Madre, yo al oro
me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De contino anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De contino anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nace en las
Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Macri, el virrey
desnudo del Río de la Plata, tiene una única religión a la que venera: la del
poderoso caballero al que con ironía ma non troppo aunque precisión
cantó Francisco de Quevedo circa de 1600. Ahora, en 2018, dos de los
gobernadores destacados del gerente imperial y miembros de su círculo íntimo
son probados misericordiosos: una parloteó en el Hotel Sheraton frente a los
que como ella, miembros del Rotary Club, comulgan en el mismo
pensamiento, dijo con claridad ella, afirmando con notable dulzura que los
estudios de grado universitario no son para pobres; el otro, interesado ahora
en que esos pobres no invadan su feudo con nombre posmoderno de pozo mal
escrito (CABA), quiere quemar los cartones que proliferan desembarcados de los
contenedores que llegan desde Asia para que no haya cartoneros sudorosos y
arrastrando improvisadas carretas recogiéndolos para el reciclaje.
Macri lo viene
repitiendo desde que su apuntador ecuatoriano lo susurra desde el borde del
escenario: habrá pobreza cero, no habrá pobres… Desnudos, virrey, apuntador y
la corte, caerán irremediablemente desprendidos de esas espaldas como
garrapatas caen del pelamen del animal escuálido y ya abandonado de sangre. Me
dijo a los quince años una muchachita de igual edad que así lo afirmaba el
poeta y revolucionario ruso Máximo Gorki: Los ricos harían cualquier cosa por
los pobres, menos bajarse de sus espaldas.
Están tan
desnudos estos imbéciles herederos de aquel caballero que se apropió de oros y
platas de nuestra Abya Yala que no entienden nada ni quieren, claro que no,
entenderlo. Así, se caerán como garrapatas y serán pisados y quemados por el
devenir de los pueblos.
El fracaso
continuo del cristianismo
Jesús, dice la historia bíblica, era un judío que
quería expulsar a los mercaderes del templo. Roma, por entonces imperio
floreciente que necesitaba un mesías y una religión nuevos no dudó en
promover con aquellos mismos mercaderes la captura y crucifixión del rebelde, dar inicio a una
nueva cuenta del tiempo con treinta y tres años de antelación, y así
estamos.
Los mercaderes no han sido expulsados, sino que
cada vez son más poderosos y anónimos mientras sus gestores pululan, como
hoy día lo hacen estúpidos entrepreneurism acarreando escaleras en los techos de sus pequeños vehículos monovolumen más pinzas,
tenazas y martillos en sus mochilas disputándose instalaciones y
reparaciones de lo que fuere.
A inicios de la década final
del siglo XX viajaba yo de San Miguel a Pilar en un ómnibus algo
destartalado de la línea 57, yendo a poner en el aire un noticiero local
en una radio de esa ciudad todavía rural y avícola y no country como
ahora, cuando un pasajero probablemente supermenemista (el sultán riojano
de las patillas era el gerente general, con Domingo Cavallo de ordenador, de
las privatizaciones de entonces que devinieron en la crisis del 2001)
trató con suma grosería al conductor del transporte aduciendo que no había
atendido su pedido de descender. Un trabajador, el chófer, que cansado de
tantos atropellos detuvo el vehículo para que el agresor desapareciera de
su vista. Íbamos parados en un pasillo demasiado angosto dos religiosas
con sus hábitos grises y yo, entre una veintena más de apretujados
viajeros. ¿No les parece hermanas que en dos mil años todavía el cristianismo
no pudo remediar estas cosas?, pregunté. Las mujeres siguieron
impertérritas sin quitar sus miradas puestas lejos a través de las
ventanas.
Si la licenciada en Ciencias
Políticas con orientación en Relaciones Internacionales, de cuarenta y cuatro
años, egresada de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María
de Buenos Aires, y con domicilio, ella con sus hijos, en una base aérea militar
sita en el Partido de Morón, en el oeste del conurbano metropolitano argentino,
desde donde todos los días viaja ida y vuelta unos setenta kilómetros en
helicóptero costeado por recursos públicos hasta la capital de la Provincia
de Buenos Aires para ejercer allí la representación virreinal delegada,
que cursó las escuela primaria y secundaria en el barrio porteño de Flores
en institutos tan privados y confesionales como el universitario referido,
cree, como afirmó, de consuno con su audiencia rotariana en el Hotel
Sheraton que no es ni debe ser propio de los pobres pretender estudios superiores
en alguna de la larga decena de universidades nacionales públicas y
gratuitas que fueron creadas en las últimas tres décadas… Entonces, sí, el
cristianismo fracasó una vez más en la expulsión de los mercaderes del
templo.
María Eugenia Vidal, hija de
Norma Susana Cascallares y de José Luis Vidal (¡háganse cargo!), se preguntó
frente a los empresarios reunidos por el Rotary Club de Buenos Aires si era
justo, aludiendo al gobierno precedente del actual imperial, «haber llenado
la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos los que
estamos acá que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad». Una
de estas universidades suburbanas es muy cercana a mí porque fui viviendo
el proceso de su creación y mantuve muy cordiales relaciones con sus
rectores y docentes organizadores, la de General Sarmiento (UNGS), con
campus en Los Polvorines, en el mismo municipio en el que resido. Me
consta que su población estudiantil y de graduados desde la década de 1990
es predominantemente originaria de modestos hogares de trabajadores, y
primera generación universitaria de esas familias.
Sé que es doloroso para el imaginario de la
religiosidad popular plantear el fracaso del cristianismo, pero no hay
otro camino que exponerlo para resolver la iniquidad conceptual impuesta
en las mayorías, para entender que se puede ser honestamente cristiano
sólo si no se es mercader de nada, incluso de religiosidades brutales, y
sólo, también, si se comprende que el capitalismo ha llegado a su
irremediable descomposición y que vivimos, ahora, tal gusanos, en el interior
del cadáver del mismo, como sostiene Franco Berardi, profesor de la Universidad
de Bolonia, en Italia.
Colofón necesario
El médico cardiólogo René Favaloro, quien el 29 de
julio de 2000 se suicidó de un disparo en el corazón porque la
administración de PAMI no pagaba a la fundación que lleva su nombre una deuda
millonaria si de ella no se retenía un sustancial retorno para la conducción
política de la obra social para jubilados y pensionados, había nacido en
el hogar de una familia de trabajadores pobres. Su padre era carpintero y
su madre modista.
Estudió en escuelas públicas y en la Universidad
Nacional de La Plata, donde se recibió de médico. Sus aportes a la ciencia
fueron de reconocimiento internacional. Tenía 77
años cuando agobiado decidió su muerte. Gobernaba el país Fernando De la
Rúa, y al frente del Instituto Nacional de Seguridad Social para Jubilados
y Pensionados (PAMI) estaban entonces Horacio Rodríguez Larreta y María
Eugenia Vidal.
En: http://www.telam.com.ar/notas/201507/114430-favaloro-15-anos-de-su-suicidio.html
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