El título parece un intríngulis pero solamente es una
secuencia de palabras clave. Quizá tengamos suerte y además de encontrar esta
nota lectores de (en riguroso orden alfabético) Alemania, Bolivia, Brasil,
Chile, Colombia, Cuba, EE. UU., España, Estonia, Federación Rusa, Gran Bretaña,
Hungría, Indonesia, México, Perú y Venezuela, en Argentina también contactemos
con búsquedas en los ámbitos de la Presidencia y del Ministerio del Interior
del Gobierno. Si se lograse solicitamos darnos aviso
(gervasioespinosa@hotmail.com).
Brevemente, para los no al día con las noticias,
circunstancias y sucesos suramericanos, afirmamos: 1- no somos opositores al
Gobierno que encabeza Cristina Fernández; 2- Florencio Randazzo es su ministro
de Interior y Transportes; 3- DNI son las iniciales del Documento Nacional de
Identidad argentino, en cuyo frente aparece la firma digitalizada del referido
Randazzo; 4- CD, para el caso, son las
iniciales de “carta documento”, una comunicación postal que con carácter de
formal notificación se emplea en Argentina como requisito de algunas acciones
judiciales; 5- gas xenón contienen las ampolletas de unas lámparas de gran
luminosidad que suelen emplearse mal en los automóviles, motocicletas y otros
vehículos y producen grave encandilamiento nocturno en otros conductores; y 6-
el nuevo choque en Castelar, días pasados, con centenares de damnificados
directos e indirectos, ha sido noticia en distintos periódicos del mundo.
Randazzo y la CD (la
carta documento que yo le envié…)
Ya hace quizá dos años, luego de infructuosos intentos de
contactarlo a través del sitio en Internet del Ministerio del Interior del cual
es titular, le envié una carta documento que nunca fue respondida. Recibir se
recibió, porque el Correo Argentino me remitió constancia de ello. En la órbita
ministerial se había creado hacía ya un tiempo la Agencia Nacional
de Seguridad Vial (ANSV), y procuraba yo interesar a sus funcionarios en el
problema del mal uso de las lámparas de gas xenón en vehículos con faros y
reflectores de características no adecuadas.
La cuestión central que se planteaba no era tecnológica sino
cultural. Los conductores de vehículos en calles, avenidas, autopistas o
simples carreteras rurales, en los tiempos que corren, corren ellos acuciados
por la impronta individualista y el enajenamiento tecnológico: si el GPS
funciona y hay señal para el teléfono inteligente nada interesa más que
continuar así, “xenones” al frente y “sin registrar” seres vivientes con los
que interactuar.
Nuestra preocupación, habrán considerado, no era relevante.
Los autos que manejan los jerarcas ministeriales son de los llamados de “alta
gama”, novísimos, con dispositivos computarizados y airbags. Además, también
habrán considerado, ya está funcionando un sistema nacional de licencias para
conducir… (lo que no saben los jerarcas aludidos es que quienes otorgan esas
licencias en los municipios son a veces tan autómatas que, por ejemplo a mí,
septuagenario y desde hace más de dos décadas astigmático, que vengo renovando
el “carné de conducir” desde medio siglo atrás, hace apenas quince días y sin
cirugía ni otra terapia me exoneraron por un año del uso permanente de lentes
correctores.
¡Che, flaco, pará que
nos rompes!
Florencio Randazzo y Alejandro Ramos,
ministro y secretario de Transportes, respectivamente, son delgados. Pero el
subtítulo alude a otra cosa, alude a la necesidad de poner atención en la
intercomunicación de los agentes personales, humanos, de las personas que
interactúan en sus quehaceres sociales. La despersonalización y
“tecnologización” de las acciones de los operadores de sistemas complejos, como
en el caso un servicio de transporte ferroviario, produce huecos, agujeros
negros y situaciones caóticas.
El ministro dijo que el GPS registró que el convoy siguió
andando pese a las señales de alerta de tres semáforos al costado de los
rieles. Otro jerarca, que tales semáforos son viejos y no accionan cortes de
energía eléctrica para detener al tren si éste sigue marchando. Y alguien más
dijo que cada seis segundos el conductor tiene que oprimir un botón para
“probar” que no está dormido: una acción monótona y reiterativa que con
probabilidad tiene efectos hipnóticos…
“Los frenos son nuevos, de tecnología alemana, fabricados en
Brasil”, se dijo también. Una maravilla como el plástico y la confección
digital de mi “carné” de conducir… “¿Sabés por qué pasó lo que pasó, abuelo?”,
me gritó tan liberado de frenos como ese azul convoy un veinteañero agitado por
la música tecno que vibraba en su motito de 110 centímetros
cúbicos, “¡porque el de atrás no tenía reflectores xenón!, ¡el de adelante no
lo vio venir y no se pudo correr…!”.
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