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jueves, 27 de agosto de 2015

Incitación a los desbordes (pasa, doy fe) vs. conciencia popular



Promediando la década de 1990 y ya en inicio el declive del menemismo, había llegado frente a la fachada de la Municipalidad de General Sarmiento, en San Miguel, noroeste del conurbano y a treinta kilómetros del centro porteño, la cabecera de una numerosa y compacta columna del Sindicato de Obreros y Empleados Municipales reclamando aumento de salarios, en defensa de los trabajadores de la salud y de los propios hospitales públicos, por la época solamente uno en San Miguel y otro en Los Polvorines más una serie de salas médicas de barrio, la mayoría desprovistas de personal suficiente, instalaciones y utensilios.

El intendente de entonces era Luis Ortega, impulsado por Felipe Solá, empresario rural, quien siendo secretario de Agricultura de Menem habilitó en Argentina la siembra de soja transgénica de Monsanto y sus herbicidas asociados.1 Ahora, Solá está alineado con Sergio Massa y en esa condición es candidato a gobernador de la populosa Provincia de Buenos Aires, en disputa principal con el Frente por la Victoria (kirchnerista), coalición que para ese cargo a dirimirse en los comicios generales del 25 de octubre próximo propone al actual Jefe de Gabinete de la Presidencia de la Nación, Aníbal Fernández. La fórmula de gobernador y vicegobernador (y presidente del Senado provincial) incluye, acompañando a Fernández, al dirigente del Partido Nuevo Encuentro, Martín Sabbatella, actual titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA).

Luis Ortega fue el último intendente de aquel municipio que por ley de la Provincia fue disuelto dando lugar a tres nuevas jurisdicciones.2 Este Ortega fue uno de los hermanos del cantautor Ramón (Palito) Bautista Ortega –por la misma época Gobernador de la Provincia de Tucumán y también alineado con Menem, y poco más tarde con Eduardo Duhalde–,  y falleció en circunstancias nunca aclaradas en un choque frontal de automotores ocurrido el 26 de julio de 1996 en el Departamento de Leales, Provincia de Tucumán –de donde la familia Ortega es originaria–, y que se presumió podría haber sido intencional con el objeto de acabar con su vida, pero no por razones políticas, materia en la que era ignorante.3

La década de 1990 se inició en Argentina con el triunfo electoral de Carlos Saúl Menem el 14 de mayo de 1989 y el estallido social, simultáneos con una altísima inflación, que obligaron a Raúl Alfonsín4 a retirarse anticipadamente de la Presidencia el 8 de julio y ceder la función al electo relevo. Aquel estallido caracterizado por el saqueo de supermercados en varias ciudades argentinas ocurrió en un ambiente que ahora se hace más evidente que ex profeso fue generado, y cuyos manipuladores fueron dirigidos desde turbios cenáculos ocultos aunque, si se quiere, identificables.

Ya entonces, luego de los grises y dramáticos años de dictadura cívico militar que allanaron su implantación, con la formal instauración del neoliberalismo económico (al que no pocos dirigentes de la Unión Cívica Radical impulsaron, como Rodolfo Terragno) se fue afirmando la liquidación de grandes empresas industriales y de servicios más la concentración de la propiedad de los medios de comunicación y sus nuevos modos de captación de franjas cautivas, a las que se caracterizaba según sus necesidades y hábitos, especialmente los de consumo, implantándose el concepto de “consumidor” o “cliente” en lugar de los de ciudadano y usuario.

Los Ortega eran todos menemistas y tuvieron lazos con los Peroné, de José C. Paz

Ramón Ortega ya estaba casado (desde 1967), y continúa estándolo, con Evangelina Zalazar, actriz de series televisivas, la primera de otras tres en interpretar el personaje de “Jacinta Pichimahuida”, comedia sencilla de una maestra de escuela primaria que lidia con sus escolares púberes (1966), cuyo autor fue el superproductivo Abel Santa Cruz (1911-1995), guionista de radio y TV de la época. Dos hermanos de Ramón, Raúl y Luis –los tres Ortega de edades cercanas– se casaron a su vez con dos hermanas oriundas de José C. Paz, una localidad de General Sarmiento a solamente veinticinco cuadras de la ciudad de San Miguel.

Ramón, quien durante la intendencia de su hermano Luis ejerció como concejal municipal, se había casado (1968) con Cristina Noemí Peroné, que como su cuñada Evangelina incursionó en los estudios de televisión pero con apellido artístico: Lemercier. Inclusive, tras los relevos que en la actuación como maestra Pichimahuida, luego de Zalazar, hicieran Silvia Mores (1968) y María de los Ángeles Medrano (1974-1975), hizo su aparición Cristina Lemercier (1982 a 1985). En 1994 Ramón disputó una interna peronista con Jesús Cariglino por la candidatura a Intendente de Malvinas Argentinas, pero perdió. Cariglino viene siendo Intendente de este municipio desde 1995 hasta ahora, cuando con una mano sujetándose en Massa y la otra en Macri, pone su puesto en juego frente a kirchnerista muy joven, Nardini. Cristina Noemí Peroné, madre de tres hijos, el 22 de diciembre de 1996 y a los cuarenta y pico años de edad se disparó un tiro en la sien. Tras agonizar cinco días, murió el 27 de ese mes.

Luis, también de desgraciado final, casado con María Rosa Peroné, hermana de Cristina, se le había anticipado sólo cinco meses.

Che, ¿nadie va a tirar un poco de nafta? Si no hay quilombo no hay TV…

Quizá haya sido el lunes 24 de julio de 1995 la oportunidad, un año antes de esos sucesos –hago la relación casi nada más que de memoria– cuando aquella multitud marchando desde la sede sindical en Pringles y la avenida Perón, en San Miguel, Provincia de Buenos Aires, a una cuadra del Hospital Dr. Larcade, yendo por la avenida hasta la plaza principal y torciendo a la derecha entre canteros hasta la Intendencia, entonó una vez más y con más volumen y brío una cancioncita picaresca cuyos versos sentenciaban que Ortega no era precisamente un intendente… Fue cuando un cronista del Canal 13 micrófono en mano, y que llevaba a la rastra a su cameraman tirando del cable, dirigiéndose a mí, doy fe, porque como yo sabía de quien se trataba él conocía mi desempeño en radioemisoras locales de aquellos años, me preguntó si no se armaría algo de quilombo como para justificar activar la cámara: Che, ¿nadie va a tirar un poco de nafta?

También doy fe que esta mixtura de intereses de clase adinerada, como la de los terratenientes y capitanes del agro-negocio, la farándula, los empresarios fulleros que cuando dicen gestionar en lugar de gobernar dicen la verdad porque “gestionan negocios”, y que como creen que todos somos de su condición se la pasan espiándonos con cámaras, pinchaduras cibernéticas más tecnólogos y juristas cómplices, aprovechándose de la ignorancia política y debilidad intelectual que suele campear entre las clases medias, los asesores pagados por el capital concentrado y la inmoralidad de los mass media que montan espectáculos y los muestran como espontáneas manifestaciones de la realidad. Digo, que esta mixtura destruye la vida de nosotros pueblos laboriosos y sufridos, destruye nuestro mundo, no el de ellos, el nuestro (que no es el mejor que quisiéramos sino el que paso a pasito, o de golpe, podemos y haciendo)…

Ahora…

Ahora, entonces, este momento ya es otro. Después de las dictaduras genocidas y de la irrupción mercenaria de los implantadores locales del neoliberalismo con el consabido robo de los activos económicos (nuestros esfuerzos acumulados en el Estado durante casi un siglo y varias generaciones) el poder real, siempre con careta de “socialmente comprometido” buscó limpiar su imagen: meter presos a algunos pocos jerarcas militares para culpabilizarlos de todo y sacar del medio a los rufianes del trabajo político sucio.

No es lo que sucede ahora. El establishment del capitalismo mundial, y de él parece ser subsidiario el secretísimo Club Bilderberg –de ordinarias convenciones anuales en el hemisferio norte y sobre el que hay abundante bibliografía en la que se lo caracteriza con precisión como el Gobierno Mundial del capitalismo–, así como definió lo que debía ocurrir en Grecia tras el triunfo popular en el referendo: la derrota de su Gobierno, ahora también busca definir en América Latina. La etapa, efectivamente, es la de la de un “mix” de guerras económicas y convencionales para retornar a la situación de los años 1980, cuando todo creían haberlo hecho tan bien, y volvernos a quitar lo poco, lo muy poco que logramos reconstruir como nuestro: véanse, entonces, juntas, a Ucrania y Grecia.

No pocos “socialdemócratas moderados” de extracciones y tradiciones partidarias varias, en nuestros países del Sur, fungiendo de esbirros casi-intelectuales (lo de siempre), preferirán conciliar con los de arriba y “moderarnos” a los de abajo (“el cambio justo”): eso es lo que hay que evitar. Tenemos y tendremos Gobiernos en disputa, participemos ahora en esas disputas con la mayor acumulación de fuerzas populares, conscientes y organizadas. Con conciencia de sí, y para sí.

Notas:
1 Veinticinco años después de aquella implantación brutal de las tecnologías del negocio agropecuario intensivo hay pueblos flagelados por el cáncer como consecuencia de la fumigación con glifosato y anegamientos monumentales de campos, ciudades y regiones enteras, producto del cambio climático y las cuencas saturadas porque la tierra no se ara más…
2 Los municipios de San Miguel, de José C. Paz y de Malvinas Argentinas. Una crónica local que puede ayudar a comprender aquel momento en http://www.tiempodetortuguitas.com.ar/index.php?20-A-OS-DE-LA-CREACI-N-DE-MALVINAS-ARGENTINAS-1891
3 Sobre la presunción referida véase http://edant.clarin.com/diario/96/07/28/t-04101d.htm, donde se refiere que «Algo que llamó la atención a la fiscal Joaquina Vermal; su secretario, Roberto Espeche, y al comisario Manuel Jiménez, cuando llegaron al lugar, es que allí la ruta es recta y la visibilidad era muy buena. Pero algunos testigos habrían contado que la camioneta se cruzó de mano porque fue chocada de atrás por otra camioneta».
4 Primer presidente constitucional de la restauración democrática tras la Dictadura de 1976 a 1983.

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