El dependiente de un negocio de barrio te vende mal cuatro
litros de pintura pese a que le advertiste que el envase no es el mismo del que
un año atrás le adquiriste, y que la pintura que solicitas deberá cubrir
reparaciones en paredes ya teñidas del color “rojo teja” de la marca de pintura
que habías comprado antes. (Te responde que es “lo mismo” y que “nada más”
cambió el envase.) El dependiente, como quien lo emplea y regentea el negocio,
hace reiterado uso de muletillas como una rioplatense que en otras latitudes
tiene significados distintos –por caso en Cuba nombra a los zapatos de puntera
redonda–, y con seguridad piensa que él mismo no es lo que sugiere la
palabreja, pero que sí lo son todos los demás, los otros, y que especialmente
lo es ese setentón al que cree ya del otro lado de “los vivos”. No sabe que si
uno nunca lo ha sido en el sentido que se da al calificativo –es decir: lerdo, parsimonioso, irresponsable, con pocas luces o que obra como
tal–, a esta edad, precisamente, uno lo es menos, además –y volviendo a
la expresión que es más apropiada dirigida a un toro padrillo– porque las
gónadas, ovarios y testículos, en mujeres y varones mayores tienen más valor simbólico
de coraje para la reproducción ideológica y cultural, no para la pavada.
Pero lo que es jorobar, el dependiente jorobó, y con saña. La
pintura resultó ser del color de una teja pintada con esmalte bermellón: rojo
vivo, no marroncito barro cocido. Ante el reclamo aquél del negocio de barrio
no accedió a la devolución del dinero y eso te hizo enojar (y su responsabilidad
lo va a perseguir cada vez que se te cruce y lo mires sin decir ni pío, sabe él
que no fue atento, y menos todavía honesto…). Entonces tuviste que ir a otra
pinturería a comprar un “rojo teja” auténtico, es decir, color teja: barro
cocido… Y para ir a otra pinturería cruzas la calle en una esquina por la
prolongación de la vereda, franja de la calzada en la que el peatón tiene
prioridad, y otro –como el que trampeó con la pintura, porque eso fue lo que
hizo– te tira encima un auto nuevecito y reluciente. Le advertís con una seña
de mano en alto que debería haber detenido su máquina, y mientras su “jermu” –dicho
así porque probablemente así se asuma– sentada muy maquilladita en la butaca delantera del
acompañante con un niño sobre sus faldas te mira sonriente…, él, el “conductor”,
te sampa el consabido “Chupame un…”.
Tu grito se escuchó. Dijiste que vos no le chupas nada a
nadie… Algún vecino habrá pensado: “El viejo se cabreó, se cabreó bien en
serio”. Pero no te cabreaste porque sí nomás. Te cabreaste porque estamos
“casi” a merced…
Casi a merced…
Casi a merced de tipos (de tipos humanos “dependientes”)
como los de la pinturería y el auto nuevecito, como los candidatos Massa y
Macri, como otros enganchados y presumidos de “progresistas”, de parientes,
deudos y amigos del fallecido Alberto Nisman, y casi a merced de Antonio
Stiusso, jubilado de la “inteligencia” argentina y ahora ciudadano italiano en
tránsito (?) según el pasaporte empleado para viajar desde Porto Alegre
(Brasil) hasta Miami (EE. UU.). Stiusso, probablemente desde siempre o al menos
desde hace ya muchísimo, espía con membresía y asignación dineraria en alguna o
varias de las tantas “agencias” del ramo del país receptor que no lo descubre,
para el caso su patrón, pero al que entre todos los argentinos le pagamos
sueldos y gastos extras derivados de sus funciones “secretas” durante varias
décadas… Casi a merced, porque dada una molicie o pereza intelectual de una
vasta cantidad de pobladores que por la obnubilación de sus entendederas
reacciona mal y lentamente (¿auténticos lerdos, parsimoniosos,
irresponsables, con pocas luces o que obran como tales?) ante los
riesgos, esa mitad más uno de todos puede estar de un lado o del otro del
límite entre el peor y el mejor camino posible, que no es precisamente el que
publicitan La Nación, Clarín, Perfil, las redes “privadas” de radio y televisión y personas con
neuronas mal oxigenadas y cuentas bancarias bien.
Coaliciones
La «unión transitoria de personas, grupos
políticos o países con un interés determinado» –como los diccionarios las
define–, ponen su peso y movimiento histórico imprimiendo los cambios hacia
delante o hacia atrás. Así, en los años setenta y ochenta del siglo XX, con el
“necesario” genocidio de una generación de jóvenes trabajadores y estudiosos
suramericanos y de otros subcontinentes, se impuso la “revolución conservadora”
conducida por los gerentes del capitalismo neoliberal (“financierizado”, se lo
ha denominado), los que instalaron como mascarones de proa a dos esperpentos:
Margaret Tatcher y Ronald Reagan. Tuvo, claro, esa “revolución”, esa vuelta
hacia atrás, sus intelectuales orgánicos: muchísimos. Los más conocidos quizá Samuel
Huntington y Francis Fukuyama.
Del lado occidental del gran estuario
rioplatense fue Guido Di Tella, canciller de Carlos Saúl Menem, ya en la última
década de esa centuria, quien inventó la acertada definición de la política de
relaciones internacionales que imperó luego: “relaciones carnales”. Di Tella lo
decía con una sonrisa, parecía hacerlo feliz su acierto. Digámoslo claramente: se
trataba, y trata, de la introducción sin posibilidad de impedimento ni
protección alguna en nuestro cuerpo –en nuestro cuerpo social colectivo, hay
que entenderlo así– del artefacto que fuere causando ello satisfacción al mandante
y sus lugartenientes, es decir a los violadores de nuestra integridad e
identidad: de la integridad e identidad de los pueblos, de todos los pueblos.
El fakiu (Fuck you) o un
dedo índice pasando entre el pulgar y el índice de la otra mano que forman “0” (en realidad el “cero” de 0 kay… de cero muerto (es un decir…)
Son los gestos comunes para decir “te violo” o “hacete violar”, groserías, sin duda, en
su calificación menor. Mala pasta humana, enfermedad antisocial, egoísmo y vana
presunción sobre sí mismos. Conductas frecuentes en las clases medias que
reptan hacia “arriba” cada vez que son favorecidas por la llamada movilidad
social que “motoriza” el consumo, y que –como se afirma en el vídeo de
HispanTV, Fort Apache (Pablo
Iglesias): “¿Fin o continuidad del kirchnerismo?” (entrada que sigue a la del
homenaje al Che por Stella Calloni)– “llegados” a ciertos “consumos” culturales
se transfiguran en “soy Nisman”, “que se vaya la yegua […] y que vuelvan los
milicos, estábamos mejor”, o “no te dejan comprar dólares” y otras sartas de indignidades
sobre una requerida “seguridad” propia que no impida la “inseguridad” que ellos
mismos nos generan a nosotros, aprehendido ese discurso de ciertos diarios y medios
de generación de opinión manejados por la CIA estadounidense, lo dijo el embajador
de Nicaragua en España en el mismo programa de Pablo Iglesias: Fort Apache, en HispanTV.
Estos “gestitos” clase-medieros te los hacen infinidad de
veces. Días pasados en otro incidente automovilístico (aclaro que conduzco
vehículos con motor en llanura, montañas y ciudades desde hace más de cincuenta
años) fue otro el que sobrepasando por la derecha y encerrando en una curva el que
conducíamos, se burló ante mi bocinazo con el consabido dedito índice
“penetrando”.
Corrupción
Estas conductas son señales claras de “corrupción ideológica”.
Y sobre esta corrupción es imprescindible encontrar como actuar, con precisión.
Resolverlas (disolver esas conductas) poniéndolas en evidencia a sus
practicantes: en Pekín, o Beijing –como se translitera ahora de la escritura
china a las románicas– hace algunos años se juntaba por un buen rato en tarimas
instaladas en esquinas populosas de la ciudad a los transgresores de normas de
tránsito, y un funcionario ad hoc los
“retaba” a viva voz, para que se avergonzaran expuestos a la burla o al
menosprecio de las gentes.
Ahora, que se menea tanto la crítica a los gobiernos
populares argumentando que es en ellos en los que prolifera la corrupción, los
(¿impolutos?) empresarios denunciantes deberían actuar por mano propia sobre
sus congéneres de los negocios de “mano floja”: cortárselas de cuajo de un
preciso hachazo a quienes reparten dádivas para obtener mejores ganancias sin
mediar la sacrosanta competencia de mercado. Son los explotadores y
expropiadores de los trabajadores, los que se apropian de la plusvalía y
especulan con las depreciaciones de las monedas locales, quienes para asegurar
la supervivencia de sus modus operandi
pagan coimas y compran voluntades. Son los que las reciben, si jerarcas de los
burós gubernamentales, mercenarios: hay que echarlos pero con las manos
funcionando, para que aprendan a trabajar.
Pero si entre pares no hay rectificación de conductas porque
en realidad no puede haberla dado que sus ideologías son consecuentes con sus
quehaceres (la explotación y la apropiación), entonces habrá no que meterlos
presos y darles de comer sino juntarlos de a decenas, cada vez una hora o dos, mezclados
«igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches»1 en
corrales entarimados en parques y paseos públicos los sábados y domingos cuando
las familias pasean, para amonestarlos y avergonzarlos. Ahora, en los días
presentes, organizaciones de “empresarios” denuncian la vulnerabilidad en que
caerían sus miembros si prospera la investigación que se propone sobre las
vinculaciones de empresas y empresarios con la dictadura genocida que imperó en
Argentina entre 1976 y 1983. No están en esos entramados solamente dueños y
gerentes del Ingenio azucarero Ledesma o de las automotrices Mercedes Benz y
Ford, hay muchos, muchísimos más…
Unidos y organizados2
El del subtítulo es el nombre de una corriente kirchnerista
que reúne a jóvenes que militan en diversas organizaciones de base. El
apelativo es una excelente consigna: ahora, en Nuestra América, en América
Latina y el Caribe, en Suramérica, en nuestros países, se hace imprescindible
la unidad y la organización. La democracia, y la firmeza. La libertad y la
exigencia de su ejercicio solidario y responsable.
Nosotros, para el 25 de octubre, hubiéramos preferido votar
una fórmula presidencial distinta: a la cabeza Jorge Enrique Taina (65) quizá
acompañado por Carlos Kunkel, Rodolfo Ojea Quintana o por el actual candidato a
vice, Zannini. Kunkel y Ojea fueron compañeros de presidio político de Taiana
entre 1975 y 1982 (entre sus veinticinco y sus treinta y dos años), cuando
desde el penal de Sierra Chica (Provincia de Buenos Aires) lo trasladaron al de
Rawson (Provincia del Chubut, Patagonia). Taiana, quien fue ministro de
Relaciones Exteriores antes que Timerman, es dirigente de la Agrupación Evita –parte
de Unidos y Organizados–, sociólogo, docente universitario y mecánico
aficionado restaurador de los viejos Citröen 2 y 3 CV. Este rasgo es, quizá,
junto con el de su metódica sencillez, el generador de mi empatía.
Nosotros hubiéramos preferido que se afirmara y profundizara
el proceso del kirchnerismo que se ha venido desenvolviendo con perfil definido
desde 2007. La presencia de Carlos Zannini en la fórmula que fue posible
constituir en el marco general de la política subcontinental se nos ocurre
esencial como resguardo. Veremos, y opinaremos.
Notas:
1 Fragmento de la letra del tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo.
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