Dos muchachas de agradables rostros se llaman así, una en
Uruguay y la otra en Argentina. No sé cuál de ellas, o si fue otra mujer de iguales
nombres y apellido que ellas dos, chateó en el cotidiano periodístico la diaria, de Montevideo, expresando su
decepción descripta en el título. Una de las María Laura que he encontrado en
la red, la uruguaya, es traductora egresada de la Universidad de La República; otra, la
argentina, es egresada de la
Universidad de Buenos Aires con especialización en relaciones
humanas. He visto sus fotos en un sitio de la Internet con currículum vítae profesionales, pero
obviamente he considerado una impertinencia copiarlas y publicarlas aquí.
Otros lectores de la
diaria, en el mismo espacio del “micro chat”, le han preguntado a María
Laura qué es lo que pasa en Argentina, la han invitado a ser más explícita. Por
la decepción que manifiesta la lectora puede intuirse tanto que pasan cosas
tristes, malas, peligrosas o más o menos felices, beneficiosas para la sociedad
y que no implican serios riesgos en sí
mismas, y que en un caso como en el otro un diario de la calidad periodística y
cultural propias de la diaria debería
por obligación ética reflejar, y hasta investigar.
A mí también me embarga la duda sobre las cosas que habrían
sucedido o suceden todavía en Argentina y que hacen que se decepcione con el
diario la María Laura
que así se ha manifestado, que no sé si es uruguaya o es argentina. Quizá en su
más profunda y auténtica identidad sea como yo, rioplatense, y como también yo,
igual que ella, lectora de la diaria.
Con mi entrerriana compañera de la vida desde hace cuarenta
y siete años tenemos, desde más o menos un cuarto de ese lapso, dos pies en
tierra de un lado del gran estuario y otros dos del otro (en ambos, quiero
destacar, lejos de los bacanales “ruidos” de los ricos y famosos). Es decir,
cada uno de nosotros un pie entre uruguayos y otro entre argentinos, para eso
de andar mezclando bien el polvo de los caminos. En oriente, una vecina,
universitaria, creemos que psicopedagoga, con señas de preocupación en el
rostro nos decía meses pasados: “Qué mal que están ustedes en Argentina…”.
Quizá la
María Laura de la decepción si se nos cruzara, y con gesto
distendido, nos manifestaría: “Pero qué bien que están en Argentina”.
Ni tan calvos ni tan
pelados (ni tanto perdimos el pelo ni tanto nos esquilaron)…
En Argentina estamos tan bien y tan mal como en Uruguay. El
Frente Amplio uruguayo no es muy diferente ni está en las antípodas del Frente
para la Victoria
argentino, y en ambos gobiernos ejercidos por estas dos coaliciones de centro e
izquierda (no de centroizquierda) se expresan disputas propias de la sociedad que
las constituye: los acomodados no quieren resignar comodidades, los incómodos necesitan
acomodarse, y los acomodadores de ninguna manera aceptan quedar de a pié. Y hay
otro factor a tener en cuenta: secundados por sus acomodadores todos los
acomodados manejan dos discursos, el discurso convincente de que “con este
gobierno estamos mal” y otro tan convincente como el primero: “nunca estuvimos
mejor que con este gobierno”. Uno de ellos es el dominante… ¿cuál?
Y teniendo en cuenta aquel factor recién referido podemos
deducir que lo que peor nos pone a los pueblos en Uruguay y en Argentina es
perder objetividad en los análisis y sostener caracterizaciones sobre unos y
otros ajenas a nuestros realmente propios y populares intereses comunes. Y
entonces, comprendiéndolo, estaríamos mucho mejor, porque entre rioplatenses y
en el marco suramericano y latinoamericano nos ligaríamos en una constructiva
sinergia, novísima palabra en el uso dialectal antes recluida solamente a los
claustros (del griego συνεργία, cooperación:
acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma
de los efectos individuales).
¡Ah!, falta ver lo del dólar “blue”, la cotización del peso
argentino con referencia a otras divisas y la retransmisión de Lanata por la televisora
filial en Pan de Azúcar del canal 10 de Montevideo. María Laura, ¿usted cree
que los bancos hacen beneficencia? No, no lo cree, estamos de acuerdo. Cuando
con mi compañera pagamos con la tarjeta de débito argentina en Uruguay en un
supermercado, la proveeduría del pueblo, en ANCAP o en una ferretería, la
operación se realiza al cambio de un peso argentino igual a 3,40 pesos
uruguayos. Pero, si vamos al cambista que se rige por la cotización del
“mercado” por cada argentino nos dan hoy apenas 1,50 uruguayos… La especulación
nos hace una retención mayor a la del 35 % que nos hace la agencia estatal de
impuestos argentina (AFIP), y que si no nos corresponde tributar sobre las
ganancias y los bienes personales nos la devuelve. Sí, nos la devuelve. El
Estado argentino simplemente retiene preventivamente ese porcentaje ante la
posibilidad de que pudiéramos estar eludiendo obligadas contribuciones propias
o ajenas, en el último caso como intermediarios. ¿Y que hace la pequeña
burguesía uruguaya con esos pesitos argentinos que compra tan baratos?, va
corriendo a Buenos Aires a proveerse de ropa, televisores y chucherías… de los
que quizá después se desprende previo pago de “fuertes pesotes” orientales. Torpe
manganeta que nos hace mal a uruguayos y argentinos de buena fe (propietarios y
arrendatarios en Punta del Este quedan exceptuados de la calificación), y
especialmente perjudica a la pequeña industria uruguaya sobreviviente del
neoliberalismo extremo de blancos y colorados.
Para colmo de los colmos, la famosa Comisión Administradora
del Río Uruguay (CARU), un ente binacional compuesto por los dos Estados,
Uruguay y Argentina, fija las tarifas de peaje en los puentes sobre el río de
los pájaros según una “relación blue”. ¡Pepe y Cristina, hagan parar la mano!1
Ve, María Laura, en estas cosas tenemos que ponernos de acuerdo (otros temas y
Lanata, ahora, los dejamos pendientes). ¡Abrazos!
Nota:
1 Ver en este mismo blog «Puentes “azules” sobre el río
Uruguay», 26.11.2013.
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