De los variados materiales
publicados sobre las mujeres y la lucha social hemos elegido para reproducir,
con motivo del Día Internacional de la
Mujer, este artículo de Norma Giarracca: “Las mujeres y la vida rural: Elena”,
publicado originalmente ayer por el diario argentino Página/121.
Para mejor conocer a las personas
es bueno saber por qué y con quiénes discuten, confrontan. Sabido es que
Beatriz Sarlo se ha encolumnado con la tradición liberal-propietaria, y
Giarracca, en el marco de un debate registrado en la red Twitter a inicios de
2012, le manifestó:
Algunos pensamos que es tan importante el
contenido como la forma, sobre todo los que estudiamos lo que logran o no las
acciones colectivas. No se puede hacer una marcha pacifista con palos. El
pensamiento crítico a distancia de los poderes no puede inaugurarse en [el
diario] La Nación. El
pensamiento crítico no necesita insultar porque de lo que se ocupa básicamente
es de hacer transparente los poderes, dejarlos al desnudo.2
Norma Giarracca es socióloga
argentina, docente e investigadora en la Universidad de Buenos Aires (UBA), coordinadora
del Grupo de Estudios Rurales y titular del Seminario de Investigación
“Acciones de protesta en escenarios en transformación”, coordinó el libro La protesta social en la Argentina.
Transformaciones económicas y crisis social en el interior
del país, Editorial Alianza, Buenos Aires, 2001, y es coautora y editora de
¿Una nueva ruralidad en América Latina?,
clacso-asdi, 2001, de Estudios rurales: teorías, problemas y
estrategias metodológicas (1999), y de Tucumanos
y tucumanas. Zafra, trabajo, migraciones, identidad (2000), ambas
publicaciones de editorial La
Colmena, Buenos Aires. También, Giarracca es autora de
numerosos artículos sobre temas de su especialidad, es colaboradora de la
revista de Ciencias Sociales del Instituto Argentino para el Desarrollo
Económico (IADE) Realidad Económica,
y se manifiesta contraria a los modelos agrarios “productivistas” implantados
por el neoliberalismo. G.E.
Aquí “Las mujeres y la vida rural: Elena”, por Norma Giarracca
Según el último Censo Nacional Agropecuario disponible, el
11 por ciento de las explotaciones está en manos de “jefas de explotación”, es decir
la gestión de la unidad está en manos de mujeres. Son las medianas y pequeñas
explotaciones donde, o bien una mujer siempre la gestionó o al quedar viuda o
sola se quedó con la explotación. Entre los campesinos tradicionales,
anteriores a la formación de organizaciones, fue una situación muy frecuente.
Cañeros, tabacaleros, en Tucumán por ejemplo estuvieron en manos de mujeres de
variadas edades. Siempre fue interesante conocer esas vidas sacrificadas que
provenían de un campo hostil, sin luz eléctrica, sin programación familiar y
con un fuerte orden patriarcal.
A fines de los ochenta comenzamos una investigación donde
resultó que no sólo una mujer sino un conjunto de ellas gestionaban en el modo
de cooperativa de producción una pequeña finca tabacalera. Las más activas eran
cuatro hermanas, hijas de un jornalero, que habían decidido no depender más de
un patrón. Vivían siete familias, pero la gestión estaba en manos de las
mujeres y los hombres cooperaban sin problemas. Quisimos indagar más sobre esas
cuatro mujeres ya que cada una a su modo asumía una actitud de autonomía y
transgresión no muy frecuente en el campo tucumano de aquellos años. Muy cerca
del predio de la cooperativa con las viviendas de los grupos familiares, se
ubicaba la casa de los padres de las cuatro hermanas. Enseguida caímos
seducidos en el diálogo con esa mujer pequeña, que era la clave para comprender
tanta libertad en sus hijas: Elena. Hablaba con propiedad, usaba frases
poéticas y reflexionaba sobre todo tipo de situación por la que la familia
había pasado. Cuando indagamos por qué era tan diferente a la mayoría de las
mujeres de su edad, irremediablemente transmisoras del legado patriarcal, ella
respondió que hubo dos razones. Primero que había tenido la suerte de asistir a
una escuela rural donde los maestros se tomaban en serio su trabajo y, además
de transmitirles información, ayudaban a que comprendieran. Que todos los que
habían asistido a esa escuela tenían un nivel cultural superior al resto. En
segundo lugar el peronismo que le había ofrecido a través de Evita un profundo
sentido de la dignidad de la mujer. No había secretos, el valor al
conocimiento, la búsqueda del sentido de la vida y el ejemplo de aquel período
de querellas por las igualdades la habían marcado y le habían otorgado la
posibilidad de transmitírselo a las hijas.
Hoy diríamos que asumían prácticas autonómicas, recibían
pequeños montos de dinero del Estado, pero seguían su camino. Una vez un
coordinador de un programa que le daba subsidios fue a verlas y las retó,
porque habían dejado el trabajo por su presencia. La hermana mayor lo desafió,
ellas eran campesinas, trabajaban o recibían a las visitas con la cordialidad
que se merecían y no aceptaban sugerencias y menos órdenes.
En cierta circunstancia les llevamos fotos de ellos en gran
tamaño, como nunca habían visto, se peleaban por las de Elena. Ella miraba la
escena consciente de que tenía algo de legado final sin darse cuenta de que el
sentido de autonomía y libertad que había sabido transmitir a las hijas,
nietas, vecinas era su mejor herencia. La democracia, la expansión de derechos
sociales de la última década habilitó condiciones de posibilidad para que
existan muchas “Elenas” en el campo “gringo” y campesino, pero estas pioneras
deben quedar en la memoria colectiva de las resistencias de las mujeres de
campo.
Notas:
2 http://www.diarioregistrado.com/sociedad/56704-desbande--giarracca--otra-intelectual-que-cuestiona-a-sarlo.html
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