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domingo, 23 de junio de 2013

Julio Guillot: La Suprema Corte tiene quien la defienda


Un valioso apoyo ha recibido el máximo organismo de nuestro sistema judicial [uruguayo]1




Y, por provenir de quienes proviene, se puede suponer que no se trata de una mera expresión de solidaridad sino que ese apoyo puede materializarse incluso mediante el uso de las armas. Así es, amigo lector: el nuevo apoyo viene de los militares retirados, quienes han asumido la defensa de la institucionalidad y la independencia de los poderes. Ahora, los ministros de la SCJ podrán dormir tranquilos, a salvo de eventuales asonadas protagonizadas por grupos radicales e hinchas de Peñarol. Pero también se sentirán protegidos de las presiones intolerables que se ejercen desde el Poder Ejecutivo, a cuyo frente se hallan tenebrosos gobernantes totalitarios.



Me entero, por una nota breve aparecida en El Observador del pasado martes 18, de que cuarenta militares retirados se concentraron a las puertas del Palacio Piria para manifestar su apoyo a la corporación; durante 20 minutos, los militares retirados expresaron su solidaridad pacíficamente y en silencio. Uno de los participantes en la demostración, organizada por el Círculo Militar, dijo que el objeto de la manifestación fue “apoyar la separación de poderes”. Luego, reflexionó en voz alta: “En una república democrática, quizás, no fuera necesario hacer un acto de esta naturaleza, pero dadas las particularidades circunstanciales en las cuales un grupo de integrantes del Poder Ejecutivo realizó una presión injustificada al venir acá a la SCJ, a hablar con los ministros, eso es intolerable”.



Confieso que jamás imaginé que un militar pudiera tener tanto sentido del humor. Porque mire que hay que tener tupé para presentarse como abanderado de la institucionalidad, hablando de república, de democracia, de separación de poderes y de presiones intolerables del poder político, siendo que bajo el régimen de facto las autoridades –los camaradas de los militares retirados y sus cómplices civiles– se encargaron concienzudamente de violar la Constitución, de pisotear las instituciones, de cercenar la libertad y de eliminar la democracia. El principio de separación de los poderes fue olímpicamente ignorado: el Consejo de Estado (parodia de parlamento cuyos integrantes eran nombrados por el Ejecutivo) tenía la función de cumplir al pie de la letra los dictados del Cosena, de la Junta de Generales en Jefe o del títere civil de turno.



El Poder Judicial, por su parte, quedó sometido a la tutela administrativa del Ministerio de Justicia. Y no solo eso, sino que la dictadura sustrajo de la órbita de la Justicia ordinaria todas las causas penales contra guerrilleros o simples opositores; y fueron los coroneles metidos a magistrados de la “Justicia” militar los encargados de encausar a los disidentes, en simulacros de juicio, sin las mínimas garantías del proceso, dictando condenas draconianas y tolerando sin inmutarse el horror de las condiciones de reclusión y las torturas físicas y psicológicas a que eran sometidas las víctimas de la sevicia de sus conmilitones. Para los opositores a la dictadura, el Código Penal no existía, y las sentencias dictadas por los jueces militares se sustentaban en las disposiciones del Código Militar, cuya aplicación –según la Constitución– se reserva a los delitos militares y al caso de estado de guerra.



En fin, estos hoy celosos defensores de la institucionalidad son los mismos que defienden el accionar de quienes otrora la avasallaron; vaya voltereta.

No sé qué pensarán los ministros de la SCJ de este inesperado apoyo de los militares retirados, ni cómo responderán a ese gesto solidario. ¿No les habrá dado un cierto escozor?



A mí, confieso que me daría como una cierta vergüencilla recibir muestras de solidaridad provenientes de uno de los clubes militares que con mayor ahínco ha defendido las acciones de los terroristas de Estado.



Pero bueno, cada cual tiene la sensibilidad que Dios le dio, y lo que para unos es un quemo, para otros resulta halagador. Sobre gustos no hay nada escrito; o, como dicen los franceses, todos los gustos están en la naturaleza.



Nota:



1 Julio Guillot es periodista uruguayo y trabaja en el diario La República, de Montevideo. Este domingo 23 de junio el diario publica su columna de opinión con el título que, como el propio texto de Guillot, aquí reproducimos. Las cortes a la cabeza de los aparatos judiciales, que en las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX, alabaron sin disimulos a éstas y sus propósitos, ahora tanto en Argentina como en Uruguay coincidentemente con sus historias “los supremos” se alinean con lo peor de nuestras sociedades. En Uruguay oponiéndose a que accedan a la verdad y la justicia las víctimas del Plan Cóndor (confabulación de las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay), y en Argentina “declarando inconstitucional” la participación ciudadana en el control de las prácticas judiciales mediante la elección cívica de una parte de los miembros del Consejo de la Magistratura, que por ley habilitó el Congreso Nacional.



http://www.republica.com.uy/la-suprema-corte-tiene-quien-la-defienda/

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