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domingo, 22 de noviembre de 2015

Necesaria cuota de buen humor*



Con Beticita nos levantamos temprano, desayunamos y provistos de lo necesario salimos a cumplir. En un primer momento ya presentimos que no sucedía lo habitual... Algo raro, íbamos solos por la calle, parecía un domingo común, de remoloneos y bostezos, de asomarse alguna u otro a mirar el cielo con el mate en una mano y con la otra restregándose los párpados... —Negra, ¿qué día es hoy?— pregunté, —veintidós de noviembre—. Cruzamos la carretera y circunvalamos la tan imponente como desagradable devastación de la estribación sudoeste del cerro hecha por unos turbios negociantes, llegamos a la escuela. No había nadie, ni afuera ni dentro... No había local comicial... Aquella primera percepción de rareza se convirtió en desconcierto, nos miramos. Pronto descubrimos un momento nuevo, inesperado aunque sin duda posible, un portentoso salto de calidad en la historia: ¡había estallado la abstención revolucionaria!


Nota:
* Para los que superamos los setenta años de edad en Argentina el voto ciudadanos no es obligatorio. Votamos en la primera vuelta pero luego de un año difícil por cuestiones de salud decidimos con mi gran compañera de medio siglo tomarnos un mes largo de actividad cuasi campestre en un pueblito uruguayo de serranías bajas y costa frente al gran estuario sureño. Este texto que hacemos público fue, con el mismo título y mediante correos electrónicos, enviado hoy –día del balotaje presidencial– a parientes y amigos. G. E.

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