Fotografía de Gleb Gavanich para Reuters, tomada de
http://actualidad.rt.com/actualidad/view/126544-crisis-ucrania-rusia-manifestaciones-crimea
Lo frecuente, en nuestro modo de pensar y escribir, es que
una especial parte de la realidad nos impacte tanto que motive a expresarnos
respecto de ella, que encontremos un núcleo conceptual al que erijamos como
título, y luego desde esa síntesis desarrollemos el discurso. Así, ahora emerge
la palabra y concepto de genocidio. El caso de Ucrania, y el relato
suramericano de mujeres que fueron secuestradas, presas y violadas por esbirros de las
dictaduras “occidentales” y anticomunistas ejecutadas por civiles y militares,
nos mueven a agudizar la visión, la comprensión y la dureza con sus mentores y
operadores.
En un acto de expresivo y concreto repudio el periodista y
escritor Osvaldo Bayer ha venido llamando a visitar el monumento al general
Julio Argentino Roca, en la
Ciudad de Buenos Aires, y escupirlo. Roca fue en el siglo XIX
el ejecutor del alevoso y premeditado genocidio de los pueblos aborígenes del
cono sur americano pergeñado por la clase dominante para perfeccionar el capitalismo.
En Argentina, menos mal, hay hermanos sobrevivientes, entre otros, de los
pueblos tobas, mapuches, guaraníes, diaguitas, atacamas y quechuas. En nuestro
vecino Bolivia honrosamente se ha constituido una república plurinacional. En
Chile aún se persigue a los mapuches y en Uruguay, la nación en la que los
herederos “ilustrados” de la clase fundacional pretenden todavía sostener la
“Suiza de América”, son muy escasos los sobrevivientes no mixturados de
aquellos charrúas que inspiraron a José Artigas, el “padre de la patria”
expulsado por democrático.
Menos mal. Menos mal que en tantos pueblos del mundo el
sentir y el pensar más o menos morocho, trigueño, mixturado y no prostituido se
mantienen atentos.
Go home señores y alcahuetes imperiales, retírense a sus
predios y encomiéndense al dios que suponen les señaló un destino manifiesto.
En sus predios, los propios, no en otros, por favor, esperen serenos el
irremediable ocaso. No les haremos daño en esa espera. A los esbirros colaboracionistas
les llegará la justicia, no lo duden.
En Argentina se presenta un libro que expone la manera como
durante la dictadura de 1976
a 1982 centenares de mujeres sobrevivientes –de los
miles de secuestradas, detenidas clandestinamente, robados sus hijos paridos en
cautiverio y asesinadas–, fueron abusadas sexualmente por sus captores. Dos
periodistas que vivieron aquellas torturas, Miriam Lewin y Olga Wornat, son sus
autoras. Lewin publica en el diario Página/12 un extracto de su introducción a
ese texto (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-245499-2014-05-05.html).
No hay comentarios:
Publicar un comentario