Es muy grave lo ocurrido en la localidad de Abasto, cercana a la Ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, donde habitualmente no viven ni el gobernador Scioli ni su ministro de Seguridad, Alejandro Granados. La policía provincial desalojó por disposición de un juez y contra la orden de no innovar de otro, en medio de la oscuridad de la noche, atropellando con gases lacrimógenos y balas de goma, a más de setecientas familias “sin techo” y con niños que se habían asentado en un predio baldío de cuarenta hectáreas requiriendo del Gobierno provincial se los socorriera para construir sus viviendas.
Vale la pregunta… ¿Granados le habrá aconsejado a su “jefe
político” ejecutar la operación como un mensaje de campaña electoral dirigido a
las señoras y señores bien hasta no hace casi nada “todos somos Nisman”, y los
“cuasibien” que trepados a banquitos enclenques se creen tan “altos” como los
primeros?
Qué pasó
La orden del desalojo fue dada por el juez de garantías
Pablo Raele por pedido de un martillero, Alberto Mattioli, que al parecer
habría sostenido estar en posesión de los títulos de propiedad de las cuarenta
hectáreas en Abasto. Otro juez, éste titular del Juzgado en lo Contencioso Administrativo
Nº 1 de La Plata, Luis Federico Árias, el martes 5 de mayo, preocupado por la situación,
dictó una medida pre cautelar para evitar el desalojo solicitando actuaciones
del Gobierno bonaerense ante «organismos provinciales y municipales para poder dar
cuenta del estado dominial y judicial de las tierras».
Granados, que no puso un oído en las leyes y el otro en el
pueblo –paráfrasis que alude a la consigna1 de un obispo asesinado
en 1976 por una dictadura de dictadores tan duros como estas duras demostraciones,
Angelelli– indicó a su policía que escuchara una única campana, pero ¿qué
campana?
Otro crítico del violento accionar contra las familias para
desalojarlas, Emilio López Muntaner, senador provincial por el Frente para la
Victoria, que antes de los desmanes había presentado un proyecto en la
Legislatura bonaerense para expropiar las tierras y construir un complejo de
viviendas, expresó a medios de prensa que Alberto Mattioli, el autor del
reclamo ante el juez Pablo Raele argumentando una usurpación, no es propietario
titular de las tierras.
López Muntaner afirmó que «las tierras son de un dueño que
falleció hace veinte años, sus hijos se encuentran en Europa y tiene[n] una
deuda hacia el fisco muy grande». Así, Mattioli –dijo el legislador–, «planteaba
la “usurpación” del predio pero en este caso la inmobiliaria se encuentra en la
misma situación que los ocupantes ya que no tiene ningún papel que certifique
la propiedad del mismo», y explicó que lo que se perseguiría sería «un negocio
inmobiliario muy grande ya que es un predio de cuarenta hectáreas [que] tienen
un valor de venta de veinte mil dólares» cada una: en total casi un millón de
unidades de la divisa estadounidense (más de ocho millones de pesos
argentinos).
Altri tempi, el Barrio San Ambrosio
Cuando la gobernación bonaerense de Antonio Cafiero, en 1988,
siendo Luis Brunatti su ministro de Gobierno, un hecho similar en tierras del
deslinde entre los partidos de Moreno con el ahora San Miguel, en el noroeste
del conurbano bonaerense, que en algún momento al parecer habían sido donadas a
la iglesia católica y estaban abandonadas, trescientas familias sin techo allí
se afincaron. Las hubo, en aquel inicio, de distintas confesiones y militancias:
católicas, protestantes, peronistas, comunistas… Recuerdo especialmente
reuniones para organizar el auxilio mutuo cuando la hambruna tras el golpe de
mercado al presidente Raúl Alfonsín (1989), en las que participaban codo a codo
y cabeza a cabeza jóvenes madres y padres de nuestro partido junto con quienes
compartían el pan, compañeros peronistas y una misionera luterana y su marido
pastor, todos participantes del “asentamiento”. A Brunatti ni a Cafiero se les
pasó por la cabeza que la policía pudiera ir allí a repartir balines de goma y
gases asfixiantes.
No es el Granados
amigo del Che, no…
Alejandro Granados, quien en la foto de hace veinticinco
años posa como fiel miembro del team de 1990 con sus inspiradores Carlos
Menem y Eduardo Duhalde, quizá en su casa de Ezeiza, “nunca se metió en política”,
habría hoy jaraneado el periodista y novelista Osvaldo Soriano2.
Granados, como ministro de Seguridad del gobernador Scioli
no podía ser ajeno a la confrontación de criterios entre los jueces Raele y
Árias y sus respectivos colaboradores sobre como abordar la compleja situación
en la que un millar y medio de argentinos sin techo, humildes y trabajadores, junto
con sus proles, habían acampado en un predio abandonado y levantado precarios
cobertizos y carpas reclamando se les permitiera allí construir un barrio como
aquel de San Ambrosio surgido hace casi treinta años atrás, una generación, hoy
populoso, con escuelas y centro de salud, iluminado e integrado a la vida
urbana.
El ministro optó por la “seguridad”, objeto principal de los
exacerbados discursos y demostraciones patoteras no exclusivas de jerarcas
políticos sino también en uso de imbéciles individualistas de medio pelo, que
enarbolan consignas dominadas por el antónimo, por el nombre real, concreto.
Qué cosa sino la inseguridad de los comunes, de los pobres, de los solos –de
nosotros– se instaura con las cámaras de video que hasta proliferan en frentes
de casas particulares de barriadas populares, de la tenencia indiscriminada y
hasta suicida de armas de fuego que difunden estampidos nocturnos, del uso de
vidrios oscurecidos en los autitos de simulado lujo para evitar que si
atropellan las víctimas puedan reconocer a sus atropelladores, los que con
“simpática devoción” cuelgan cintitas de colores que revolotean sobre las
chapas patentes para que sus números y letras resulten irreconocibles (¡qué
transfugas!).
El vicegobernador Gabriel Mariotto, puesto en su momento de
acompañante de Scioli quizá por si hacía falta un rápido reemplazo, ahora ha
dicho que como titular del Senado provincial iniciará juicio político al
personal de la justicia que presuntamente habría socorrido negocios
inmobiliarios y autorizado el atropello policial que incluyó maquinaria pesada
de demolición: topadoras. ¿Y Granados, y Scioli?
En medio de una campaña electoral que es crucial para
detener que la derecha oportunista y adicta a la rapiña cumpla con los deseos
del establishment capitalista
concentrado, lo de Abasto es particularmente ejemplar desde cualquier punto de
vista. Del lado popular hay que tenerlo bien en cuenta, estudiarlo y actuar en
consecuencia.
Notas:
* Posizione ideologica che
propone il cambiamento della società attraverso una politica di riforme
(Dizionario Italiano, Corriere Della Sera).
1 «Con un oído en el pueblo y
el otro en el Evangelio.»
2 Autor de las novelas, las
iniciales, Triste, solitario y final (1973), No habrá más penas ni olvido (1978), Cuarteles de invierno (1980) y A sus plantas rendido un
león (1986), y de guiones
cinematográficos, entre otros el de la película No habrá más penas ni olvido
(1983, sobre su novela homónima), en el que un personaje dice: «Si yo nunca me
metí en política, siempre fui peronista». Si se quiere leer la novela en línea
búsquese https://docs.google.com/file/d/0B8mME6iAg0lvZjEzN2ZiNjAtMGYzYy00MTY4LWIwMzYtMGM2MWQ4NmQ3ZGZi/edit?pli=1
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