(Este artículo ha sido
distribuido por la
Agencia Latinoamericana de Información ALAI el 8 de abril de
2014.)
Para cualquier analista o historiador resulta muy
interesante advertir cómo en Europa vuelven a resurgir movimientos políticos de
extrema derecha. El fenómeno se repite en países tan distintos como Francia y
Grecia, los síntomas son los mismos: racismo, xenofobia, intolerancia y
violencia. El viejo continente conoció de sobra este tipo de prácticas
políticas, aquello que durante la época de exacerbación ideológica se llamó
“fascismo”, en todas sus variantes.
En la actualidad, muchos de los vicios políticos que se
atribuían a América Latina y otras regiones más pobres del planeta se están
reeditando en los países europeos. Se argumenta que una prolongada crisis
económica capaz de crear millones de desempleados es el caldo de cultivo ideal
para toda forma de populismo y prácticas antidemocráticas. Lo cierto, empero,
es que más allá de circunstancias históricas concretas, las ideas de extrema
derecha nunca han abandonado suelo europeo.
Tal como escribió Albert Camus en su célebre novela “La
peste”, una magnífica metáfora de nuestro asunto; una vez superada la epidemia,
los microbios siguen allí, en las rendijas de la sociedad, esperando una nueva
oportunidad. Esto parece ser cierto en Europa y en cualquier otro lugar del
mundo. La exacerbación nacionalista corre a la par con una crítica frontal a la Unión Europea. Los
protagonistas de los movimientos de la derecha extrema pertenecen a esa “classe
moyenne”, seducida y domesticada en el consumo suntuario que sienten como
amenaza la presencia de la piel oscura de africanos y árabes, lo mismo que los
acentos exóticos venidos del este europeo.
Las elites europeas están muy lejos de aquel ideario burgués
de 1789, “Liberté, Egalité, Fraternité” y más lejos de aquellos “Estados de
Bienestar” propugnados por los gobiernos socialdemócratas del siglo XX. El
“giro neoliberal” en todo el continente, con muy escasos matices, ha sido
contundente. Si durante el siglo XX se reclamaba un retorno al humanismo para
hacer frente a lo que denominó “la irrupción del fascismo”; en la hora
presente, hora posmoderna que señala el ocaso de las “ideologías” y de las convicciones,
resulta ingenuo esperar algo parecido.
La Europa
“poscomunista” parece encaminarse hacia un fortalecimiento de la extrema
derecha, lo que encuentra simpatías en sus homólogos estadounidenses y no pocos
latinoamericanos. De hecho, en este tiempo de globalización y cultura híbrida,
Marine Le Pen, mezcla de Juana de Arco y de Evita, declara que su movimiento es
una suerte de “peronismo a la francesa”. En esta era de un tardocapitalismo
global, el discreto encanto de la burguesía1 va tomando los tintes
chauvinistas y xenófobos de aquellos años que precedieron a los totalitarismos
populistas en Alemania e Italia con toda su secuela de horrores.
Notas:
* Álvaro Cuadra es
investigador y docente en la Escuela Latinoamericana de Postgrados (ELAP), de la Universidad ARCIS
(Chile)
1 Que en su filme con ese título reflejara Luis Buñuel
(Nota de G. E.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario