16.11.2015
Ayer se realizó el debate entre Mauricio Macri y Daniel
Scioli. Desde las elecciones generales (25/10) ambos candidatos han realizado
un importante esfuerzo para consolidar los votos obtenidos y ampliar su margen
con respecto al otro. Macri se encuentra en todas las encuestas por encima de
Scioli. Ha logrado instalarse como el “cambio” –frente a la reivindicación de
continuidad del oficialismo– y ha aprovechado algunas políticas –sobre todo,
económicas– que han impactado en diversos estratos sociales (inflación,
regulación de la compra de dólares, recorte de importaciones). Pero
fundamentalmente, ha representado ciertas demandas vinculadas a la erosión de
expectativas de ciertos sectores de las clases medias y bajas que ven que su
ascenso inicial se ha detenido o puesto en duda. La explosión de consumo
promovida por el kirchnerismo posee una cara dilemática y de época: se asienta
sobre una visión de progreso indefinido que no puede ser garantizada en última
instancia ni por el Estado ni por el mercado. La posmodernidad aspira a
realizaciones ilimitadas que se enfrentan a estructuras asimétricas y más
cuando hablamos de países periféricos sujetos a las oscilaciones del mercado
internacional. Las condiciones mundiales actuales (baja de precio de commodities, restricción de los mercados
centrales, bajo crecimiento en US, UE y China) impactaron en las rentas
estatales y por ende en el sostenimiento de las políticas públicas que apuntan
a recrear la economía. Macri comienza a consolidarse progresivamente –con otro
sector de la oposición– a partir de 2008. Año de gran impacto de la crisis
mundial, baja de precio de los commodities
y del conflicto entre el gobierno y los empresarios del campo. A su vez, existe
otra cuestión no menor. El gobierno nacional –principalmente Cristina Fernández
de Kirchner– desarrolló un relato híper-ideologizado que, en lugar de
resignificar sus políticas y los diversos malestares ciudadanos, terminó
“desenganchándose” de los efectos reales de sus políticas públicas. Construyó
“registros paralelos” alejándose de la interpretación de la dinámica más
cotidiana y medular de diversos sectores sociales. La creencia que desde el
“Estado” podía expandirse la adhesión electoral no solo soslaya la capacidad de
ciertos actores sino las dinámicas sociales (des)articuladas por el mercado.
Éste posee una fuerza inédita en la construcción de subjetividades, valores,
demandas y gustos. No existe ninguna apelación considerada como válida ni
trascendente para que alguien ponga en entredicho su consumo personal. No
existe registro humanista o republicano del bien común que contenga el deseo
individual. Macri, de alguna manera, representa esto. Es su signo de época.
Scioli llegó de otra manera al debate. Rompió el “maleficio”
militante que ante el inicio de cada párrafo debería nombrarse a Cristina Fernández
de Kirchner, Néstor Kirchner o el “Proyecto”. En estos últimos días, y se vio
en el debate, rompió simbólicamente con la presidenta y “jubiló” a muchos
funcionarios con una frase lacónica: “este gobierno termina el 10 de
diciembre”. Al mismo tiempo, puso fin a un conjunto de “operaciones” del mismo
oficialismo contra su candidatura (que daban por perdida la elección y por lo
tanto debían posicionarse post balotaje) y se deslizo a un territorio
discursivo que reconoce la necesidad de cambios. Esta modificación obedece a
una lectura de los resultados electorales y de las encuestas; pero
fundamentalmente a un cambio de ánimo. Una efervescencia ciudadana y social ha
desbordado los pronósticos oficiales y se ha movilizado. Inclusive, retomaron
el “timbreo” (práctica que consolidó el macrismo como diálogo intimista y
privado), relegaron referencias partidarias dando lugar a expresiones
ciudadanas y se lanzaron en varios espacios para conquistar votos. La “plaza”
se ha impuesto a las intrigas de “palacio”. Las referencias a Cristina y al FPV
desaparecieron y el nombre Scioli fue ganando el espectro comunicacional. Esto,
de alguna manera, marca el fin de ciclo del oficialismo y un reposicionamiento
del gobernador bonaerense.
Ayer se realizó el debate. La televisión impuso sus reglas y
su “tic tac epocal”. Macri desplegó una estrategia intimista, agresiva y de
proximidad personal. El “hombre que recoge el deseo de otros hombres” y buscó
relacionar a Scioli con las referencias más cuestionadas del oficialismo. Scioli
se defendió. Intentó colocar a Macri en las definiciones económicas. Por
momentos, logró salir de ese lugar estoico y “salió a la cancha”. Por momentos,
quedó sujeto al discurso “desacartonado” del dirigente que quiere llevar
adelante la “revolución de la alegría”.
nota:
* Esteban
De Gori es argentino, sociólogo y doctor en Ciencias Sociales. Dicta clases en la Universidad de Buenos
Aires (UBA) y en la Universidad Nacional
de San Martín (UNSAM). Es Investigador Asistente del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Instituto Gino Germani
de la Facultad
de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires. El presente artículo de opinión
ha sido publicado originalmente por el Centro de Estudios Latinoamericano de
Geopolítica (CELAG), con sede en Quito, Ecuador. Véase http://www.celag.org/el-nacimiento-de-scioli-por-esteban-de-gori/
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