I) Ante
la inminencia del referendo convocado en Grecia para el domingo 5 de julio,
personeros de la derecha francesa como Jean-Claude Junker y, juntos, en Madrid,
el húngaro-francés Nicolas Sarkozy y el P$P Mariano Rajoy no han tenido vergüenza
de llamar a los griegos a que voten contra el gobierno de Alexis Tsipras.
Tienen miedo, miedo a la reconfiguración política de los pueblos de Europa. Si
hasta el premio Lebon de la Zap, the president Obama, llama a no hacer olas…
II) En
“El país de mister Ponsoby” (dos entradas debajo de ésta) se hace referencia a
un personaje de la novelística contemporánea, el comisario ateniense Kostas Jaritos,
amigo de un viejo comunista al que “los coroneles” no lograron vencer. Su
autor, Márkaris, viajero permanente entre Grecia, España, donde está la casa
editora de sus libros, y quizá Berlín, donde tiene amigos, dice que no es «entusiasta
con el nuevo gobierno, nunca he apoyado a Syriza».
III)
El corresponsal de Página/12 Eduardo Febbro, escribió desde París. «Un montón
de gatos peleando adentro de un corralito, acusándose amenazadoramente,
recurriendo a expresiones poco virtuosas o a chantajes políticos dignos de
matones, los dirigentes de la Unión Europea (UE) dieron un espectáculo
calamitoso cuando se trató de enfrentar el coletazo de la crisis griega. La
famosa y alabada cultura del consenso voló en mil pedazos. Hasta quienes no
tienen ni el más lejano atisbo de legitimidad hicieron de Grecia un blanco de
dardos envenenados. Ese fue el caso del actual presidente de la Comisión
Europea, el ex primer ministro de Luxemburgo Jean-Claude Juncker, supremo
comandante de los paraísos fiscales y artífice de unos de los mayores montajes
financieros para vaciar la plataforma fiscal de sus socios europeos. En una conferencia
de prensa respaldada por una escenografía patética, la imagen de las banderas
de la Unión Europea y de Grecia, Juncker dijo que, después de todos los
esfuerzos que hizo, se sentía “traicionado”. Juncker lamentó que “el aliento de
compromiso haya sido roto de forma unilateral con la voluntad griega de
organizar un referéndum”. Visiblemente, los dirigentes del bloque de países
democráticos más importante del planeta le tienen miedo al ejercicio
democrático.»
IV) ¿Cómo
se llama el personaje calvo y de celestes ojos tiroideos jerarca bancario de
una dictadura feroz, ministro de dos presidentes que vale recordar solamente
para evitar que puedan revivir en otros futuros e inventor de la “convertibilidad”,
que ahora aconseja así: «Tanto los griegos como la troika tienen que evitar que
el corralito se transforme en un corralón; es decir, tienen que evitar que
Grecia se vea obligada a transformar compulsivamente depósitos y préstamos
bancarios en dracmas».
V) Traemos
de la memoria, de la memoria cercana, el reportaje que Granovsky hiciera a
Tsipras hace tan solamente dos años y medio, ayer nomás… (G.E.)
Alexis Tsipras, líder de la oposición griega, habla de su país y de la Argentina: “Como Hércules, tenemos que limpiar la mierda y pelear con la hidra”*
Por
Martín Granovsky (martin.granovsky@gmail.com)
De gira por la Argentina, el dirigente de la izquierda
griega explica cómo deforma el sector financiero de su país la situación
argentina, rescata el desarrollo posterior a la crisis del 2001 y explica los
desafíos de la oposición para superar al neonazismo y llegar al gobierno en
Atenas.
A los 38 años, Alexis Tsipras es el líder de Syriza, el
movimiento político y social griego que enfrenta al gobierno conservador y
proyecta llegar al poder por la vía democrática para terminar con la austeridad
como principio máximo de la política. Tras unos días de visita en la Argentina,
Tsipras aceptó comparar las dos situaciones con todas sus similitudes y
diferencias.
–¿La Argentina sigue siendo tema de discusión en Grecia
por la contracción de deuda, el default y la reestructuración?
–Sí. Hablamos de ustedes.
–¿Del default o de la reestructuración?
–De todo.
–¿Y después de este viaje a la Argentina?
–Terminamos mucho más sabios. Estudiamos con detalle el
proceso que se dio durante y después de la crisis. Vimos similitudes y también
diferencias. De parte del Fondo Monetario Internacional las recetas fueron
iguales en Grecia y en la Argentina. También fueron iguales en ambos países los
medicamentos que se le dieron a Grecia y a la Argentina. Iguales y vencidos.
Fracasaron. Nos llevaron a la catástrofe. El paciente griego internado en una
cama europea está en coma. Todos los tubos y los medicamentos lo ligan al
corazón de Europa. Es complejo. Si el paciente en coma muere, parece que la
Eurozona tampoco puede sobrevivir. Por eso digo que tenemos similitudes y
diferencias entre la Argentina del 2001 y la Grecia de hoy. Lo que es
interesante es cómo presentan el ejemplo de la Argentina en Europa.
–¿Quiénes?
–Los sectores más ligados al sistema financiero. La
Argentina es el ejemplo de un país que le dijo no al sistema financiero
mundial. Los sectores financieros de Europa distorsionan lo que ocurrió aquí.
El ejemplo molesta a los círculos financieros. Por eso los centros
ultraliberales están tratando no solo de distorsionar las cosas en términos
ideológicos sino de presentar una trayectoria histórica diferente. Cambian los
hechos. Durante nuestra estadía en la Argentina y en los encuentros que
mantuvimos, hubo cobertura en noticieros de la televisión griega. Entonces
ponían una imagen mía encontrándome con un dirigente argentino y, en pantalla
partida, mostraban ejemplos del corralito argentino y la gente golpeando las
persianas de los bancos.
–¿Sin poner las fechas de cada cosa?
–Sin ninguna precisión. El mensaje es claro: “Sigan el
camino que les propone la izquierda griega y llegarán a la bancarrota como en
la Argentina”.
–¿Es interesante para Grecia el ejemplo de
reestructuración de la deuda con quita?
–Sí, claro, pero primero debemos ver qué hay de parecido en
cada país y en cada coyuntura histórica. La negociación que llevó a cabo el
Estado argentino después de la crisis es un ejemplo para estudiar y examinar.
En los próximos años seguramente esto va a ser un tema en las facultades de
ciencias económicas. Eso prueba que cuando hay un acreedor y un deudor, los dos
están en situación difícil. No uno solo. La propia negociación lo demuestra.
Pero yo veo otros puntos positivos más allá de la reestructuración de la deuda.
El desarrollo económico argentino posterior a la crisis aguantó aunque el país
quedó fuera de los mercados de préstamo. Aguantó porque contó con una base
productiva amplia, y exportadora. Soportó porque desde un principio pudo
revitalizar la economía interna y cubrir las necesidades del pueblo. En su
segunda fase las exportaciones fueron importantes y garantizaron el crecimiento
del Producto Bruto Interno. Pero también hay que tener en cuenta que cuando la
Argentina pasó por la fase de crecimiento alta, el crecimiento global también
era alto. Y además todo ocurrió dentro de una coyuntura regional sudamericana
positiva. Nosotros en Grecia no tenemos ninguno de los dos puntos positivos. Ni
crecimiento global ni coyuntura regional favorable.
–El peor de los mundos.
–Sí, pero al mismo tiempo tratamos de hacer de la necesidad
virtud. Con esa visión participamos dentro de la Zona Euro. Grecia tiene solo
el 2,5 por ciento del PBI europeo y a la vez está en el centro de la opinión
pública mundial. Esto no pasa, claro, por el hecho de que todos se preocupen
acerca del sufrimiento del pueblo griego. El temor es el efecto dominó.
–O sea que un punto fuerte de ustedes es el temor.
–Es que, si Europa sigue así, el principal país que pensará
en salir de la Zona Euro es Alemania. Eso quiere decir que un pequeño país como
Grecia puede ser una piedrita capaz de romper esa máquina gigante del motor
ultraliberal. Por eso sufrimos un ataque frontal a nivel mundial en las últimas
elecciones. Auguraban que vendría el caos. Quizá pueden aguantar mínimamente un
escenario posneoliberal. Pero no lo pueden aceptar en el núcleo duro de Europa.
–La clave, pareciera, es la capacidad de daño de Grecia.
–Muchas veces comparé la situación de Grecia respecto de sus
socios europeos con otras épocas. Es como la Guerra Fría. Los dos sectores
pueden tocar el botón, pero aunque uno lo haga ninguno ganará. La catástrofe
será para todos.
–¿Cuál sería hoy ese botón?
–El botón sería la explosión del euro. Pero el que pierda en
esta Guerra Fría es el primero que dé un paso atrás. Por eso nosotros nos
preparamos para un gran enfrentamiento. Hemos dicho claramente que desde el
gobierno vamos a romper con los tratados de austeridad. Seguiremos en ese
camino aunque nos corten los préstamos. No es un chiste. Lo vamos a hacer. Pero
necesitamos el apoyo popular.
–El movimiento político de la izquierda griega produce en
el mundo progresista admiración y preocupación. Admiración por su crecimiento
veloz en los últimos años. Preocupación por si esa velocidad no fuera
suficiente.
–El movimiento empezó en dos plazas de Atenas. Vamos a
llamarlas de alguna manera: la de abajo y la de arriba. La plaza de abajo fue
siempre más politizada, con asambleas temáticas, con diferentes charlas.
Participaba mucha juventud. Practicaba democracia directa. Pero lo importante
es que estas manifestaciones fueron completamente pacíficas con gran
participación de masas, con muchísima gente.
–¿Qué pasaba en la plaza de arriba?
–Fue menos participativa. Por eso el sistema se asustó más
con la de abajo. No era lo mismo que romper un banco o romper un cajero
electrónico. Romper fortalecía al sistema. En cambio la actitud pacífica sí les
marcó un alerta. Hay que tener en cuenta que estas reacciones espontáneas y
masivas derivaron en la caída de dos gobiernos. Pero en cambio, volviendo a la
comparación de las dos plazas, los bancos quemados y las pequeñas propiedades
quemadas no dieron resultados políticos. Es muy simple: con los incendios, el
gran capital encontraba un pequeño comercio para llorar.
–¿Y ahora?
–Ahora hay un reflujo del movimiento, una recesión política
relativa. La gente espera cambios políticos agudos y pone más esperanza en un
enfrentamiento político con más resultados. Por eso en las dos elecciones en
mayo y en junio no pudimos ganar. Eso también creó un tipo de cansancio. Es
duro ver que tampoco había resultados en un sentido de cambio.
–¿Cuál es el cambio deseable para la coalición de
izquierda?
–El único camino es derrocar al gobierno por una vía
democrática. Tenemos una responsabilidad de la cual somos conscientes: una gran
parte de la población puso sus esperanzas en el proyecto alternativo y debemos
reforzar esa meta. Pero eso es al mismo tiempo positivo y negativo para
nosotros. La gente espera de nosotros muchísimas cosas.
–¿Eso es lo positivo?
–Sí. Y lo negativo es que deposite sus esperanzas y solo
espere. El riesgo de la pasividad no existe solo cuando uno está en la oposición.
Incluso en un futuro gobierno no podemos plantear una opción verdaderamente
alternativa sin participación popular.
–¿Qué hacen para resolverlo hoy?
–Lo primero que hacemos es decírselo a la gente
permanentemente. Y vamos a seguir como antes de las últimas elecciones, con las
asambleas populares en los barrios, en las grandes ciudades y en los lugares de
trabajo. También pedimos a la gente que asista a las huelgas y sea parte de los
movimientos obreros y sindicales que se están llevando a cabo. Al mismo tiempo
estamos construyendo una gran red social de solidaridad. La llamamos
solidaridad para todos. Dentro de la crisis, cualquier movimiento social es
también muy político. Pero queremos crear una conciencia social colectiva. No
es filantropía. Es conciencia social. Estas redes pueden ser el núcleo de una
nueva organización social de masas, que a su vez puede ser el núcleo de grandes
cambios sociales.
–Escuché que le preocupaba el neonazismo en Grecia. ¿Cuál
es el nivel de arraigo popular de los neonazis?
–Es un acontecimiento muy triste. Este contexto político
nació dentro de la destrucción de la cohesión social de la sociedad, en
combinación con el terror y el temor. Al mismo tiempo con dificultades. En ese
contexto aparecen como chivo expiatorio las grandes masas de inmigrantes.
–¿De dónde?
–En los últimos años Grecia se convirtió en una prisión de
inmigrantes. En Europa tenemos el Dublín II, el famoso tratado, que “protege” a
los países del norte y del centro de Europa. Eso crea un colchón de inmigrantes
en Italia, España y Grecia. En nuestro país gran parte de la frontera es agua.
Son islas. Hay grandes organizaciones mafiosas que traen especialmente
inmigrantes a través de Turquía. La mayoría, cuando llega, ya caminó miles y
miles de kilómetros. Vienen de países en guerra o de naciones que sufrieron
cambios climáticos dramáticos... Venden lo que pueden a los mafiosos, que los
trasladan en barcos como sardinas en lata. Cuando llegan a Grecia los meten en
centros. Después los dejan libres. Hacen lo que pueden para sobrevivir. Pero
son muy frágiles ante la manipulación del crimen organizado. Decenas de
personas viven hacinados en pequeños departamentos. Hay lugares dentro de
Atenas que ya son guetos. En esos lugares hay grandes enfrentamientos. Es dentro
de esa compleja situación que nace la ideología de la xenofobia y del fascismo.
Hay una base real de donde salen estas ideas.
–La crisis en todas sus dimensiones.
–Con la crisis esto se multiplica. Es triste, porque el
pueblo griego no tiene comportamiento racista. No está en su tradición. Es un
pueblo de inmigrantes. ¿Cómo puede ser racista? ¿Cómo un pueblo que organizó
partisanos antifascistas puede permitirse que de su seno crezcan movimientos
neonazis? Por eso existe un hombre de 92 años, Manolis Glezos, que fue
guerrillero y estuvo en el Parlamento griego para dar lecciones de historia.
–¿Los pueblos aprenden de la historia?
–La Historia la escriben los que ganan. Hay que ver si esa
Historia es la verdadera. Pero nosotros queremos guardar la memoria histórica
de nuestro pueblo de generación en generación en la construcción de una
conciencia social colectiva. Grecia sufrió mucho porque es un territorio vital.
En el último siglo tuvimos dos ejemplos de batallas heroicas. Primero la
resistencia en la Segunda Guerra Mundial, cuando el Frente de Liberación
Nacional estuvo muy cerca de llegar al poder y la invasión a nuestro país no lo
permitió. Segundo ejemplo, la resistencia contra la Dictadura de los Coroneles,
entre 1967 y 1974. Eso tiene un peso histórico muy fuerte y seguiremos adelante
mirando ese faro.
–¿Por quién se sienten acompañados en Europa?
–Europa está pasando por una fase de transición. Afrontamos
la mutación de la socialdemocracia en una fuerza neoliberal pura. Deja un hueco
político inmenso porque rompe sus lazos de tradición con capas sociales
importantes. Son las capas que convirtieron a la socialdemocracia en
hegemónica. Syriza nació en gran parte dentro de ese hueco político. En el
resto del sur del Europa tendremos esa misma trayectoria, pero con pasos quizás
más lentos. Por eso nuestras alianzas europeas comienzan a la izquierda de la
izquierda y terminan a la izquierda de la socialdemocracia. Los aliados más
fuertes en el continente europeo son los movimientos sociales y los que se
convencen cada día más de que la austeridad no es el camino. Ahí comienzan
nuestras alianzas.
–En Grecia debe ser una tentación inspirarse en figuras
clásicas, ¿no?
–¿Mitológicas o reales?
–No sé. Queda a gusto...
–Elijo una figura mitológica, entonces: Hércules. Cuando los
dioses lo castigaron, una de las tareas de Hércules fue limpiar la mierda. Pasó
meses y meses sacándola. Terminó su obra. Entonces le encargaron otra tarea:
debía cortar la cabeza de la hidra. El problema es que cuando cortaba una
cabeza salían otras dos nuevas. Eso pasa con el sistema financiero
internacional. Tenemos que limpiar la mierda y enfrentar a la hidra. Por eso
queremos construir una gran fuerza política: porque no será fácil.
Notas:
* El presente reportaje al actual primer ministro griego
Alexis Tsipras fue realizado por el periodista argentino Martín Granovsky en
Buenos Aires, en oportunidad de la visita a Argentina de los fundadores del Partido
Syriza, hace ya casi dos años y medio. Fue publicado en el diario Página/12 el domingo 30 de diciembre de
2012: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-210888-2012-12-30.html
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