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viernes, 9 de enero de 2015

Id y haced, amén



Este artículo fue publicado originalmente en La Fogata digital, el domingo 5 de diciembre de 2004, y ahora fue rescatado de los archivos de Indymedia: http://argentina.indymedia.org/news/2004/12/242637.php



En el trajinar del anochecer, del final de este último viernes, la pantalla del monitor me hizo recordar una transfiguración que se me ocurrió hace ya algo más que un cuarto de siglo atrás en un vagón de tren suburbano y bonaerense, atestado de transpiraciones, ausencias, silencios y de miradas concentradas en los diarios vespertinos de entonces, en lecturas algunas más dificultosas que otras, cuando entonces quise un instante imaginar que no eran las amañadas crónicas del “Mundial 78” las que se descifraban. Quise imaginar que los lectores, las palabras, las fotos y los testimonios incontrastables desnudaban el terror, y el dolor, desnudaban errores y hallaban certezas.
 

Claro que ahora ni por un instante podía pretender tal transfiguración como hace algo más que un cuarto de siglo atrás cuando traqueteaba el vagón de tren suburbano atestado de silencios. Eran otros los agonistas, transpiradas y transpirados que aun entristecidos deletreaban los burdos textos cotidianos laudatorios de un triunfo ajeno.
 

Este último viernes el despacho de AICA, la Agencia de Información Católica Argentina, fundada por el necesariamente memorable Antonio Plaza1, apareció en las pantallas con dichos de Bergoglio, de Casaretto, de Castagna, del Consejo Nacional de la Acción Católica Argentina, de la Corporación de Abogados Católicos, del Consorcio de Médicos Católicos, del Centro Islámico y de la Mesa Ampliada del Diálogo Argentino; NO apareció hace algo más de un cuarto de siglo desnudando el terror y el dolor del genocidio y exigiendo que se fueran Martínez de Hoz, Videla, Massera... NO apareció desnudando el reiterado genocidio y destrucción de vidas, quehaceres, haciendas, artes, labores y amores.
 

El despacho de AICA, la Agencia de Información fundada por Antonio Plaza inexpiablemente dice así: «Buenos Aires, DIC 3 (AICA): El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, recibió hoy un sinnúmero de adhesiones a su carta pastoral en la que se calificaba como “blasfema” la muestra retrospectiva que el artista plástico Léon Ferrari exhibe en el Centro Cultural Recoleta. Entre otras –dice AICA–, las del obispo de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto; el arzobispo de Corrientes, monseñor Domingo Castagna; el Consejo Nacional de la Acción Católica Argentina; el Consejo Arquidiocesano de Buenos Aires de la ACA; la Corporación de Abogados Católicos; el Consorcio de Médicos Católicos; el Centro Islámico de la República Argentina; y la Mesa Ampliada del Diálogo Argentino». (http://www.aica.org)
 

Simultáneamente –reflejó luego la crónica periodística– una patota se infiltró el mismo viernes 3 de diciembre entre los asistentes a la muestra retrospectiva de Ferrari y, a los gritos de “Viva cristo rey, carajo”, la emprendió contra una decena de obras del artista y evangélicamente amenazó a todos los presentes. La acción, es evidente, vino a materializar las declaraciones, rogativas y rezos que perturbaron la exposición todos estos días.
 

Como siempre “sus señores” instigando atentados contra la humanidad. No tienen perdón. Y lo hacen con el dinero de nuestros impuestos...
 

Nota:

1 Arzobispo de La Plata desde 1956. A partir de entonces tuvo influencia en el ámbito educativo de algunos gobiernos provinciales. Se lo vinculó con el Banco Popular de La Plata, liquidado por el Banco Central en 1964. Desde el 11 de noviembre de 1976 hasta el 30 de diciembre de 1983 fue capellán general de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. De la más genocida policía del genocidio, junto a las de Tucumán y de Córdoba. Tuvo jerarquía de Comisario General. Le dio el cargo el entonces Jefe de Policía Ramón Camps, nombre que acecha el alma. El arzobispo y el hombre que acecha el alma se hicieron amigos y Plaza se ufana de ello. De su amistad con el asesino. Cristina Castello en “La memoria necesaria, nunca más”, Periodismo sin máscara.

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