son el pasado. Ellos son el retroceso. Nosotros estamos con el tiempo histórico. Pero hay que ser ahí muy cuidadosos. Aprender lo que aprendimos en los ochenta y los noventa cuando todo complotaba contra nosotros. Acumular fuerzas, saber acumular fuerzas. Saber que cuando uno se lanza a una batalla y la pierde, nuestra fuerza va hacia el enemigo y se potencia y nosotros nos debilitamos. Que cuando hay que dar una batalla hay que saber calcularla bien, saber obtener legitimidad, saber explicar a la gente, saber conquistar nuevamente la esperanza, el apoyo, la sensibilidad, y el espíritu emotivo de las personas en cada nueva pelea que hagamos. Saber que nuevamente tenemos que entrar a la batalla minúscula y gigantesca de ideas, en los medios de comunicación grandes, en los periódicos, en los pequeños panfletos, en la Universidad, en los colegios, en lo sindicatos. Que hay que volver a reconstruir nuevo sentido común de la esperanza, de la mística. Ideas, organización, movilización.

No sabemos cuánto durará esta batalla. Pero preparémonos por si dura un año, dos, tres cuatro… Cuando nos tocó soportar los tiempos neoliberales, en la trinchera en que estuvimos soportamos más de veinte años. Y los que vienen desde las dictaduras soportaron cuarenta. Y en esos tiempos la derecha ya se presentaba como portadora del cambio. ¡Nosotros somos los abanderados del cambio, nosotros! La derecha es abanderada del pasado.

Por lo tanto, este es también un buen tiempo. Siempre es un buen tiempo, en la gestión de gobierno o en la oposición, el Continente está en movimiento y más pronto que tarde, ya no serán simplemente ocho o diez países, seremos quince, veinte o treinta países los que celebraremos esta gran Internacional de pueblos revolucionarios, progresistas.




Notas del editor:
* Agradecemos a los compañeros periodistas Carlos Aznárez, argentino, e Iroel Sánchez, cubano, el acceso al texto que ahora publicamos. El original fue publicado por Resumen latinoamericano (C. Aznárez): “Álvaro García Linera en Argentina: No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural”, en http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/05/30/alvaro-garcia-linera-en-argentina-no-hay-revolucion-verdadera-ni-hay-consolidacion-de-un-proceso-revolucionario-si-no-hay-una-profunda-revolucion-cultural/. Para esta edición se lo tomó de La pupila insomne, revista digital cubana que edita Iroel Sánchez, publicado con el título “Álvaro García Linera: Nosotros somos los abanderados
del cambio”. Para su reproducción en ¡Ansina es!... tuvo el texto mínimos cambios adecuándolo al estilo del blog sin alterar el contenido conceptual.
1 La frase de Lenin es “la política es la expresión más concentrada de la economía”, según refiere Miguel Candioti en “Notas sobre el lugar de la política en la fundamentación del materialismo histórico” (Nota a pie 6), Universitat Pompeu Fabra, Barcelona: http://www.upf.edu/materials/polietica/_pdf/etpolugarpolitica.pdf
2 García Linera emplea la expresión “gestión”, muy usual en las últimas décadas, para aludir a las acciones propias del ejercicio político gubernamental. En rigor, el verbo gestionar se corresponde con las acciones necesarias para llevar adelante iniciativas o proyecto, ocuparse de la administración, organización y funcionamiento de una empresa, actividad económica u organismo y manejar o conducir una situación problemática. Es decir, es muy amplia la problemática que comprende que más se corresponde con la propia de las gerencias de negocios. El DRAE indica que la expresión jurídica “gestión de negocios” refiere a un “cuasicontrato que se origina por el cuidado de intereses ajenos sin mandato de su dueño”. Nosotros preferimos el sustantivo “gobierno” y el verbo “gobernar”: mandar con autoridad o regir algo; dirigir un país o una colectividad política; guiar y dirigir (gobernar la nave, la procesión, la danza, etc.); manejar a alguien, ejercer una fuerte influencia sobre él; componer, arreglar;  regirse según una norma, regla o idea.
3 Organismos de evaluación de la economía mundial y continental caracterizan las capas sociales según  accedan o no al consumo de determinados bienes: así se ha llegado a afirmar que hubo en los últimos años un “marcado” crecimiento de la “clase media”. Esta conceptualización es ciertamente perversa porque la que principalmente se ha beneficiado con el aumento del consumo ha sido la clase propietaria de los bienes de producción y del capital financiero, y no las capas de la clase trabajadora que elevaron su capacidad de compra. Para ver con claridad que dicha “clase media” no es otra cosa que “una sensación”, y principalmente una “auto percepción” sin vínculo con la real ubicación en el aparato productivo de quienes así se sienten, recomiendo, de Ezequiel Adamovsky, Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, Booket, Planeta, Buenos Aires, 2015.

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