La hojita The Sporting,
que editaba una de las tres corrientes políticas que había en el barrio Oriente,
afirmó en su artículo editorial que «el club tiene un nivel superior al de la
Federación, y por eso corresponde que sus equipos deportivos militen en las
ligas superiores a las que por derecho propio pertenecen, dejando de jugar en
la llamada Unión Barrial».
Los clubes Pampa y Cielo, El Andino, Ombú y La Verdad, que
hasta entonces junto con el Oriente venían componiendo la Federación de Clubes
se sintieron no solamente desairados. Los cuatro afirmaron sus pertenencias y
vocación localistas en resguardo del acervo histórico y cultural de socios y
vecinos, como más adelante lo anunciarían.
The Sporting insistió
con sus cantinelas de nariz respingada y también se metió a menoscabar a las
comisiones directivas de los otros clubes declamando que «Por historia y
tradición somos distintos de esos clubes de barrio. Nosotros heredamos otra
pertenencia y debemos ser parte de la gran Liga del Norte».
Claro está que no todos los vecinos del Oriente compartían
el ideario de “El esportín”, como la mitad de sus adherentes llamaba a la
publicación. Esto lo sabían bien los socios más activos de las demás entidades
que la noche del lunes anterior al domingo que fue definitorio, en la sede del
Club La Verdad, se reunieron para diseñar vías de acción que resolvieran la
enojosa situación.
El presidente dueño de casa hizo entonces una propuesta que
en principio pareció un disparate: «Propongo –dijo– comprar cuatro chalupas de
buen casco y velamen, hacerlas pintar con los colores del Oriente y en nombre
de nuestra Federación y los socios de nuestros clubes regalarlas el próximo fin
de semana a esa díscola institución que se cree tan fina para que, aprovechando
su vecindad a la ribera, abandone las disciplinas deportivas meramente
terrestres y se dedique a las de la navegación acuática».
Los congregados se miraron atónitos esperando explicaciones.
El secretario federativo, representante de “Pampa y Cielo”, muy probablemente
bien entendido en los intríngulis de lo que se pergeñaba, inmediatamente
después de la propuesta hecha tomó la palabra llamando a un cuarto intermedio
para analizar todo convenientemente, y solicitó se conformara «una subcomisión
especial con los presidentes de los clubes reunidos que arbitrara las medidas
que al respecto fueran consecuentes». La subcomisión se formalizó y declaró en
sesión permanente. El resto de los presentes se agrupó en pequeños círculos enviándose
emisarios entre sí y yendo y viniendo entre la cantina y el vestuario en el que
estaban instalados los presidentes.
La actividad, variada y dispersa, fue febril durante todos los
días siguientes. Se compraron las chalupas y en una canchita chica equipos de
voluntarios ex profeso pintaron cascos y mástiles y lavaron velas.
Simultáneamente hubo mil conversaciones para explicar los porqués sin por ello
dejar de criticar la arrogancia de los mandamases del Oriente y sus escribas de
The Sporting.
El domingo el día se presentó como había sido previsto por
el meteorólogo cuñado del secretario de la federación, un viento cada vez más
consistente y sostenido soplaba desde el Oeste empujando hacia la profundidad
de la mar.
A las diez de la mañana la Comisión Directiva completa del
Club Oriente, y con ella los dos redactores de The Sporting, empilchados que era un lujo, los zapatos bien
blanqueados, sus orgullos insuflados por el “merecido homenaje y regalo” y que
distraídos así no pudieron percatarse de la creciente masa de aire que soplaba,
se embarcaron en las cuatro chalupas donadas por sus viejos confederados, que
los aplaudían con gran ostentación.
Inexpertos aquellos en las artes marítimas y por ello
asistidos en la ocasión por cuatro jóvenes vestidos apenas con ropa de baño, ni
bien fueron izadas e infladas las velas zarparon veloces. Los asistentes en la
partida se lanzaron prontamente al agua y en cuatro brazadas llegaron al muelle
desde donde con algarabía se despedía a los que, por fin, unían su destino a la
Liga del Norte.
En estos barrios desde entonces la vida fue mejor.
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