El pasado 9 de mayo concluyó en San Cristóbal
de las Casas, Chiapas, México, convocado por el EZLN, el seminario “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista”. Entre los más de
mil quinientos participantes estuvo Raúl Zibechi, nuestro autor, y el
investigador social y novelista marxista John Berger (88 años, autor, entre
otros títulos, de Lila y Flag, El cuaderno de Bento, Una vez en Europa, Con la esperanza entre los dientes o De A para X. Una historia de cartas). Estuvieron en Chiapas: Sergio Rodríguez Lazcano, Luis Lozano Arredondo, Rosa
Albina Garavito, María O’Higgins, Oscar Chávez, Guillermo Velázquez, Antonio
Gritón, Efraín Herrera, Vilma Almendra, Alicia Castellanos, Greg Ruggiero, Jerónimo
Díaz, Rubén Trejo, Cati Marielle, Álvaro Salgado, Elena Álvarez-Buylla, Pablo
Reyna, Malú Huacuja del Toro, Javier Hernández Alpízar, Tamerantong, Gilberto
López y Rivas, Immanuel Wallerstein, Michael Lowy, Salvador Castañeda O´Connor,
Pablo González Casanova, Karla Quiñonez, Mariana Favela, Silvia Federici,
Márgara Millán, Sylvia Marcos, Havin Güneser, delegados del Kurdish Freedom
Movement, Juan Wahren, Arturo Anguiano, Paulina Fernández, Marcos Roitman,
Daniel Inclán, Manuel Rozental, Abdullah Öcalan del Kurdish Freedom Movement,
John Holloway, Gustavo Esteva, Sergio Tischler, Philippe Corcuff, Donovan
Hernández, Jorge Alonso, Carlos Aguirre Rojas, Carlos González, Hugo Blanco,
Xuno López, Juan Carlos Mijangos, Óscar Olivera, Jean Robert, Jérôme Baschet y
Fernanda Navarro. G.E.
Una de las
dificultades que afrontan los movimientos antisistémicos y quienes seguimos
empeñados en construir un mundo nuevo consiste en que no logramos acertar en la
definición de lo que está sucediendo ante nuestros ojos. A grandes rasgos,
coexisten dos miradas no necesariamente contrapuestas, pero bien diferentes:
quienes sostienen que estamos ante una crisis, mayor aún que las crisis
cíclicas de la economía capitalistas, y los que tendemos a considerar que la
humanidad está siendo llevada a una situación de colapso por el sistema.
Entiendo
que se trata de un debate teórico con fuertes implicaciones prácticas, ya que
estaríamos ante dos situaciones bien diferentes. Vale recordar que en otros
periodos de la historia reciente, el ascenso del nazismo por ejemplo, provocó
hondas divergencias entre las izquierdas de la época. No pocos desconsideraban
la importancia del nazismo como una verdadera mutación sistémica, y pensaban
que se trataba de un régimen autoritario similar a otros que habíamos conocido.
Sin embargo, con el paso del tiempo podemos coincidir con Giorgio Agamben en
que el campo de concentración modificó de raíz la política, junto a lo que
definió como estado de excepción permanente.
El seminario-semillero
El pensamiento
crítico ante la hidra capitalista, organizado por el EZLN del 3 al 9 de mayo en
Oventic y San Cristóbal de Las Casas, fue escenario de las diversas miradas que
nos atraviesan. De ahí, en gran medida, su extraordinaria riqueza y fecundidad.
En el campo anticapitalista coexisten muy diversos análisis sobre el mundo
actual, algunos bien fundamentados, otros más románticos, algunos focalizados
en la economía y otros en la ética, y muchos otros son combinaciones de estas y
otras formas de mirar y comprender. Creo que todas ellas tienen su importancia,
pero conducen por senderos parcialmente distintos. O, mejor, pueden contribuir
a dilapidar fuerzas.
Lo más
complejo es que nadie puede proclamar tener la verdad en sus manos. Este punto
me parece extraordinariamente complejo, porque no permite descartar ninguna
propuesta, pero tampoco nos puede llevar a dar por válido cualquier argumento.
Me parece
necesario distinguir entre crisis y colapso, no porque sean excluyentes, sino
porque encarnan dos análisis distintos. El concepto de crisis está asociado, en
el campo antisistémico, a las crisis periódicas que atraviesa la economía
capitalista. En este punto, la obra de Karl Marx es referencia obligada para
los anticapitalistas de todos los colores. Su análisis de la crisis de
sobreacumulación se ha convertido, con entera justicia, en el nudo para
comprender cómo funciona el sistema. De ahí deriva un conjunto de
consideraciones de estricta actualidad.
Aunque
algunas corrientes economicistas han acuñado la idea del “derrumbamiento” del
capitalismo por sus propias contradicciones internas, desconsiderando la
importancia de los sujetos colectivos en su caída, es evidente que Marx no es
responsable de esta deriva que supo tener firmes adeptos en la primera parte
del siglo XX.
En la misma
dirección que Marx, Immanuel Wallerstein menciona la existencia de una crisis
sistémica en curso, que, luego de varias décadas de desarrollo, dará lugar a un
mundo diferente al actual (ya que en cierto momento se producirá una bifurcación),
que puede conducirnos a una sociedad mejor o peor que la actual. Estaríamos
ante una ventana de oportunidades temporal, durante la cual la actividad humana
puede tener gran confluencia en el resultado final. En este análisis la crisis
se convertirá en caos, del que saldrá un nuevo orden.
La idea de
crisis está asociada a periodos de cambios, desorden, inestabilidades y
turbulencias que interrumpen el desarrollo normal de las cosas, para luego de
cierto tiempo volverse a una nueva normalidad, pero modificada. En las crisis
pueden emerger factores de orden que darán a lo nuevo una diferente fisonomía.
Desde el punto de vista de los movimientos, es importante destacar dos cosas:
que el concepto de crisis está demasiado asociado a la economía y que aparece
ligado a transformación y cambios.
Si entendí
bien, siguiendo las palabras del subcomandante insurgente Moisés, quien dijo en
el cierre del seminario-semillero que “no sabemos si nos va a dar tiempo de
multiplicar esto”, lo que se avizora no es una crisis, sino algo más serio.
Insistió: “el tiempo nos está ganando”, y dijo que ya no alcanza con caminar,
sino que es hora de trotar, de ir más de prisa. La noche anterior el
subcomandante insurgente Galeano dijo que hasta 40 por ciento de la humanidad
será migrante y que habrá despoblamiento y destrucción de zonas para ser
reestructuradas y reconstruidas por el capital. Creo que no pensaba en una
crisis, sino en algo que podríamos llamar colapso, aunque no usó el término.
El colapso
es una catástrofe a gran escala que implica el quiebre de instituciones, en
forma de ruptura o de declinación definitiva. En la historia hubo muchas crisis
pero pocas catástrofes/colapsos. Por ejemplo se me ocurre lo sucedido con el Tawantinsuyu,
el imperio incaico, a raíz de la llegada de los conquistadores. Algo similar
puede haberle sucedido al imperio romano, aunque no tengo los conocimientos
suficientes para asegurarlo. En todo caso, el colapso es el fin de algo, pero
no el fin de la vida, porque, como sucedió con los pueblos indios, luego de la
catástrofe se reconstruyeron, pero como sujetos diferentes.
Si en
verdad estamos ante la perspectiva de un colapso, sería la suma de guerras,
crisis económicas, ambientales, sanitarias y naturales. Apenas un dato: la
Organización Mundial de la Salud advirtió que los antibióticos serán incapaces
en el futuro inmediato de combatir las superbacterias causantes de tuberculosis
y neumonía, entre otras. En suma, el mundo tal como lo conocemos puede
desaparecer. Si ésta es la perspectiva inmediata, y los de arriba lo saben y se
preparan, las prisas de Moisés están plenamente justificadas. Es hora de
acelerar el paso.
Notas:
* Este
artículo fue originalmente publicado el pasado 15 de mayo por el diario La Jornada, de México, del cual el uruguayo
Raúl Zibechi es colaborador. Nosotros lo hemos tomado de su distribución hoy
lunes 18 por Andrés Capelán y Carlos Casares a través de COMCOSUR, Comunicación
Participativa desde el Cono Sur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario