“En la oposición a los derechos de
la naturaleza asoma la divergencia entre izquierda y progresismo”, artículo de
Eduardo Gudynas que ahora ponemos a disposición de los lectores de Ansina es…, enfoca contradicciones
políticas de la intelectualidad y los gobernantes progresistas del mundo actual
que resultan subsumidos por los dictados del capitalismo concentrado. Gudynas
es académico uruguayo investigador en temas medioambientales o de relación
entre las sociedades y sus entornos naturales, director ejecutivo del Centro
Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), con sede en Montevideo, docente en
la Universidad de la República Oriental del Uruguay y profesor visitante en
numerosas otras Universidades de América Latina y el mundo.
El artículo es una versión revisada de la columna del autor en “PostDesarrollo”,
su sección en el portal La Mula que se edita desde Perú, la presente
versión final se publicó en Rebelión (23.9.2016) y ha sido repetida
en el propio blog de Gudynas: Acción y reacción
http://accionyreaccion.com/en-la-oposicion-a-los-derechos-de-la-naturaleza-asoma-la-divergencia-entre-izquierda-y-progresismo/.
Gudynas es autor o coautor de numerosos artículos y libros cuya nómina puede
verse en http://www.gudynas.com/index.html
Twitter:
@EGudynas
En Perú, en los últimos meses se han difundido distintas
críticas contra las alternativas a los extractivismos
(especialmente minero y petrolero) y el concepto de los derechos de la
naturaleza. Unas son muy conocidas por provenir de actores políticamente conservadores;
otras más recientes se originan en quienes podrían llamarse progresistas. Estas
últimas muestran que malinterpretan los derechos de la naturaleza y que siguen
atadas a las viejas concepciones del crecimiento por exportación de recursos
naturales. Pero lo más interesante es que reflejan lo que en otros países
terminó en una notable divergencia entre progresismo e izquierda.
La crítica a los derechos de la naturaleza
Un buen ejemplo de estas nuevas críticas es Germán
Alarco, economista de la Universidad del Pacífico y participante de los equipos
técnicos del Frente Amplio. En un artículo en el periódico empresarial
“Gestión”, este economista afirma que es “cuestionable” la defensa de los
derechos de la naturaleza y califica como “radicales” a las alternativas post-extractivistas.1 En ese texto
como en otros, Alarco despliega varios fantasmas: que la protección de la
naturaleza llevaría a un “primitivismo” o a un “retroceso”, que habría un
“modelo” de Pachamama y Apus que “todos” deberían seguir, o que es
inevitablemente necesario el crecimiento económico por las exportaciones.1,
2
En su crítica a los derechos de la naturaleza, este
economista considera que es un “exceso” condenar la explotación de recursos
naturales por sus graves impactos sociales y ambientales. Por si no está claro
insisto en su idea: es una exageración de “radicales” denunciar los impactos de
los extractivismos y buscar
alternativas a ellos. Para no ser “radical” no hay que denunciar esos efectos
negativos ni buscar opciones.
Esos cuestionamientos apuntan a varias ideas en mi libro
“Derechos de la naturaleza”3, atacando incluso la idea que la
naturaleza sea usada para las necesidades vitales de los humanos. Es importante
aclarar que las posturas llamadas biocéntricas,
que son las que expongo en ese libro, no defienden una naturaleza intocada.
Esos derechos imponen límites en el uso de los recursos naturales evitando
nuevas extinciones en las especies. O dicho de otro modo, es aprovechar el
ambiente dentro de los propios ritmos de reproducción y regeneración de la
naturaleza.
Cuando se dice que ese aprovechamiento se debe enfocar en
las necesidades vitales de las personas implica, por ejemplo, que es legítimo
obtener alimentos, minerales o energía para asegurar la calidad de vida a nivel
nacional (y regional), aunque es condenable seguir haciendo, por ejemplo, mega-minería
de oro, con todos sus impactos en Perú, para sostener el deseo de lucir joyas
en la China o India (90 % de los usos globales del oro son no-industriales, y
de ellos, 45 % termina en la joyería, sobre todo entre los nuevos adinerados en
Asia). Por lo tanto, el biocentrismo
le dice “sí” a erradicar la pobreza y asegurar el bienestar, y le dice “no” a
una vana opulencia.
Desarrollo y postextractivismo
Comparto esta aclaración para mostrar que esta y otras
críticas contra los derechos de la naturaleza y los postextractivismos se basan en lecturas apresuradas o incorrectas.
Se confunde minería con extractivismo,
decrecimiento con postextractivismo,
se teme que proteger la naturaleza nos llevaría a la edad de piedra, o se
cuestiona una moratoria petrolera olvidando todo el daño que esa actividad está
haciendo en la Amazonia o en clima global.
Las posturas como las de Alarco se deben, en buena
medida, a que están atrapadas dentro del desarrollo convencional. Es muy
interesante que este economista reconozca que indicadores como el PBI tienen
limitaciones y que el crecimiento económico no puede ser el único objetivo de
una política económica, con lo que se diferencia de conservadores o
neoliberales. Pero Alarco defiende de todos modos al crecimiento aunque para
ser positivo debe ser “sostenible”. Ese “sostenible” no tiene nada que ver con
el origen ecológico de esa palabra, sino que se refiere a un crecimiento que se
logra por mayores exportaciones. Y más exportaciones implica, otra vez,
exportar recursos naturales, continuar con las presiones extractivistas, repetir los conflictos y los impactos sociales y
ambientales.
Como en todas estas críticas contra los derechos de la
naturaleza y el postextractivismo no
hay muchos argumentos de peso, y al final se asemejan al rechazo de los
conservadores. Este es otro de los procesos sobre los que deseo llamar la
atención: obsérvese que el calificativo que usa Alarco es tildar a los postextractivistas como “radicales”4.
Ese calificativo, “radical”, asociado a las
movilizaciones ciudadanas ante los extractivismos,
tiene un triste e intenso uso en el Perú. Decir que el postextractivismo es “radical” es más o menos lo mismo que han
dicho de estas posturas distintos jerarcas de la administración Humala, como lo
han hecho los anteriores gobiernos; lo mismo sostienen unos cuantos actores
empresariales, y muchos conservadores. La acusación de antimineros “radicales” se
ha escuchado mucho en estos años; adjetivos similares se repiten en el portal
ultraconservador Lampadia. Hay algunos tan pero tan preocupados por el postextractivismo que hace poco lanzaron
un emplazamiento a la izquierda peruana para que abandonara esa idea.
Se llega así a una situación donde se cuestiona al postextractivismo y los derechos de la
naturaleza desde algunos actores progresistas y desde la derecha convencional.
Como no hay muchos argumentos se ven en la necesidad de adjetivar, y por ello,
sea desde los conservadores como los progresistas, todo lo que no gusta o no se
entiende sería “radical”.
Izquierda y progresismo: dos posturas sobre el
desarrollo y la naturaleza
Llegamos así al asunto de fondo que deseo comentar. Las
posturas sobre el extractivismo y
sobre los derechos de la naturaleza han sido uno de los elementos clave en la
divergencia entre progresismo e izquierda que ha ocurrido en varios países
sudamericanos.
Cuestionamientos como los comentados arriba han sido muy
comunes en los países vecinos al Perú, marcando la divergencia entre las
corrientes políticas del “progresismo” y aquellas de una izquierda abierta y
plural.
En efecto, en varios países, el cambio político de
inicios de los años 2000 fue promovido por una izquierda abierta, plural y
democrática. Se nutrió de múltiples movimientos sociales, cuestionaba las ideas
convencionales del desarrollo, incluyendo la manía de crecer por exportaciones
que satisfacían el consumismo de otros países (y de las propias elites
nacionales), a costa de destruir el patrimonio ecológico nacional. Allí nacen
las búsquedas postextractivistas.
Sin embargo, esa izquierda plural una vez que conquistó
los gobiernos, en un lento proceso que llevó varios años, terminó convirtiéndose
en el progresismo.5 Esta es una postura defensora de un
desarrollismo que sigue basado en una explotación intensiva de los recursos
naturales, donde el Estado busca captar mayores excedentes económicos con la
ilusión de ayudar a los más pobres. En sus discursos se repite la idea de un
crecimiento “sostenible”.
Por ejemplo, los regímenes en Bolivia, Ecuador o
Argentina se volvieron cada vez más extractivistas,
o sea más progresistas, y más alejados de las izquierdas que les dieron origen.
La dependencia de las exportaciones de materias primas fue tan alta que crearon
sus propias vías para imponer la megaminería
o la petrolización amazónica,
flexibilizaron sus normas sociales y ambientales, y se violaron todo tipo de
derechos de las comunidades indígenas y campesinas. Ellos repiten todo el
tiempo que los derechos de la naturaleza llevarían al atraso y que el posextractivismo es peligroso.
Comparto esos apuntes porque parecería que la discusión
política peruana olvida que esos fueron uno de los principales factores que
determinaron que algunos progresismos enfrenten hoy en día serias resistencias
populares (por ejemplo en Ecuador y Bolivia), y otros colapsaran (Argentina).
Tampoco puede olvidarse que la crisis de corrupción en Brasil también descansó
en redes de progresistas y sus aliados atados a la renta de una petrolera
controlada por el propio gobierno. Cuanto más extractivismo más progresismo, pero menos izquierda.
Entiendo que es inevitable reconocer que en el espectro
de movimientos sociales y políticos que no son conservadores existan las dos
miradas: una progresista, que sigue apostando por un desarrollismo que descansa
en unos extractivismos con mayor
participación estatal y la inserción comercial global, y una izquierda renovada
que busca alternativas para no seguir dependiendo de exportar materias primas y
promueve explorar alternativas.
Para esa izquierda abierta, su propia pluralidad hace que
acepte a los compañeros desarrollistas, reconociendo que obviamente no todas
las variedades de desarrollo son iguales, y hay algunas que son mejores para la
justicia social y ambiental. Pero saben que el camino de las transformaciones
no se detiene allí, y se deben dar otros pasos. Pero, a partir de la
experiencia en otros países sudamericanos, en Perú se debería estar alerta a que
buena parte del progresismo no siempre es plural, y como está obsesionado en
alcanzar o retener los gobiernos, terminó triturando a la izquierda plural y
abierta. Sin embargo, esa izquierda es indispensable para la viabilidad
conceptual y práctica de cualquier proceso de cambio real.
Notas:
1 “Crecimiento económico: ¿lo único
importante?”, Germán Alarco, Gestión,
Lima, 4 de julio de 2016, http://blogs.gestion.pe/herejias-economicas/2016/07/crecimiento-economico-lo-unico-importante.html
2 “Petroperú y la seguridad energética en la
mira”, Diario Uno, Lima, 28 de
febrero de 2016, http://diariouno.pe/columna/petroperu-y-la-seguridad-energetica-en-la-mira/
3 Derechos
de la naturaleza. Ética biocéntrica y políticas ambientales, Eduardo
Gudynas. RedGE, CooperAcción, PDTG, y CLAES. Lima, 2014.
4 N.del E. (G.E.): El calificativo “radical”,
que genéricamente alude a las raíces y por ello a la raigambre y fidelidad con
los intereses más profundos de lo humano, en bocas oportunistas aparece
significando el distanciamiento de esos intereses. Tal uso es destacado en
Estados Unidos y en algunos países latinoamericanos como Perú, lo dice Gudynas,
y en el suyo propio: Uruguay.
5 “Diez tesis sobre el ‘divorcio’ entre
izquierda y progresismo en América Latina”, E. Gudynas. Ideas, Página Siete, La
Paz, Bolivia, 9 de febrero de 2014, en http://www.paginasiete.bo/ideas/2014/2/9/tesis-sobre-divorcio-entre-izquierda-progresismo-america-latina-13367.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario