Peyo y sus Schtroumpfs |
Si Juana le dice a Juan “alcánzame el traca-traca”, Juan no
sabe si darle un rompenueces, la matraca de un viejo carnaval de la abuela o el
triciclo de Juanito. Ponernos de acuerdo en cuanto al vocabulario y
enriquecerlo es imprescindible para pensar, caracterizar, entendernos y actuar
tanto en lo interpersonal como, especialmente, en lo colectivo.
Las jergas, como el lunfardo rioplatense, son lenguas del
carácter que sea, de oficios o profesiones, de ladrones, presos (amurado) e incluso las socialmente
generalizadas de ciencias y tecnologías aunque
emanen olor a imperio y negocio. A las
palabras hay que elegirlas y emplearlas bien, y lo mismo vale para los
apelativos que a otros efectos tomamos de la historia social y económica o
incluso la literatura de ficción: virrey, por caso, califica a los delegados de
un poder imperial; y corte virreinal, ahora y acá, a la sarta de vivillos que,
de yapa, quedarán en la memoria popular como lo que realmente son…
Es un despropósito plantear como “pitufos” a los
bolcheviques de la revolución de octubre de hace cien años en Rusia en un texto
escolar de circulación en el lado oriental del estuario platense, y en el occidental
llamar así a los casi chiquilines policías municipales (aunque provistos de
peligrosas y “reglamentarias” nueve milímetros).
En la Provincia de Buenos Aires, y dado el refulgente
azul “eléctrico” de sus atuendos, se ha dado en denominarlos como aquellos personajes
del comic que en 1958 estrenó el
fallecido historietista belga Pierre Culliford (Peyo): “La Flûte à Six
Schtroumpfs”. A aquella historieta inicial del semanario Spirou le sucedieron filmes
incluso en 3D y numerosas series para TV. Un éxito mediático, y económico…
Obnubila ver y enseñar la realidad tal cual si fuera ficción
Tanto en francés como en castellano, Schtroumpfs, o Pitufos (éste un nombre arbitrario dada la
imposibilidad de una traducción que para la primera publicación en castellano
en 1969 se le ocurrió a Miguel Agustí, redactor jefe del semanario español Strong), no son, ambas, palabras
registradas en los diccionarios de las dos lenguas, se trata de neologismos que,
al parecer en cuanto al original belga-francés –no se ahondó en la cuestión
semántica–, pondría de manifiesto personajes de perfil más bonachón que
políticamente solidario en esas personitas humanoides que, paradójicamente,
habitan en “El país maldito”…
Cuando los escandalizados montevideanos que pusieron sus
gritos en diarios y parlamentos acusando de propagandismo marxista al libro de
textos escolares Uy-siglo XX donde se
traza un paralelo explicativo entre Pitufos y comunistas, quizá vieron
solamente un lado de la moneda. Quienes se detuvieron a ver la propia cara
pitufa desde otros ángulos dicen que tanto puede tratarse de un panegírico
estalinista como de uno hitleriano, sobre esa dualidad trata el francés Antoine
Buéno en su El pequeño libro azul. Un
comentario sobre el mismo, del periodista Alejo Schapire, puede leerse en el
suplemento Radar, de Página|12 del 7
de agosto de 2011.1
Refiere Umberto Eco en Kant y el ornitorrinco que:
Llega aquí de propósito una
reflexión sobre esos enanitos azules inventados por Peyo que originalmente se
llaman Schtroumpfs, y en español Pitufos. La característica del lenguaje schtroumpfs
es que, cuando es posible, nombres propios y comunes, verbos y adverbios son
sustituidos por conjugaciones y declinaciones de la palabra schtroumpfs.
Párrafos más abajo escribe Eco, refiriéndose a lo que
entre nosotros hispano parlantes se llama lengua pitufa:
El [idioma] schtroumpfs parece
carecer de todos los requisitos necesarios para que una lengua funcione. Es
decir, es una lengua desprovista de sinónimos y llena de homónimos, más de lo
que pueda soportar una lengua normal. […] Por tanto, se podría decir que,
oyendo esa ráfaga de homónimos en una determinada situación, atribuimos al
hablante las mismas creencias que nosotros alimentaríamos en la misma
situación, y por principio de caridad le prestamos esos términos que no ha
pronunciado pero que habría o debería haber pronunciado.2
Entre nosotros, ahora
Mal hace y confunde en el país al occidente del estuario,
con larga tradición de abusos por parte de uniformados agentes armados por el
Estado, ver y llamar “pitufos” a los miembros de un aparato policial que aunque
menor es capaz de desmanes mayúsculos. Simétricamente, en el país oriental con
no menor tradición de abusos similares, también mal hace al conocimiento de los
hechos históricos, del proceso social y de la política mundial plantear una
correspondencia como la que expone la autora uruguaya Silvana Pera (33 años) en
Uy-siglo XX, un libro de lecturas
para los grados superiores de primaria que los maestros suelen recomendar:
Quizá te ayude —se lee— el
siguiente ejemplo para acercarte a la idea de sociedad comunista. ¿Conoces a
los Pitufos? Son una comunidad que vive en una aldea. Todos tienen acceso a la
vivienda. Nadie pasa hambre. El pozo de agua es para uso colectivo, no es de
nadie y es de todos. Todos tienen obligaciones con la comunidad, por ejemplo
ocuparse de aquello que saben hacer, Pitufo cocinero cocinará, Pitufo
carpintero arreglará lo que se rompa, y así cada uno de la comunidad aporta con
su trabajo y recibe del trabajo de los demás. El comunismo podría ser una
situación similar a esa.3
Pera,
que es profesora de Historia, ante la alarma desatada por democráticos defensores
de la sociedad de mercado explicó que su paralelismo argumentativo estuvo
dirigido a explicar los conceptos básicos del “comunismo teórico”, una categorización
inexistente en las ciencias sociales y políticas… En una búsqueda rápida sólo
encontramos como destacables dos definiciones de un tal comunismo teórico, una
en un blog confesional entre católico y fascista, Crux et Gladius4,
y la otra, ni siquiera con humor, que explica: «Usted tiene dos vacas. Sus vecinos lo ayudan a
criarlas, usted los ayuda a sembrar el pasto, las vacas pastan en cualquier
parte y todo el mundo se toma la leche que algún voluntario ordeña cuando se le
da la gana».
En
una orilla y la otra del estuario que forman los ríos Paraná , Uruguay, Santa
Lucía y otros menores para juntos desaguar en el océano constituimos, en los
hechos, una única “Patria”5 con casi mismísimos vocabularios y
modismos, entripados históricos, genocidios de pueblos aborígenes, conflictos
políticos y rasgos de las capas sociales más, claro, “La Cumparsita”, Gardel y
el dulce de leche. ¿Cómo sería posible que los pitufos de allende una costa no fueran
los mismos en allende la otra?
La realidad es que así como en el mundo y entre nosotros
hubo y hay luchadores sociales y políticos, revolucionarios,
contrarrevolucionarios, hipócritas y también esbirros (ahora también sicarios…),
ni en un lado puede asimilarse a unos con pitufos y en el otro hacerlo con los
que son todo lo contrario. ¿Se entiende?
En la Provincia de Buenos Aires según cada “perfil”
municipal estas muchachas y muchachos apenas jóvenes adultos que ante la falta de
otras ocupaciones laborales abrazaron “las del orden”, hacen repetidas e
inútiles estadísticas de vehículos y conductores que van o vienen, caminan en
pareja una y otra vez los barrios a paso cansino y lento, se amontonan frente a
las sedes de los gobiernos que les pagan sus jornales cada vez que se desata o
sospecha una protesta, o también proceden con la brutalidad más torpe e
irrespetuosa contra las personas y sus derechos, de manera dirigida y algunas
veces hasta autónoma.
En la semana que pasó, por caso, en una barriada del
Municipio de Lanús, en el conurbano bonaerense sur, un grupo de la policía
local con uniformes azul eléctrico invadió por
la noche, en horas de la cena, un comedor solidario, y la emprendió a
los golpes, empujones, amenazas y arrojando gas pimienta contra niños, jóvenes
y las señoras que regentean la cocina. El intendente y el secretario de
“Seguridad y Movilidad Sustentable”, Néstor Grindetti y Diego Kravetz,
respectivamente, han sido acusados de responsables del atropello.6
Se hizo evidente así que el merendero “Cartoneritos”, de
Villa Caraza, no aseguraba la “movilidad sustentable” que pregona Kravetz, un
abogado que ha recorrido un sinuoso (y curioso) camino político desde inicios
del siglo con el mismo ambiguo perfil ideológico que muchísimos otros
ofertantes de pax social.7
En el mismo municipio otro “incidente” fue registrado
mientras se procuraba la mentada movilidad sustentable.7 Y en un
caso similar pero en otra localidad del conurbano, según fue denunciado e
ilustrado en la red Twitter, la firmeza de una vecina impidió que otros
policías locales introdujeran en un vehículo oficial, por la fuerza y esposado,
a un joven casi niño todavía. Ante los reclamos de más transeúntes que se
sumaron intervino la policía provincial que se vio obligada a liberar al menor.
Mejor es que a los Schtroumpfs de Pierre “Peyo” Culliford los
sigamos viendo sólo como intrascendentes muñecos que semejan hombrecitos, que a los protagonistas de los hechos trascendentes de la historia
y del presente los sigamos estudiando como tales y con sus caracterizaciones originales,
y a los “polis” municipales del país bonaerense como un experimento más de
quienes no saben, no pueden o no quieren actuar de manera seria, republicana y
bien fundada… No son pitufos, ni unos ni otros.
Notas:
2 Umberto Eco, Kant y el ornitorrinco, Lumen,
Barcelona, 1999 (visto en Google Book)
5 Guillermo Vázquez
Franco, Traición a la Patria,
Ediciones Mendrugo, Montevideo, 2014 (babilonlibros@gmail.com)
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