Esta carta a Raúl Sendic en el 25 aniversario de su
fallecimiento fue leída por Xenia Itté, su última compañera, en el acto de
homenaje realizado el pasado 26 de abril en el popular barrio montevideano de La
Teja. Su difusión fue realizada por Comcosur, Comunicación Participativa
desde el Cono Sur (http://nuevo.comcosur.org/)
El autor es Henry Willy Engler Golovchenko, quien nació
en Paysandú, Uruguay, el 11 de noviembre de 1946, y hoy lleva cumplidos sesenta
y siete años de edad. Vive ahora en Upsala, Suecia, donde luego de su
cautiverio en las cárceles de la dictadura que en su país natal duró desde 1973
hasta 1985, doce años, continuó sus estudios de medicina y es ahora un
prestigioso investigador en el área de las neurociencias y la imagenología
(tomografía) de la enfermedad de Alzheimer. Es profesor en la Universidad de Upsala
y, desde 2006, Director Académico en la Universidad de la República, UDELAR, en
Uruguay.
En las décadas de 1960 y 1970 y con el apodo de
Octavio, Henry Engler militó con el apodo de Octavio en el Movimiento de
Liberación Nacional - Tupamaros, y junto con Eleuterio Fernández Huidobro,
Jorge Manera, Julio Marenales, José Mujica, Mauricio Rosencof, Raúl Sendic,
Adolfo Wasem, y Jorge Zabalza fue uno de los nueve rehenes de la dictadura. G.
E.
Uppsala 22 de abril del
2014
Querido Raúl:
Siguiendo una costumbre
de los rusos de San Javier, que cuando van a visitar a sus muertos le cuentan
algunas cosas que consideran de importancia, he pensado hacer lo mismo contigo.
Ya ves que aunque yo
esté en Uppsala, estamos aquí, reunidos en la misma fecha en que te fuiste de
nuevo, juntos con nuestra querida Xenia a quien le pedí que te lea la carta. Te
cuento que Verónika se casó con el Tambero y está aquí con un grupo de gente
linda que te quiere mucho y te recuerda.
Yo estoy bien, siempre
junto a Inger, un poco en Montevideo y otro en Uppsala y haciendo lo que la
conciencia manda que es ayudarme a mí mismo ayudando a otros.
Ahora te tengo que
decir que aún no publiqué el trabajo que empezamos juntos en la celda, pero
este año lo vamos a hacer. Xenia me dio una carta que te mandé en 1987, larga
como esperanza de pobre y la voy a poner en nuestro trabajo. Y unas fotos de
nosotros.
Aquí las cosas van por
algún lado bien y por otro no tan bien.
Te cuento lo peor de
todo, porque no puedo escribirte un capítulo entero, ni contarte todas las
cosas.
El caso es que la
llamada Suprema Corte de Justicia un día sacó de su función a uno de sus miembros,
una jueza. Esa persona era una mujer joven, inteligente, capaz, que estaba
trabajando en 50 casos de violaciones a los derechos humanos y creía con total
honestidad en la justicia. O sea que en buen criollo, los veteranos que la
sacaron (todos hombres ellos) no solo decidieron no investigar más, sino parar
lo que se estaba investigando. ¿Te das cuenta?
Muchos, como yo, lo
sentimos como una cuchillada cobarde de ese machismo reaccionario que tanto mal
le ha hecho y le hace al Uruguay. Y resulta que algunos de los que protestaron
terminaron procesados.
Y esto trajo de vuelta
al tapete la discusión sobre la constitucionalidad de juzgar o no a criminales.
Me imagino si hubiese
habido un referéndum en Alemania en 1946, y los alemanes hubiesen podido votar para
ver si era correcto juzgar a los nazis e investigar las desapariciones y los
crímenes. Estoy seguro de que hubiese ganado el NO. ¿Por qué?
Porque mucho más de la
mitad estaban involucrados de un modo u otro. Muchísimos por complicidad y
muchísimos por callarse la boca y no meterse en líos y por mirar para otro
lado. De modo que juzgar a los nazis se hubiese vuelto inconstitucional. ¿Y
entonces que hubiesen hecho los judíos? ¿Hubiesen violado la constitución
exigiendo que ningún nazi quedara impune?
Bueno, no. Es que no
quedaban judíos en Alemania. Y el juicio vino desde afuera, por violación a los
derechos humanos. Y los judíos se empecinaron en aquello de que se hiciera
justicia.
Te hago este
razonamiento, porque aunque sea difícil entenderlo todavía hay 172
desaparecidos en Uruguay. Nadie sabe donde están. Nadie los mató. Nadie los
enterró, nadie los torturó, nadie los tiró al mar.
Por eso el juicio cayó
sobre nadie. Y con la expulsión de la jueza mujer que te contaba, por sus pares
masculinos se cumplirá la justicia a la uruguaya y ahora nadie va a ir a la
cárcel.
Me gustaría preguntarte
que es lo más importante, si la constitución o los derechos humanos. Ya adivino
lo que me estás contestando: las dos cosas son importantes, pero si la
constitución no puede defender los derechos humanos, ¿para qué sirve? No es
seguramente en esta especie de trampa infame en lo que pensaba nuestro José
Artigas cuando hablaba de la constitución. Me parece que el pensaba en una
constitución que defendiese los derechos humanos. Porque los derechos humanos
no son negociables, ni pueden decretarse nulos por un discurso politiquero, ni
por un plebiscito.
Te cuento esto porque a
los que estamos aquí nos da muchísima tristeza lo ocurrido y nos hace dudar del
futuro. Porque aunque los aguerridos señores echaron a la jueza Mota, para mí
ella sigue siendo la
Suprema Corte de Justicia. Así que espero que un día los
procesen a ellos por abuso de poder, por arrogancia, falta de respeto e
interferencia a la verdadera justicia. ¿O acaso la división de poderes implica
que algunos hagan lo que se les antoja y nadie puede hacer nada?
Y como no tengo mucho
más tiempo, te cuento que sería muy bueno que estuvieses por el Uruguay y como
no es posible, te pido que nos des inspiración para continuar insistiendo en
cambiar las cosas que no andan bien y apoyar las cosas que sí andan bien.
Porque hay de lo uno y de lo otro.
Porque tu enseñanza fue
que estudiásemos todo el tiempo y nos preocupásemos de analizar las cosas a
fondo y sin superficialidad. Sin preconceptos. Y de que no nos encerrásemos en
esquemas limitantes. Y que mirásemos cada acto de nuestra vida como si ese acto
fuese a ser aceptado y repetido por todos los seres humanos.
Y que en vez de
criticar demasiado, mostremos el camino con la consigna de que los hechos son
los que nos unen y que las palabras muchas veces nos separan.
Recuerdo que me
dijiste: “si nos ponemos a discutir sobre las cosas que vemos diferente, vamos
a pasar una vida discutiendo, si trabajamos en lo que estamos de acuerdo, vamos
a pasar una vida trabajando”. Esto implica toda una ideología. Y una elección.
Quiero que tu idea de
los movimientos solidarios que unan a muchos grupos diferentes que se junten
por afinidad vaya cuajando y que los jóvenes levanten la visa de sus celulares
para descubrir que la tierra está llena de seres humanos. Y que hay muchísimos
que necesitan realmente una ayudita.
Querido hermano, para
terminar y no ser pesado, te mando este abrazo de continente a continente, como
vos me escribiste alguna vez.
Henry Engler (Suecia)
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