Seremos concisos y breves: el sitio http://blogs.perfil.com/relatodelpresente/,
sobre el cual Mozilla informa que le ha sido negado el acceso a «información
sobre su dueño», de manera reiterada hace públicos comentarios que no solamente
trastocan y deforman la realidad hiriendo y menoscabando a la mayoría notoria
de los habitantes y ciudadanos de Argentina (comprendiendo a más de veinte
millones de personas), sino que ponen en peligro la continuidad democrática y
el estado de Derecho, la integridad territorial, la paz social e inclusive la
propia vida de quienes habitamos el país, seamos naturales de él o hayamos
llegado tanto para incorporarnos a su sociedad como sólo circunstancialmente.
Hoy, 25 de agosto, “Relato del presente” aborda los sucesos
en San Miguel de Tucumán el domingo 23 luego de cerrados los comicios para la
elección del Gobernador provincial, cuando en por lo menos sospechosa actitud
un contingente policial a las órdenes del jefe de la repartición reprimió una
manifestación que, se dijo, fue principalmente “convocada mediante las redes
sociales”, parece haber sido oportuna a estos efectos: los balazos de goma y la
airada “crítica de los demócratas”.
El editor responsable del diario Perfil, de Buenos Aires, que hospeda al blog “Relato del presente”,
es Jorge Fontevecchia (cofundador –junto a su padre Alberto Fontevecchia–, y
también presidente y CEO de la empresa editorial homónima). El anónimo “dueño”
de dicho blog no ahorra infringir la ética periodística, y no es “cualquier”
sino uno que ex profeso practica un estilo que pretende dialectal, popular y
argentino (préstese atención que el cuarto párrafo de su última columna se
inicia así: «Mientras algunos colegas
dicen […]», las bastardillas son mías).
Quiero destacar, antes de poner a ustedes frente al texto que los Fontevecchia autorizaron, que personalmente creo que también
son responsables de lo ocurrido en Tucumán el gobernador Alperovich y otros
jerarcas gubernamentales que deberían haber estado atentos a lo que sucedía e impedido el
desborde policial.
Es hora, también, de que consecuentemente se proceda con
todo rigor para condenar las provocaciones que se “deslizan” en los medios de
prensa, como “Relato del presente” (http://blogs.perfil.com/relatodelpresente/2015-08-25-3815-frente-para-la-violencia/):
En
Tucumán la fiesta de la democracia incluyó un fogón de urnas, que no habrá
contado con una buena guitarreada, pero que al menos iluminó la tardecita.
Scioli aprovechó que Cristina estaba en otra –el nacimiento de su nieta a la
que, en un claro homenaje a una Tucumán que arde, bautizó Helena– y se llevó el
avión presidencial. Lo devolvió el mismo día, antes de que se lo carguen en la
Declaración Jurada por 350 australes. Como no alcanzó una sola jornada y la
gente se quedó con ganas de más, este lunes armaron una rave en la plaza mayor
de San Miguel, donde hubo corchazos de goma democráticos, gases lacrimógenos
nacionales y bastonazos populares para la diversión de toda la familia.
Como
en cualquier casa abandonada, el Jardín de la República se convirtió en el
patio de atrás, ahí donde el único orden que prima es el del caos. Tendrían que
haber escuchado la entrevista que le hicimos anoche a Susana Trimarco en Ahora
es nuestra la ciudad, donde despotricó contra el poder político de Tucumán y se
hizo la boluda cuando se la dejó en evidencia de que el impresentable de Manzur
es el candidato de Alperovich y de Cristina, además de haber formado parte de
la gestión de ambos.
La
gente se empezó a congregar desde temprano y está claro que no eran
simpatizantes del kirchnerismo. Lo interesante fue que la policía empezó a
reprimir cuando los manifestantes comenzaron a entonar el Himno. En el manual
de los simbolismos, un accionar de ese tipo tendría la definición en blanco,
para que cada uno la llene como quiera, ya que que es difícil de explicar.
Obviamente, el clima se caldeó y, mientras pasaba la policía montada, los
vecinos les tiraban de todo desde los balcones de sus edificios.
Mientras
algunos colegas dicen que “Cristina sigue de cerca lo que sucede en Tucumán
para evaluar con su equipo el impacto electoral”, no sé que me jode más: si la
idea de que haya gente que cree que a Cristina todavía le importa lo que está
pasando en algún lugar del país, o si, en el hipotético caso de que sí le
importe, le interesa solamente la parte del impacto electoral, cuando la
policía del gobierno provincial de su oficialismo reprimió a troche y moche a
seres humanos. Sí, estimado militante de la Patria es el otro, menos todos los
que no coinciden con vos: los opositores también son personas.
Otros
especulan con el impacto que tendrá el efecto tucumano en las aspiraciones de
Scioli. Gente: les recuerdo que el Dani ganó en una provincia en la que fueron
a votar con salvavidas, imagínense lo que puede llegar a importar lo sucedido
en Tucumán. Resulta lamentable, pero es el único aspecto en el que realmente
somos un país federal: en la falta de empatía por lo que padecen los habitantes
de otras provincias.
A
título personal, me cansaron con las definiciones berretas, baratas y tibias.
Mientras en Tucumán usaban el aparato del Estado para reprimir una
protesta, Aníbal Fernández usaba su cuenta de Twitter para mostrar que
recibió a Baltasar Garzón, Luis D’Elía afirmaba que sólo era un grupito de
personas potenciadas por las cámaras de TN y Juan Manuel Abal Medina volvía al
planeta Tierra para explicarnos que “el impulso del Congreso para la ley de
venta de acciones estatales es una forma de profundizar el control
democrático”.
¿Con
qué cara se puede hablar de democracia si te prenden fuego las urnas, te entran
a los tiros a un colegio y te cagan a trompadas para sacarte las planillas? Si
la democracia es sagrada, los colegios son las catedrales, las urnas son las
imágenes de Cristo y las planillas ofician de Biblia.
Veo,
escucho y leo a tantos boludos hablando de democracia como si se tratara de un
ente abstracto y no de una institución. Buena parte de la culpa, obviamente, es
del kirchnerismo, que a la monopolización de los derechos de transmisión de
partidos de fútbol la ha llamado “democratización de la pelota”, o que a la
apropiación de los fondos de las AFJP –luego de que este mismo Gobierno diera
la opción de permanecer en el sistema de capitalización o volver al de
reparto–, la presentaron como “democratización de las jubilaciones”. También
quisieron vendernos que el intento de copamiento del Poder Judicial era “la
democratización de la Justicia”, como si a los jueces los designaran unos
marcianos y no el Poder Ejecutivo en acuerdo con el Poder Legislativo. Y mejor
ni hablar de ese extraño concepto de “democratización de los medios” que
consistió en un gastadero infernal de recursos del Estado para tirar para atrás
un decreto firmado por Néstor Kirchner. Usaron la palabra democracia para
cualquier acto administrativo pedorro o para cualquier intento de venganza.
¿Cómo no va a terminar siendo cualquier cosa?
Democracia,
democrazya, demogracia si nos muelen a palos y sobrevivimos. Siempre parte de
la base de lo expresado, en una suerte de realismo mágico en lo que todo existe
sólo porque se desea que exista. Lo podemos notar cada vez que algún Belieber
Kirchnerista nos sopapea con la contundencia de los números que tira Cristina y
que no tiene idea de dónde salieron ni quién los confeccionó, pero que están
ahí para que creamos en ellos, porque son la verdad.
Pero
ahí están, hablando de una democracia que no da de comer, no cura ni educa,
pero que está y hay que agradecer y no quejarse, porque la tenemos. Al pedo,
pero la tenemos. Durante años han predicado que en la democracia se puede
opinar, que en la democracia se puede manifestar, que en la democracia hay
derecho a huelga y que en la democracia gobierna el pueblo a través de sus
representantes. Y sin embargo, no hay quien pueda dimensionar el daño que se le
hace a la generación que creció sin el pavor generado por las violentas represiones
de la crisis de 2001. ¿Cómo se le explica a un pibe que en democracia puede
hacer todo lo que se le enseña si después te reprimen con balas de goma a vos,
a tu mujer y a tus hijos en una protesta? ¿Cómo se hace para que entiendan el
valor sagrado de emitir un sufragio que durante años nos estuvo vedado, si no
importa quien gane ni por cuánto lo haga, someterá al porcentaje perdedor, lo
ninguneará y, si le da el cuero, lo castigará por no tener el orgullo de
pertenecer? ¿Cómo hacemos para que no descrean en el sistema, si hasta ahora se
los mostramos como una competencia en la que no importan las propuestas, sino
quien la tiene más grande?
¿Cómo
lograr que no se nos caguen de risa cuando les explicamos que los funcionarios
públicos son, precisamente, servidores delegados por nosotros para que
administren temporalmente al Estado, si la realidad les muestra que son dueños,
amos y señores del municipio, la provincia o el mismísimo país? Es la pesadilla
de Edmund Burke en un eterno loop sadomasoquista: “En una democracia la mayoría
de los ciudadanos son capaces de ejercer la más cruel represión contra la
minoría”.
Ya
no pueden ni se calientan en discutir El Modelo, sólo nos tiran por la cabeza
que son ellos o la vuelta al averno, como si nos gustara un paraíso en el que
la polícia te escopetea por cantar el Himno en una manifestación. Y ahí andan
por la vida, llorando una campaña sucia porque una mina aprovechó que se
tomaron el palo para sacarse unas fotos con el agua hasta las rodillas o porque
otros ofrecieron ayuda a los que dejaron en bolas. Sea con fines electorales o
por puro altruismo, jódanse. Dejaron la casa abierta, se fueron de vacaciones y
pucherean porque alguien entró y se aprovechó del abandono. No es campaña
sucia, es campaña. Y si fue campaña sucia, jódanse también: les jugaron con el
reglamento que impusieron desde el oficialismo durante años y ahora se
calientan. Al final, son como el gordito que se enoja y se va a la casa con la
pelota.
Así
que, amigacho kirchnerista, si llegás a leer esto, te pido algunos favorcitos:
No
me hables de libertad. No necesito que me marques que soy libre gracias
a tu Gobierno, cuando nací tan libre como vos gracias a una Constitución
Nacional, sólo que aún lo recuerdo.
No
me hables de mi falta de compromiso con el país por no adherir a la sanata
presidencial con la que no podría comulgar ni aunque hiciera un esfuerzo
actoral, dado que me cambian los enemigos, los amigos y las luchas con más
frecuencia que con las que Cristina se compra ropa. Es jodido. Imaginate si me
paraba con vos en los actos de Cristina de 2012 a putear a Scioli y hoy
tengo que usar los afiches de “Scioli candidato de los Buitres” para armar un
muñeco de papel maché del Nestornauta. Mejor contame cómo se hace para seguir
creyendo cuando las personas por las que te jugaste se han robado hasta la
bandeja de la torta, cómo hacés para seguir enamorado cuando tenés que bancarte
traiciones que no le perdonarías ni a tus padres.
No
me hables de redistribución de la riqueza, ni de mejores condiciones de vida
para los más necesitados, ni de lucha contra la pobreza, cuando tenés que
frenar tu discurso porque te interrumpe un pibe para manguearte una moneda con
la que pueda juntar algo para el morfi. Hablame de vos, de cómo planeás tu
futuro, si pensás formar una familia. Decime si pensaste alguna vez en tener tu
propia casa, contame si podés comprarla sin ayuda de tus viejos. ¿Alguna vez
pensaste cómo hicieron ellos para tener su casa a tu misma edad sin la ayuda de
tus abuelos? Hablame de cómo recordás tu infancia, si disfrutabas de ir al
colegio sólo y jugar en la calle hasta que cayera el sol. Contame cómo pensás
que tus hijos recordarán su infancia.
Charlame de
vos, no me hables de El Modelo. Contame qué te pasa por la cabeza cuando ves
tanta gente durmiendo en la calle. ¿A quién le echás la culpa si nos va
bárbaro? Explicame qué se siente cambiar de discurso permanentemente, saber que
prometieron obras para evitar inundaciones o, al menos, mitigar los riesgos y
que, después de no hacer nada ––y patinarse la guita en cosas más importantes,
como en un recital de Ricardo Montaner, o en un parque de juegos veraniego en
Mar del Plata–, te digan que es culpa del cambio climático o de las
construcciones efectuadas sobre humedales, entre las que se encuentra la de tu
candidato a Presidente.
Y,
fundamentalmente, decime cómo hacés para tolerar que haya muertos políticos en
democracia, que tengamos que tolerar desparecidos en democracia, que
existan muertos por el desconche de la corrupción de la democracia, y que todas
esas muertes juntas de la democracia hayan ocurrido en tu democrático Gobierno
de la demócrata democracia.
Después,
si querés, seguimos charlando.
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