En
Argentina ha sido confirmada por la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo la
recuperación de la identidad de un hijo de Ana María Lanzillotto y Domingo Menna,
quien todavía en el útero de la madre fuera también secuestrado –sus padres
continúan desaparecidos– y sustraída su identidad durante cuarenta años desde
aquel 19 de julio de 1976. El caso está comprendido en la suma de causas que se
tramitan en los tribunales federales de la Ciudad de San Martín, Provincia de
Buenos Aires vinculadas a los campos de concentración y el Hospital Militar de
Campo de Mayo. A éste se agregan seis casos más de desaparición de mujeres
embarazadas y sus hijos nacidos en cautiverio en el mismo destacamento militar
durante la Dictadura Cívico Militar de 1976 a 1983: los de Marta Graciela Álvarez (compañero, Francisco Hugo Mena, sin vinculación familiar con Domingo Menna); María Eva Duarte (compañero, Alberto Samuel Aranda); Isabel Acuña (compañero, Oscar Gutiérrez Sesarego); Miriam Ovando (compañero, Raúl De Sanctis); Susana Stritzer (sin datos del compañero); y Beatriz Recchia (compañero, Antonio Domingo García).1
El
26 de agosto de 2012 la periodista del diario Página|12 Alejandra Dandan, publicó una entrevista a Rodrigo Menna,
quien con apenas dos años de edad había sido también secuestrado junto con sus
padres y hermano todavía no nacido, y que pronto pudo ser rescatado por sus
tíos Lanzillotto.
Se
reproduce ahora, con su ilustración original (él, bebé, con sus padres) la
entrevista de hace más de cuatro años a Rodrigo Menna porque más allá de su excelencia
periodística pone de relieve profundas apreciaciones éticas y morales del
entrevistado. A nosotros, a mi compañera y a mí, que en aquellos años éramos treintañeros
y pudimos seguir acariciando y viendo crecer a nuestros hijos y luego a
nuestros nietos, y que ellos nos reconocieran como tales, nos resulta
imprescindible promover la lectura y comprensión de este texto. Gracias,
Alejandra. (G.E.)
“Conocer la verdad es clave”,
una entrevista de
Alejandra Dandan 2
Ramiro Menna
está convencido de que existe “un mar de coincidencias” entre el “credo” de sus
padres en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el suyo, dentro de la
izquierda de la Iglesia Católica latinoamericana. Tenía dos años cuando sus
padres, Ana María Lanzillotto y “el Gringo” Domingo Menna, y él fueron
secuestrados el 19 de julio de 1976 en Villa Martelli, en la caída de la
conducción del PRT. Ana María estaba embarazada. Ramiro –que busca a un hermano
o hermana– se hizo cura entre los salesianos. Alguna vez pidió viajar a África,
porque irse más lejos le permitía estar más cerca de sí mismo. Dejó la
congregación para irse a un lugar un tanto menos lejos, en los Llanos de La
Rioja, un territorio legendario de la pastoral del obispo Enrique Angelelli,
desde donde integra el Frente Riojano de Organizaciones Populares (FROP). “Por
mi formación católica, al principio me parecía que por un lado mis papás habían
hecho lo que creían por el bien de la gente. Y, por otro, que estaban
equivocados. Con el tiempo fui indagando más y formándome políticamente:
comprendí mucho mejor lo que significó la lucha del Partido Revolucionario de
los Trabajadores en Argentina. Cada vez es más pequeño el margen de crítica que
tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los setenta.”
La historia de
Ramiro vincula en el presente dos escenarios. El juicio que acaba de empezar en
San Martín, con sus padres entre las víctimas. Y La Rioja de Angelelli, donde
también se está haciendo un juicio por la desaparición de dos sacerdotes
durante la última dictadura.
–¿Cómo se pasa del presente intenso en
Chepes a julio de 1976?
–El juicio sobre
Campo de Mayo tiene una dimensión muy esperada por todos nosotros como familia,
por la cuestión de que quizá, uno no sabe, puede aparecer algún indicio, algo
que nos ayude a encontrar a mi hermana o hermano. Desde el presente, esa es la
ligazón más fuerte. Uno lo espera con ansiedad. Además, está la visión política
de la justicia en tanto que permite conocer la verdad histórica de lo que pasó
en Campo de Mayo con estas personas en particular, pero alimentando la pintura
total de la dictadura en nuestra Argentina. Eso ayuda a entender lo que es una
sociedad desigual como la latinoamericana, con una elite dominante que recurre
a las herramientas que tenga a mano para mantener su situación de privilegio.
En los ’70, tuvieron la posibilidad de instalar una dictadura que protegía sus
intereses, hoy no la tienen pero no es que no la deseen. Los juicios van
desnudando esto: hasta qué punto pueden llegar...
–¿Qué pasó con vos?
–Cuando mamá
desaparece, el 19 de julio de 1976, yo tenía dos años y ella estaba embarazada
de unos ocho meses. Desaparece con esa panza y hay distintas versiones del
circuito que siguió. Probablemente terminó en Campo de Mayo, no se sabe si pasó
por el Vesubio. Patricia Erb, que estaba en Campo de Mayo, atestigua que mamá
dio a luz. No se sabe si varón o mujer, pero dio a luz, porque entre las
compañeras presas corrió la voz: “La mujer del Gringo dio a luz”, decían.
–¿Cómo te sacan a vos?
–Un tío mío,
Cholo (Carlos Mario Lanzillotto), abogado, viviendo en La Rioja empieza a
averiguar dónde podía estar su hermana el marido de su hermana y yo. O sea
mamá, papá y yo. El tío Cholo estudió en Córdoba y creo que un amigo de ahí le
dio el dato de alguien de la Justicia de la provincia de Buenos Aires. Ese
hombre le cuenta: “Mirá, de tu hermana y el marido, olvidate, olvidate porque nadie
te va a decir nada, ni dónde están, ni nada”, pero le pasó el dato de dónde
estaba yo. Tenía que ir a buscarme a un juzgado federal o una guardería
policial, creo que en San Martín.
–Si es ahí, puede ser el mismo lugar donde
dejaron a Victoria Montenegro.
–Yo estuve desde
el 19 de julio hasta el 8 o 10 de agosto. En el medio, fijate vos, desaparecen
los curas de Chamical, lo asesinan a Wenceslao Pedernera el 25 de julio y a
monseñor Angelelli el 4 de agosto. El 8, mi tío se entera, viaja a Buenos
Aires, también viaja mi tía Quela, una hermana de mi mamá a quien mi mamá le
había dicho: “Mirá, si me llega a pasar algo a mí, por favor hacete cargo de
Ramiro”. Quela (Nidia Lanzillotto) hizo las gestiones con el tío Cholo para
sacarme de la guardería. Hasta ahí estamos, pero de mamá, de papá y del bebé de
mamá, nada.
–¿Y vos?
–Pasan los años,
yo me entero a los 13 o 14 años que era hijo de desaparecidos. Me crié con mis
tíos pensando que era hijo de ellos. Pero según me explicó un psicólogo de
Abuelas, fueron mecanismos de defensa de mi psicología: tratar de guardar en un
lugar bien oscuro de la conciencia toda esa parte y no recordar nada, fue una
manera de defenderme de cosas que me podían hacer mucho daño. Quela me crió.
Vivimos en Carmen de Patagones. Me cuenta que cuando yo recién llegué tenía
pesadillas. “Ani, Ani, mamá, mamá”, decía a la noche. Me despertaba y Quela
entonces venía y me preguntaba si quería hablar de mi mamá. Yo le decía que no,
que no. Hundía la cabeza en la almohada y me volvía a dormir. De a poquito al
parecer desdibujé la idea de que tenía una mamá porque le empecé a decir mamá a
Quela. Los psicólogos aconsejaron a mis tíos que me provean sólo de la
información que yo solicitara, pero no más que eso, porque yo iba a preguntar
lo que podía manejar. Cuando llego a los 13 años sin hacer preguntas,
convencido de que mis primos eran mis hermanos, les aconsejan que me digan la
verdad.
–¿Cómo fue con eso?
–Fue como una
película, no me parecía una historia real. No se me encarnó hasta que no pasaron
años. No hubo reacción violenta ni nada, lo tomé muy bien. Tenía más o menos
conciencia de lo que había sido la dictadura y por mi formación católica la
historia de mis papás, al principio, por un lado me parecía que habían hecho lo
que creían por el bien de la gente. Y por otro, me parecían equivocados. Con el
tiempo, fui indagando y formándome políticamente. Si bien no perdí mi fe, soy
creyente y militante de la iglesia Católica latinoamericana, que no es la
romana, fui comprendiendo mucho mejor lo que significó la lucha del PRT, junto
con otros movimientos revolucionarios y de izquierda en América latina. Y la
verdad es que cada vez menos creo que se equivocaron ellos en algo, en su
militancia. Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que
hicieron mi viejo y mi vieja durante los setenta.
A Etiopía
En Carmen de
Patagones, Quela trabajaba en Cáritas con un compromiso que Ramiro
recupera en
clave política. Levantaron una guardería en uno de los barrios más pobres
comprometiendo al gobierno de la provincia con los sueldos de los docentes.
Ramiro creció y se formó en el movimiento juvenil de los salesianos desde donde
lee otra huella de su formación: participó como delegado del movimiento en
instancias de organización local, regional y nacional. Había grupos misioneros
con trabajo en las comunidades mapuches de la cordillera. Los de Oratoria, en
las villas de Bahía Blanca. “Muchos chicos de clase media entraban en contacto
con una realidad que no conocían, al comienzo los shockeaba pero después los terminaba por comprometer”, dice. Se
hizo cura salesiano. Pidió ir a una misión en Etiopía en el norte de África.
“Uno a veces se va lejos para estar más cerca, para encontrar lo que realmente
le importa, mi experiencia en Etiopía fue inolvidable”, aunque ahí dejó la
congregación porque “sentí cosas de la estructura eclesial que me incomodaban,
me hacían ruido; en mi divorcio con los salesianos conocí a Dillawork, que hoy
es mi mujer”. Ramiro, Dillawork, dos hijos y uno que está a punto de nacer viven
en Chepes, un pueblo en el interior de La Rioja adonde llegó por una propuesta
de Rafael Sifre, compañero del movimiento rural de Pedernera y Angelelli.
Ahora es
profesor de física y química en un bachillerato de jóvenes y adultos en Ulapes,
a 60 kilómetros de Chepes. Va tres veces por semana. Y pone parte del empeño en
AecheLar, la Asociación de Emprendedores de Chepes que nació como cooperativa
de trabajadores para potenciar criterios populares, parar la olla y a la vez
desarrollar un proyecto económico sustentable en la región, dice él. La
organización tomó forma sociopolítica. Abrieron FM La Tusca y la Cooperativa El
Monte. La Tusca es parte de la red de medios de comunicación alternativa y
canal de expresión sin condicionantes gubernamentales ni privados, dice. Un
medio para denunciar efectos de la megaminería y sostener articulaciones con
otras organizaciones. La cooperativa trabaja el cuero a partir del cabrito:
“Parte de la producción genuina del pequeño productor de los Llanos que vende
la carne pero desperdicia mucho el cuero”. Desde ahí, integran el FROP para
articular con otros proyectos que ahora piensan en la construcción de una
alternativa popular para disputar poder real en el escenario político de la
provincia.
–Tu vida después, ¿no tiene algo de espejo
con tus viejos?
–Puede ser. De
chico en Patagones, sinceramente, aun antes de entender un poco cómo funciona
el mundo de lo político, vivía en una familia que tenía un compromiso social.
Quela laburaba mucho desde la Iglesia. Yo aprendo eso también. Pero conocer el
compromiso de mis viejos y al mismo tiempo por mi militancia católica
latinoamericana, uno descubre un mar de coincidencias. Toda una Iglesia
comprometida con la construcción de una sociedad más justa que se convierte en
mártir; que fue asesinada sistemáticamente, pero que sigue en lucha, que no se
rinde. Y mis viejos, por otro lado, que creían en un proyecto de país muy
distinto, lucharon, empujaron para que eso surgiera, se hiciera realidad en
nuestra tierra y cayeron en medio de esa lucha. Cuando vos hablás de espejo, yo
me siento muy identificado con muchas de las ideas que están en el credo, por
decirlo así, del PRT. La necesidad de construir una sociedad fuerte, orientada
según los intereses de los trabajadores, en línea quizá con lo que dice Hugo
Chávez: un socialismo del siglo XXI que hay que crear. Que todavía no existe.
Que no es ninguno de los que hemos visto pero que ciertamente no es
capitalismo.
–¿En estos años supiste algo de tu posible
hermano o hermana?
–En el marco de
mis preguntas, en algún momento me fui enterando de que mi mamá estaba
embarazada. El primer contacto con el tema fue cuando me saqué sangre, a los 18
o 19 años. Después me fui a Paraguay. Yo estaba viviendo en Trelew con los
salesianos. Y salió el dato de que Carolina, hija adoptiva del matrimonio
Bianco, tenía la edad y hasta rasgos que podían indicar que podía ser hija de
Ana María Lanzillotto, es decir mi hermana. Bianco también tenía a Pablo, que
después se supo que era hijo de desaparecidos. Yo viajé a Paraguay en 2000. Vi
a Carolina. Ella tenía confianza con los salesianos porque había estudiado en
un colegio con ellos. Yo sabía que se había negado a cualquier extracción de
sangre, pero quise verla para que accediera, para pedirle por favor. Al final
no accedió. Mucho después se lo hizo, y dio negativo (con todo el banco).
Después hubo otra chica que podía ser, yo estaba en Etiopía. Pero resultó que
tampoco era.
–¿Se lo espera ahora o se lo busca?
–Yo voy a
declarar muy probablemente en el juicio. Para declarar de mis padres no puedo
ir a decir nada: tenía dos años, no puedo decir quién me agarró a mí o quién me
separó de mi madre. Puedo dar testimonio para que se vea cómo puede repercutir
la acción del terrorismo en la vida de una persona, pero además vale por esto:
quizá tenga su repercusión en alguna persona concreta que por ahí abra una
puerta. Yo tengo 38 años, mi hermana o hermano tendría que tener 36, si me está
escuchando debería saber que todos los especialistas coinciden en el hecho de
que la verdad te va a hacer libre. Después vos podés criticar a tus viejos, si
querés. Que se equivocaron, que no; porque a lo mejor mi hermana o hermano
tenga construido un pensamiento totalmente de derecha, qué sé yo. Pero más allá
de eso, conocer la verdad en tu historia es clave, de ser feliz y hacer feliz a
otro.
Notas:
1 Fuente: Comisión Juicio Campo de Mayo, https://comisionjuiciocampodemayo.wordpress.com/sentencia/7to-juicio-causa-2047/los-siete-casos-de-embarazadas/
2 En Página|12
del día 26.8.2012: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elpais/1-201902-2012-08-26.html
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