Alrededor de la violencia sin escrúpulos y de la lamentable
pérdida de vidas, como lo haría un vulgar matarife y negociante de reses que sin pudor
las contara para mejor apreciar la utilidad de sus operaciones, se ha montado
una suerte de “Truman show” antes,
durante y después de la muerte en situación dudosa del fiscal Natalio Alberto
Nisman.
Antes, porque en la formación y selección del mismo en 1997
puede suponerse que se consideraron como convenientes váyase a saber que
peculiaridades de su personalidad (mucho antes que en 2004 la Fiscalía General de la Nación, un ente autónomo de los poderes constitucionales, lo pusiera en 2004 al frente de la entonces recién
creada UFI especializada en la investigación del atentado terrorista en la
AMIA). Durante, porque todo está indicando que el hombre y hasta su entorno fue
cada vez más cautivo de aparatos de manipulación y corrupción política. Después
de su muerte porque se lo “reconstruye” en cuanto persona humana
–reconstrucción que implica una previa destrucción–, haciéndose lo mismo
también con su familia, con las víctimas en 1994 de la AMIA y con la sociedad
argentina actual.
Algunos políticos suramericanos, como por caso Pepe Mujica, Presidente de
Uruguay hasta el próximo 1º de marzo, han dicho que el cuadro argentino les provoca
dolor (“Me duele Argentina”, dijo Pepe). Mejor sería que se sinceraran y
dijeran que les duele la política en la que están ensimismados apenas
sostenidos por un difuso nosotros: los “sumergidos”, los de abajo, los pueblos.
Ruego al lector que no obvie la lectura de las notas referidas en el texto
principal, y que se encuentran al pie del mismo. Se han incorporado en ellas
referencias e información primordiales.
“Tenía admiración por
Jaime Stiuso”1
En un artículo del diario Perfil de hoy, 25 de enero de 20152,
diez días después del deceso del fiscal, se entrevista a quien se caracteriza
como amigo de suma confianza del fallecido Nisman: Gustavo Perednik3.
Según la
publicación Perednik afirmó que aquél «tenía admiración por Jaime Stiuso»:
«Alberto le tenía admiración y lo describía como el típico espía de las
películas, y siempre decía que es uno de los tipos más inteligentes de
Argentina, con capacidad para entrar a un lugar y darse cuenta de todo. Nisman
se mostraba sorprendido ante la rapidez y certeza con la que Stiuso conseguía la
información que él mismo le requería. Se tenían un gran respeto». Según otras
publicaciones la ex esposa del fallecido y madre de sus dos hijas de quince y
siete años de edad, la jueza federal de San Isidro, Provincia de Buenos Aires,
Sandra Arroyo Salgado, compartía amistad con el ex SIDE Antonio Horacio Stiles,
de 61 años, ingeniero, alias “Jaime Stiuso”, echado por el Gobierno argentino
en diciembre del año pasado por actividades que ahora descubrió eran
desestabilizadoras del Estado. Este ex Director General de Operaciones de la
Secretaría de Inteligencia (SI) desde hace muchísimos años (cuarenta y dos de
antigüedad en ese aparato) tenía, se afirma, estrechas relaciones con servicios
de inteligencia de EE. UU. y de Israel: CIA y Mossad.
“Brote sicótico,
disparatado”
Quien aporta información importante es un académico
especializado en cuestiones de seguridad, Marcelo Saín, actualmente diputado en
la Provincia de Buenos Aires por el Frente Nuevo Encuentro. Ya veremos qué
dice. Antes referimos a una breve exposición de Celia Nilda Garré –actual
embajadora argentina ante la OEA, en Washington, y ex ministra tanto primero de
Defensa como después de Seguridad (interior) de Argentina entre 2005 y 2013: «Coincido
con [León] Arslanián [ex ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires
durante el gobierno de Felipe Solá, 2004-2007] en que lo de Nisman fue un brote
sicótico, disparatado, que le hace mucho daño a la Justicia y al Ministerio
Público» (en Twitter, 19 de enero de 2015). Volveremos luego sobre el tema.
En el blog Crudos.
Ensayos, tribulaciones y bocetos (http://rodriguezesteban.blogspot.com.ar/2010/05/entrevista-marcelo-f-sain.html),
dos docentes e investigadores de la Universidad Nacional
de Quilmes, de Argentina –Daniel
Badenes y Esteban Rodríguez– presentan así a Marcelo Saín:
[Es]
un personaje raro. Académico destacado en lo suyo, se animó a la gestión del
Estado en contextos incendiados. Doctorado en Ciencias Sociales en Brasil,
estudioso de las fuerzas armadas y de seguridad, fue convocado por León
Arslanián en su primer arribo al Ministerio de Seguridad bonaerense. Más tarde
volvió a la misma área, en el equipo de Juan Pablo Cafiero. Y en 2005, nombrado
por el presidente Kirchner, se hizo cargo de la Policía de Seguridad
Aeroportuaria (PSA) que se creó en reemplazo de una fuerza corrompida
dependiente de los militares. De cada experiencia se fue para volver a su lugar
como profesor e investigador en la Universidad Nacional
de Quilmes. Tras su paso por el Estado provincial publicó “El Leviatán azul” [sic], un libro donde quiso mostrar que
“esta policía es una obra de ingeniería de sucesivos gobiernos” y que “con esta
función, estos roles, este tipo de trabajo y de organización, es muy funcional
a un tipo de estructuración política. Los gobiernos administrativos y
ejecutivos, y también parlamentos y la justicia criminal entienden que la
policía es el gran instrumento de disciplinamiento [sic, en rigor debería haberse escrito “para disciplinar a”] de
aquellos sectores que sobran”. Saín sabe de qué habla por la teoría y por la
práctica, por la investigación y por la gestión. Pero es un
personaje raro, sobre todo, porque habla de seguridad y no es de derecha.
Las respuestas de Saín en el reportaje –que recomiendo leer
íntegro– no lo muestran precisamente como un ingenuo oficialista
“kirchnerista”. Su paso en tanto académico por funciones políticas en aparatos
policiales le han permitido tener un conocimiento acabado de esas instituciones
y sus miembros.
El recién pasado viernes 23 de enero, consultado por
periodistas de Radio Del Plata, quien fuera viceministro de Seguridad
provincial en La Plata, Saín, según refiere Página/12,
«advirtió que el [automóvil] Audi que utilizaba el fiscal fallecido “pertenece
a una empresa cuyo titular es el jefe de Seguridad del Grupo Exxel, Eduardo
Ecke, quien además es el hombre de Frank Holder, titular del grupo privado con
el que opera la agencia norteamericana en nuestro país”»4. El diario
de Buenos Aires también refiere, en torno a las declaraciones de Marcelo Saín a
la mencionada radioemisora:
Saín agregó que Nisman “nunca ha avanzado
más que aquello que le dictaron sus patrones, que han sido miembros de la SI
[Secretaria de Inteligencia, de Argentina,] y la CIA”, y relacionó los últimos movimientos
de la causa con la “crisis en el sistema de inteligencia que se desató cuando
el Poder Ejecutivo inició un proceso de depuración del grupo que se había
autonomizado [sic, en rigor debería
decirse: convertido en autonómo] del propio gobierno, con la figura de
Jaime Stiuso a la cabeza”.
“Esta debería ser una oportunidad
inmejorable para generar una reforma en el sistema de inteligencia integralmente”,
ya que funciona “desde la época dictatorial y la democracia no tocó”, sostuvo
Saín.
Saín consideró, finalmente, que en la
investigación de la muerte del fiscal “pondría mucho el ojo en quien dejó el
arma”, Diego Lagomarsino, el empleado de la fiscalía que vio por última vez a
Nisman, y recordó que su nombre le “suena” de Inteligencia: “Me parece haberlo
conocido hace algunos años en la Policía Aeroportuaria,
quizás me confundo pero se quiso vender como informante”.5
Argenleaks y Politileaks, dos libros de
Santiago O’Donnell
Santiago y María O’Donnell tienen formación académica y son
periodistas, junto con Julia, Ignacio y Matías son hijos del fallecido en 2011
politólogo Guillermo O’Donnell, que ya jubilado en la academia estadounidense,
y enfermo, había regresado a Argentina y se desempeñaba en la Universidad Nacional
de San Martín (UNSAM)6. Santiago, quien entre 1987 y 1994 residió en
Estados Unidos y trabajó en Los Angeles
Times y The Washington Post,
tiene un perfil profesional de apariencia ecléctica y, además de ser editor de
noticias internacionales de Página/12,
es Director de la Maestría que en la especialidad dicta la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y escribe en un blog personal (http://santiagoodonnell.blogspot.com.ar/).
Cuando el equipo de WikiLeaks dirigido por Julian Assange hizo
públicos los cables y comunicaciones electrónicas entre la Embajada de EE. UU. en
Buenos Aires y sus jefes en Washington, Santiago O’Donnell publicó ArgenLeaks (Sudamericana, 2011) y PolitiLeaks (2014). En las obras se
publican y comentan documentos filtrados por Assange que aluden tanto a los ex
presidentes Menem, Duhalde y Néstor Kirchner como a la actual Cristina Fernández
de Kirchner, el caso AMIA, el de la valija de Antonini Wilson, sobre las
empresas Clarín y Monsanto, etc.
O’Donnell, ayer sábado 24 de enero, en la entrada
“WikiStiusso” de su blog, escribe:
Todos
[…], funcionarios, dirigentes comunitarios y periodistas que se ocupaban del
tema sabían que la fiscalía de Nisman se nutría básicamente de una fuente.
Nisman nunca lo ocultó. Sabían que el peso de la investigación lo llevaba el
director de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia, alias Jaime Stiusso,
y a través de él, los servicios de inteligencia extranjeros,
especialmente de Estados Unidos e Israel. ¿Y cómo es que Stiusso se había
ganado la confianza de los americanos y los israelíes? Más allá de su cargo y
permanencia, la verdad es que ni idea, no lo conozco, ni siquiera sé si habla
ingles, aunque muchos que escribieron sobre él lo describen como una especie de
genio de la tecnología especializado en pinchadura. Si conociera a los
manejadores extranjeros de Stiusso me encantaría preguntarles. La cosa es que
todos sabían: Néstor, Cristina, Canicoba, los presidentes de la AMIA y la
DAIA, los tres periodistas de La Nación, Clarín y Página 12 que
llevan el tema por lo menos desde el 2005, sus editores responsables y unas
cuantas personas más. Yo me enteré en el 2011 cuando Nisman me citó para hablar
de los cables de la embajada estadounidense que acababa de publicar en mi libro
Argenleaks.
Había descubierto que los cables decían que Nisman recibía ordenes directas de la embajada estadounidense de no investigar la pista siria y la conexión local y de dar por cierta la culpabilidad de los iraníes, aunque ningún juicio se había realizado. Que Nisman le anticipaba sus dictámenes y los fallos del juez Canicoba Corral a la embajada con varios días de anticipación. Que una vez Nisman llevó a la embajada un dictamen de dos carillas y que la embajada lo mando a corregirlo, entonces Nisman volvió unos días después con un dictamen de nueve carillas que sí fue aprobado por la embajada y recién entonces presentado en la causa. Y que otra vez Nisman pidió perdón tantas veces por no avisar que pediría la captura de Menem, que los diplomáticos tuvieron que escribir tres cables distintos para dar cuenta de sus sucesivas ampliaciones de sus pedidos de perdón y de sus promesas de que no volvería a suceder. Todo eso reflejaba una falta de independencia del fiscal nada menos que ante una potencia extranjera, por muy amiga que fuera, y enseguida me pareció que la información era de indudable interés general. Pero mi diario no quiso publicarla y a medida que los WikiLeaks iban pasando de manos, me di cuenta que los demás medios tampoco publicaban ni ponían al aire nada. Así conocí la pata mediática de la política de Estado con respecto al atentado a la AMIA, una de las razones que me impulsó a escribir los capítulos “AMIA” en Argenleaks y “Nisman” en Politileaks, mis dos libros.
«¿Cómo? ¿No lo conocés a Jaime?», me preguntó Nisman entre extrañado y sorprendido en aquel encuentro de 2011. Acababa de decirme que en una causa tan compleja, en la que uno básicamente depende de lo que puedan averiguar los servicios de inteligencia extranjeros, su información provenía de Stiusso, ya que Stiusso era el que manejaba la relación con los servicios israelíes y estadounidenses. Me dijo que su tarea consistía en chequear la inteligencia en bruto que le mandaba el agente, y tratar de confirmar datos para que se puedan judicializar, ya que no todo lo que le mandaba servía. Fue la única vez que lo vi y me lo dijo sin conocerme. O sea, no era ningún secreto: Stiusso manejaba la investigación.
Y yo no conocía a Stiusso, pero por supuesto que sabía quién era. Un espía legendario de los tiempos de la dictadura, que había trabajado con Nisman en la bochornosa primera investigación de la AMIA, él como informante, Nisman como fiscal auxiliar. Un personaje oscuro al que por entonces se le atribuían todo tipo de “carpetazos” (operaciones de prensa) contra distintos personajes del Gobierno y de la oposición: desde Boudou y De Narvaez hasta Enrique Olivera y el jefe de la [policía provincial] bonaerense. Y sabía, sabíamos quién era, porque Stiusso se había hecho famoso, y lo peor que le puede pasar a un espía es hacerse famoso. Fue en julio del 2004 cuando el entonces renunciante ministro de Justicia, Gustavo Béliz, mostró una foto del agente en el programa de Mariano Grondona y denunció que Stiusso había montado «un ministerio de seguridad paralelo», al que describió como «una especie de Gestapo».
La denuncia y la exhibición de la foto le costaron años de exilio y una batalla judicial a Béliz y su familia, pero a Nisman ni siquiera lo despeinó. La fiscalía siguió su trabajo como siempre.
Había descubierto que los cables decían que Nisman recibía ordenes directas de la embajada estadounidense de no investigar la pista siria y la conexión local y de dar por cierta la culpabilidad de los iraníes, aunque ningún juicio se había realizado. Que Nisman le anticipaba sus dictámenes y los fallos del juez Canicoba Corral a la embajada con varios días de anticipación. Que una vez Nisman llevó a la embajada un dictamen de dos carillas y que la embajada lo mando a corregirlo, entonces Nisman volvió unos días después con un dictamen de nueve carillas que sí fue aprobado por la embajada y recién entonces presentado en la causa. Y que otra vez Nisman pidió perdón tantas veces por no avisar que pediría la captura de Menem, que los diplomáticos tuvieron que escribir tres cables distintos para dar cuenta de sus sucesivas ampliaciones de sus pedidos de perdón y de sus promesas de que no volvería a suceder. Todo eso reflejaba una falta de independencia del fiscal nada menos que ante una potencia extranjera, por muy amiga que fuera, y enseguida me pareció que la información era de indudable interés general. Pero mi diario no quiso publicarla y a medida que los WikiLeaks iban pasando de manos, me di cuenta que los demás medios tampoco publicaban ni ponían al aire nada. Así conocí la pata mediática de la política de Estado con respecto al atentado a la AMIA, una de las razones que me impulsó a escribir los capítulos “AMIA” en Argenleaks y “Nisman” en Politileaks, mis dos libros.
«¿Cómo? ¿No lo conocés a Jaime?», me preguntó Nisman entre extrañado y sorprendido en aquel encuentro de 2011. Acababa de decirme que en una causa tan compleja, en la que uno básicamente depende de lo que puedan averiguar los servicios de inteligencia extranjeros, su información provenía de Stiusso, ya que Stiusso era el que manejaba la relación con los servicios israelíes y estadounidenses. Me dijo que su tarea consistía en chequear la inteligencia en bruto que le mandaba el agente, y tratar de confirmar datos para que se puedan judicializar, ya que no todo lo que le mandaba servía. Fue la única vez que lo vi y me lo dijo sin conocerme. O sea, no era ningún secreto: Stiusso manejaba la investigación.
Y yo no conocía a Stiusso, pero por supuesto que sabía quién era. Un espía legendario de los tiempos de la dictadura, que había trabajado con Nisman en la bochornosa primera investigación de la AMIA, él como informante, Nisman como fiscal auxiliar. Un personaje oscuro al que por entonces se le atribuían todo tipo de “carpetazos” (operaciones de prensa) contra distintos personajes del Gobierno y de la oposición: desde Boudou y De Narvaez hasta Enrique Olivera y el jefe de la [policía provincial] bonaerense. Y sabía, sabíamos quién era, porque Stiusso se había hecho famoso, y lo peor que le puede pasar a un espía es hacerse famoso. Fue en julio del 2004 cuando el entonces renunciante ministro de Justicia, Gustavo Béliz, mostró una foto del agente en el programa de Mariano Grondona y denunció que Stiusso había montado «un ministerio de seguridad paralelo», al que describió como «una especie de Gestapo».
La denuncia y la exhibición de la foto le costaron años de exilio y una batalla judicial a Béliz y su familia, pero a Nisman ni siquiera lo despeinó. La fiscalía siguió su trabajo como siempre.
Algunas afirmaciones
y reflexiones
Sin ninguna duda que si los gobiernos desde después de la
Dictadura de entre 1976 y 1983 no pudieron, no supieron o no quisieron cambiar
los aparatos reales de poder económico y político, es porque lo que
pretendieron fue solamente contenerlos sin poner en crisis su hegemonía. El
progresismo contemporáneo es sumamente limitado, tiene impedimentos
intrínsecos. Así todo por ahora hay que sostenerlo frente al embate interno y
externo, embates intestinos de conducción y externos muy extremos.
La manera de operar de la política dominante es decadente,
torpe, inexperta, traumatizada y cobarde. Los teléfonos, vehículos y edificios
“inteligentes”, meramente automatismos condicionados, han colonizado el
pensamiento y las conductas presumidas de humanas.
Personas eventualmente intoxicadas o ya enfermas crónicas
conducen automóviles, camiones u ómnibus por carreteras atestadas de gente
(sino también aviones). Mentecatos dictan clases haciendo proliferar la estupidez. Agentes
del aparato fiscal y quizá también judicial subsumidos por traumas psíquicos u
operaciones de inteligencia y corrupción dineraria7 sufren profundas
desequilibrios, crisis morales y “brotes sicóticos”.
Nada de todo esto es nuevo ni sorprendente. Quino –Joaquín
Lavado–, creador de Mafalda, lo fue
advirtiendo durante décadas.
Al fiscal Nisman lo formó, alimentó y mató el sistema
capitalista. Lo mismo puede hacer con otras y otros si no rompen con su
dictadura. Pero para eso…
Notas:
1 Stiuso o Stiusso, con una
única ese o con dos, aparece en distintos escritos el apellido de guerre de Antonio Horacio Stiles.
3 Según se refiere en Wikipedia,
Gustavo Daniel Perednik (Buenos Aires, 1956), es «Graduado de las universidades
de Buenos Aires y Jerusalén […] completó en Nueva York sus estudios de
doctorado en filosofía y cursó humanidades en La Sorbona (Francia), [y en] San
Marcos (Perú) y Upsala (Suecia). Fue distinguido como profesor sobresaliente
por la Universidad
Hebrea de Jerusalén, en la que dirigió los programas Cuatrienal y Preparatorio y creó el programa Sheli de estudios en castellano. En dicha ciudad dirigió por una
década el Instituto para Líderes del
Exterior. Fundó el Centro
Hebreo Ioná de Argentina (que dirigió por dos décadas), el Programa Ai Tian de Esclarecimiento
Judaico, en China, y el Programa de
Educación y Esclarecimiento acerca del Rol del Judío en el Mundo de la Fundación Hadar,
dedicado a “visualizar la civilización judaica de modo global, sus orígenes,
fuentes y mensajes; tomar conciencia de la hostilidad de la que los judíos han
sido objeto por milenios y valorar el aporte de los judíos a la civilización, y
la validez de la cultura judía en nuestros días”».
Véase
también en http://www.perfil.com/politica/Dudas-sobre-el-origen-del-auto-que-manejaba-AlbertoNisman-20150124-0035.html
que el automóvil de alta gama Audi Q5 modelo 2013 patente o dominio MPC641,
estaría registrado a nombre de una empresa con vínculos con personas y
personajes como otro célebre fallecido: Alfredo Yabrán.
5 Ibídem.
6 Fue por entonces (2008)
que colaboré con Guillermo O’Donnell en el cuidado de la edición de su penúltimo
libro, Catacumbas (Prometeo Libros).
7 En la UFI AMIA se desempeñan
unas treinta personas, a razón de algo más de un millón de pesos por cabeza y
por año. Según informa el diario Perfil el presupuesto anual para 2015 es de 31.636.473 pesos. El experto informático Diego
Lagomarsino que facilitó el arma con la que Nisman se habría suicidado tenía un
importante contrato por 41.000 pesos mensuales, una cifra irrisoria (solamente
medio millón anual). Véase http://www.perfil.com/politica/La-fiscalia-se-movia-entre-renuncias-internas-y-temor-20150125-0022.html.
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