Con el uso y la
comprensión de los significados de los verbos “liberar” y “liberalizar” hay
frecuente confusión. Claro que entusiasmados en el campo popular podemos
exclamar “¡viva la liberación!”. Las autoras con sutileza han empleado otro
verbo: “liberalizar”, cuyo significado primero y trascendente es «Hacer liberal algo o a alguien en el orden político o en el social» (DRAE), hoy de manera más
explícita significa “hacer neoliberal algo o a alguien en el orden político o
social”. Ghiotto y Heidel podrían sin duda haber titulado también así: ¡Muerto
el rey, que viva el rey! G.E.
ALAI AMLATINA,
15.12.2016
Donald Trump acaba de
anunciar su agenda de los primeros cien días de gobierno. Uno de los puntos que
destacan en materia de estrategia comercial es el abandono del Tratado
Transpacífico, o TPP.1 Así, dejaría de lado el legado de Obama para
EE. UU. en su disputa comercial con China. A raíz de esta nueva situación nos
preguntamos, ¿el TPP está realmente muerto, o hay acaso otros elementos que
tenemos que tener en cuenta antes de dar por terminado el gran proyecto de
liberalización comercial en el área geográfica del océano Pacífico?
Uno de los ejes fundamentales de la campaña de
Trump fue la crítica acérrima a los tratados de libre comercio (TLC) que firmó
EE. UU. en los últimos veinte años, incluido el que firmó con México y Canadá
en 1994 (el NAFTA, por su sigla en inglés). Trump y su equipo identificaron en
los TLC al mismísimo diablo por haber sido los causantes de la pérdida de
empleos en el país. De acuerdo con datos oficiales de Washington, entre 1997 y
2013, EE. UU. perdió 5,4 millones de empleos manufactureros, a la vez que
cerraron cerca de 82.000 fábricas. Efectivamente, los TLC avalaron
jurídicamente los derechos de las empresas norteamericanas en el exterior. En
su forma de Inversión Extranjera Directa esas empresas fueron protagonistas de
la relocalización productiva hacia el sudeste asiático y hacia China, huyendo
del caro trabajo norteamericano. Para qué quedarse en casa si afuera es tan
atractivo para la ganancia.
El énfasis puesto en la campaña por Trump en contra
de los TLC apunta directamente contra una de las consecuencias más violentas
del modo de acumulación capitalista basada en la libre circulación de los
capitales: esa gran porción de la población que sobra, aquellos que no se
adaptan o insertan en esta lógica. El desempleo creciente en EE. UU. no
resuelto por las políticas librecambistas de los gobiernos demócratas fue uno
de los factores que explican la victoria de Trump.
En ese sentido, uno de los principales puntos de la
discordia con el gobierno de Obama es el Tratado Transpacífico. Obama tomó este
tratado como uno de los caballos de batalla de su gobierno, un legado que él
quería dejar a EE. UU. en su puja comercial global con China. Sin embargo,
tanto desde el seno del Partido Demócrata con la candidatura de Bernie Sanders
como desde el Republicano se apuntó ferozmente en contra de este tratado. Hoy todo
indica que Obama no podrá forzar la ratificación del TPP en el período de
transición hasta enero, y que el proyecto será abandonado por la administración
Trump.
Entonces, ¿murió el TPP? Desde las organizaciones
sociales del continente no podemos darnos el lujo de repetir los eslóganes
periodísticos que dan por finiquitado este proyecto por el sólo hecho de haber
ganado Trump las elecciones. Incluso nos atrevemos aquí a decir que el TPP no
ha muerto, aún si el mismo Trump así lo anunciara. Parece que estamos
desafiando la realidad y, sin embargo, la realidad apoya nuestra hipótesis.
Veamos por qué.
Un primer argumento se basa en la experiencia
acumulada de los últimos diez años. Cuando fracasó el ALCA se frenó un proyecto
de liberalización comercial que incluía a treinta y cuatro países del
continente, nada más ni nada menos. El fin de ese proyecto no implicó el fin
del libre comercio. Por el contrario, rápidamente proliferaron diversos
“alquitas” bilaterales de EE. UU. con países suramericanos como Chile, Perú y
Colombia, y países centroamericanos y caribeños (acuerdo conocido como
DR-CAFTA). Esta experiencia reciente nos señala que el fracaso de un acuerdo no
implica su deceso como proyecto para garantizar la acumulación capitalista.
Mientras tanto, proyectos de liberalización similares al ALCA proliferaron con
otros jugadores globales como la Unión Europea, China, Corea del Sur, Japón y
Singapur, entre otros. Que el ALCA fracasara no implicó el fin del proyecto
librecambista global.
En segundo lugar, cabe aclarar, ¿qué implica el
TPP? Con respecto al ALCA el TPP significaba un avance sustancial de los “derechos”
de las corporaciones que se ven plasmados en los diversos capítulos,
especialmente en los de Propiedad Intelectual, Servicios, Servicios
Financieros, Inversiones, Telecomunicaciones y Compras Gubernamentales. El
texto del TPP muestra estar directamente influenciado por el lobby de las grandes empresas
norteamericanas que tuvieron un rol privilegiado en la negociación del acuerdo.
De hecho, el TPP otorga mayores derechos de propiedad a las grandes farmacéuticas,
a los estudios cinematográficos de Hollywood, a las empresas de servicios
informáticos y el Silicon Valley, a las de correo postal, a las aeronáuticas, a
las financieras, etc. Las grandes empresas de estos sectores son un eje
fundamental de la “burguesía” norteamericana, inclusive si muchas de ellas
fabrican sus productos en el exterior porque, sin embargo, facturan impuestos
en EE. UU. Es poco probable que estas grandes empresas se olviden rápidamente
de los derechos adquiridos en el TPP, esos que Obama firmó junto con otros once
presidentes. Si no lo logran vía TPP, será mediante otra vía.
Efectivamente, el TPP se ha consolidado como el
“nuevo modelo” de tratado comercial fijando el piso desde el cual se negocia.
Así como la OMC hace veinte años fijaba los pisos mínimos de negociación y
establecía el principio de no-retroceso (una vez “liberalizado” no hay vuelta
atrás), el TPP se consolida como un nuevo piso. Este tipo de tratados establece
la base desde la cual se empieza a conversar, pero nunca fija el techo. Y en
ese sentido la base de negociación que propone el TPP es muy alta.
Un tercer elemento que apoya nuestra hipótesis es
que frente al anuncio de Trump de que se abandonaría el TPP, China acaba de
anunciar que redoblará los esfuerzos por cerrar su propio acuerdo
mega-regional, también en el Pacífico: la Asociación Económica Regional
Integral (RCEP, por su sigla en inglés). Este acuerdo, que competía
directamente con el TPP pasará a ser el acuerdo negociado más grande en
términos de cantidad de países y tamaño de mercados incluidos. Comprende el eje
China-India (los países más poderosos del bloque BRICS), además de los miembros
de la Asociación Económica Asia-Pacífico (APEC): Corea del Sur, Japón y
Oceanía. Esencialmente se trata de países que han sido grandes receptores de
Inversión Extranjera Directa en los últimos treinta años; es decir, hacia donde
han relocalizado gran parte de su producción las empresas norteamericanas y
europeas. El RCEP implica cláusulas contractuales similares al TPP incluyendo
un capítulo de inversiones con mecanismo de solución de controversias
inversor-Estado, derechos de propiedad intelectual del tipo TRIPS-Plus
(impulsadas fuertemente por Japón), alta liberalización en el sector servicios,
etc. Esto significa que, aun si se abandona el TPP, la liberalización comercial
en la zona Pacífico continúa avanzando a pasos agigantados.
Por último, el abandono del proyecto TPP no implica
que EE. UU. no avance con otros tratados que se encuentran actualmente en
negociación, como el TISA (Trade in Services Agreement). Este acuerdo es un
GATS-Plus (en referencia al acuerdo de servicios de la Organización Mundial de
Comercio) ya que avanza en la liberalización de nuevos sectores que no habían
tenido consenso en el ámbito multilateral, y viene siendo negociado tras
bambalinas por más de cincuenta países. El conglomerado de las empresas
norteamericanas de servicios tiene un especial interés en ese tratado, ya que
garantiza su acceso a nuevos países a la vez que, al igual que el TPP,
establecería un nuevo piso de negociaciones en servicios. ¿Qué diferencia al
TISA del TPP tras la elección de Trump? Como dijimos, Trump puso el dedo sobre
la pérdida de empleos manufactureros en el territorio norteamericano, pero si
las empresas de servicios de la misma bandera acaparan mercados en el exterior
en su competencia con las europeas eso beneficia a EE. UU. en términos de
acceso a mercados, e incluso de recaudación impositiva. Desde la óptica de
Trump el problema es el TPP y no el TISA. Entonces, aunque el TPP quede
estancado, el TISA seguramente continuará en negociación.
En definitiva, lo fundamental del tratado seguirá
intacto y activo por más que el texto mismo del TPP quede sepultado. La presión
corporativa para convertir al mundo en una enorme factoría global y
garantizarse ganancias superlativas en cualquier circunstancia es la esencia
que sustancia y mueve las letras del TPP. Ese proyecto está lejos de estar
muerto y Trump está lejos de ser uno de sus principales enemigos. La batalla
contra el TPP no terminó, sólo cambió de forma.
Notas de G.E.:
* Luciana Ghiotto
y Evelin Heidel son miembros de ATTAC Argentina y de la Asamblea
Argentina “Mejor sin TLC”. El presente artículo fue distribuido por ALAINET, Agencia
Latinoamericana de Información, con sede en Quito, Ecuador.
URL de su publicación original: http://www.alainet.org/es/articulo/182379
Solamente se han efectuado cambios formales
en el texto sin alterar los conceptos con el único objeto de adecuarlo al
estilo editorial del blog, y agregado notas aclaratorias al pie. ALAI invita a
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1
El Acuerdo
Transpacífico de Asociación Económica, también conocido como el Acuerdo P4, es
un tratado de libre comercio multilateral que tiene como objetivo liberalizar
las economías de la región del Asia-Pacífico. La sigla TTP corresponde a su
nombre en inglés: Trans-Pacific Partnership http://es.wikipedia.org/wiki/TPP
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